20 agosto, 2010

Realidad y ficción

Preguntaba en el post anterior juanmaria para qué gastar pólvora denunciando una encuesta del Ministerio de Igualdad que no respetaba los mínimos que cualquier estudio sociológico debe reunir para comenzar a ser creíble, si en lo jurídico se han cargado el artículo 14 de la Constitución  y laminado en buena medida las garantías jurídicas de los varones.  Y quizá debiera haber dicho que, porque es la única forma que se me ocurre, y a continuación  que conviene desmarcar los ámbitos de acercamiento a la realidad ya que no son las mismas exigencias para lo jurídico, que para la Sociología  y los criterios que debe respetar cualquier estudio social que pretenda ser algo más que pura ideología, como es el caso del estudio del que hablamos.

Desarrollando un poco más lo que escribí ayer diría que nos vemos obligados a desmontar el terrible embrollo a que el feminismo de género nos ha conducido. Leyendo  alguna parte de la sentencia del TC sobre la LIVG uno puede percatarse de hasta qué punto la ideología de género se ha infiltrado en todos los ámbitos de la sociedad, de tal modo que  aseveraciones como mínimo discutibles se admiten poco menos que como verdades reveladas. Una de ellas, que la violencia de pareja es una violencia ligada al sexo y no a las circunstancias personales y de convivencia, cuando todos los estudios muestran que esa violencia ni se acomoda al sexo, ni a la orientación sexual y en su complejidad responde a múltiples factores.

Negar a estas alturas los asesinatos de hombres por sus parejas, pretender que es diferente la violencia en las parejas homosexuales que en las heterosexuales cuando la pauta de comportamiento es la misma, pretender que toda ella responda al único afán de dominio del varón sobre la mujer y no a los roces y las dificultades de la convivencia, es un intento inútil en los planos de la sociología y la psicología, aunque en el momento presente constituya la verdad oficial. Por ello tenemos que desmontar este prejuicio si queremos replantearnos la legislación de género.

Por distanciarnos un poco del tema de la violencia, que dada la carga emocional que conlleva se hace más difícil su tratamiento, para ilustrar lo que digo podríamos centrarnos en la pretendida discriminación salarial femenina. Son pocas, por no decir ninguna, las mujeres que han dicho yo estoy discriminada salarialmente, son pocas las personas que dicen conocer en su entorno próximo personas que estén siendo discriminadas salarialmente, ningún empresario, tampoco el Estado, reconoce que pague menos a las mujeres que a los hombres… Pues a pesar de eso si realizásemos una encuesta en la calle muy pocos dirían que las mujeres no están discriminadas salarialmente. ¿Cómo es esto posible?

Es posible porque a fuerza de repetición y de ausencia de una respuesta acertada casi cualquier cosa puede terminar siendo creíble. La propaganda puede hacer milagros y eso  lo saben bien quienes quieren vender algo y  lo sabe bien el feminismo institucional. Lo cierto es, que el INE en las encuestas sobre salarios que realiza ofrece, generalmente, los datos por sexo, comunidad autónoma, sector de actividad etc. pero justamente donde más necesario sería esa información por sexo, es decir a la hora de ofrecer el salario por hora trabajada, resulta que no se ofrece, privándonos así de un instrumento valiosísimo para deshacer el prejuicio, aunque estudios realizados desde otros ámbitos si nos muestren que la tal pretendida discriminación salarial es un invento.

Algo de esto es “mutatis mutandis” lo que sucede con la llamada violencia de género, donde una serie de mitos han sustituido la investigación sociológica rigurosa y, por eso se hace necesario, por un lado, denunciar lo que se está haciendo, pero por otro, hace falta también sustituir esas afirmaciones por estudios serios y rigurosos, y a esa tarea debemos convocar a todos los profesionales  que con su trabajo pueden desmontar el laberinto de verdades a medias y mentiras enteras que el feminismo de género ha urdido alrededor de este tema. 

Como todo lo recogido en este post tiene que ver con lo que Miguel Lorente escribió en El Mundo espero en una próxima entrada hablar sobre el contenido del mismo. 

1 comentario:

  1. juanmaria2008@gmail.com10:34 p. m.

    No, no, Emilio, yo no digo que no haya que denunciarlo, al contrario, simplemente trataba de encontrar una explicación de "género".

    Sobre el asunto salarial. Es verdad que jamás he conocido a ninguna mujer que cobrara menos que yo. (Una vez me hablaron de un caso de una editora, pero cuando indagué en profundidad, la diferencia salarial no era cuestión de sexos sino de que la editora era junior y los editores eran senior...)

    Pero yo añadiría un componente que me parece muy importante en la discusión: ¿por qué no se incluyen las pensiones de manutención (para ellas) y de alimentos ("para los hijos") cuando se hace el cómputo de ingresos de unos y otros?

    Si yo fuera mi ex-mujer haría lo que ella hace: ganar más que yo, incluso sin contar la pensión, y trabajar menos consiguiendo todos los planes CONCILIA que la legislación me permita (y encima oficialmente seré una víctima que gana menos...)

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