No me
gusta el tiempo en que vivimos. Es un
tiempo ramplón, insincero, en el que crece la censura, la negación, el ocultamiento. En el que por ausencia de previsión las cosas se nos
echan encima y no sabemos por qué nos pasa lo que nos pasa. Un tiempo de
personajes sin grandeza, de personajes como sacados de una chistera pero por el
lado menos afortunado. El adocenamiento
lo va cubriendo todo como una mala marea de chapapote.
Un tiempo
sensiblero y poco sensible, un tiempo en que la inteligencia y la ilustración
han de ceder paso a la emoción y el buenismo como si ahí estuviera lo que nos
caracteriza y nos hace lo que somos. Un tiempo de renuncia a lo que nos ha
traído hasta aquí y al brillo que fuimos capaces de crear en el arte y la
ciencia. Un tiempo en que por todas partes se producen implosiones porque hay
muchas hoyas cerradas. Un tiempo que está pidiendo a gritos libertad y verdad
para encarar el futuro con esperanza.