Que personajes que dicen estar ahí para expurgar al hombre de su sentido violento, no duden en recurrir al insulto con demasiada frecuencia, que personas que dicen estar ahí para deconstruir al viejo hombre forjado en los esquemas del patriarcado recurran a la mentira, a la censura, al ejercicio de la mayor de las prepotencias impidiendo que se pueda expresar quien en justo debate les está derrotando dialécticamente y, quizá, éticamente, que alguno de los que proclama todo esto, aprovechando el escrito angustiado de un joven de 21 años, que ha sido padre a su pesar, y que se siente confuso y desorientado sobre las exigencias de su compañera, en lugar de una contestación, le brinde un ejercicio de entomología, debieran ser motivos suficientes para en un ejercicio de autocrítica decidir cambiar el rumbo. Pero si esto no se hace, y ese trabajo de entomología concluye que de lo que se trata en su caso es de violencia de género, y como única respuesta le propone la sumisión a su pareja, es para interrogarse en que tipo de creencia ideológica se está que tanto puede equivocar el diagnóstico de la situación y la recomendación que se propone. Si además se usan los términos y los conceptos sin control y a pesar de la poca empatía que uno muestra hacia quien le pide opinión, no para de acusar a los demás de falta de empatía hacía la mujer, y de denuncia de su invisibilidad, sin que en ningún momento esa invisibilidad se perciba, sencillamente, es para preguntarse como es posible tanto desatino.
Ni la invisibilidad, ni la violencia de género quedan patentes por ningún lado, pues sea cual sea el momento que se escoja para analizar, la situación de inferioridad es la de él. El día del encuentro amoroso porque si no es disculpable su imprudencia al no usar ningún sistema anticonceptivo, no lo es menos la de ella, para quien no puede quedar duda de que no sólo no hay preservativo, tampoco píldora; cuando decide tener el hijo, porque es una decisión que sólo ella toma y ni tan siquiera parece que lo haga después de haberlo discutido con él y, finalmente, cuando decide irse a casa de sus padres, con el hijo de ambos, y con la exigencia de boda, porque la situación no es fruto de la voluntad de él sino de la de ella. Solo considerándola a ella como menor de edad o como incapaz para el ejercicio de su responsabilidad es posible hablar de violencia de género en este caso. Que el caso le sirva además para proclamar que el 70% de los hombres ante situaciones semejantes cometen violencia de género, nos da idea del grado de confusión mental y de carencia del más elemental sentido de la justicia y la equidad de personajes de este tipo que, por lo demás, no dudan en cometer a cada paso los “pecados” que dicen combatir.
Así, habla de falta de empatía ante la situación de ella, pero él no sólo incurre en esa falta de empatía hacia Juan, que es quien pide consejo, sino que escribe, como más arriba dije, como un entomólogo que analiza el comportamiento de un bicho raro desde la distancia del laboratorio, no dudando en acusar de violencia de género, a una persona que vive con angustia la disyuntiva en la que su compañera lo coloca al forzarlo a elegir entre casarse, o renunciar a ella y a su hijo.
En cuanto a quienes no dudan en recurrir a eufemismos indecentes para disculpar la censura, las mentiras sin cuento y el ejercicio de la prepotencia sin límite, sólo decirles que la ceguera ideológica puede ser mucha, pero confundir al verdugo con la víctima, a quien censura con quien es censurado, o disculpar la mentira, no son mimbres con los que se pueda construir el cesto de una sociedad más justa, superadora de las insuficiencias en las que estamos, sino más bien obstáculos para que eso pueda ser posible.
¿En qué lugar expenden títulos que conducen a diagnósticos tan equivocados? ¿Estas son las gentes que quieren ser protagonistas de una sociedad sin discriminación? ¿Es este el sentido de la justicia y la equidad que se espera reine en los tiempos venideros?
Las feministas de género dicen tener su razón de ser y su objetivo último en la conquista de la igualdad. Los hechos sin embargo no hacen más que desmentirlas. Quisiera desde este blog no solo denunciar la deriva neofeminista, también combatir la estigmatización de los hombres y reivindicar la dignidad de lo masculino.
28 enero, 2006
26 enero, 2006
Santa Inquisicion
Henry Kamen al analizar el influjo de la Inquisición en España, señala que ésta no fue tan perniciosa por la gente que mandó a la hoguera, con lo terrible del dato, como por el ambiente de temor, represión y autocensura que creó entre las gentes y que pervivió durante siglos. Así, mientras el resto de Europa rompía la idea de que el monopolio de la verdad lo tenía la Iglesia, y emprendía un camino en el que la ciencia y el pensamiento filosófico se desarrollaban, este país quedó atado al pensamiento religioso sin posibilidad de que el librepensamiento y la ciencia pudieran desarrollarse, hundiéndonos cada vez más no sólo en la pobreza intelectual y científica, también en la pobreza económica y el desarrollo social. Recuperar el derecho a pensar y a expresar el pensamiento costó sangre, sudor y lágrimas durante todo el siglo XIX y el XX. Siendo este período de 25 años que llevamos de democracia postfranquista, el más largo de los últimos 200 años.
Parece, sin embargo, que aquel ambiente de represión e intolerancia, ahora quiere ser recuperado por ciertos profeministas que, incapaces de sostener a la luz del debate y la confrontación de ideas sus rancios e impresentables postulados, recurren a las más abjectas artimañas y los más inverosímiles pretextos para evitar un debate abierto y democrático sobre lo que haya de entenderse por igualdad de sexos, y toda la problemáticas con ella relacionada. De hecho leyendo a alguno de sus portavoces cualquiera creería por el tono y el contenido que, más se está refiriendo a una verdad revelada que, a una cuestión que no puede sustraerse a la opinión del común de los mortales. Igualmente sus malos modos, su arrogancia, su prepotencia, su capacidad para soltar los insultos más indecentes, parece más, fruto de alguien que se considera en posesión de una verdad absoluta y de carácter sagrado, que de una idea como todas las de este mundo, válida sólo mientras se demuestre mejor que las otras, pero con el carácter relativo y necesariamente temporal de todas las ideas, mucho más si están ligadas, como es el caso, a posiciones ideológicas y estas su vez a intereses, algunos más decentes que otros.
Lo que no sé si saben es que con esta actitud lo que hacen es evidenciar la bajeza de su métodos y la pobreza de sus argumentos, al tiempo que muestran que la distancia entre el mensaje que dicen defender (no a la violencia) no puede más que quedar en entredicho teniendo en cuenta las demasiadas ocasiones en que recurren a la violencia verbal y a unos métodos de censura que se argumente lo que se argumente fueron siempre fruto de los reaccionarios y los que defendían intereses espurios.
Parece, sin embargo, que aquel ambiente de represión e intolerancia, ahora quiere ser recuperado por ciertos profeministas que, incapaces de sostener a la luz del debate y la confrontación de ideas sus rancios e impresentables postulados, recurren a las más abjectas artimañas y los más inverosímiles pretextos para evitar un debate abierto y democrático sobre lo que haya de entenderse por igualdad de sexos, y toda la problemáticas con ella relacionada. De hecho leyendo a alguno de sus portavoces cualquiera creería por el tono y el contenido que, más se está refiriendo a una verdad revelada que, a una cuestión que no puede sustraerse a la opinión del común de los mortales. Igualmente sus malos modos, su arrogancia, su prepotencia, su capacidad para soltar los insultos más indecentes, parece más, fruto de alguien que se considera en posesión de una verdad absoluta y de carácter sagrado, que de una idea como todas las de este mundo, válida sólo mientras se demuestre mejor que las otras, pero con el carácter relativo y necesariamente temporal de todas las ideas, mucho más si están ligadas, como es el caso, a posiciones ideológicas y estas su vez a intereses, algunos más decentes que otros.
Lo que no sé si saben es que con esta actitud lo que hacen es evidenciar la bajeza de su métodos y la pobreza de sus argumentos, al tiempo que muestran que la distancia entre el mensaje que dicen defender (no a la violencia) no puede más que quedar en entredicho teniendo en cuenta las demasiadas ocasiones en que recurren a la violencia verbal y a unos métodos de censura que se argumente lo que se argumente fueron siempre fruto de los reaccionarios y los que defendían intereses espurios.
16 enero, 2006
Igualdad asimétrica
En principio concebí este blog para hablar exclusivamente de cuestiones relacionadas con la igualdad de sexos, pero como este tema está inevitablemente ligado a otras cuestiones sociales y políticas me veo empujado a referirme a alguna de ellas.
En su momento me llamó poderosísimamente la atención que la izquierda pasase por recoger en la Ley contra la violencia de género, el diferente trato a hombres y mujeres. Me parecía que estaba cruzando un Rubicón de difícil retorno. No acabé de entenderlo, me parecía no equivocarme en que una diferenciación de ese tipo necesariamente rompía el principio de igualdad, y un principio no menos importante, el de la universalidad de la norma. Y esos habían sido principios de la izquierda desde hacía mucho tiempo. A partir de ese momento no se podría decir alegremente que la ley no hace distingos y se aplica a todos por igual, porque en este caso quedan excluidas todas.
Pero parece que la izquierda últimamente ha cambiado mucho. De nuevo con ocasión del debate sobre el Estatut, Maragall nos recuerda que para él no tiene sentido hablar de igualdad, que la eliminaría de la trilogía Libertad, Igualdad y Fraternidad. Propugna también la asimetría y la diferencia de trato, en función de la “personalidad” de cada comunidad, (en román paladino, la fuerza política para arrancar más o menos en un proceso de negociación). Y lo que ya me cuesta mucho más entender, es qué hacen ahí los Verdes e Iniciativa per Catalunya, en qué quedó el viejo internacionalismo que ya no vale ni para aplicar entre comunidades de un mismo Estado, qué hace la izquierda de la mano de la derecha, reclamando un sistema de financiación claramente injusto y discriminatorio, un sistema que explícitamente recoge la reducción progresiva de la solidaridad. ¿Todo está tan desdibujado que da lo mismo Iniciativa per Catalunya y los Verdes que Convergencia i Unió? ¿en última instancia lo que cuenta es la “nación”?
¿Dónde queda el federalismo? ¿Dónde el multilateralismo? ¿Apoyará todo el arco parlamentario catalán, que Europa aplique con España, el mismo principio y que cada Estado se financie según sus posibilidades? ¿Aceptará una reducción progresiva de la solidaridad? ¿Aceptaremos que los alemanes y los otros nos exhiban el superávit de nuestra balanza fiscal con Europa? ¿Los principio son para aplicar a conveniencia?
Quizá la igualdad liberal, formal, de la que hablan algunos no colme todas las aspiraciones, pero lo que yo observo, es que cuando esa igualdad falta, lo que aparece es el más puro darwinismo, la ley del más fuerte, y lo mismo da que hablemos de debate territorial que de igualdad de sexos. Cuando ese principio falla, no avanzamos, retrocedemos. Con esa igualdad, sin embargo, fuimos capaces de, ampliándola, reconocer los derechos sociales, el estado del bienestar y en esta última etapa las leyes de igualdad, incluso aquellas que ponen en peligro su existencia.
En su momento me llamó poderosísimamente la atención que la izquierda pasase por recoger en la Ley contra la violencia de género, el diferente trato a hombres y mujeres. Me parecía que estaba cruzando un Rubicón de difícil retorno. No acabé de entenderlo, me parecía no equivocarme en que una diferenciación de ese tipo necesariamente rompía el principio de igualdad, y un principio no menos importante, el de la universalidad de la norma. Y esos habían sido principios de la izquierda desde hacía mucho tiempo. A partir de ese momento no se podría decir alegremente que la ley no hace distingos y se aplica a todos por igual, porque en este caso quedan excluidas todas.
Pero parece que la izquierda últimamente ha cambiado mucho. De nuevo con ocasión del debate sobre el Estatut, Maragall nos recuerda que para él no tiene sentido hablar de igualdad, que la eliminaría de la trilogía Libertad, Igualdad y Fraternidad. Propugna también la asimetría y la diferencia de trato, en función de la “personalidad” de cada comunidad, (en román paladino, la fuerza política para arrancar más o menos en un proceso de negociación). Y lo que ya me cuesta mucho más entender, es qué hacen ahí los Verdes e Iniciativa per Catalunya, en qué quedó el viejo internacionalismo que ya no vale ni para aplicar entre comunidades de un mismo Estado, qué hace la izquierda de la mano de la derecha, reclamando un sistema de financiación claramente injusto y discriminatorio, un sistema que explícitamente recoge la reducción progresiva de la solidaridad. ¿Todo está tan desdibujado que da lo mismo Iniciativa per Catalunya y los Verdes que Convergencia i Unió? ¿en última instancia lo que cuenta es la “nación”?
¿Dónde queda el federalismo? ¿Dónde el multilateralismo? ¿Apoyará todo el arco parlamentario catalán, que Europa aplique con España, el mismo principio y que cada Estado se financie según sus posibilidades? ¿Aceptará una reducción progresiva de la solidaridad? ¿Aceptaremos que los alemanes y los otros nos exhiban el superávit de nuestra balanza fiscal con Europa? ¿Los principio son para aplicar a conveniencia?
Quizá la igualdad liberal, formal, de la que hablan algunos no colme todas las aspiraciones, pero lo que yo observo, es que cuando esa igualdad falta, lo que aparece es el más puro darwinismo, la ley del más fuerte, y lo mismo da que hablemos de debate territorial que de igualdad de sexos. Cuando ese principio falla, no avanzamos, retrocedemos. Con esa igualdad, sin embargo, fuimos capaces de, ampliándola, reconocer los derechos sociales, el estado del bienestar y en esta última etapa las leyes de igualdad, incluso aquellas que ponen en peligro su existencia.
12 enero, 2006
Sobre identidades II
Sobre el asunto tengo muchas lagunas, pero también comienzo a vislumbrar algunas certezas, aunque sólo sea para conocer los caminos que no hay que seguir. Por ejemplo, me parece que sólo desde la más absoluta ceguera se pueden negar las diferencias no sólo anatómicas y morfológicas de los sexos, también las hay en el plano de la configuración del cerebro y en el hormonal, incluso en el genético, de hecho cromosómicamente somos diferentes. Desconozco por que desde algunos enfoques feministas se quieren ignorar estas datos que parecen elementales para una correcta prospección sobre los sexos y me supongo que tendrá que ver con su aversión a todo lo que suene a masculino, incluida la ciencia y la racionalidad.
Alguna otra certeza es que desde luego la afirmación del feminismo culpabilizando al hombre de los roles tradicionales, parece más un arma ideológica que algo que se esté en condiciones de demostrar y, de hecho, muchos de los pilares sobre los que sustenta su teorización resultan un completo invento, por ejemplo, considerar que la mujer en la Roma clásica tenía la consideración de un siervo. Esto por ejemplo está demostrado completamente como falso históricamente, hasta el punto de que algunas de las libertades de que gozaron las mujeres romanas no volvieron a ser conocidas por la humanidad hasta prácticamente nuestros días.
Del mismo modo me parece que hablar del privilegio de la condición masculina sólo se entiende si para cada período histórico nos refiriéramos a la clase dirigente, en la que tampoco faltaban las mujeres. De otro modo, alguien debe explicar el privilegio no ya del esclavo romano, sino del mismo legionario, pues la profesión suponía 25 años de servicio sin poder casarse y fuertes castigos incluida la muerte para los desertores, o en la edad media la condición de los siervos, en el siglo XIX el trabajo industrial (Marx lo relata muy bien), o la condición de hombre en los momentos de las guerras, etc. Desde luego me resulta difícil ver el privilegio de haber peleado en el sitio de Verdúm, en Vietnam o ahora mismo morir en Irak, o sencillamente haber disfrutado el privilegio de hacer el servicio militar.
En nuestro días tenemos mil datos que avalan que lo de los privilegios suena bastante a cuento, a no ser que nos olvidemos de los trabajos duros y arriesgados, de los sin techo o de los que intentan desesperadamente llegar en pateras a nuestras costas. Como es imposible hacer un repaso histórico he mencionado sólo algunos momentos de la condición masculina en los que hablar de privilegio suena a coña. Pero hay más, la mujer que propugna la igualdad no propone que los papeles de la mujer pasen a ser desempeñados por el hombre y viceversa, lo que propone si habemos de juzgar por los hechos es una gran libertad de elección de modo de vida que incluye una relación privilegiada con la familia y la casa y una gran libertad en el terreno de lo laboral, dejando la iniciativa al hombre para muchos momentos, generalmente no los más fáciles.
No es sólo una anécdota: cuando el señor Zapatero entendió que las cosas se ponían cuesta arriba, habló de crear un núcleo duro formado por 5 personas, 4 eran hombres y no he visto protestar a ninguna feminista, como ahora mismo que hay que resolver el tema autonómico, no os sorprende que en tiempos de paridad, haya tan pocas mujeres, ..... podría seguir.
Por ejemplo la mujer se enfrenta al mundo laboral con una mentalidad diferente a la del hombre, pues si para éste parece que tendría una carácter inexorable, incorporándose antes, trabajando en jornadas más amplias y prolongando la vida laboral hasta la jubilación, además de estar abierto a todo el espectro de puestos y ocupaciones, en el caso de la mujer, este carácter inexorable no se produce, habiendo muchas mujeres que por voluntad propia deciden no incorporarse al mercado laboral, otras que después de incorporadas se retiran mucho antes de la jubilación, el catálogo de puestos a los que se accede está mucho más limitado, excluyendo los de seguridad, fuerza física y sobre todo riesgo, y buscando siempre fórmulas por ejemplo de empleo a tiempo parcial, etc. En estas circunstancias que se siga manipulando el tema de las remuneraciones de unos y otros es un auténtico escándalo. Si cobrásemos igual se estaría cometiendo la mayor de las injusticias.
La mujer se enfrenta al momento de la relación con el hombre con una mentalidad diferente a la del hombre. Por mucho que se diga los papeles en absoluto resultan intercambiables y desde luego quien considere que en este plano los hombres llevamos ventaja debiera hacer el esfuerzo de explicárnoslo a todos.
Hay muchas otras cosas que también me llaman la atención. Safo fue una gran poetisa griega y no se sabe muy bien por que no hubo muchas otras Safos. Los Ilustrados franceses se reunían a petición de las damas en los salones de los palacios, estas mujeres poseían todas amplia cultura, pero ninguna de ellas parece que se decidiera a entrar en el mundo de los Ilustrados fuera de estas reuniones. Como todo el mundo sabe a Rosa Aguilar se le ha ofrecido la presidencia de Izquierda Unida y al parecer lo rechaza. Pero un hecho mucho más incontrovertible: habéis observado la escasa participación de las mujeres en los debates sobre la reforma educativa a pesar de que son mayoría en la profesión, o su mermada presencia en las direcciones de los centros de enseñanza. El porqué las mujeres actúan frente a algunas situaciones de la forma que lo hacen debiera ser obligación suya explicarlo, pero desde luego da mucho más rédito culpar a los hombres o a la sociedad machista.
Alguna otra certeza es que desde luego la afirmación del feminismo culpabilizando al hombre de los roles tradicionales, parece más un arma ideológica que algo que se esté en condiciones de demostrar y, de hecho, muchos de los pilares sobre los que sustenta su teorización resultan un completo invento, por ejemplo, considerar que la mujer en la Roma clásica tenía la consideración de un siervo. Esto por ejemplo está demostrado completamente como falso históricamente, hasta el punto de que algunas de las libertades de que gozaron las mujeres romanas no volvieron a ser conocidas por la humanidad hasta prácticamente nuestros días.
Del mismo modo me parece que hablar del privilegio de la condición masculina sólo se entiende si para cada período histórico nos refiriéramos a la clase dirigente, en la que tampoco faltaban las mujeres. De otro modo, alguien debe explicar el privilegio no ya del esclavo romano, sino del mismo legionario, pues la profesión suponía 25 años de servicio sin poder casarse y fuertes castigos incluida la muerte para los desertores, o en la edad media la condición de los siervos, en el siglo XIX el trabajo industrial (Marx lo relata muy bien), o la condición de hombre en los momentos de las guerras, etc. Desde luego me resulta difícil ver el privilegio de haber peleado en el sitio de Verdúm, en Vietnam o ahora mismo morir en Irak, o sencillamente haber disfrutado el privilegio de hacer el servicio militar.
En nuestro días tenemos mil datos que avalan que lo de los privilegios suena bastante a cuento, a no ser que nos olvidemos de los trabajos duros y arriesgados, de los sin techo o de los que intentan desesperadamente llegar en pateras a nuestras costas. Como es imposible hacer un repaso histórico he mencionado sólo algunos momentos de la condición masculina en los que hablar de privilegio suena a coña. Pero hay más, la mujer que propugna la igualdad no propone que los papeles de la mujer pasen a ser desempeñados por el hombre y viceversa, lo que propone si habemos de juzgar por los hechos es una gran libertad de elección de modo de vida que incluye una relación privilegiada con la familia y la casa y una gran libertad en el terreno de lo laboral, dejando la iniciativa al hombre para muchos momentos, generalmente no los más fáciles.
No es sólo una anécdota: cuando el señor Zapatero entendió que las cosas se ponían cuesta arriba, habló de crear un núcleo duro formado por 5 personas, 4 eran hombres y no he visto protestar a ninguna feminista, como ahora mismo que hay que resolver el tema autonómico, no os sorprende que en tiempos de paridad, haya tan pocas mujeres, ..... podría seguir.
Por ejemplo la mujer se enfrenta al mundo laboral con una mentalidad diferente a la del hombre, pues si para éste parece que tendría una carácter inexorable, incorporándose antes, trabajando en jornadas más amplias y prolongando la vida laboral hasta la jubilación, además de estar abierto a todo el espectro de puestos y ocupaciones, en el caso de la mujer, este carácter inexorable no se produce, habiendo muchas mujeres que por voluntad propia deciden no incorporarse al mercado laboral, otras que después de incorporadas se retiran mucho antes de la jubilación, el catálogo de puestos a los que se accede está mucho más limitado, excluyendo los de seguridad, fuerza física y sobre todo riesgo, y buscando siempre fórmulas por ejemplo de empleo a tiempo parcial, etc. En estas circunstancias que se siga manipulando el tema de las remuneraciones de unos y otros es un auténtico escándalo. Si cobrásemos igual se estaría cometiendo la mayor de las injusticias.
La mujer se enfrenta al momento de la relación con el hombre con una mentalidad diferente a la del hombre. Por mucho que se diga los papeles en absoluto resultan intercambiables y desde luego quien considere que en este plano los hombres llevamos ventaja debiera hacer el esfuerzo de explicárnoslo a todos.
Hay muchas otras cosas que también me llaman la atención. Safo fue una gran poetisa griega y no se sabe muy bien por que no hubo muchas otras Safos. Los Ilustrados franceses se reunían a petición de las damas en los salones de los palacios, estas mujeres poseían todas amplia cultura, pero ninguna de ellas parece que se decidiera a entrar en el mundo de los Ilustrados fuera de estas reuniones. Como todo el mundo sabe a Rosa Aguilar se le ha ofrecido la presidencia de Izquierda Unida y al parecer lo rechaza. Pero un hecho mucho más incontrovertible: habéis observado la escasa participación de las mujeres en los debates sobre la reforma educativa a pesar de que son mayoría en la profesión, o su mermada presencia en las direcciones de los centros de enseñanza. El porqué las mujeres actúan frente a algunas situaciones de la forma que lo hacen debiera ser obligación suya explicarlo, pero desde luego da mucho más rédito culpar a los hombres o a la sociedad machista.
08 enero, 2006
Sobre identidades I
En el primer post de este año me gustaría abordar la cuestión de si para respetar la igualdad, es necesario que hombres y mujeres seamos idénticos, o bien, si, a pesar de nuestras diferencias, que son muchas y vienen de muy lejos podemos ser iguales, es decir, no estar sometidos a discriminación por razón de sexo, aún manteniendo la feliz diferencia que nos viene caracterizando desde el origen de la especie y aún antes.
Negros y blancos tenemos color de piel diferente y, que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido la idea de que para ser iguales en derechos debamos ser de un mismo color. Sin embargo, un buen número de feministas y profeministas parecen empeñadas y empeñados en proponer algo parecido a lo de un solo color, en este caso, un solo género, por cuanto al ser todas las diferencias entre ambos de tipo cultural la búsqueda de la perfecta intercambiabilidad entre ambos sería posible. Más grave me parece todavía quienes en base a no se sabe muy bien qué, han establecido que los hombres si queremos establecer nuestra humanidad lo que tenemos que hacer es tomar como patrón a la mujer, un ser mucho más desarrollado especialmente en el terreno emocional.
La naturaleza nos ha querido diferentes y lo somos en el plano anatómico, morfológico pero también en cuanto a configuración cerebral como ponen de manifiesto las técnicas más avanzadas de estudio en relación con el llamado nuevo mapa del cerebro. Estas diferencias entre los sexos no son sólo de naturaleza genética o biológica, sino que en la medida en que somos seres sociales y culturales, según las diferentes épocas históricas han cristalizado en patrones de conducta diferenciados.
A mi entender, por tanto, la discusión sobre si hombres y mujeres somos diferentes carece de sentido y, quizá, lo que merecería la pena sería establecer la discusión en como deslindar, aunque sólo fuese de forma aproximada, los aspectos de la conducta de hombres y mujeres modificables en un período histórico razonable y cuales responden a una suma de diferencias biológicas y patrones culturales que hunden sus raíces en el origen de la especie y que, por tanto, resulta ilusorio pensar que se van a eliminar en el plazo de una generación o de algunas generaciones.
De ese modo dejaríamos de lado prácticas dirigidas, en la intención, porque en el resultado son imposibles, a limitar o incluso borrar, las diferencias de estrategia que niños y niñas siguen en sus procesos de formación y juego desde el día de su nacimiento. Como la tozuda experiencia demuestra, una y otra vez, pretender que se consigue algo dando a niños y niñas los mismos juguetes, es una de los fracasos más evidentes de este tipo de enfoques. Las niñas terminan dándole mimos al camión y los niños terminan haciendo de la muñeca un soldado.
Otros experimentos, como el de obligar a los niños a hacer pis sentados, sencillamente, me parecen obscenos, y no tiene nombre que, la Consejera de educación de Andalucía pretenda que niños y niñas ocupen exactamente el mismo espacio en el patio del colegio. Aunque lamentablemente, me supongo por bastante tiempo veremos estas y otras cosas de parecido tenor, pues estas prácticas no están en decadencia sino que parecen florecer cada día con mayor variedad.
(De momento lo dejo aquí. Otro día procuraré completar el desarrollo de este tema.)
Negros y blancos tenemos color de piel diferente y, que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido la idea de que para ser iguales en derechos debamos ser de un mismo color. Sin embargo, un buen número de feministas y profeministas parecen empeñadas y empeñados en proponer algo parecido a lo de un solo color, en este caso, un solo género, por cuanto al ser todas las diferencias entre ambos de tipo cultural la búsqueda de la perfecta intercambiabilidad entre ambos sería posible. Más grave me parece todavía quienes en base a no se sabe muy bien qué, han establecido que los hombres si queremos establecer nuestra humanidad lo que tenemos que hacer es tomar como patrón a la mujer, un ser mucho más desarrollado especialmente en el terreno emocional.
La naturaleza nos ha querido diferentes y lo somos en el plano anatómico, morfológico pero también en cuanto a configuración cerebral como ponen de manifiesto las técnicas más avanzadas de estudio en relación con el llamado nuevo mapa del cerebro. Estas diferencias entre los sexos no son sólo de naturaleza genética o biológica, sino que en la medida en que somos seres sociales y culturales, según las diferentes épocas históricas han cristalizado en patrones de conducta diferenciados.
A mi entender, por tanto, la discusión sobre si hombres y mujeres somos diferentes carece de sentido y, quizá, lo que merecería la pena sería establecer la discusión en como deslindar, aunque sólo fuese de forma aproximada, los aspectos de la conducta de hombres y mujeres modificables en un período histórico razonable y cuales responden a una suma de diferencias biológicas y patrones culturales que hunden sus raíces en el origen de la especie y que, por tanto, resulta ilusorio pensar que se van a eliminar en el plazo de una generación o de algunas generaciones.
De ese modo dejaríamos de lado prácticas dirigidas, en la intención, porque en el resultado son imposibles, a limitar o incluso borrar, las diferencias de estrategia que niños y niñas siguen en sus procesos de formación y juego desde el día de su nacimiento. Como la tozuda experiencia demuestra, una y otra vez, pretender que se consigue algo dando a niños y niñas los mismos juguetes, es una de los fracasos más evidentes de este tipo de enfoques. Las niñas terminan dándole mimos al camión y los niños terminan haciendo de la muñeca un soldado.
Otros experimentos, como el de obligar a los niños a hacer pis sentados, sencillamente, me parecen obscenos, y no tiene nombre que, la Consejera de educación de Andalucía pretenda que niños y niñas ocupen exactamente el mismo espacio en el patio del colegio. Aunque lamentablemente, me supongo por bastante tiempo veremos estas y otras cosas de parecido tenor, pues estas prácticas no están en decadencia sino que parecen florecer cada día con mayor variedad.
(De momento lo dejo aquí. Otro día procuraré completar el desarrollo de este tema.)