No sé qué me admira más: si la capacidad del feminismo para denunciar sexismo en el lenguaje mientras se encarga de hacer trizas el idioma y de paso construye un nuevo diccionario a su medida; o la inopia de tanto pensador posmoderno, que ajeno a todo cuanto sucede fuera de su torre de marfil sigue pensando que todos los “metarrelatos” han sido finiquitados y, enfrascado en la polémica: objetividad sí o no, vive ajeno a la realidad y al profundo cambio que, por la mano de la ideología de género, están sufriendo nuestras sociedades en aspectos decisivos de la vida política, cultural y social y siempre en una dirección: la discriminación del hombre, bajo el pretexto de que para igualar lo que es desigual, es necesario discriminar ya que un nuevo principio se ha impuesto: “Tratar igual a los que no son iguales, tiene un nombre: discriminar. Pretender que se trate igual a ambos sexos tiene un nombre: discriminar."
Hay que ver la que se armó para negar validez a expresiones como “violencia doméstica”, o “violencia de pareja” o tantas otras de las utilizadas con anterioridad a que, y contra el criterio de la RAE, impusieran en la Ley la expresión “violencia de género” para que ahora y pasmo de todos debamos olvidarnos de esta última y pasarnos a la de “violencia machista”. Sin que por lo demás importe lo devaluado del término. O asistir a la conversión del término sexismo, que de significar: discriminación por motivo de sexo, ha pasado a: discriminación hacia el género femenino... Pero más, lo que hasta ayer era “discriminación positiva” ahora ha pasado a denominarse “acción positiva” para ocultar su verdadero significado, o que, en la actual Lei de igualdade de Galicia y después de un canto a la igualdad y la universalidad (más incomprensible por cuanto el género justamente supone la ruptura de una y otra), para justificar el diferente trato ante la ley de hombres y mujeres, se haya tenido que recurrir a un neologismo de difícil digestión: “identidade xurídica de trato entre mulleres e homes”.
La potencia del relato de género es más fuerte que nunca, tanto, que da la sensación de ocuparlo casi todo y ya puede la postmodernidad seguir discutiendo a cerca de la verdad y la objetividad cuanto quiera, que mientras tanto lo que sí se hará verdad será que para “que hombres y mujeres sean iguales” la ley los ha de tratar de modo diferente y, llevados de este empuje inicial, se justificará el diferente resultado en la escuela aduciendo que “las chicas son más listas” y cómo no, que mientras se denuncian los estereotipos de género, se reinventan unos nuevos en los que el reparto es tan desigualatario como siempre y, dónde conviven, sin aparente contradicción ni falseamiento de la realidad, la idea de que el hombre puede ser tildado de acosador por una mirada o un piropo, al tiempo que le es exigible, aún a riesgo de su integridad física, el tradicional y en otros momentos tan denostado papel de protector, para que su conducta no se vea afeada públicamente presentándolo como un cobarde.
La enorme capacidad del discurso de género para la ambivalencia sólo es comparable a su capacidad para una igualdad donde ésta nada tenga que ver con la equidad, la simetría o la reciprocidad de trato, y para presentar como privilegio masculino lo que para sí no quiere o como discriminación femenina lo que al hombre le es negado.
En el preámbulo de la Ley de igualdad en el trabajo de Galicia (hay un enlace en Documentos) se llega a decir:
“Es innegable que esas otras desigualdades (se refiere a las que sufren otros colectivos desfavorecidos) necesitan de la atención y el apoyo de los poderes públicos, y el ordenamiento jurídico lo prevé expresamente, pero, a diferencia de las políticas de apoyo en favor de esos otros grupos sociales, la consecución del acceso a la igualdad por parte de las mujeres ni debe depender del desarrollo económico de una sociedad en un momento determinado, ni debe estar condicionada por la polémica de los partidos políticos que compiten por el poder, ya que el objetivo por alcanzar fue asumido de manera unánime por todo el arco parlamentario gallego, y es claro y preciso: la paridad de ambos sexos, la igualdad perfecta. (la negrilla es mía)
Y uno no sabe si echarse a temblar porque tiene la sensación de encontrarse ante la búsqueda de un nuevo paraíso, al estilo del paraíso comunista, tanto más querido cuanto más la realidad lo negaba, y para el que no importaba lo que se sacrificase en el presente pues lo que en el futuro depararía lo compensaría todo.
Pero interesa seguir leyendo lo que viene a continuación donde sin empacho ninguno, y para explicar la “posición crónica y estructural de subordinación” de la mujer se dice:
La situación de discriminación en la que se desenvuelve la mayor parte de las mujeres cuando acceden al mercado laboral se manifiesta en aspectos cuantificables: en la concentración de su trabajo en un reducido número de actividades feminizadas: el 54% de las mujeres trabajan en el 13% de las actividades; en las ocupaciones con mayor discriminación donde trabaja el 60% de la población ocupada sólo el 4 % son mujeres; en la persistencia de altos niveles de discriminación salarial: el salario medio de las mujeres es el 73 % del de los hombres; en la existencia de menores oportunidades de desarrollo de la carrera profesional (en esas actividades feminizadas las mujeres directivas tienen un 20 % del peso en las ocupaciones directivas); en las altas tasas de desempleo (mientras que por cada 14 hombres ocupados hay 10 mujeres, por cada diez hombres parados hay dieciséis mujeres); en los mayores índices de precariedad laboral (mientras cuatro de cada diez mujeres tienen unas relaciones precarias, son tres de cada diez hombres), que conducen a trabajos temporales, a tiempo parcial, interinidades, trabajos sin contrato; en una menor presencia de mujeres en el autoempleo y en el mundo empresarial (sólo el 34% de los afiliados por cuenta propia son mujeres).
Y podemos analizar punto por punto lo que en cada párrafo se dice para ver la precariedad intelectual y de todo tipo en que este discurso está montado. Cualquier persona con algo de formación en Economía o Historia sabe que desde mediados del siglo pasado y particularmente en el último tercio, la economía de los países desarrollados pasaron de ser economías industriales a economías de servicios, haciendo que este tercer sector desplazara en importancia no ya al sector primario muy tocado en las sociedades industriales, sino al propio sector industrial, adueñándose de al rededor del 60% de la economía tanto en términos de producto interior como de empleo, lo que ensanchó enormemente el mercado laboral de las economías de los países desarrollados. Puede verse: http://es.encarta.msn.com/encyclopedia_1121550866/Terciarizaci%C3%B3n.html
Y no es una casualidad que sea en este momento que la mujer se incorpore masivamente al mercado de trabajo, pues es en este sector donde busca su ocupación la inmensa mayoría de las féminas.
Un sector que comprende al Sector público, que en nuestro país da empleo a 3.000.000 de personas y donde las mujeres representan en el de más reciente creación: las administraciones autonómicas el 60 % del empleo, con tendencia a crecer. Las mujeres tienden a concentrarse en un reducido número de actividades porque rechazan muchas otras actividades donde el trabajo es más duro o implica más riesgos para la salud y la vida, léase la mayor parte parte de empleos industriales, construcción y sector primario. Si lo que la Ley pretende es que hombres y mujeres somos perfectamente intercambiables en el terreno laboral o que las mujeres van a optar a puestos de trabajo sin distinción de sector, desde este mismo momento niego que tal cosa vaya a suceder, porque no ha sucedido nunca en ningún país y porque, como digo en otro momento, todos los esfuerzos por incorporar a la mujer a sectores como el naval o la construcción han fracasado y porque las mujeres así lo expresan un día sí y otro también.
La mujer ante el mercado de trabajo tiene un comportamiento completamente diferente al hombre ya que se permite no incorporarse al mismo si lo tiene que hacer en actividades que no son de su agrado. Cientos de experiencias lo avalan, desde las 32.000 tituladas universitarias catalanas que deciden renunciar al mismo por no encontrar el empleo que desean, hasta el completo fracaso de las campañas realizadas a favor de incorporar a la mujer a sectores relacionados con la industria y la construcción. Por lo demás buen número de mujeres deciden que no se incorporarán nunca al mercado laboral porque prefieren atender a sus hijos o por cualesquiera otras causas y eso sin reproche social alguno. Circunstancia que entre los varones es prácticamente inexistente entre otras razones porque el rechazo social sería mucho mayor. Por tanto presentar este elemento como de discriminación hacia la mujer es cuando menos sarcástico ya que en verdad lo que significa es que la mujer con esta actitud rechaza los trabajos más duros y de riesgo que son asumidos prácticamente en exclusiva por los hombres. Léase construcción, transporte, pesca, industria, trabajos agrícolas más duros, protección: militares, policías, bomberos, guardias seguridad, etc.
En lo relativo a las comparaciones de salarios medios tengo que decir que se trata de una engañifa intelectual sólo entendible en el marco de una clase política, incluso cultural, que ha antepuesto lo políticamente correcto a cualquier otra consideración. Con la misma vara de medir, es decir salario medio, habría que decir que los extremeños por relación con los madrileños sufren una discriminación mucho mayor a la de las mujeres ya que su salario medio es menos del 50 % del de aquellos. Es decir, se trata de una simple media aritmética, sin contenido cualitativo alguno y que por sí misma no puede expresa discriminación, ya que para para eso hace falta una prospección en otras variables de tipo cualitativo como: puesto de trabajo, cualificación, antigüedad, incluso duración de la jornada laboral...
Lo realmente discriminatorio sería que alguien que trabajase 6 horas cobrase lo mismo que otro que trabajase 8, o que alguien con 30 años de servicio cobrase lo mismo que un recién llegado, o que cobrase lo mismo quien realizase un trabajo duro y a tiempo completo que otro que realizase un trabajo más cómodo a tiempo parcial. Como discriminación sería que en dos puestos de trabajo iguales hombre y mujer cobrasen diferente. Y eso es realmente lo que no está sucediendo y para evitar que pueda suceder cualquier trabajador en España podría recurrir a la inspección de trabajo, los sindicatos, y si se hiciese necesario a los tribunales de justicia. Es decir, tal discriminación no lo es y sólo pretende ocultar que las mujeres se están incorporando al mercado de trabajo en empleos con un estándar de calidad y remuneración superiores a los del hombre. Estudios recientes confirman que las mujeres menores de 30 años o de ciudades como Nueva York cobran más por hora trabajada que los hombres, y esta tendencia es a incrementar el gap teniendo en cuenta que la posición de salida en lo relativo a los títulos académicos es mucho más favorable para ellas que para ellos.
Es verdad, aún cuando cada vez lo es en menor medida, que hay más hombres ocupados que mujeres, pero calificar eso como privilegio, sería tanto como calificar como discriminación que haya mujeres que decidan no incorporarse al mercado de trabajo, o que no lo hagan mientras el empleo no sea de su agrado. En cuanto al paro, y a pesar de que la ley es reciente, del año 2007, todo lo que había de verdad en esa coyuntura se ha esfumado porque a día de hoy, la destrucción de empleo masculino es muy superior a la femenina, al igual que el ritmo de creación de empleos que también es más favorable para las féminas. Otras argumentaciones como considerar al trabajo a tiempo parcial como discriminatorio me parece que sólo se pueden hacer desde una óptica basada en considerar a la mujer víctima siempre, incluso cuando eso represente trabajar menos y en profesiones más cómodas y de menor riesgo, pues lo único que cabe decir es que si tus condiciones te lo permiten un trabajo a tiempo parcial es lo que todos desearíamos. Me supongo que me ahorraréis tener que decir algo en cuanto a considerar que se debe a discriminación la menor participación de la mujer en las actividades de autoempleo.
Y otro tanto de lo mismo si os digo que no pienso dedicar ni un minuto a la “doble jornada” ya que diversos estudios han demostrado que no es verdad que las mujeres tengan una jornada doble o trabajen más que los hombres, ya que si ellas por término medio lo hacen más en casa, ellos lo hacen más fuera, como tampoco perderé ni un minuto a negar la pretendida discriminación horizontal según la cual ellas ocuparían los puestos de trabajo peor remunerados y ellos los mejor, ellas estarían en la base y ellos en la cúspide. Un pequeño comentario si merece el hecho de que en un país con uno de los índices de siniestralidad laboral más altos de Europa, más de 1.000 muertos al año, en su abrumadora mayoría hombres, la referencia expresa que aparece a este asunto dice: "se realizarán actuaciones en materia de prevención de riesgos laborales en los sectores feminizados". Este punto por sí solo resume mejor que todo lo que yo pueda decir la perspectiva desde la que se ha redactado la Ley.
Que frente a este cúmulo de despropósitos e insolvencia intelectual la inmensa mayoría de los hombres decida guardar silencio es lo que más me cuesta entender.
Si durante todo el período industrial se adujo como impedimento para que las mujeres se incorporasen de forma importante al mercado de trabajo el machismo imperante que las excluía, ahora que con la terciarización de la economía lo han podido hacer masivamente el motivo aducido es otro, pero la queja es más elevada si cabe, y lo que ha sido uno de los procesos de transformación del mercado laboral más importantes en muchos decenios, en lugar de en motivo de celebración, pretenden de nuevo que en realidad se trata de una nueva discriminación, de una nueva estrategia del patriarcado, de una nueva demostración de lo indigno de la condición masculina. Pretender que el hombre ha vivido a lo largo de los siglos en el estado de bienestar olvidando, que tal cosa no tiene más allá de 30-40-50 años, según los países, y de la que desde el primer momento aprovecharon las mujeres y los hombres, es pretender olvidar la historia o reescribirla. Lo que en realidad sucede es que cuando el feminismo dice querer hablar del mercado laboral de lo que está hablando es de otra cosa, como cuando dice querer hablar de igualdad en realidad de lo que habla es de la mejor forma de negarla, o cuando habla de sexismo en el lenguaje lo que pretende es imponer el sexismo de género.
Tiene su aquél que primero se niegue la custodia compartida y luego se pretenda presentar el menor tiempo que los padres pasan con los hijos como motivo de discriminación e insistir en que es por culpa del machismo el mantenimiento del reparto tradicional de tareas, como tiene su aquél tanta oferta de cursos de planchado para hombres pero ni uno sólo para una mejor paternidad y atención al niño o la niña en los primeros meses de vida; es más, parece que lo realmente bienvenido sea todo aquello que contribuya a desprestigiar la figura del padre. Todo este juego de acusar a los otros de lo que yo mejor practico, es un juego que tiene que ser puesto al descubierto para no seguir asistiendo a este ambivalencia y asimetría a la que el feminismo de género nos tiene tan acostumbrados. Acusar al patriarcado de un reparto de roles discriminatorio pero luego acogerse a él para que se nos conceda la custodia de los hijos y el patrimonio familiar, lo que a su vez nos servirá para construir estadísticas según las cuales las mujeres dedican más tiempo al cuidado de los hijos, siendo sin embargo los padres esos señores ausentes; exigir cuando conviene y denunciar cuando interesa la protección masculina; aducir como discriminatorio que en el mercado de trabajo las mujeres están en menos sectores pero luego negarse a realizar trabajos en la construcción, la industria y tantos otros; presentarse como el sector depauperado y abandonado de la sociedad mientras se dispone de la mayor capacidad de gasto y renta... todas esas y otras muchas estrategias de engaño deben ser desveladas para que de verdad comencemos a discutir en dónde estamos y qué mundo queremos: hombres y mujeres, mujeres y hombres.
Las feministas de género dicen tener su razón de ser y su objetivo último en la conquista de la igualdad. Los hechos sin embargo no hacen más que desmentirlas. Quisiera desde este blog no solo denunciar la deriva neofeminista, también combatir la estigmatización de los hombres y reivindicar la dignidad de lo masculino.
31 marzo, 2009
26 marzo, 2009
Estudio tareas hogar
Hace unos meses recogía en esta entrada la anécdota de un Conselleiro de la Xunta de Galicia que luego de reconocer que él en casa “hacía más bien poco” firmó un acuerdo con la Universidad de Santiago para realizar un estudio sobre el reparto de las tareas del hogar. Pues bien, con fecha 10 de febrero se comunicaron a la prensa sus principales conclusiones que encontraréis aquí: http://www.vigometropolitano.com/news/291/ARTICLE/13944/2009-02-10.html
Lo que me sorprende del estudio es que los datos estadísticos con los que trabaja eran ya conocidos, pues estaban recogidos en el trabajo realizado por el INE con el título: Encuesta del empleo del tiempo 2002/03.
El estudio completo lo encontraréis en Documentos y de todos los datos que suministra la encuesta hay dos que me resultan de difícil asimilación: uno, que los hombres dedicamos a cuidados personales el mismo tiempo que las mujeres, y dos, que no encuentro en qué lugar estaría recogido lo que comúnmente las mujeres denominan "ir de tiendas".
Pero aún suponiendo que el estudio no tenga tacha y que los datos vayan a misa, sorprende que ese Conselleiro que dice que en su casa hace más bien poco, a la vista de los resultados se despache de esta forma: "... denunció que la diferencia de género desembocó «en formas de estratificación marcadas por la subordinación social, la explotación económica, la infrarrepresentación política y la marginación cultural». http://www.usc.es/smucea/Las-mujeres-gallegas-dedican-el-doble-de-tiempo-a-las-labores-del-hogar-que-los-hombres
Y aunque el titular con el que pretenden resumir el contenido las redactoras: "Las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a las tareas del hogar." es el mismo que se utilizó profusamente en 2003 el estudio lo que demuestra justamente es que de ninguna manera se puede hablar de doble jornada de la mujer y que si lo que buscaban era un titular se podían haber ahorrado el trabajo y esperar a la viñeta de Forges en El País de hoy.
Lo que me sorprende del estudio es que los datos estadísticos con los que trabaja eran ya conocidos, pues estaban recogidos en el trabajo realizado por el INE con el título: Encuesta del empleo del tiempo 2002/03.
El estudio completo lo encontraréis en Documentos y de todos los datos que suministra la encuesta hay dos que me resultan de difícil asimilación: uno, que los hombres dedicamos a cuidados personales el mismo tiempo que las mujeres, y dos, que no encuentro en qué lugar estaría recogido lo que comúnmente las mujeres denominan "ir de tiendas".
Pero aún suponiendo que el estudio no tenga tacha y que los datos vayan a misa, sorprende que ese Conselleiro que dice que en su casa hace más bien poco, a la vista de los resultados se despache de esta forma: "... denunció que la diferencia de género desembocó «en formas de estratificación marcadas por la subordinación social, la explotación económica, la infrarrepresentación política y la marginación cultural». http://www.usc.es/smucea/Las-mujeres-gallegas-dedican-el-doble-de-tiempo-a-las-labores-del-hogar-que-los-hombres
Y aunque el titular con el que pretenden resumir el contenido las redactoras: "Las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a las tareas del hogar." es el mismo que se utilizó profusamente en 2003 el estudio lo que demuestra justamente es que de ninguna manera se puede hablar de doble jornada de la mujer y que si lo que buscaban era un titular se podían haber ahorrado el trabajo y esperar a la viñeta de Forges en El País de hoy.
25 marzo, 2009
Corporativismo femenino
La intervención de Trinidad Jiménez calificando de machista las críticas a Chacón por el anuncio de retirada de las tropos de Kosovo, muestra hasta qué punto esta forma de proceder se ha convertido en un automatismo, un arma arrojadiza siempre presta para blindar la actuación de las mujeres frente a cualquier crítica, tenga ésta algo que ver o no con el machismo. Pero muestra también cómo las mujeres en la política, la prensa y muchos otros ámbitos han hecho suyo aquello de “una para todas y todas para una” sin que ni la distancia ni la filiación política e ideológica, constituyan un obstáculo insalvable. Todavía ayer una pluma femenina insistía en El Mundo en esa línea, y patéticos resultaron los esfuerzos de Mamén Mendizabal en la sexta por exculpar a la ministra. Recuerdo ahora, cómo en plena campaña por la nominación de los candidatos por el Partido Demócrata a la Casa Blanca cuatro mujeres en mesa redonda celebrada en Yo Dona despedazaban literalmente a Obama mientras se deshacían en elogios hacia Hillary Clinton, llegando a convertir en argumento contra de Obama que no era demasiado negro.
21 marzo, 2009
Publicidad institucional que discrimina y golpea (a los varones)
Tenemos un Gobierno paritario, tenemos un Ministerio de Igualdad, nuestras parlamentarias están atentas a la publicidad sexista, los medios públicos (y los privados) están obligados a proteger a todos, las campañas contra el sexismo se multiplican y, sin embargo, la publicidad institucional golpea y discrimina a los varones de una forma que empieza a ser muy preocupante. Si hace poco era un anuncio de la Dirección General de Tráfico en el que un padre maltrataba a su hijo por no ponerle el cinturón de seguridad (y recibía el merecido reproche de la madre), ahora una campaña contra las drogras vuelve a aparecer encarnada en un hombre que no sólo se hace daño a sí mismo sino a todos los que le rodean: su madre, su esposa, sus hijos... porque con su acción está “maltratando” a todos.
Que yo sepa no existe ninguna réplica en femenino y eso que esta misma semana la prensa publicaba un estudio médico según el cual el 8% de las madres habían tomado cocaína durante el embarazo y esa era la explicación para muchos casos de prematuros, bajo peso, síndrome de abstinencia...
¿Consistirá en esto la igualdad de género?
Que yo sepa no existe ninguna réplica en femenino y eso que esta misma semana la prensa publicaba un estudio médico según el cual el 8% de las madres habían tomado cocaína durante el embarazo y esa era la explicación para muchos casos de prematuros, bajo peso, síndrome de abstinencia...
¿Consistirá en esto la igualdad de género?
19 marzo, 2009
Padres en apuros
Esta colaboración en La Voz de Galicia vuelve a cuestionar el marco legal que nos estamos dando para regular las relaciones padres-hijos, y los problemas que cada día con mayor frecuencia y gravedad se están produciendo como consecuencia de la desconexión existente entre el legislador y la realidad social
Interesante me parece la campaña en favor de igualar los permisos de maternidad y paternidad
Interesante me parece la campaña en favor de igualar los permisos de maternidad y paternidad
16 marzo, 2009
Crisis económica
Paul Krugman califica la situación económica de nuestro país como aterradora
http://www.publico.es/dinero/210107/dinero
y el presidente del Gobierno en un llamamiento a todos habla ahora de una economía basada en la innovación y el conocimiento
http://www.publico.es/dinero/210065/zapatero/aboga/volver/politica/salir/crisis
Si lo de Paul Krugman es recordarle a Zapatero no sólo que se ha equivocado, sino que su error está siendo de dimensiones cósmicas, la apelación a todos, por parte de Zapatero, en el sentido de apostar por una economía basada en la innovación y el conocimiento, choca frontalmente con su negativa a reconocer el enorme socavón en que cada día más se hunde nuestro sistema educativo incluido el universitario, o que ésta era ya su apuesta cuando ganó sus primeras elecciones y, hasta el presente, no sólo no ha hecho nada, sino que hemos asistido al permanente declinar del mismo sin que, desde su Gobierno, ni tan siquiera se hayan dignado reconocer que esa es la verdadera situación.
Mucho me temo que de nuevo se trate de un eslogan para dar la sensación de que se va a hacer algo, porque no veo cómo quien ha hecho una apuesta tan rotunda por el género pueda ahora dar ahora marcha atrás y apostar por algo diferente.
Que Andalucía, su comunidad estrella, con el índice de comprensión lectora más bajo de Europa, en lugar de centrarse en buscar fórmulas para superar ese gravísimo problema, se haya centrado en legislar para prohibir la enseñanza diferenciada, indica bien a las claras cuáles son sus prioridades y dónde tienen fijado el interés sus autoridades educativas y su gobierno.
http://www.publico.es/dinero/210107/dinero
y el presidente del Gobierno en un llamamiento a todos habla ahora de una economía basada en la innovación y el conocimiento
http://www.publico.es/dinero/210065/zapatero/aboga/volver/politica/salir/crisis
Si lo de Paul Krugman es recordarle a Zapatero no sólo que se ha equivocado, sino que su error está siendo de dimensiones cósmicas, la apelación a todos, por parte de Zapatero, en el sentido de apostar por una economía basada en la innovación y el conocimiento, choca frontalmente con su negativa a reconocer el enorme socavón en que cada día más se hunde nuestro sistema educativo incluido el universitario, o que ésta era ya su apuesta cuando ganó sus primeras elecciones y, hasta el presente, no sólo no ha hecho nada, sino que hemos asistido al permanente declinar del mismo sin que, desde su Gobierno, ni tan siquiera se hayan dignado reconocer que esa es la verdadera situación.
Mucho me temo que de nuevo se trate de un eslogan para dar la sensación de que se va a hacer algo, porque no veo cómo quien ha hecho una apuesta tan rotunda por el género pueda ahora dar ahora marcha atrás y apostar por algo diferente.
Que Andalucía, su comunidad estrella, con el índice de comprensión lectora más bajo de Europa, en lugar de centrarse en buscar fórmulas para superar ese gravísimo problema, se haya centrado en legislar para prohibir la enseñanza diferenciada, indica bien a las claras cuáles son sus prioridades y dónde tienen fijado el interés sus autoridades educativas y su gobierno.
12 marzo, 2009
Sobre feminismo II
Desde mi modesta posición de ciudadano sin más título para opinar de estas cosas que la curiosidad de entender lo que sucede a mi alrededor, tengo la percepción de que, en los temas de calado, la sociedad no transige que quien denuncia una determinada actitud, sea éste un colectivo o un ciudadano particular, no se guarde de caer él mismo en la falta que pretende denunciar, por que entonces su pérdida de credibilidad es total.
Pero, por qué esto mismo no sucede con el feminismo. Por qué la sociedad no le recuerda que no se puede pedir equilibrio de profesores y profesoras en la Universidad, cuando quienes realizan tal petición se olvidan del desequilibrio de signo contrario existente en las enseñanzas: primaria, secundaria y bachillerato sin que se observe ningún intento por su parte de abordar tal situación; que no se puede tachar de discriminatoria una Universidad o carrera con más alumnos que alumnas pero que cuando la situación se trastoca haya que interpretarlo como el discurrir natural de las cosas.
Que cuando más patente es la presencia del lobby femenino en todos los ámbitos de la sociedad, cuando el pacto de apoyo y no agresión entre las mujeres que están en la política, y no sólo en la política, es más claro, que cuando la administración se va llenando de organismos por y para las mujeres: institutos, consejerías, concejalías, cátedras universitarias, organismos e instituciones múltiples y variadas, dedicadas en exclusiva a velar por sus intereses, se tenga la desfachatez de acusar a los hombres con las únicas pruebas de “variados e invisibles filtros...” y “techos de cristal” que no se ven, de urdir no sé que tramas para impedir a las mujeres el acceso a la política, a los puestos de responsabilidad en las empresas, en el deporte...
Que al tiempo que se exige la presencia paritaria en aquellos ámbitos donde se consideran subrepresentadas, se reservan el derecho a construir cada día nuevos espacios no mixtos de exclusiva presencia femenina: organizaciones de mujeres, revistas femeninas, hoteles o gimnasios, comercios o espacios de recreo para su uso exclusivo... y a poder ser gozando de financiación pública como sucede en buen número de casos. Que cuando de la enfermedad se trata se anteponga el criterio de género a cualquier otro y se privilegien determinadas líneas de investigación y no otras. Lo mismo que cuando se trata de la justicia que se olvida de la común humanidad para hacerse de género.
Que cuando interesa se nos hace iguales, incluso intercambiables, por ejemplo para ocupar puestos de responsabilidad en la política o la economía, pero cuando conviene se nos pinta como el macho incapaz de atender a sus hijos, o ese ser rudo y primitivo que tan válido es para trabajar en la construcción, en los barcos de altamar o el transporte internacional, pero nada más, porque aquí el manejo del foco de la visibilidad-invisibilidad se realiza con gran maestría y estos seres no precisan de conciliación de vida familiar y laboral, y están ahí porque la naturaleza los hizo más fuertes. (Tiene su áquel que el género considere que los sexos son construcciones sociales y que nacemos iguales, pero luego interprete que sean los hombres quienes hayan de realizar determinados tareas porque son más fuertes)
Y por continuar viendo a dónde apunta el foco, nunca os preguntásteis por qué habiendo sido dos los tránsfugas del PSOE, Tamayo y Sáez, el primero varón y la segunda mujer, al final el título que queda para ese comportamiento es el de “tamayazo”, o qué pasa con las mujeres implicadas en la operación malaya, o por qué, a pesar de la evidencia de que las niñas acosan en la escuela tanto como los niños, se producen tantos intentos de limitar ese comportamiento a los chicos. ¿Se acabará imponiendo también en este terreno la idea del varón como único ser violento? Al menos esa parece la pretensión. No os preguntásteis alguna vez qué ha sido de las sentencias sobre algunos crímenes cometidos por mujeres que conocimos cuando se produjeron pero a los que perdimos de vista después. Será verdad lo que dice Elisabeth Badinter, que a la justicia con las mujeres le sucede un poco lo que con los niños, que le resulta difícil verlos como seres violentos.
En fin, hay un término: ambivalencia, que el diccionario de la R.A.E en una de sus acepciones define como: Condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas, al que seguramente necesitemos recurrir muchas veces para buscar explicación a algunas de estas cosas, como será necesario recordar muchas veces que el género, como pensamiento ligado al sexo, es un ideología incapaz de plantear las cosas en términos de “lo que afecta a todos y todas” y una sociedad no se sostiene indefinidamente si alguien no asume ese papel y simplemente cada uno nos dedicamos a defender nuestra parcela, sea ésta la clase social o el género. Además de un gran debilidad de pensamiento supone un gran riesgo. No deberían llevarnos a engaño, Arquimedes o Platón no son equiparables a cualquier feminista radical, ni su pensamiento hay que leerlo en clave de género porque, en lo que nos legaron, fueron seres humanos capaces de trascender a su sexo.
Pero, por qué esto mismo no sucede con el feminismo. Por qué la sociedad no le recuerda que no se puede pedir equilibrio de profesores y profesoras en la Universidad, cuando quienes realizan tal petición se olvidan del desequilibrio de signo contrario existente en las enseñanzas: primaria, secundaria y bachillerato sin que se observe ningún intento por su parte de abordar tal situación; que no se puede tachar de discriminatoria una Universidad o carrera con más alumnos que alumnas pero que cuando la situación se trastoca haya que interpretarlo como el discurrir natural de las cosas.
Que cuando más patente es la presencia del lobby femenino en todos los ámbitos de la sociedad, cuando el pacto de apoyo y no agresión entre las mujeres que están en la política, y no sólo en la política, es más claro, que cuando la administración se va llenando de organismos por y para las mujeres: institutos, consejerías, concejalías, cátedras universitarias, organismos e instituciones múltiples y variadas, dedicadas en exclusiva a velar por sus intereses, se tenga la desfachatez de acusar a los hombres con las únicas pruebas de “variados e invisibles filtros...” y “techos de cristal” que no se ven, de urdir no sé que tramas para impedir a las mujeres el acceso a la política, a los puestos de responsabilidad en las empresas, en el deporte...
Que al tiempo que se exige la presencia paritaria en aquellos ámbitos donde se consideran subrepresentadas, se reservan el derecho a construir cada día nuevos espacios no mixtos de exclusiva presencia femenina: organizaciones de mujeres, revistas femeninas, hoteles o gimnasios, comercios o espacios de recreo para su uso exclusivo... y a poder ser gozando de financiación pública como sucede en buen número de casos. Que cuando de la enfermedad se trata se anteponga el criterio de género a cualquier otro y se privilegien determinadas líneas de investigación y no otras. Lo mismo que cuando se trata de la justicia que se olvida de la común humanidad para hacerse de género.
Que cuando interesa se nos hace iguales, incluso intercambiables, por ejemplo para ocupar puestos de responsabilidad en la política o la economía, pero cuando conviene se nos pinta como el macho incapaz de atender a sus hijos, o ese ser rudo y primitivo que tan válido es para trabajar en la construcción, en los barcos de altamar o el transporte internacional, pero nada más, porque aquí el manejo del foco de la visibilidad-invisibilidad se realiza con gran maestría y estos seres no precisan de conciliación de vida familiar y laboral, y están ahí porque la naturaleza los hizo más fuertes. (Tiene su áquel que el género considere que los sexos son construcciones sociales y que nacemos iguales, pero luego interprete que sean los hombres quienes hayan de realizar determinados tareas porque son más fuertes)
Y por continuar viendo a dónde apunta el foco, nunca os preguntásteis por qué habiendo sido dos los tránsfugas del PSOE, Tamayo y Sáez, el primero varón y la segunda mujer, al final el título que queda para ese comportamiento es el de “tamayazo”, o qué pasa con las mujeres implicadas en la operación malaya, o por qué, a pesar de la evidencia de que las niñas acosan en la escuela tanto como los niños, se producen tantos intentos de limitar ese comportamiento a los chicos. ¿Se acabará imponiendo también en este terreno la idea del varón como único ser violento? Al menos esa parece la pretensión. No os preguntásteis alguna vez qué ha sido de las sentencias sobre algunos crímenes cometidos por mujeres que conocimos cuando se produjeron pero a los que perdimos de vista después. Será verdad lo que dice Elisabeth Badinter, que a la justicia con las mujeres le sucede un poco lo que con los niños, que le resulta difícil verlos como seres violentos.
En fin, hay un término: ambivalencia, que el diccionario de la R.A.E en una de sus acepciones define como: Condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas, al que seguramente necesitemos recurrir muchas veces para buscar explicación a algunas de estas cosas, como será necesario recordar muchas veces que el género, como pensamiento ligado al sexo, es un ideología incapaz de plantear las cosas en términos de “lo que afecta a todos y todas” y una sociedad no se sostiene indefinidamente si alguien no asume ese papel y simplemente cada uno nos dedicamos a defender nuestra parcela, sea ésta la clase social o el género. Además de un gran debilidad de pensamiento supone un gran riesgo. No deberían llevarnos a engaño, Arquimedes o Platón no son equiparables a cualquier feminista radical, ni su pensamiento hay que leerlo en clave de género porque, en lo que nos legaron, fueron seres humanos capaces de trascender a su sexo.
07 marzo, 2009
Sobre feminismo
Que el movimiento feminista no siguió, ni sigue, las pautas de otros movimientos sociales y políticos coetáneos, parece una evidencia. Con sus ya casi dos siglos de existencia nació a iniciativa casi paritaria de algunos hombres y mujeres ilustrados con la justa reivindicación de la igualdad jurídica de hombres y mujeres, para ir descubriendo que este planteamiento inicial precisaba ir acompañado de otros en el terreno educativo, laboral y familiar que le diesen soporte, por lo que no dudó en buscar apoyo en la solidaridad masculina y los movimientos sociales y políticos de los siglos pasados, particularmente de las organizaciones del mundo obrero y de los partidos políticos progresistas, y en el objetivo de lograr la igualdad en los terrenos : educativo, laboral y familiar.
Ha tenido que ser a partir de la segunda mitad del siglo pasado y más particularmente en el último tercio, que gracias al descubrimiento de la píldora anticonceptiva y la generalización del aborto en buen número de países unido a la terciarización que ha sufrido la economía en ese tiempo, -pues es en el sector terciario donde con mucha diferencia las mujeres más se emplean- que pareció se habían alcanzado las condiciones objetivas para la igualdad de sexos, ya que las mujeres –y me refiero en exclusiva a los países desarrollados- gracias al control de la natalidad y la independencia económica, fruto de la incorporación masiva al mercado de trabajo, unido a su plena integración en el sistema educativo, gozaban de iguales condiciones que los hombres para avanzar en esa igualdad buscada a lo largo de casi dos siglos.
Pero hete aquí que justamente por esas épocas el feminismo en un giro copernicano olvida toda su historia pasada y sitúa el origen de la desigualdad no donde la había situado a lo largo de 150 años sino en el terreno de la sexualidad, para pasar a declarar “el hombre enemigo a batir” desplazando el objeto de las políticas feministas hacia el territorio de la violencia y reformulando la igualdad en unos términos que van camino de propugnar para el varón las mismas desigualdades que ellas padecieron, la jurídica primero y la social después, al tiempo que se desanda también todo lo andado en los siglos precedentes. Tanto es así que sin solución de continuidad se ha pasado de la obligatoriedad de los espacios mixtos al feminismo cosa de mujeres, de la Administración como instancia neutral, a exigir y disfrutar de forma exclusiva de una parte de la misma y un largo etcétera de donde dije digo quise decir Diego.
Al tiempo se formula una nueva visión de los sexos: la perspectiva de género, en la que además de declarar al varón el agente causante de todos los males padecidos por la humanidad desde sus comienzos, se plantea, sin recato de faltar a la verdad cuando haga falta, una seudoigualdad en la que cualquier criterio de reciprocidad o simetría quedan descartados de plano, porque lo que fundamenta tal visión señala como origen de todas las diferencias la existencia de dos clases, la de los hombres y la de las mujeres, donde los primeros ocupan la posición de clase dominante y las segundas la de clase explotada y oprimida y, donde los primeros no dudan en recurrir a la violencia para mantener su dominio, lo que exige cambiar al hombre. Y en esas estamos.
Pero el movimiento feminista tiene otros rasgos característicos y diferenciadores de los de que rigen para cualquier otro movimiento social o político y el primero y más característico sería el de haber declarado tabú los temas de su ideario político, temas sobre los que solo se podrían pronunciar con verdadero conocimiento de causa y garantía de no contaminación ellas mismas, y donde regirían unas reglas lógicas, estadísticas, éticas y políticas especiales que harían claramente prescindibles: el rigor intelectual, la voluntad y el deseo de evitar el sesgo de género y, en general, la honestidad o el deseo de verdad.
Y así este territorio está poblado por conquistas intelectuales tan logradas como que lo que fundamenta la democracia paritaria sería en palabras de Rosa Cobo “...(1) los variados e invisibles filtros que expulsan a las mujeres de los espacios en los que existen poder y recursos: de la política a la empresa, de la cultura a la familia, del partido o sindicato a la ONG…”, o la increíble proeza de los estudios que demuestran la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres sin que, ni económica, ni jurídicamente sea posible detectar tal realidad, pasando por el famoso techo de cristal o esos estudios sobre violencia doméstica y acoso laboral y sexual que como premisa de partida establecen que tales violencias sólo pueden ser ejercidas por los varones...
Pero podríamos continuar por el territorio del lenguaje donde después de imponer contra el criterio de la R.A.E el término “violencia de género”, ahora resulta que parecen preferir “violencia machista”, o donde resulta sexista decir “la juez” pero no “el periodista” o “el siquiatra”, donde se denuncia invisibilidad cuando interesa pero se juega a ella cuando conviene, -o es que se ha visto alguna vez protestar a una feminista porque a las criminales femeninas no se les llame criminalas, o por el uso extensivo de la palabra hombre para referirse al género humano en expresiones como ésta en las que, hablando del medio marino, alguien dice “existe un depredador mayor que el tiburón, el hombre”-.Y podríamos continuar por ese uso curioso del lenguaje según el cual “sexismo” y “sexista” se identifica como “contra las mujeres” donde el término “estereotipo” sólo tendría significación aplicado a ellas, y donde el término “género” se usa y significa lo que se desea en cada momento.
Por cierto, a pesar de esa mitología de las duras luchas femeninas en éste y otros temas, todos estos cambios se están imponiendo en la lengua sin que por ningún lado se atisbe esa reacción patriarcal que cabría esperar de suceder las cosas como dicen los textos feministas. Lo que daría para otras tantas entradas sería analizar por qué, habiendo fracasado todas las tentativas de un partido feminista, el resto de los partidos han decidido ponerse a su servicio, o por qué la “intelectualidad” masculina ha decidido aceptar esa visión antropológica del varón como “depredador” del género femenino o por qué, sin mayores explicaciones, se acepta que el feminismo aplique una doble vara de medir según la cual la mujer resulta víctima sin responsabilidad y el hombre verdugo sin remisión. Más enjundia si cabe tiene, el que una visión parcial y sectorializada del mundo como la que respresenta el género, una visión segregacionista y excluyente de la mitad de la población, haya llegado a convertirse en materia cultural y política indiscutibles.
En mi opinión el feminismo no busca la igualdad sino que pretende la demostración de que lo hecho por le hombre a la largo de la historia, desde las conquistas sociales a las culturales, desde Aristóteles a Mozart, desde la ciencia a la técnica, ha sido gracias al sometimiento de la mujer, y para ello se han propuesto darle la vuelta a la tortilla cambiando los términos de esa relación, porque como de nuevo dice Rosa Cobo en el mismo artículo “La paridad es uno de esos hechos políticos que señalan si un partido está en la senda de la modernidad y el progreso o si, por el contrario, elige dar la espalda a las mujeres en su forma de organizar las relaciones sociales y de entender la democracia</span>.” Es en ese contexto que cabe entender la frase de Francois Singly en el sentido de que la ciencia, la política o la informática no sean conquistas del género humano, que por tanto interesaría a todos cultivar, sino espacios donde el hombre se refugia para seguir ejerciendo su supremacía.
Ha tenido que ser a partir de la segunda mitad del siglo pasado y más particularmente en el último tercio, que gracias al descubrimiento de la píldora anticonceptiva y la generalización del aborto en buen número de países unido a la terciarización que ha sufrido la economía en ese tiempo, -pues es en el sector terciario donde con mucha diferencia las mujeres más se emplean- que pareció se habían alcanzado las condiciones objetivas para la igualdad de sexos, ya que las mujeres –y me refiero en exclusiva a los países desarrollados- gracias al control de la natalidad y la independencia económica, fruto de la incorporación masiva al mercado de trabajo, unido a su plena integración en el sistema educativo, gozaban de iguales condiciones que los hombres para avanzar en esa igualdad buscada a lo largo de casi dos siglos.
Pero hete aquí que justamente por esas épocas el feminismo en un giro copernicano olvida toda su historia pasada y sitúa el origen de la desigualdad no donde la había situado a lo largo de 150 años sino en el terreno de la sexualidad, para pasar a declarar “el hombre enemigo a batir” desplazando el objeto de las políticas feministas hacia el territorio de la violencia y reformulando la igualdad en unos términos que van camino de propugnar para el varón las mismas desigualdades que ellas padecieron, la jurídica primero y la social después, al tiempo que se desanda también todo lo andado en los siglos precedentes. Tanto es así que sin solución de continuidad se ha pasado de la obligatoriedad de los espacios mixtos al feminismo cosa de mujeres, de la Administración como instancia neutral, a exigir y disfrutar de forma exclusiva de una parte de la misma y un largo etcétera de donde dije digo quise decir Diego.
Al tiempo se formula una nueva visión de los sexos: la perspectiva de género, en la que además de declarar al varón el agente causante de todos los males padecidos por la humanidad desde sus comienzos, se plantea, sin recato de faltar a la verdad cuando haga falta, una seudoigualdad en la que cualquier criterio de reciprocidad o simetría quedan descartados de plano, porque lo que fundamenta tal visión señala como origen de todas las diferencias la existencia de dos clases, la de los hombres y la de las mujeres, donde los primeros ocupan la posición de clase dominante y las segundas la de clase explotada y oprimida y, donde los primeros no dudan en recurrir a la violencia para mantener su dominio, lo que exige cambiar al hombre. Y en esas estamos.
Pero el movimiento feminista tiene otros rasgos característicos y diferenciadores de los de que rigen para cualquier otro movimiento social o político y el primero y más característico sería el de haber declarado tabú los temas de su ideario político, temas sobre los que solo se podrían pronunciar con verdadero conocimiento de causa y garantía de no contaminación ellas mismas, y donde regirían unas reglas lógicas, estadísticas, éticas y políticas especiales que harían claramente prescindibles: el rigor intelectual, la voluntad y el deseo de evitar el sesgo de género y, en general, la honestidad o el deseo de verdad.
Y así este territorio está poblado por conquistas intelectuales tan logradas como que lo que fundamenta la democracia paritaria sería en palabras de Rosa Cobo “...(1) los variados e invisibles filtros que expulsan a las mujeres de los espacios en los que existen poder y recursos: de la política a la empresa, de la cultura a la familia, del partido o sindicato a la ONG…”, o la increíble proeza de los estudios que demuestran la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres sin que, ni económica, ni jurídicamente sea posible detectar tal realidad, pasando por el famoso techo de cristal o esos estudios sobre violencia doméstica y acoso laboral y sexual que como premisa de partida establecen que tales violencias sólo pueden ser ejercidas por los varones...
Pero podríamos continuar por el territorio del lenguaje donde después de imponer contra el criterio de la R.A.E el término “violencia de género”, ahora resulta que parecen preferir “violencia machista”, o donde resulta sexista decir “la juez” pero no “el periodista” o “el siquiatra”, donde se denuncia invisibilidad cuando interesa pero se juega a ella cuando conviene, -o es que se ha visto alguna vez protestar a una feminista porque a las criminales femeninas no se les llame criminalas, o por el uso extensivo de la palabra hombre para referirse al género humano en expresiones como ésta en las que, hablando del medio marino, alguien dice “existe un depredador mayor que el tiburón, el hombre”-.Y podríamos continuar por ese uso curioso del lenguaje según el cual “sexismo” y “sexista” se identifica como “contra las mujeres” donde el término “estereotipo” sólo tendría significación aplicado a ellas, y donde el término “género” se usa y significa lo que se desea en cada momento.
Por cierto, a pesar de esa mitología de las duras luchas femeninas en éste y otros temas, todos estos cambios se están imponiendo en la lengua sin que por ningún lado se atisbe esa reacción patriarcal que cabría esperar de suceder las cosas como dicen los textos feministas. Lo que daría para otras tantas entradas sería analizar por qué, habiendo fracasado todas las tentativas de un partido feminista, el resto de los partidos han decidido ponerse a su servicio, o por qué la “intelectualidad” masculina ha decidido aceptar esa visión antropológica del varón como “depredador” del género femenino o por qué, sin mayores explicaciones, se acepta que el feminismo aplique una doble vara de medir según la cual la mujer resulta víctima sin responsabilidad y el hombre verdugo sin remisión. Más enjundia si cabe tiene, el que una visión parcial y sectorializada del mundo como la que respresenta el género, una visión segregacionista y excluyente de la mitad de la población, haya llegado a convertirse en materia cultural y política indiscutibles.
En mi opinión el feminismo no busca la igualdad sino que pretende la demostración de que lo hecho por le hombre a la largo de la historia, desde las conquistas sociales a las culturales, desde Aristóteles a Mozart, desde la ciencia a la técnica, ha sido gracias al sometimiento de la mujer, y para ello se han propuesto darle la vuelta a la tortilla cambiando los términos de esa relación, porque como de nuevo dice Rosa Cobo en el mismo artículo “La paridad es uno de esos hechos políticos que señalan si un partido está en la senda de la modernidad y el progreso o si, por el contrario, elige dar la espalda a las mujeres en su forma de organizar las relaciones sociales y de entender la democracia</span>.” Es en ese contexto que cabe entender la frase de Francois Singly en el sentido de que la ciencia, la política o la informática no sean conquistas del género humano, que por tanto interesaría a todos cultivar, sino espacios donde el hombre se refugia para seguir ejerciendo su supremacía.
04 marzo, 2009
¿Qué pasa con la informática y las TIC?
Primero, en la ESO los únicos estudios existentes en relación con estas materias corresponden a una asignatura optativa de 3 horas a la semana en 4º curso lo que sin embargo, publicitariamente, no impide presentarse como una Administración que dice estar muy preocupada por la alfabetización digital y el desarrollo de la Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Segundo, a lo titulados en informática se les cierra el acceso al cuerpo de profesores con capacidad para impartir estas materias tanto en la ESO como en el Bachillerato, y así, una materia como las TIC del bachillerato, con elevado contenido técnico, está siendo impartida por los profesores de Tecnología en primer lugar y los licenciados en Matemáticas en segundo, sin que ninguno de ellos haya acreditado en ningún momento los conocimientos requeridos para su impartición.
Y ahora, con el Plan Bolonia, resulta que se priva de cometido específico a las ingenierías informáticas.
Tanta persecución es imposible que responda a la pura casualidad.
En el apartado, El concepto de dominación masculina, del libro de Elisabeth Badinter: Por mal camino, se recoge lo siguiente cita del sociólogo Francois de Singly: “se puede afirmar que la dominación masculina se ha acentuado bajo el pretexto de la “neutralización”. La derrota de los hombres machistas es una realidad engañosa. Se podría decir que la clase de los hombres ha abandonado un territorio para resistir mejor la ofensiva de la clase de las mujeres. Ellos han perdido lo que a todos y todas nos parece el territorio masculino por excelencia y han conservado el resto de los territorios en los que ejercen la supremacía”, entre los que Singly cita “las técnicas de autoafirmación, neutras, como la ciencia, la informática y la política”
Por mal camino, Elisabeth Badinter, Alianza Editorial, pag. 60
¿Tendrá algo que ver lo anterior con lo que está pasando con la regulación de la enseñanza en nuestro país? Mucho me temo que sí.
Lamentablemente la reciente reforma del bachillerato ha incidido en la supresión de contenidos científicos a favor de una asignatura de divulgación científica.
Es posible que los hombres sean el sexo dominante pero, quien dice lo que se ha de hacer en la enseñanza parece bien claro a quien sirve.
Segundo, a lo titulados en informática se les cierra el acceso al cuerpo de profesores con capacidad para impartir estas materias tanto en la ESO como en el Bachillerato, y así, una materia como las TIC del bachillerato, con elevado contenido técnico, está siendo impartida por los profesores de Tecnología en primer lugar y los licenciados en Matemáticas en segundo, sin que ninguno de ellos haya acreditado en ningún momento los conocimientos requeridos para su impartición.
Y ahora, con el Plan Bolonia, resulta que se priva de cometido específico a las ingenierías informáticas.
Tanta persecución es imposible que responda a la pura casualidad.
En el apartado, El concepto de dominación masculina, del libro de Elisabeth Badinter: Por mal camino, se recoge lo siguiente cita del sociólogo Francois de Singly: “se puede afirmar que la dominación masculina se ha acentuado bajo el pretexto de la “neutralización”. La derrota de los hombres machistas es una realidad engañosa. Se podría decir que la clase de los hombres ha abandonado un territorio para resistir mejor la ofensiva de la clase de las mujeres. Ellos han perdido lo que a todos y todas nos parece el territorio masculino por excelencia y han conservado el resto de los territorios en los que ejercen la supremacía”, entre los que Singly cita “las técnicas de autoafirmación, neutras, como la ciencia, la informática y la política”
Por mal camino, Elisabeth Badinter, Alianza Editorial, pag. 60
¿Tendrá algo que ver lo anterior con lo que está pasando con la regulación de la enseñanza en nuestro país? Mucho me temo que sí.
Lamentablemente la reciente reforma del bachillerato ha incidido en la supresión de contenidos científicos a favor de una asignatura de divulgación científica.
Es posible que los hombres sean el sexo dominante pero, quien dice lo que se ha de hacer en la enseñanza parece bien claro a quien sirve.