01 septiembre, 2009

A propósito de la última entrada de Buenamente.

Hace ya muchos años, a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, pareció haberse descubierto la clave que explicaba las diferencias entre los sexos. Se trataba de los juguetes y los juegos. Y durante décadas se impuso la dictadura de que los padres que querían la igualdad debían regalar a sus hijos e hijas los mismos juegos si de verdad se deseaba la igualdad de sexos. Finalmente todo aquel esfuerzo se demostró inútil y el feminismo, principal impulsor de tal idea, ante el evidente fracaso atribuyó el resultado a los estereotipos de género omnipresentes en la sociedad… y hasta hoy. Esa fue toda la autocrítica de que fue capaz. De tal modo que su discurso antes y después del fracaso sigue siendo el mismo pero sin que nadie haya parecido tomar nota de tal asunto.

Por eso aunque me parece muy interesante la última entrada de Buenamente en la que se pone en su lugar la argumentación de género en torno a las que Fernández de Quero denomina “mujeres patriarcales”, me gustaría decir que no tengo mucha confianza en que ese debate pueda surtir algún efecto ni en las posiciones de Fernández de Quero -desde Ahige en más de una ocasión se ha declarado su pensamiento como subsidiario y subordinado a lo que el feminismo establezca en cada momento-, ni en las de ese feminismo; pues si por algo se ha caracterizado su historia no es ni por su capacidad para el debate y la autocrítica ni por haber aceptado alguna objeción al propósito último de sus propuestas que no es otro que “cambiar al hombre” -para lo que se hace necesario que la mujer asuma los principales resortes de poder de la sociedad, sin que importe mucho ni las contradicción lógicas ni la ideológicas en que se pueda incurrir en la búsqueda de dicho objetivo.

No en vano a lo largo de sus casi dos siglos de existencia del feminismo han ido variando sus objetivos conforme consolidaban sus conquistas y de la igualdad jurídica de los comienzos se ha ido pasando a la igualdad “real” que si en un primer momento se situaba en el acceso en pie de igualdad a los terrenos laboral y educativo, más tarde supuso apuntarse a la discriminación positiva equiparando su situación social a la de negros y gitanos por citar sólo dos ejemplos; y ahora, que tanto en lo laboral como en lo educativo mantienen una posición de privilegio -no de otro modo se puede calificar el incorporarse o no al mercado laboral a voluntad, o el renunciar a los trabajos duros y pesados para ocuparse abrumadoramente en la administración y el sector servicios… En lo que se refiere a que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo espero que alguien alguna vez aporte alguna prueba de que tal cosa es así porque habrá demostrado que en dicho asunto es posible saltarse todos los mecanismos jurídicos, políticos y económicos sin que nadie sea capaz de poner remedio a tal anomalía- y ahora, que se ha establecido una democracia paritaria, nada de lo anterior es suficiente y se sigue promoviendo la asimetría y la ventaja en las leyes llámense éstas: de divorcio, de violencia de género, de igualdad o cualquiera otra, además de reservarse espacios de su exclusivo uso sea en la administración y lo público, sea cada vez en mayor medida en los ámbitos privados.

Del mismo modo, si en un primer momento las feministas no dudaron en trabajar codo con codo con aquellos hombres y organizaciones que apoyaban sus fines, sin que la barrera del sexo constituyera un obstáculo insalvable para la defensa de unas ideas, esa posición ha ido deslizándose paulatinamente hacia el rechazo a que el hombre pudiera formar parte de sus organizaciones primero, y a sostener ahora, que el hombre constituye el principal obstáculo al avance de sus políticas, de ahí la necesidad de “cambiarlo”; o que de una pretendida conquista de civilización válida para ambos hayamos pasado a la voluntad más o menos explícita de que el mundo sólo caminará correctamente cuando lo haga de la mano de las mujeres y lo más lejos posible de la de los hombres. Lo que no parece existir es voluntad ninguna de que el hombre deje de ejercer las tareas de siempre y que en muchos casos se utilizan para recordar su perfil “neanderthal”: trabajos duros y pesados, guerra, servicio militar allí donde continua siendo obligatorio, defensa y protección… sin que se aprecien pasos, más bien al contrario, en la dirección de procurar el contacto y la relación con los hijos sea en el ámbito familiar o en el escolar hasta el punto de que para muchos niños y niñas no se topan con la figura masculina hasta transcurridos algunos años de su vida.

Quizá un pequeño ejemplo de cómo entiende el feminismo la igualdad nos lo esté dando la programación y el reparto por sexos de las presentadoras de la televisión pública en donde, como si de un continuo se tratase, una mujer sucede a otra sin que al parecer eso represente contradicción ninguna con lo dicho y repetido machaconamente hasta ayer mismo en el sentido de que sin paridad ni había igualdad. ¡Ojo! todo esto sucede ante el silencio y la aparente aquiescencia de todos y todas. Otros ejemplos los tendríamos en los análisis y propuestas del Instituto de la mujer, o del propio Ministerio de igualdad, y en general de las organizaciones feministas, estén éstas constituidas al amparo de lo público o no. Desde luego ni con toda la fe del mundo es posible concebir que Bibiana Aído, Montserrat Comas o Miguel Lorente pretendan conducirnos hacia una sociedad de iguales.

Y para no caer en la trampa de una ideología que puede que sobre el papel hable de que todas las diferencias entre el hombre y la mujer sean culturales pero que en el terreno práctico se guarda bien de sacralizar tal cosa -no en vano la escuela actual privilegia las capacidades verbales frente a las espaciales o el razonamiento matemático, y la actitud frente a los conocimientos, lo que redunda en claro beneficio de las niñas y en perjuicio de los chicos- entiendo que el debate debe superar de una vez por todas el dilema de si hay o no diferencias biológicas entre los sexos.Quizá pueda discutirse hasta dónde llegan esas diferencias, pero seguir debatiendo su existencia me parece un absurdo que no puede conducir más que a una pérdida de tiempo. Tan absurdo como negar que una igualdad sin equidad pueda merecer tal nombre.

Como tampoco tiene sentido seguir admitiendo que un tal “patriarcado” es responsable de todo lo malo que ocurre en la sociedad, como si ésta no estuviera constituida por personas y colectivos con responsabilidades nítidas y precisas. Ni el patriarcado es responsable del fracaso escolar o la obesidad infantil, ni los hombres somos responsables del consumo de productos de belleza o tratamientos de cirugía estética por parte de las mujeres. Como tampoco será el patriarcado quien nos diga cómo salir de la crisis, o qué debemos hacer con la idea de Europa o con la articulación federal o no de nuestro Estado. Es hora ya de acabar con esa ficción que permite al feminismo y las mujeres presentarse siempre como víctimas al tiempo que sirve para ocultar una actitud absolutamente egoísta y como de secta que nunca pasa de la reivindicación de género dejando no se sabe para muy bien quien la respuesta a los grandes problemas sociales: crisis económica, fracaso escolar, articulación del Estado, Europa… Ni el feminismo ni las mujeres pueden seguir actuando como si lo suyo fuera la reclamación sindical dejando para otros lo que es de todos.

Por eso soy muy escéptico en torno a este asunto. También en este caso hombres y mujeres estamos utilizando lenguajes diferentes y los equívocos son continuos y permanentes. Las mujeres para el logro de sus objetivos ni precisaron partidos políticos propios, ni un ideario plenamente explicitado, ni de alguien que liderase su movimiento, ni que éste sea abierto y de masas. Las prácticas actuales en las que la actuación a través de otros y la organización en forma de lobby demuestran que se pueden obtener tan buenos o mejores resultados como por medio de procedimientos propios de otros movimientos sociales de factura masculina. Es más, esta forma de proceder les está permitiendo no sólo eludir cualquier tipo de responsabilidad o trasladarla a otros, sino realizar cualquier tipo de autocrítica o explicar el porqué de un criterio ahora y otro distinto un poco más tarde. Se trata de una forma de invisibilidad, evitando el primer plano en las situaciones comprometidas, que no reporta más que beneficios y ventajas.

De ese modo la responsabilidad sobre lo que pase será siempre de los demás. El objetivo del feminismo era de naturaleza claramente política y de poder, y éste en nuestro país lo tienen plenamente garantizado, sin que por lo demás sea fácil su crítica al tener que dirigirla hacia una especie de abstracción llamada feminismo de género que sin estar en un lugar preciso está un poco por todas partes y sin necesidad de darse por aludido puede realizar tranquilamente sus políticas y ensanchar constantemente su poder.

4 comentarios:

  1. Anónimo10:24 a. m.

    Recomiendo la lectura de esta página para ver con lo que nos enfrentamos: http://proyectopatriarcado.com/es/manifest.do

    ResponderEliminar
  2. Este manifiesto me confirma que el "patriarcado" no es más que un demonio creado por las feministas a la medida de sus exorcismos.

    ResponderEliminar
  3. Sorprende que pretendan dar por finiquitado el patriarcado en un país donde el feminismo sigue apostando por la división sexual del trabajo cuando niega la custodia compartida y considera a los hijos propiedad de las madres; o cuando se acepta y promueve diferente trato legal y judicial para hombres y mujeres o se considera que el Ejército es cosa de todos pero la guerra y el servicio militar obligatorio asunto de los hombres, y cuando se pretende que la responsabilidad de que las mujeres se nieguen a ocupar otros puestos de trabajo que no sean aquellos que ellas desean sea del sistema, léase los otros, léase ese “infierno” del que habla Jeipi llamado patriarcado.

    Pero para conocer hasta dónde llega la “perspectiva de género” en un asunto como el de la crisis económica y el cambio de modelo productivo interesa leer el artículo firmado por María Pazos
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/mujeres/cambio/modelo/productivo/elpepiopi/20090901elpepiopi_4/Tes?print=1
    porque quizá corrobora algunas de las cosas que se apuntan en la entrada, y de paso comprobar que junto a las archirrepetidas generalidades de que ellas son quienes más sufren la crisis (circunstancia absolutamente falsa para la actual crisis económica), el cambio de modelo productivo consiste en dedicar mayores recursos públicos para las mujeres: “No todas las medidas suponen un aumento del gasto público” se llega a decir, aceptando para ello una subida generalizada de impuestos.

    En esto consiste al parecer la aportación que desde el género se hace para la superación y salida a la crisis económica. En fin, en cuanto a lo que nos han reservado a los hombres dejo que lo descubráis vosotros mismos.

    ResponderEliminar
  4. Anónimo10:39 a. m.

    María Pazos es una de las firmantes del proyecto patriarcado y tiene un blog que no tiene desperdicio: http://mariapazos.nireblog.com/.

    Hace poco he encontrado esta página (http://www.avoiceformen.com/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=1&Itemid=21). Creo que es muy buena.

    ResponderEliminar