14 abril, 2011

El juego del género

Tengo para mí que una de las grandes victorias del feminismo ha consistido en establecer no sólo el campo de juego, también las reglas con las que el otro tendría que jugar. Reglas que para sí serían sin embargo ambivalentes, por ejemplo no cabría hablar de diferencias hombre mujer, porque sería naturalizar los géneros, pero, ¡ojo! al tiempo eso sería compatible con sostener que la violencia es masculina, lo mismo que la guerra, o todavía más, se utilizaría, cuando así lo reclamase la situación, para justificar que ellos realizasen determinadas tareas o trabajos… porque son más fuertes físicamente.

Es decir, no cabría hablar de las diferencias, pero sí fijarlas jurídicamente, por ejemplo, determinando modos distintos de castigar las mismas conductas. Es más, cabría no sólo identificar los géneros con los sexos porque así habría sido desde el comienzo de los tiempos, también, y al margen de declaraciones sin virtualidad práctica, considerar que el futuro es de las mujeres. Pretender que se habla de no sé qué géneros donde en realidad sólo hay sexos. Negar en las declaraciones por biologicista lo que luego será la regla práctica por antonomasia. Hablar de la búsqueda de la igualdad en los géneros mediante la cosificación de las diferencias en cuanto a los sexos.

Y a mi entender su capacidad de convicción debe ser muy alta porque muchos desde el lado masculino siguen a pies juntillas estos dictados. De hecho relataba aquí hace pocos días cuando yo mismo en los distintos foros que participo, por ejemplo, relacionados con la educación arguyo que ésta no es entendible al margen de las políticas feministas, y alguien dice que eso no debe ser tratado porque fácilmente te pueden tildar de machista, y claramente se deja entrever que ni tan siquiera las armas del debate y el diálogo valdrían para asunto tan espinoso.

Pero en muchos otros niveles, hasta el punto de que el feminismo de género que ha pasado a constituir filosofía de Estado en nuestro país no es motivo de debate en ninguna parte, ni en el terreno político, ni en el jurídico donde las posiciones discrepantes sencillamente se arrumban como así ha sucedido con María Sanahuja o Francisco Serrano y algunos otros, ni en el cultural donde deberíamos aceptar que los periódicos tengan un suplemento dirigido a las mujeres: donde se habla de temas de mujeres, desde la óptica de las mujeres, y donde cuando del varón se trata es para hacerle un “traje a medida” y al mismo tiempo que diga que los medios están del lado de los hombres porque los directores lo son.

En mi opinión, sin embargo, las mujeres gozan de todo el derecho –con el límite de los derechos de los demás, tantas veces invadidos en los últimos tiempos- para reformular como mejor entiendan al papel que desean para sí y en relación con los otros, pero por la misma los hombres no debiéramos gozar de un derecho menor y eso incluye reconsiderar, desde el primer momento y en todas las direcciones que haga falta, el papel que deseamos para nosotros y en relaciones con los otros y las otras y eso exige comenzar desde el principio, estableciendo si entre hombres y mujeres existen diferencias y cuál es el mejor modo de alcanzar la igualdad, una igualdad que claro está ha de contentar a las dos partes, ya que para mí no tiene sentido algo así como que ahora es el tiempo de las mujeres y por tanto el momento de su dictadura.

Seguir en esto los dictados que impone el feminismo institucional de género conduce directamente a la situación de encorsetamiento en que se mueven los varones en este terreno, es decir, asistiendo en directo a cómo desde el feminismo se toman las decisiones que corresponderían a todos, pero desde la barrera y callado porque cualquier cosa que se diga puede ser sospechosa de las peores intenciones. O somos capaces de romper ese círculo vicioso o estamos condenados a jugar un papel subordinado sempiternamente. Pretender que la “opresión” del pasado justificaría el privilegio en el presente desde luego no puede ser la regla. Desde un punto de vista democrático lo que aquí cabe es el diseño y la ejecución de una sociedad de iguales y ese significa que todos tenemos derecho a decir y decidir, a cuestionar nuestro papel tanto como a que  sea cuestionado por el otro o la otra.

En cualquier caso conviene no olvidar que este proceso hace ya mucho tiempo que empezó y si tenemos menos conciencia del mismo es porque para quienes no empezó es para los varones, pero si hoy recorremos un ambulatorio es fácil comprobar de qué enfermedades se habla o  quienes protagonizan la publicidad y a quien va dirigida, pero si lo hacemos en un centro de enseñanza también donde nos podremos encontrar con una revista institucional dirigida a las chicas sin el correlato de la de los chicos, y dónde por todos lados figuran carteles y otro tipo de información en los que la única  violencia existente sería la sexuada, ellos como  agresores –también para los insultos- y ellas como las víctimas. Con eso mimbres es imposible contar que iniciamos un viaje a ninguna igualdad, ese es otro viaje del que se nos oculta casi todo. 

7 comentarios:

  1. Keyser Söze10:11 a. m.

    No será por mi parte. Yo jamás de los jamases hablo de otra cosa que no sea del jenaro. Tengo claro, y lo digo abiertamente, que la asunción como propia de la jerga anticientífica de los jenaritas equivale a concederle a ésta una carta de naturaleza y un reconocimiento del que debe carecer. El jenaro es tan científico como la homeopatía o las medicinas alternativas y no me cansaré de decirlo (y como que estamos para hacer concesiones graciosas).

    En otro orden de cosas, todavía espero a que un intelectual de talla como Fernando Savater deje de esconderse y ponga el valor que ha puesto al servicio de otras causas en luchar contra esta dictadura del pensamiento. No comprendo cómo tanto pensador, que sabe que la libertad de criterio es la base de la democracia y del saber, calla tan vergonzosa y cobardemente ante todo lo que a jenaro se refiera.

    Si algún día salimos de ésta, se la tengo guardada. Porque él más que nadie debería saber que el jenaro no es sino un nuevo nacionalcatolicismo, religión nacional que hermana el dogma en lo religioso (como las lentejas: las tomas, las dejas, o vendes tu primogenituras por ellas para que te nombren delegado de un gobierno u observador de algún observatorio o alguna otra sinecura o canonjía) con el totalitarismo en lo político.

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  2. Adjunto el enlace a un blog que ensalza la figura del padre. Eso si, desde posiciones cercanas al Opus y utilizando como referencia a la Heritage Fundation, referente del Tea Party. Son interesantes las cifras que aporta.

    Por otra parte, ese mismo blog dió cabida hace unas semanas a un estudio que pregonaba la superioridad de las mujeres como directivas de empresa, reflejo una vez más de las contradicciones en las que cae el feminismo, sea de derechas o de izquierdas: igualdad es lo que ellas dictan que es, normalmente en su propio beneficio.

    http://blog.iese.edu/nuriachinchilla/2011/04/la-importancia-del-padre/

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  3. Ni entiendo por qué Savater tendría más responsabilidad que muchos otros y sobre todo otras, ni entiendo cuál es la ventaja de utilizar jenaro palabra que lo quieras o no remite a género. Sería algo así como si al utilizar la palabra Dios te convirtieses en un creyente y para ello hubieras de utilizar un sustituto.

    Si utilizas el término para combatirlo no te haces cómplice de nada. Espero que no entiendas que deba haber no sé qué venganzas en este asunto, que es claro que se trata mucho más de un problema de inteligencia y perseverancia que de venganzas o de observarlo desde el desdén y la distancia o que por constatar su acientificidad se va a caer sólo.

    En fin, tengo la impresión de que cuando más claros y menos enigmáticos seamos en este asunto más avanzaremos y hay muchas cosas por hacer. Quién piense que en este asunto lo sabemos todo y no quedan cosas por descubrir tengo la impresión de que se equivoca. Y el error, cometido por Arcadi del que hablábamos en los comentarios a la entrada anterior es mucho más frecuente de lo que parece.

    Si lo que piensa y hace el feminismo y las personas que lo encarnan fueran tan evidentes como lo es, digamos, un sindicato y sus lideres, ten por seguro que habríamos avanzado un gran trecho. La cuestión en mi opinión es que es posible que no podamos verlo tan claro entre otras cosas porque procurará que no sea así.

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  4. Keyser Söze1:15 p. m.

    Estimado anfitrión:

    1º. Considero que la asunción de una determinada terminología no es tan inocente como parece. Si cuando hablo en castellano no uso términos como Catalunya o Euskal Herría, cargados de un concreto significado político, no veo por qué he de utilizar un barbarismo dotado de una igual carga política. El gender injertado en España sólo adquiere sentido para quienes creen en él. Yo recurro al uso de una parodia no sólo porque me reservo el uso de "género" para los fines a que los dedica el buen castellano sino también porque nunca incidiré suficientemente en que el sistema religioso new age en sus planteamientos y postmodernista en sus formas y métodos (cabría decir: hay más método en la actuación del Coronel Kurtz que en nuestro hembrismo) que se autodenomina feminismo y que yo denomino jenaro es algo que, considerado seriamente, resulta imposible de tomar en serio.

    A esto se suma la tontería generalizada de miles de españoles que a cualquier cosa le cuelgan el jenaro. Y es que cualquier día de éstos vamos a oír hablar de accidentes de tráfico o de cocina de jenaro. Podría poner la mano en un fuego, sin correr los riesgos de un Scevola, para afirmar que sólo uno de cada mil que lo usan tienen una remota idea de qué quiere en verdad significar.

    2º. En lo que a Savater se refiere... recuerdo con qué empeño luchó contra la impostura pseudoizquierdista del entramado proetarra; que cuantos más términos revolucionarios utilizaba tanto más beneficiaba al carlismo resentido que malamente encubre el PNV. Su actual silencio es doloroso por cuanto hubo una época en que sólo él y unos pocos hablaban claro frente al silencio cómplice de los demás. No quiero acusarle de cobarde pero sí tacharle de taciturno.

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  5. Lo acabo de leer en La Actualidad Económica:

    "Según el informe "La Universidad española en cifras 2010", las matriculaciones en carreras técnicas y experimentales cayeron el 25% y el 19% respectivamente. En cambio, en ciancias sociales aumentaron un 5%, y en el area sanitaria, un 19%."

    Las carreras técnicas y experiementales sufren la mengua del fracaso escolar masculino tantas veces mencionado aquí. Aún así, alguna tertuliana de género se congratula que la diferencia entre alumnos y alumnas en estas carreras ha disminuido. Pero le parece fenomenal que ese acortamiento de distancias no sea porque las mujeres se hayan matriculado en tropel a esas especialidades, si no a que muchos hombres son abocados al fracaso en Secundaria. La acusada disminución en el número de matriculaciones refleja este segundo aspecto.

    El crecimiento en áreas sociales y de la salud, explica en parte la exagerada feminización en Sanidad y Educación. Al final, este tipo de elecciones, ¿no refuerzan ese estereotipo tan molesto para el feminismo, de mujeres cuidadoras y transmisoras de los valores patriarcales?. ¿No sería más equilibrado recuperar a los varones en los campos sanitarios y educativos?.

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  6. Keyser, en relación con Savater me parece más acertado lo que dices ahora que lo que decías antes porque de ningún modo me gustaría que la bitácora sirviese para "guardársela" a nadie, aunque sigo sin ver por qué es más responsable quién un día fue más valiente. A Savater como a tantos que se callan podrá recordárseles esta actitud, y yo mismo desde aquí tengo criticado alguna de sus actitudes, pero no hay que olvidar que muchos y sobre todo muchas no sólo no permanecen callados sino que militan claramente en las ideas del género. Y esto es lo que con más claridad interesa combatir. Y lo de que el lenguaje no es inocente es algo que tenemos muy claro desde hace mucho tiempo, incluso cuando se sustituye por, cómo llamarlos, "barbarismos al cuadrado"

    En relación con lo del género, decirte que me convence poco que creas que el modo de combatir las ideas sea evitando mentarlas, o mentarlas mediante un rodeo. Pero más allá de disputas nominalistas como la que planteas, hay todo un territorio a la espera de clarificación y de trabajo en favor del movimiento masculino, y justamente aquí es donde más falta hace concentrar los esfuerzos, pues después de todo no representamos más que una pequeña minoría que sostiene espacios como éste a base de mucho trabajo y tesón. Como podrás comprobar los que aquí estamos más o menos regularmente procuramos aportar nuestro pequeño grano de arena a una tarea que sabemos que ni es fácil ni sencilla ni se resolverá de hoy para mañana, por lo que nos concentramos en lo que pensamos que mejor hacemos. Si te apetece trabajar teniendo claro que lo que hay que combatir está en otro lado y no aquí bienvenido seas.

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  7. Keyser Söze10:53 a. m.

    Estimado anfitrión.

    Lamentaría muy sinceramente que Ud. hubiese pensado en algún momento que mis referencias al jenaro son una crítica para con su bitácora. Todo lo contrario.

    Sigamos. Mis querencias nominalistas provienen de que yo opino que, tras la jerga hembrista, hay muy pocas ideas. Si lo prefiere dicho de otra forma, estoy convencido de que hay muy pocas personas que realmente piensen algo en relación con el gender; muchas que tienen meras creencias; y muchísimas que son impostores, arribistas y seguidistas, que se apuntan a la primera moda que les venga irrogada desde los medios de comunicación de masas. Hablar del gender es en parte imagen especular y en parte antítesis de esa delirante afirmación de que "si no nos nombran no existimos": porque las mujeres existen y el gender, más allá de su nombre y de un entramado ideológico bastante endeble, no.

    Será un vicio; será que tengo un punto ciego en mi visión. Pero yo al jenaro lo considero no una forma de pensamiento sino una religión. Ello se manifiesta en dos fenómenos: un primero, que es la substitución del razonamiento por la creencia; y un segundo, que es el uso de un ritual y, sobre todo, de un lenguaje sagrado. Y, como sucede con todas las religiones de masas, se acaba confiriendo a la palabra un valor por si misma y no por lo que representa: nominalismo, que decíamos; la palabra por la palabra.

    Cuando yo uso jenaro estoy, por una parte, burlándome del lenguaje sacrosanto de la religión hembrista y, con él, de ésta. Pero también hay un segundo sentido que no habrá dejado de advertir: que jenaro suena a poliganero, a inculto, a poco viajado, a cani, a vulgar... suena a Pelén Bestievan. Y es que yo considero que el jenaro es lo que podríamos denominar la metafísica para princesas del populacho.

    No soy el único que ha advertido que, en los últimos tiempos, partidos políticos, sindicatos y asociaciones se han llenado de gentes cuya cultura deja no ya mucho sino muchísimo que desear. Y que presumen de ello, consciente o inconscientemente. De gentes que viven del tópico, del cliché, de las consignas oficiales: de gente que han hecho de su sindicalismo o de su política una auténtica carrera (porque fuera de ellas no tienen oficio ni beneficio). De gentes mediocres complacientes con aquello que se les pida, con tal de que su aurea mediocritas no se vea perturbada. Y esto vale exactamente igual para el hembrismo.

    Por eso echo de menos a los intelectuales de antaño. Porque hoy en día muchos continúan vivos y activos; pero en este asunto callan y otorgan. Los echo de menos porque los considero imprescindibles; porque su labor ha sido admirable; porque jamás de los jamases había habido tantos mediocres usurpando puestos de poder y corrompiendo el pensamiento de tantas personas y nunca habíamos estado tan necesitados de personas de prestigio.

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