Cuando uno lee
determinados escritos del neofeminismo y observa el tono acusatorio y el desprecio,
sino directamente la misandria, con que se trata lo masculino, incluso referido
a los que sufren minusvalía, ha de entenderlo como la fiebre, como el síntoma
gracias al cual podemos darnos cuenta de que lo grave es lo que está por
detrás o por debajo y no vemos. Cuando yo decía que el neofeminismo está
creando compartimentos estancos me refería a esto, conseguir condicionar de forma casi absoluta el pensamiento de algunas
personas y encerrarlas en un
nacionalismo de género que, solo les permita ver lo propio y ante cualquier dificultad recurra sistemáticamente a echar la culpa
al otro, al de enfrente, como por otro lado vemos
tantas veces sucede con los nacionalismos políticos.
Es verdad que hombres y mujeres hoy compartimos más espacios comunes que en otros momentos históricos pero también es cierto que se puede estar cerca físicamente y muy lejos mentalmente y el estereotipo de hombre violento y abusador del que siempre conviene desconfiar, está causando muchos estragos y no todos de fácil apreciación. El dualismo maniqueo de buenos y malos está muy presente en nuestra cultura y a poco que se le dé cauce florece y se desarrolla, sea con base religiosa, territorial o, como ahora vemos, de género. La imagen siempre en negativo que con tanta profusión se está propagando del hombre acaba deshumanizándolo y, desde ese momento, muchas cosas antes impensables terminan siendo posibles.
En cualquier caso el
género es una construcción ideológica que sirve de base a las políticas de toma
del poder del neofeminismo ocultando la
realidad al simplificarla hasta límites irreconocibles todo ello en la
intención de esconder que hombres y mujeres no solo compartimos
una común humanidad, también espacios y problemas que nos afectan como
comunidad y no como género. El neofeminismo puede jugar a la idea de que en la
sociedad hay hombres y mujeres y nada en medio, pero eso no va evitar que lo que
hay en medio exista ahora, haya existido siempre y vaya a seguir existiendo. No hay un Parlamento masculino y otro
femenino, no hay un Gobierno para hombres y otro para mujeres, como no hay una
economía, entendiéndola en sentido social, para cada uno, hay una economía
general de ambos como existe un único Gobierno y un solo Parlamento.
Planteadas las cosas así
cabría preguntarse si alguna vez el género va a hablar de lo común, de lo que por fuerza hemos de compartir, de
lo de todos, o si piensa refugiarse sempiternamente en el egoísmo de género
para ampliar y horizontes y contarnos su política educativa, entendiendo por tal no solo la
denuncia de no sé qué discriminación, o
su planteamiento hacia Europa y la globalización, o sus propuestas para encarar la crisis
o si por el contrario hará como es costumbre dejar que de esos problemas se
ocupen otros que lo que les interesa es lo exclusivamente suyo. Están en su derecho a exigir su parte en el momento
de la distribución, pero siempre que no se oculten a la hora de la producción, su parte en los momentos de bonanza
pero que no rehúyan los momentos de crisis, porque o mucho me equivoco o ese
trabajo pretenden que correspondiera a otro.
Quizá como resumen se podría decir que
es muy importante que las sillas de discapacitados se adapten a las necesidades de cada sexo,
pero más importante todavía es que ellos y ellas puedan acceder a una cuando la
necesiten y que dar por supuesto que están ahí y sólo hace falta cogerlas es la
prueba más clara de lo interesado de las ideas que profesan algunas, a las que se les escapa que las cosas no vienen llovidas del cielo, aunque esa sea la percepción en quién está para pedir pero no para dar, para exigir sin aceptar la recíproca, quien se considera en los derechos pero no en las obligaciones.
Por cierto, en el
comentario de ayer al artículo de Carmen Morán se me olvidó citar que las
discapacitadas gozan de ayudas a la contratación de las que no gozan los discapacitados.
Veo, Emilio, que tu tambien encuentras estrechos paralelismos entre los esquemas de pensamiento feminista y nacionalista. Este victimismo que les hace ver un agravio en las ventajas, como han hecho siemmpre nacionalistas vascos y catalanes. Este inventarse y, al parecer creerse, mitos nunca existentes, como los mitos acerca de una pretendida invasión española a una preexistente nación vasca, que se enseña en las ikastolas. Absolutamente demencial. Este doblar y retorcer los arguementos para que parezcan ajustarse a sus necesidades, como la UPG (unión do pobo galego, germen del parlamentario bng, marxista y nacionalista. como marxista es internacionalista para encajar con su nacionalismo alega que luchar por la emancipación de una nación dominada es el más puro de los internacionalismos...igualico que el feminismo que pretende que el sexismo feminista es lo más para la igualdad. Etc.,etc.,etc.
ResponderEliminarPor cierto, Carmen Morán no cogió una muleta desde que jugaba de niña con la muleta de madera de su abuelo. las de ahora son de plástico y aluminio y si antes erab de nadeta no era por putear a las mujeres, es que tenian que aguantar el peso de una persona y la alternativa era el hierro..en fin.
Arturo
Estoy viendo el programa Redes en la 2. Acaban de citar la siguiente estadística: 1 de cada 3 hombres padecerá algún tipo de cáncer frente a 1 de cada 4 mujeres. Creo que es pertinente citar esta estadística en esta entrada. A pesar de que iniciativas como Movember están intentando movilizar recursos hacía la salud de los hombres, este sigue siendo un importante sesgo de género en la actualidad, especialmente en lo referido al cáncer.
ResponderEliminarArturo, quizá matizaría que no metería a todos en el mismo saco como considero que hay que hacer en todas las situaciones, y que más nacionalismos que los de quienes se autoproclaman así. En el texto en particular me refería a los más agresivos e interesados, los que acaban dividendo y a la gente y enfrentándola.
ResponderEliminarLa invasión de lo que hoy es Euskadi por parte de Alfonso VIII entre 1198 y 1200 está documentada. Y también la de lo que quedaba del reino de Navarra por parte de Fernando el Católico en 1512, Arturo. Por lo tanto, para los postulados del feminismo no existe base, pero sí para lo que defiende el nacionalismo vasco.
ResponderEliminarEn el comentario anterior se me olvidó un "hay" quería decir "que hay más nacionalismos que los que se proclaman así.
ResponderEliminarAnónimo, la base del pensamiento nacionalista (sea vasco, español o pan germano)y el neofeminismo tiene importantes paralelismos. Las exaltaciones victimistas de Sabino Arana tienen su espejo en muchos escritos de la literatura de género. La base del neofeminismo: la ideología de género, basada en teorías tan etéreas como la supuesta "invasión" de Euzkadi que citas.
ResponderEliminarLo que menos me gusta del Estado de las autonomías, es que en lugar de servir para acomodarnos a todos mejor, reconociendo lo que haya que reconocer de cada uno, parece como si la incomodidad fuese la misma pero ahora divididos.
ResponderEliminarY no os vayáis a pensar que esto no lo están sabiendo aprovechar algunas estrategias para dividir a quienes reivindicamos custodia compartida, o pedimos la derogación de la LIVG.
Al final parece como si ya solo fuese relevante lo que suceda a nivel de cada comunidad, y hay muchas otras cosas en que esa táctica de la división puede ser aplicada: educación, sanidad, etc. etc.
Estoy muy de acuerdo con la similitud entre el neofeminismo y el nacionalismo, sobre todo atendiendo al victimismo que está en la base de ambos. Pero también el neofeminismo tiene muchas semejanzas con el racismo, por esa superioridad que creen tener sobre los colectivos diferentes. Quizá en el artículo de Carmen Morán que comentamos no sea muy evidente (salvo por esa afirmación de que "las mujeres son la parte estructural de los pueblos") pero en la mayoría de los mensajes neofeministas o hembristas queda muy claro que piensan que las mujeres son mejores o superiores a los hombres, igual que los racistas se consideran mejores que los de otras razas. Así, consiguen una doble justificación a los privilegios que persiguen: por un lado son una justa compensación a todo lo que sufren (victimismo) y por otro lo merecen porque no se les debe tratar igual que a los seres inferiores (supremacismo, o sexismo). La suma de estos dos dogmas, que parecen incompatibles, nos causaría esquizofrenia a la mayoría, pero las ideólogas del género las manejan simultáneamente con gran soltura, acostumbradas a la ambigüedad y la incoherencia.
ResponderEliminarHumberto, creo que hay un término todavía más preciso que sería el de ambivalencia. Por un lado el piropo es una forma de acoso pero por otro la presidenta de la comisión de igualdad del Congreso dice que le gusta, se pide que los padres se impliquen en la educación y el cuidado de los hijos pero luego se ponen todas las trabas, se dice que la seducción es buena pero siempre que sea de su mano, no existe manera de saber donde está el límite de la mujer objeto de la publicidad y el silencio que se guarda cuando muchas de ellas viven de fotografiarse para todo tipo de revistas, se habla de igualdad pero constantemente se ejerce la división, también entre los disminuidos físicos y psíquicos, incluso cosas más sutiles como primero declarar que el hiyab constituye una forma de dominación de las mujeres, y cuando se ha convencido a una mayoría social mantenerse al margen o mirar para otro lado cuando un caso se produce en un colegio o instituto... la lista se haría larguísima.
ResponderEliminarEl segundo indigente muerto en unos días en la ciudad de Coruña
ResponderEliminarhttp://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/12/01/0003_201112G1P2991.htm
Alberto
Entre el feminismo y los nacionalismos he observado varias concomitancias. La primera es que son movimientos emancipatorios basados en injusticias históricas (opresión incluida) y eso, en principio, obliga a toda buena persona a simpatizar con ellos.
ResponderEliminarLa segunda es que degeneran en un victimismo interminable, ya que a medida que alcanzan sus objetivos se plantean otros porque se resisten a reconocer que a partir de un momento la opresión ya no existe. La consecuencia más chusca es que siguen con su discurso victimista aun estando en el poder y dirigiendo las instituciones.
Otra es su tendencia a hablar en nombre de la comunidad a la que quieren emancipar, que en el caso del nacionalismo es un pueblo previamente definido y en el caso del feminismo nada menos que media humanidad, aunque nadie les haya nombrado portavoces de ningún colectivo salvo sus propios partidos y asociaciones.
Lo anterior tiene una consecuencia perversa y es que les sirve para descalificar a sus opositores como enemigos públicos. Así, un anticalanista no discrepa de la ideologia llamada catalanismo, sino que va contra Cataluña, igual que un antifeminista no se muestra crítico con los postulados del faminismo, sino que desprecia a las mujeres.
Sin embargo, hay una diferencia esencial, y es que los nacionalistas se presentan a las elecciones con sus propias formaciones políticas y les vota quien quiere, pero a las feministas, ¿quién las ha elegido?
Jeipi, magnífica tu comparación nacionalismo-feminismo.
ResponderEliminarOtra cosa, no sé si en su día se comentó en el blog esta jugosa noticia, que ya tiene unos tres meses (si se comentó, pido perdón por no enterarme):
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/09/03/internacional/1315043198.html
La pregunta de siempre: si hubiera sido al revés, ¿habría percibido el marido alguna indemnización?