10 marzo, 2007

Día de la mujer trabajadora

Estos días con ocasión del día de la mujer trabajadora, he leído y escuchado de todo. Desde la reiteración hasta la saciedad de los argumentos archiconocidos sobre la violencia doméstica, y la ausencia de denuncia previa, sin que llegue a entender quién ha establecido que lo único que se puede decir al respecto es lo que viene siendo la verdad oficial, hasta un sindicalista a quién seguramente se le habrá olvidado explicar por qué tenemos la tasa más alta de Europa en siniestralidad laboral, 1.000 muertos al año, casi todos varones, pero ofrecía una lección magistral en relación con la cuestión sexo-género, como él la denominaba

Yendo en el coche escuché en Radio3 a una mujer que explicaba que el gran problema de la violencia sexista tenía su raíz en la educación y, más en concreto, en los estereotipos transmitidos sobre los papeles de hombre y mujer en la escuela. Como no me cogía desprevenido el argumento, al tiempo que la escuchaba, pensaba para mí que la educación por lo menos hasta el final de la ESO corre mucho más del lado femenino que del masculino. Primero, en casa por el lado de las madres, en la escuela después, porque son amplía mayoría en esos niveles las maestras por relación con los maestros. Por lo demás no son pocos los autores que sostienen que el espacio educativo se adapta mucho mejor a las niñas que a los niños, y quizá la mejor prueba sea que los resultados escolares así lo confirman, y por lo que a los estereotipos se refiere a mi me resulta dificil entender por qué una mayor responsabilidad de los hombres que de las mujeres.

Visto el problema así parecía que la denuncia de la señora incidiría en la mayor responsabilidad de ellas que de ellos; sin embargo, el tono en que se expresaba era claramente femenino y feminista y el mensaje parecía más claramente ir en otra dirección.

En un periódico de tirada local leí un artículo de una feminista que se quejaba de la escasa asistencia a las competiciones femeninas. Si uno se para a pensar en el asunto puede concluir que quizá las primeras que no van son las mujeres, o también que somos libres y elegimos a dónde queremos ir, con los condicionantes propios de cada caso. Lo que me resulta más complicado entender y sin embargo la autora parecía tenerlo clarísimo, es por qué se puede hablar en este caso de discriminación de la mujer.

Finalmente una anécdota. En mi centro de trabajo somos hombres y mujeres. Uno de los compañeros decidió el día de la mujer trabajadora regalarles una caja de bombones. Hubo mujeres que lo acogieron bien, quizá mayoría, hubo otras a las que les pareció fuera de lugar. En relación con los hombres la iniciativa también fue acogida con división de opiniones. Pero quién con más contundencia se expresaba sobre la conveniencia de un día como el de la mujer trabajadora era la autora del artículo de más arriba, para quien un día como ése no refleja más que lo “tontas que somos”.

Que el tema de la igualdad es difícil quizá lo refleje el hecho de que quienes más reparo y críticas están haciendo a la marcha de la legislación y las prácticas de cierto feminismo, sean otras feministas; pero también que algunos de los que más lejos llegan en sus críticas al varón, sean otros varones, o que quienes con más euforia proclamen que el siglo XXI es el siglo de la mujeres, lo hagan desde su condición masculina y en algún caso luego de haber sido acusados en otro tiempo de machistas, por el mismo feminismo que hoy los arropa.

En cualquier caso para mí lo más lamentable es la ausencia de debate. Lo que tendría que estar siendo una discusión sobre los términos de un contrato entre hombres y mujeres para una sociedad mejor, se está convirtiendo en un trágala sin derecho a réplica porque la ventanilla de la discusión y el debate está cerrada y en su lugar sólo podemos asistir a un monólogo sobre el tema, mejor a una multiplicidad de monólogos, de los que, por otra parte, es difícil extraer cualquier conclusión, fuera de la culpabilidad del varón, pues cada cual centra su opinión sobre algún aspecto del mismo y lo hace desde su particular perspectiva, de tal forma que aún en clave femenina, los mensajes a veces no sólo son diferentes sino claramente contradictorios, de tal modo que lo único realmente unitario sea que todos están hechos en clave reivindicativa cuando no de queja pura y dura.


En como si el feminismo dominante hubiera optado más por la sentencia que por el debate o la explicación. ¿Será esta otra de las particularidades del feminismo? ¿Se tratará de algo más profundo y que tiene que ver con las diferencias entre hombre y mujer? ¿Será que lo exige el propio tema?

Concectado con todo esto aunque en otro plano sería muy interesante un trabajo sobre los equívocos del lenguaje y el enorme filón que en el mismo encuentra el feminismo dominante. Dos palabras clave a mi entender serían machismo y género. Si uno pregunta si ambos, hombres y mujeres, pueden ser o realizar prácticas machistas quizá todos digan que sí que es un problema de ambos, pero si uno sigue la pista, verá que finalmente el problema del machismo es un problema de la única responsabilidad de los hombres, y si en un paso más y nos preguntamos, qué es responsabilidad de los hombres en esta sociedad, encontrará que la respuesta es, todo. ¿Todo? Todo no, sólo lo negativo, pues los avances de la mujer y las conquistas del feminismo son mérito exclusivo de las mujeres, aún cuando tengan su origen en, por ejemplo, una Asamblea legislativa compuesta muy mayoritariamente por hombres. En relación con la palabra género se pretende hacer pasar por neutra y descriptiva una palabra cargada de la más rancia ideología, una ideología de buenas y malos, cual es la recogida en la llamada perspectiva de género.

Cualquiera de estas cuestiones merecería un tratamiento más pormenorizado y extenso, pero sólo pretendo con estas notas compartir con vosotros algunas de las cuestiones que me preocupan, o me parecen de mayor interés para conocer el gran problema del que estamos hablando, sus mil caras y como hincarle el diente a una cuestión, que claramente no estamos sabiendo abordar, de tal modo que redunde en beneficio de todos, beneficio muchos veces proclamado pero de difícil visualización para los que con más interés nos hemos decidido a estudiar el tema.

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