23 febrero, 2009

Perspectiva de género

En relación con mi último comentario en la entrada anterior, en el sentido de que la perspectiva de género va más allá y está un poco por encima de los partidos políticos, creo que se hace necesario tener presente que dicha “perspectiva” ha sido hecha suya por la ONU al asumir las conclusiones de la Conferencia de Pekín, pero también por las instituciones de la Unión europea, y de ahí para abajo por todos los partidos políticos y las instituciones de nuestro país incluyendo ayuntamientos y comunidades autónomas. Interesa aquí recordar que es una organización de las Naciones Unidas, la OMS la que se niega a reconocer el SAP o que, desde organizaciones ligadas a Naciones Unidas se están llevando adelante campañas en el Tercer Mundo que excluyen expresamente al hombre.

Como se hace necesario recordar que los Estatutos de autonomía recientemente reformados de Andalucía y Cataluña incorporan la perspectiva de género en su articulado, y que no hay reforma del Código Penal, y en nuestro país se realizan con bastante regularidad, en la que no se incorpore un delito o se agrave una pena relacionada con el género, hasta el punto de que es con el PSOE en el poder que hemos llegado al Código Penal más duro de la democracia, y también con la cárceles más llenas de Europa, sin que haya indicios de que esta dinámica absolutamente alocada vaya a detenerse en algún momento. Como cierto es, que al igual que sucediera en algún otro momento histórico hayan decidido ser más papistas que el Papa, y todo se haya desbordado y se hayan superado todas las cotas de racionalidad y ponderación para decidir ir más allá que ningún otro país en terrenos como la desigualdad jurídica de hombres y mujeres o la misma negación de la custodia compartida, y tantos otros contenidos de la Ley de Igualdad.

Aún cuando se trata de un aspecto colateral, quizá convenga recordar la historia de la modificación del famoso artículo 154 del Código Civil que permitía a los padres “corregir razonable y moderadamente a sus hijos” expresión que ha sido sustituida por: “La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y con respeto a su integridad física y psicológica”. A lo que quizá haya poco que objetar, excepto que cuando una juez decide castigar a una madre por maltrato a su hijo, pues resulta que todos los resortes de la sociedad se ponen en pie para evitar que la norma se cumpla, y todavía más, a pesar de que la norma habla bien claro y expreso de integridad física y psicológica del menor, desde el propio Ministerio de Educación se hace una campaña publicitaria en la que ya sólo se cita el maltrato físico, con lo que resulta muy difícil entender el sentido y la lógica de algunas reformas legales si recién aprobadas sucede lo que está sucediendo con ésta. Y eso por no mencionar que con anterioridad a la misma ya se habían dictado ordenes de alejamiento contra algún padre por dar una bofetada a su hija sin que, ni antes ni ahora, nadie haya movido un músculo de su cara para reclamar que la norma se aplique con generalidad y al margen del sexo del agresor, o que, si la norma debe ser modificada lo sea para todos por igual.

Considero, por tanto, un error pensar que lo correcto es dirigir todos los ataques contra el PSOE cuando esta ideología está igualmente presente en los partidos a su izquierda, pero también en los de la derecha incluyendo los nacionalistas PNV y CIU. Rosa Díez en la pasada campaña electoral, si no recuerdo mal, prometía custodia compartida, como también quería apuntarse a este carro I.U. y algunos socialistas, lo que creo que está pasando es que la presión del lobby feminista, un lobby formado por personas de todas las tendencias y en buena medida transnacional lo está impidiendo. Con más posibilidades me parece el intento que se está haciendo en Cataluña de incorporarla a través de la reforma de su Código Civil.

Sería por tanto equivocar el objetivo pensar que la disputa es preferentemente con éste o aquél partido político y no con quien de verdad ha llevado y continua llevando esas políticas a las esferas en que hoy se mueve, haciendo que pase por igualdad el contenido de una ideología segregacionista y excluyente como la contenida en la teoría de género. Políticos y partidos de todas las tendencias llevan contribuyendo desde hace muchos años a ese objetivo de incorporar la perspectiva de género a nuestra legislación y como filosofía de Estado. Muchas veces sin mayor reflexión que sentirse en la obligación de seguir los pasos dictados por la U.E. o la ONU y en muchos casos para sorpresa de algunos de sus propios militantes. Sería interesante poder ponderar el peso que ha tenido esa decisión de la ONU en nuestra clase política y su influencia en su decisión de legislar sobre estos temas. De lo que no hay duda es de lo fácil que el feminismo de género lo ha tenido para posteriormente llevar las cosas a dónde ellas querían.

Recuerdo ahora mismo que cuando Ignasi Guardans de CIU se enteró en la tertulia de la SER de que se estaba elaborando una ley que proponía la “paridad por ley” manifestó su profunda extrañeza de que algo así fuera posible, más adelante pudimos comprobar que en este punto no hubo discrepancias en la Cámara de representantes. O el hecho cien veces recordado de la intención de López Aguilar de incorporar la custodia compartida en la reforma de la Ley de Divorcio, o los balbuceos de tantos y tantos políticos y partidos que con la boca pequeña dicen querer tal cosa sin que llegue a materializarse nunca porque quienes de verdad ostentan “el poder” para decidirlo dijeron en su momento que defender la custodia compartida era situarse del lado de los maltratadores.

Una dificultad para los que no compartimos tal ideología, que me supongo observaréis lo mismo que yo, está en que podemos desde aquí reclamar todos los debates y aclaraciones que queramos, y que puede ser cierto que todos los partidos políticos practiquen dicha política, que también lo es que nadie parece querer asumir el papel de explicarla y, quienes de verdad podrían no parecen tener mucho interés en hacerlo aún cuando luego no paren de quejarse de la invisibilidad a que las condena el patriarcado. Es así que en los últimos años se han llevado a cabo las reformas legislativas más importante en muchos decenios sin que la ciudadanía de a pie y mucho me temo que no sólo ésta, hayamos podido decir ni pío y sin que se haya medido el alcance que, a medio y largo plazo, tales medidas puedan tener sobre aspectos fundamentales de nuestra sociedad y desde luego sobre la igualdad.

Recientemente pedía Leire Pajín en un programa de televisión que por favor no se hiciese ninguna gracieta con la paridad pues como ella misma dijo: “nos ha costado mucho conseguirla”. Echo la mirada atrás y trato de recordar ese enorme esfuerzo y no soy capaz de ver en dónde estuvo tal cosa, pues el grueso de la legislación de género se aprobó en la pasada legislatura sin apenas oposición ni dentro ni fuera de la Cámara y sin que nadie explicase a que venía tanto cambio. Trato de recordar artículos en la prensa que hablasen de la “democracia paritaria” y recuerdo uno posterior a que la paridad hubiese sido aprobada y con la intención más que de explicar las ventajas de tal norma con el ánimo exclusivo de atribuir su paternidad (quizá debiera decir maternidad) al feminismo de género. Resulta por tanto un poco sarcástico hablar de invisibilidad si cuando toca explicar y debatir tantas cosas se opta por el silencio o peor por tirar la piedra y esconder la mano.

En mi opinión la tarea fundamental para quienes no estamos de acuerdo con la agenda de género es demostrar lo que de discriminatorio y sexista, cuando no la misandria, que tal ideología comporta, y como no va a ser desde la exclusión de los hombres y lo masculino como se vaya a conseguir una sociedad mejor. Así como lo que de totalitario y absurdo hay en una ideología que sostiene ideas como ésta de Sulamith Firestone: “A diferencia del primer movimiento feminista, el nuevo movimiento feminista no tiene por objeto simplemente acabar con el privilegio masculino, sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos yo no importarán culturalmente”. Aunque lo que se sostiene sobre el papel, en la práctica queda en papel mojado y ni una sola vez este feminismo se ha levantado para denunciar por discriminatoria la obligatoriedad de servicio militar sólo para hombres o, la consideración en la ley penal de que el mismo maltrato de hombre a mujer que de mujer a hombre suponga un mayor “desvalor” para el primero que para la segunda, y sin que, por tanto, nos quepa entender entonces que pueda significar eso de que: “las diferencias genitales no importarán culturalmente”.

Más bien al contrario de tales desigualdades son sus principales impulsoras, lo que por otro lado no es más que una prueba a mayores de que ni la honestidad intelectual ni la coherencia con los propios postulados parezca ser una norma de este feminismo. De hecho y a pesar de haber proclamado la derrota de la ideología patriarcal y cuando el peso de lo masculino y los hombres en la educación de los niños ha alcanzado cotas mínimas, este feminismo no tiene empacho en seguir descargándose de cualquier responsabilidad ante el comportamiento de los jóvenes que de creer su propio diagnóstico es igual de machista que siempre. En este sentido la ficción de los géneros las exime de mejores explicaciones.

En mi opinión lo que hace fuerte a este feminismo no es ni la virtualidad de su
pensamiento para explicar el mundo, ni la justeza de sus propuestas en el sentido de la igualdad, sino el importante peso político de las organizaciones que lo sustentan y la abismal diferencia entre las conciencias de género existentes entre hombres y mujeres, lo que en el contexto actual de postmodernidad la ha convertido en la corriente ideológica y de poder más importante de nuestro tiempo gozando por parte de muchos de una amable consideración que poco se corresponde con la dureza y la contundencia con la que desde esa ideología se habla del hombre y lo masculino, a quien se considera “el enemigo a batir”.

Cientos fueron las vueltas que se dieron y se siguen dando para negar que niños y niñas reaccionan diferente desde el primer momento de su vida y que los seres humanos por dentro no venimos a este mundo desnudos sino con una importante carga genética que sin determinarnos completamente supondrá importantes diferentes en el comportamiento de niños y niñas primero, chicos y chicas más tarde, y aún más adelante entre mujeres y hombres. Es increíble que no se haya hecho una evaluación pública –lo cual viene siendo la regla en relación con estas políticas- del fracaso de las campañas que desde hace cuarenta años se vienen llevando a cabo periódicamente a favor de los juguetes asexuados como elemento de igualdad, aunque también es cierto que cada vez son menos, y el entusiasmo que despiertan mucho menor, pero sin que haya sido asumido lo que de negación de la ideología de género supone.

Como digno de análisis es el sarpullido que provoca en este pensamiento cualquier noticia que tenga que ver con la constatación de la diferencia biológica de los sexos, como si en lugar de fruto de una investigación científica rigurosa proviniese de alguna mente aviesa dispuesta a echar por tierra caprichosamente sus postulados “culturalistas”. Así ha sucedido en el momento en que se descubrió que el cromosoma Y no era un residuo degenerado llamado a desaparecer, como desde este feminismo se venía sosteniendo, sino que la información que portaba era mucho más significativa de lo que se nos pretendía hacer creer. Lo cierto es que uno tiene la sensación de que en relación con los sexos, cualquier afirmación feminista por inconsistente que sea parece tener mayor valor que cualquier estudio científico serio que base sus conclusiones en la biología humana.

En fin, tengo la sensación de que después de lo de más arriba algunos pensaréis que no he puesto la tarea precisamente fácil, pero creo que es preferible eso a que alguien pueda pensar que hay un sustituto a mano para cambiar el rumbo de las políticas que en este terreno se están haciendo. Lamentablemente no es así, pero quizá convenga decir también que, un poco por todos lados, el malestar y el desagrado que algunas de estas políticas están provocando lo que está consiguiendo es que, cada día más gente, entienda que no es igualdad todo lo que reluce y que si en algún momento alguien creyó que la postura del feminismo en este terreno era de sincero deseo de avanzar en la dirección de la igualdad, hoy se trata de una mera ficción por lo que lo que ahora se impone es un profundo cambio de rumbo.

14 febrero, 2009

Qué bien les sienta el matrimonio

Hace unos días en la sala de espera del médico eché una ojeada a las revistas que por allí había. En una, Telva, destacaba en portada un titular que aproximadamente decía así: Qué bien sienta el matrimonio (especialmente a nosotras), lo que me llevo a mirar su contenido, que en resumen venía a ratificar el título, comparando mujeres casadas y no casadas en terrenos como la salud, la belleza, el contacto con los hijos... para destacar que casi todo eran ventajas.

Y lo que tal lectura me sugirió fueron dos temas: por un lado, el enorme peso de las revistas femeninas en el quiosco, lo que supone una increíble cantidad de profesionales dedicados a editar contenidos, cada semana, de todo aquello que interesa a las mujeres -lo que siguiendo la lógica femenina debería poder ser denunciado por los hombres como sexismo y discriminación- y, por otra, que el género aún a sabiendas de que el hombre con el que se tropiezan la inmensa mayoría de las mujeres no tiene nada que ver con el estereotipo brutal y primitivo de su imaginario, no por eso dejará de hacerlo, consciente del engaño, pero consciente también de que nada le podrá reportar iguales dividendos.

02 febrero, 2009

Segregación de género

Que el género no promueve nada que pueda llamarse igualdad parece cada día más evidente. Sostener tal cosa cada vez les resulta más difícil a quienes hasta el presente no se cansaban de apuntar a los demás con el dedo acusador. El género es una ideología segregacionista que divide al mundo en dos: hombres y mujeres, como dos mundos separados, cuando no profundamente contrapuestos, donde la única constante que aparece es la lucha de géneros. Lucha en la que, dado que lo que se combate es el machismo, todos los excesos e imprudencias por parte del feminismo y las mujeres, estarían consentidos.

Para esta corriente ideológica y de poder, heredera del feminismo radical americano, el hombre es entendido no como un igual de la mujer, sino como un ser despreciable capaz de todas las villanías. Cualquier pretensión de una común humanidad que nos aproximase en nuestras virtudes y miserias es descartada, y como relata magníficamente Enrique Jimeno en la entrada de su bitácora: De los peligros del amor romántico y las políticas de género, para este feminismo, el hombre hasta en el momento del amor no deja de ser un depredador cuya única pretensión es el dominio de la amada. Por lo que quizá se haga necesario recordar a qué tienen conducido y siguen conduciendo las ideologías que fomentan la deshumanización del otro.

En este contexto no debiera sorprender que conspicuos representantes de dicha corriente ideológica al tiempo que acusan al varón de ser el obstáculo para la igualdad descalifiquen la petición de custodia compartida (en otro momento se acusó de maltratadores a quienes defendían tal propósito), o el reconocimiento del SAP, o que la Junta de Andalucía publique un folleto con el título de: No te líes con los chicos malos, y que lleva por subtítulo: Guía no sexista dirigida a chicas. (Demostrando así que puede impedir que en los centros de enseñanza se pueda impartir una educación diferenciada, aunque luego ella misma segregue en lo que a educación sexual se refiere, incluso más, la promueva exclusivamente para las chicas).

Pero quizá lo más singular de esta corriente ideológica y de poder, es su carácter de nebulosa intelectual donde cualquier criterio es posible, incluidas la amalgama y la deshonestidad intelectual siempre que sirvan al objetivo de rebajar al hombre y empoderar a las mujeres. Como pequeño botón de muestra la afirmación del Delegado del Gobierno para la violencia de género en el sentido de que la justicia sólo condena al 2´2% de los maltratadores. Si las cosas sucedieran según parámetros normales en una sociedad democrática una afirmación como esa, en quien desempeña el cargo de Delegado del Gobierno para la violencia de género, debería ir acompañada como mínimo de alguna explicación; en nuestro país nadie lo exigirá. Por eso resulta más cuestionable que la propagación de una tal ideología haya sido asumida y esté financiada por los poderes públicos, hasta el punto de que de que para una feminista como Elisabeth Badinter de lo que quepa hablar sea de “feminismo institucional”.

Desde el punto de vista intelectual tan pronto se sostiene que “la mujer no nace, se hace” como a renglón seguido se considera al hombre atrapado en su naturaleza violenta y opresora sin capacidad para evolucionar, como un poco más tarde se dice que las diferencias entre seres humanos son todas culturales, pero a continuación se cae en el esencialismo de la mujer como la expresión de todas virtudes: desde el amor a la paz, al tiempo que para el hombre se tiene reservado todos los defectos: desde el egoísmo a la ausencia de sentimientos. Lo que nunca se hace es explicar como actúan los mecanismos del patriarcado, ni del género, ni se precisa la significación de ningún concepto, más bien al contrario, como vimos con el término machismo, todo parece ir dirigido a una imprecisión calculada que permita tener en la manga un comodín para usar en cualquier situación.

Tan pronto se niega el derecho a la paternidad como a renglón seguido se habla del poder omnimodo del patriarcado. Lo mismo se niega la custodia compartida y cualquier derecho en la reproducción, como se priva de la figura masculina a cientos de miles de niños, para los que ni existe en casa ni en la escuela, sin que tal proceder conlleve asumir los resultados de tal decisión. Cuando en la sociedad se observa una juventud que no mejora en su forma de enfrentarse a la vida y a la sociedad, entonces la responsabilidad aparece diluida en el conjunto social. Cuando se trata de los éxitos de nuestros chicos la madrina es su madre, cuando de los tropiezos o los fracasos de una sociedad machista y patriarcal. Podríamos decir que para la mujer se reclaman todos los derechos sin el correlato de las obligaciones y para el hombre las obligaciones sin el correlato del derecho.

En fin, un pensamiento donde todos los dualismos simplistas de buenas y malos, todos los maniqueísmos de hombres verdugos y mujeres víctimas, son posibles. Donde la asimetría en el juicio y el privilegio en la resultante siempre son posibles, bajo el pretexto de que unos son la parte fuerte y las otras la parte débil. Pero inmediatamente descubrimos que la perfecta igualdad y paridad que se exige en unos terrenos, en otros se niega, o que a los hombres no sólo no se les ofrece ninguna ventaja para progresar en la paternidad más bien todos las zancadillas están permitidas, hasta el extremo de que cada día es más frecuente leer y escuchar a personas jactarse de que algo así pueda existir. O descubrir que el derecho a la conciliación laboral y familiar es un derecho de las mujeres.

La cita del libro: El Mundo de las mujeres, de Alain Touraine que dice: “Las mujeres son conscientes de que mantienen una relación privilegiada con los hijos, cuya existencia les confiere un poder al que no renunciarían por nada del mundo, aunque los hombres compartieran las tareas de la casa con ellas, incluyendo el cuidado de los niños.”, así lo atestigua y este jugoso comentario realizado en La Vanguardia a propósito de la obra de Miguel Lorente ratifica:

"El posmachismo necesita crear su propia estética y romper con la imagen rancia y viril del machismo, con la idea de hacer que sus propuestas e ideas tengan credibilidad y no sean identificadas con una posición dirigida a mantener el poder masculino". De ahí, sugiere Lorente, que sus militantes se camuflen bajo una preocupación hasta cierto punto femenina por la estética y que lleguen a emular roles tradicionalmente desempeñados por la mujer, como el súbito descubrimiento que desde estos sectores se ha hecho de la figura de los hombres como padres, léase la proclamación del llamado síndrome de alienación parental (SAP).”
El hombre vive bajo una acusasión permanente, si no cambia por inmovilista y si cambia porque se trata únicamente de un disfraz para seguir ejerciendo el dominio.

Pero si esos son los objetivos, en cuanto a los métodos nada desmerece lo anterior. Hasta el punto de que luego de sostener la necesidad de los espacios mixtos para todo tipo de instancias sociales, hayan decretado hace más de 30 años que el feminismo es cosa de mujeres, o que su modus operandi actual con lo que se corresponda sea el de un grupo de presión (lobby femenino) y se aleje definitivamente de cualquier cosa que recuerde a una organización abierta y democrática. Donde el debate social está proscrito incluso con la pretensión de hacer callar a todas y todos cuantos discrepen de sus prescripciones. Donde cualquier intento de debate racional y civilizado es sofocado por la inmediata identificación del otro con el maltratador, el machista, el retrogrado.

Como sorprende que el pretendido salto de civilización que iba a favorecer a mujeres y hombres, en la actualidad haya quedado reducido a “cómo cambiar al hombre”. Las recetas de género, que responden a un plan perfectamente estudiado y milimetrado por ese lobby, con importantísimos apoyos en instituciones nacionales e internacionales, siguen un proceso en el que naciendo de organizaciones feministas, son llevadas al terreno social y político por instituciones de composición mixta (partidos políticos, sindicatos...), para en buena parte de los casos redundar en beneficio exclusivo o prevalente de las mujeres.

Pero quien sin duda mejor expresa el contenido de esta ideología sean sus autoras y para no alargarme mucho más recurriré a una sola cita de Shere Hite, quien en su sección habitual en El País semanal, el 22 de junio de 2003, escribió un artículo titulado: El mejor método anticonceptivo, en el que relataba como después de consultar sobre el tema a “una afamada especialista en la materia”, ésta le respondió: “En general, los mejores métodos para las mujeres son el condón masculino, si no se trata de una relación monógama, y la vasectomía masculina, si se ha completado la familia”. “Cuando alcancemos la deseada forma ideal de gobierno, el “matriarcado opresivo”, espero que todos los chicos se hagan una vasectomía a los 13 años, después de congelar muestras de semen….” Que yo sepa nadie pidió explicaciones ante algo así, ni ninguna sensibilidad de género se sintió ofendida.




P.D. La publicidad, a veces, constituye el mejor reflejo de la sociedad a la que se dirige, por eso os propongo un pequeño juego en el que de lo que se trata es de completar el siguiente título: Porque lo valemos y se lo merecen después de descubrir el sexo de los protagonistas de una serie de spots televisivos.
- En la primera tanda podríamos mentar aquel al que en plena faena musical le vierten un caldero de un líquido pringoso por la cabeza, o aquel otro al que arrojan el líquido de un vaso a la cara, o aquel al que estampan una tarta en todo el rostro, o aquel que recibe un golpe en la espinilla y se dobla de dolor, o aquel que llaman gastón, o al que llaman abusón...
- En la segunda tanda podíamos pensar en aquellos otros spots que finalizan con “porque nosotras lo valemos”

Entre ambos resolvemos el acertijo del título y lo completamos: Porque nosotras lo valemos y ellos se lo merecen.
No resulta una visión excesivamente disparatada de lo que está sucediendo.