08 octubre, 2010

Paridad

Admitamos por un instante que todo lo que cuenta el feminismo del patriarcado fuese cierto –sólo como supuesto- aún así debería quedarnos la libertad a hombres y mujeres de valorar y criticar lo que desde el feminismo se está haciendo para en teoría superar los malos modos y la injusticia del patriarcado, pero tampoco tal derecho se quiere reconocer y en la práctica no existe.

Por ejemplo, deberíamos tener derecho a criticar la paridad, aunque sólo fuese para poner en cuestión algunos de sus efectos,  pero por ningún lado esta crítica se ve. Parece –y en realidad así es- que todo cuanto nazca de las propuestas del feminismo es intocable al margen de su validez teórica y práctica. En un primer momento lo que se dice es que es un mecanismo joven que está por explorar en todas sus potencialidades, pero finalmente eso queda ahí para siempre, como ha quedado la discriminación positiva y tantas otras cosas.

De la paridad por ley -otra cosa sería que ésta fuese la resultante del avance social-, mediante una ley cerrada y dictada de un día para otro, lo mínimo que se puede decir es que no ha conseguido mejorar la representación de la mujer en las Cortes, pero hay otros efectos no menos perniciosos aunque aparezcan menos a la luz pública.

La paridad no sólo cierra la posibilidad de la vieja reivindicación de la listas abiertas, también ha resucitado el viejo procedimiento de los  partidos comunistas del siglo pasado de la cooptación: quien está en la dirección tiene de esa manera la posibilidad de promocionar a dedo a quien desee, aunque el motivo esgrimido sea la susodicha paridad y la consecución de una candidatura compensada.

En nuestro país el mecanismo no sólo ha derivado en el partido socialista más presidencialista de la democracia, y posiblemente de su historia,  también en la imposibilidad de respetar la petición unánime de toda la oposición para que, si a todos el Gobierno nos exige austeridad, comience él por dar ejemplo y renunciar a un conjunto de carteras ministeriales que a la vista de todos son prescindibles.

No diré que esta sea el motivo exclusivo de que la política y los políticos se hayan convertido en el tercer problema  para los ciudadanos. Seguramente haya algunas otras causas que estén en ese desprestigio, pero que este mecanismo contribuye a distanciarla de los ciudadanos parece una completa evidencia. El episodio vivido en las primarias del partido Socialista de Madrid saca a relucir algunos aspectos de lo que aquí estoy diciendo de los que merecería mucho la pena tomar nota. 

5 comentarios:

  1. Anónimo3:34 p. m.

    "La paridad [...] ha resucitado el viejo procedimiento de los partidos comunistas del siglo pasado de la cooptación: quien está en la dirección tiene de esa manera la posibilidad de promocionar a dedo a quien desee."

    Y yo añadiría lo siguiente. Todos sabemos que en los actuales partidos políticos se da un altísimo grado de endogamia interna, de tal manera que éste hombre es la pareja de aquella, esa mujer es la amante de aquel, y el otro es hermano o cuñado del primero. También es evidente que la democracia interna no existe en esos partidos, sino que lo que se da son unas relaciones próximas al modelo feudo-vasallático medieval (tú obedeces, y a cambio se te promociona). Ese sistema piramidal y jerárquico del poder tiene una consecuencia previsible a la hora de confeccionar las listas paritarias. En otras palabras, que si el 50% de las candidatas son mujeres, no será difícil reconocer que la amante del líder va en tal candidatura; que la mujer del segundo de a bordo va en aquella otra lista, y así sucesivamente. No es difícil entender entonces el porqué muchos dirigentes políticos se apuntan a la paridad, pues la misma puede significar, en la práctica, una maximización de los ingresos de su unidad familiar (sueldo del político más el sueldo de su pareja sentimental), conseguida vía enchufe de género con el pretexto de la "paridad electoral".
    José Perera

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  2. Anónimo4:52 p. m.

    En la universidad española apenas hay diferencia entre las atribuciones y el salario de catedráticos, profesores titulares o profesores contratados doctores. Hay, sin embargo, una diferencia de prestigio y, sobre todo, una diferencia esencial en la capacidad de influir poderosamente: en los tribunales de oposición a catedráticos, naturalmente, sólo puede haber catedráticos, y en los tribunales de oposición para titular o contratado doctor el presidente, como mínimo, tiene que ser un catedrático (normalmente varios más, pero esto depende de la normativa de cada universidad); otro tanto pasa con muchas y muy importantes comisiones o tribunales (muy especialmente las importantísimas comisiones de la ANECA que conceden la acreditación). Ahora bien, desde que por ley los tribunales y las comisiones tienen que ser "paritarios", en aquellas especialidades en las que el número de catedráticas es pequeño (y así suele suceder, por obvias razones generacionales), éstas, por el mero hecho de tener una vagina, han visto multiplicado exponencialmente su poder de influencia en lo que más importa en el mundo universitario: la capacidad para "colocar" a los propios discípulos. Si en una especialidad hay, pongamos por caso, sólo tres catedráticas, su influencia va a ser mayor que la de todos sus colegas masculinos juntos (así sean doscientos): en todos los tribunales van a estar ellas tres o, al menos, dos de ellas. Prácticamente van a ser ellas y sólo ellas las que decidan a partir de ahora quién va a ser catedrático o profesor titular y quién no. En esto, como en tantas otras cosas, el "feminismo institucional" revela su verdadero objetivo: que determinadas mujeres, ya de antemano privilegiadas, puedan extender aún más sus privilegios.

    Si se hiciera una estadística se descubriría que hay las mujeres que ocupan "altos cargos" son, en una muy alta proporción, mujeres que no han tenido hijos. Véase, sin ir más lejos, la media de hijos que tienen nuestras flamantes ministras paritarias. Y esto es así porque el problema real que tienen las mujeres para su promoción laboral no es la ideología machista de la sociedad, sino los inevitables costes de la maternidad. Por más que se hable de constructos culturales, lo cierto el embarazo y la lactancia competen en exclusiva a la mujer, y su compañero, por muy buena voluntad que tenga, es biológicamente imposible que asuma tales cargas. Esto supone, en el mejor de los casos, que cada hijo supone para la mujer al menos el equivalente a dos años de promoción profesional.

    Si las feministas quisieran realmente compensar a las mujeres por estas cargas biológicas que la biología les impone, en vez de pedir mecanismos como la paridad (que lo único que hacen es aumentar la brecha entre la promocionan de las mujeres con hijos y las mujeres estériles), arbitrarían mecanismos de promoción para las mujeres con hijos (y, por cierto, aunque en menor medida, también para los hombres con hijos: si se pide que el hombre comparta en la medida de lo posible con la mujer el coste de la crianza, también habrá que prever mecanismos de compensación para ellos). Pero, desde luego, las feministas (estériles en su mayoría, y con una proporción de lesbianas en sus filas que está muy lejos de corresponderse con la de la población femenina a la que pretenden representar) jamás moverán un dedo en favor de las madres: su especialidad es conseguir para sí mismas privilegios por discriminaciones que no sufren, como si así se compensara la discriminación que sufren las demás.

    (Athini Glaucopis)

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  3. En el enlace que adjunto, se citan siete trabajos, que, a pesar del estrés que suponen, compensa su desempeño por la alta retribución. El primero de ellos es el de cirujano, seguido de CEO de grandes empresas, responsables de sistemas informáticos...los siete trabajos tienen una característica en común, y es que mayoritariamente son ejercidos por hombres. ¿Se debe a una discriminación impuesta por la sociedad patrarcal, que aparta a las mujeres de trabajos estresantes pero bien remunerados?. ¿O se debe a las elecciones sobre preferencias profesionales que libremente ejercen hombres y mujeres?. Eso si, cuando se publique, por ejemplo, la estadística del sector sanitarios, se dirá que las mujeres ganan un x% menos que los hombres, sin atender a las especialidades que unos y otras ejercen. El artículo se refiere a EE.UU, pero perfectamente aplicable a España, quizás con algunos cambios en cuanto a los trabajos.

    http://msn.careerbuilder.com/Article/MSN-2384-Job-Info-and-Trends-7-Jobs-that-are-Worth-the-Stress/?SiteId=cbmsn42384&sc_extcmp=JS_2384_advice&gt1=23000

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  4. Hola Athini
    Cuando hablas de que los hijos son una "carga" para la promoción profesional de la mujer, creo que te has contaminado un poco de la retòrica feminista. Es una manera de verlo. Por supuesto que, en vista a la promoción profesional, tener hijos no lo favorece. Pero la cuestión es si la promoción profesional es el fin último y más alto del ser humano. Habitualmente se les ha dicho a los hombres que este era el fin, y por lo tanto que era "natural" sacrificar sus relaciones familiares para tal fin. ¿Es la promoción profesional lo que da más felicidad a las personas, lo más importante de la vida?. Puede que sí, para algunos seguro. Entonces los hijos sí que son una carga. Pero para otros muchos humanos, la cuestión emocional de establecer relaciones sólidas (la familia, los hijos...) es su objetivo más elevado. Entonces no es ninguna "carga" los hijos. El problema es que no puedes tener el pastel y comértelo a la vez, hay que elegir. Ahora se arbitran leyes para conciliar, es decir, para poder elegir las dos cosas a la vez, y está bien. Sin embargo es una posibilidad de elegir que se amplía sobre todo a las mujeres, la legislación es asimétrica. El destino de los hombres es el mundo laboral, cualquier otra cosa afecta su sentido de la identidad

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  5. Anónimo12:25 a. m.

    He encontrado este artículo sobre el tema:
    http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2010/10/11/0003_8776939.htm

    Alberto

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