Como quizá este sea el punto más
rupturista con los análisis al uso echaré mano de algunas citas de autores que
ayuden a interpretar lo que quiero decir. Y en primer lugar traeré algunas
citas de Steven Pinker en la Tabla rasa, la primera que explica brevemente que
dogmas pretende superar con su libro:
En
La tabla rasa, Steven Pinker explora la idea de la naturaleza humana y sus
aspectos éticos, emocionales y políticos. Demuestra que muchos intelectuales
han negado su existencia al defender tres dogmas entrelazados: la “tabla rasa”
(la mente no tiene características innatas), el “buen salvaje” (la persona nace
buena y la sociedad la corrompe) y el fantasma en la máquina” (todos tenemos un
alma que toma decisiones sin depender de la biología). Cada dogma sobrelleva
una carga ética, y por eso sus defensores se obcecan en tácticas desesperadas
para desacreditar a los científicos que los cuestionan.
Y otra, esta ya del prefacio donde,
expone que tesis sostiene en relación con el peso de la educación y la biología
en la conformación de los seres humanos:
En
la mayoría de los casos, la explicación correcta estará en una interacción
compleja entre la herencia y el medio: la cultura es esencial, pero no podría existir
sin unas facultades mentales que permiten que los seres humanos construyan y
aprendan la cultura. Mi objetivo en este libro no es defender que los genes lo
son todo y que la cultura no es nada -nadie cree tal cosa-, sino analizar por qué la postura extrema (la de que la
cultura lo es todo) se entiende tan a menudo como moderada, y la postura
moderada se ve como extrema. (La negrilla es mía)
Es por eso que, en primer lugar, habría que poner sobre la
mesa la necesidad de superar el paradigma feminista y culturalista sobre el que
se asienta toda la labor educativa desde el momento en que niños y niñas entran
en la escuela. Paradigma que en palabras de Kate Millet, la feminista que acuñó el lema “lo
personal es político” se podría resumir con estas dos expresiones “en el nacimiento no hay ninguna diferencia
entre los sexos” y “la personalidad
psicosocial se forma en fase postnatal”. Sostener algo así en los tiempos que
vivimos no sólo significa dejar sin valor todos los avances observados en
terrenos como la neurociencia. Como dice
Steven Pinker, “El tabú sobre la
naturaleza humana no solo ha puesto anteojeras a los estudiosos, sino que ha
convertido cualquier conversación que verse sobre ella en una herejía que se
debe erradicar”, pero también: “La teoría
de que los hijos pueden ser moldeados por sus padres como se moldea la arcilla
ha propiciado unos regímenes educativos artificiales y, a veces, crueles.”
Atender esta cuestión implicaría que la escuela
renunciaría a un modelo único y exclusivo de relación en el aula basado en las
características psicosociales de las niñas, con preferencia por los juegos de
rol y una actitud más reposada y tranquila. Que el comportamiento de los niños
no se ajuste a ese estándar no debería implicar ni una menor atención, ni por
supuesto un rechazo. Añadir algunos elementos de competitividad y condescender
algo más con unas mayores necesidades de actividad física no debería ser un
hándicap que condenase a los alumnos varones a ser alumnos de segunda
categoría, o a que se les prestase menos atención por revoltosos. Convendría
diferenciar con cuidado cuando se trataría de un acto de pura mala educación
del hecho de una mayor necesidad física. Como dice Louann Brizendine: “Aunque parezca contradictorio los niños
inquietos aprenden más que los tranquilos ya que se les estimulan las células
cerebrales y los músculos (al contrario que
las niñas que necesitan concentración y tranquilidad), algo que deberían
tener en cuenta los profesores.”
Pero implicaría también el
abandono de la teoría de que los niños y niñas son seres amorfos a los que se puede dar la forma que uno desee
y se pueden manejar como esa arcilla de la que se habla más arriba. Los niños y
niñas son seres humanos con predisposiciones, actitudes e intereses que los profesores
ni pueden ni deben obviar sino tomar
como datos de partida imprescindibles para potenciarlos o corregirlos, pero con
la idea clara de que ese niño o niña es un ser humano, en período de
aprendizaje y con una amplia predisposición a aprender cosas, pero un ser
humano a quien no se puede manipular
como una materia inerte.
Pensar como piensa el
neofeminismo y el feminismo institucional que el niño o el varón deban
ajustarse a un “modelo” por ellas establecido y que se podría escribir en el
libro blanco que el alumno es, no sólo representa una idea mil veces comprobada
como errónea, representa un serio ataque a la dignidad de dichas personas, por
mucho que pretenda justificarse en objetivos superiores. Como se recoge en esta
entrada: http://personasnogenero.blogspot.com/2010/10/las-mujeres-se-hacen-los-hombres-ya_19.html el feminismo culturalista prescinde de explicar por qué
han fracasado todas las tentativas del tipo: si nos das los mismos juguetes y nos educas igual seremos iguales.
En cualquier caso, el neofeminismo y ciertas corrientes de pensamiento que se asocian al progreso (que al final, terminan siendo reaccionarias e involucionistas), llevan decenios construyendo ese discurso de que sus posiciones son las moderadas y las del resto, opuestas al avance social. El famoso reportaje noruego que comentamos hace unas semanas lo pone blanco sobre negro. Ni confrontados con los hechos los culturalistas asumen la rigidez de sus planteamientos. Básicamente, contra argumentan en base a percepciones que ellos mismos reconocen que son personales o denigrando las investigaciones (e investigadores) que contradicen sus dogmáticos puntos de vista. El ataque, en muchas ocasiones, llega a ser personal e incluyo insinúan cierta patologías mentales en los investigadores que simplemente, como Pinker, son partidarios de un enfoque más equilibrado frente a la furia dogmática culturalista, de la que en este blog hemos sido testigos en alguna ocasión.
ResponderEliminarSacar a la luz los hechos es la única manera de combatir el radicalismo culturalista, tarea bastante complicada en el actual marco mediático, político y cultural. La ministra que insinuó que había que hablar de violencia doméstica más que de género no ha vuelto a abrir la boca tras ser reconvenida por el griterío neofeminista, encabezado por una de sus máximas ideólogas, Leire Pajín.
Quizá estás dando con una de las claves Plutarco al hablar del fundamentalismo de ciertas posiciones. Relata Inger Enkvist en su último libro: La buena y la mala educación, el caso de una investigadora madrileña, María José García Ruíz, que después de realizar una comparación entre el sistema educativo finlandés y madrileño concluyó señalando de aquél: su conservadurismo, su autoritarismo y su profesionalismo.
EliminarPor su parte Enkvist dice al respecto: "Durante años han leído sobre la maldad de la escuela tradicional, denunciada como burguesa y elitista, y cuando se encuentran con un ejemplo de una escuela que es todo lo que quieren en cuestión de igualdad, no les gusta que lo hayan conseguido con los métodos contra los que predican."
En Madrid tuvimos un candidato a la Presidencia de la Comunidad, Rafael Simancas, que profesaba su devoción por las socialdemocracias nórdicas y que hizo incluso un viaje a Finlandia durante la campaña electoral porque quería traer las bondades de su sistema educativo a Madrid. Tras el viaje y su comprobación personal de lo que comenta Enkvist, no volvió a mencionar el tema. No le debió gustar que la excelencia educativa de Finlandia sea fruto de los métodos contra los que el dogmatismo culturalista lleva predicando (casi en sentido religioso) tantos años.
EliminarAquí dejo una breve reseña de lo que publicaron los periódicos en si día de este viaje: http://www.elpais.com/articulo/madrid/Simancas/viaja/Finlandia/aprender/mejor/sistema/educativo/mundo/elpepuespmad/20070201elpmad_11/Tes
Debieron ver algo muy diferente a lo que señala el portavoz socialista en la noticia, porque Finlandia no volvió a aparecer en la campaña electoral.