Recientemente en Nada es gratis se
abordó con esta entrada el efecto del
mes de nacimiento en el rendimiento escolar, observando que los nacidos en
diciembre sufren por esa circunstancia un gap con el resto de los alumnos que,
en muchos casos, conduce a peores resultados académicos. Pues bien, llegado un
momento del debate yo planteé que había que poner sobre la mesa que ese gap de
maduración cognitiva era de una magnitud muy superior si de lo que hablábamos
era de niños y niñas, por lo que se hacía imprescindible su estudio y análisis a
fin de un acertado diagnóstico de nuestra escuela. Lo que va a continuación pretende ser una primera aportación esa dirección.
Lamentablemente, llevamos mucho
tiempo instalados en el paradigma feminista y culturalista que no sólo niega las
diferencias naturales entre los sexos por atribuirlas a la educación y el
proceso de socialización, sino que las combate ferozmente al entender que es
ahí donde tiene origen la discriminación de la mujer lo que obliga a corregir
las reacciones espontáneas de los varones, ya que cualquier manifestación de
masculinidad se interpreta como negativa para la causa de la igualdad y el
progreso de las mujeres y las niñas. En el fondo se opera como si hubiera un cerebro
unisex, pero confeccionado con las características propias de las niñas y, en
consecuencia, toda manifestación de un varón que se salga de ese estereotipo
debe ser corregida de inmediato a efectos de evitar males mayores en el futuro.
Pero, como dice Louann Brizendine: “No
existe un cerebro unisex. Si en nombre de la corrección política intentamos
refutar la influencia de la biología en el cerebro, empezaremos a combatir
nuestra propia naturaleza.” O en palabras de María Calvo: “La identidad de los
sexos es una de esas falsedades que sin embargo, la ciencia ha venido a
desenmascarar con sus últimas aportaciones y descubrimientos. Décadas de
investigación en neurociencia, en
endocrinología genética, en psicología del desarrollo, demuestran que las
diferencias entre los dos sexos, en sus aptitudes, formas de sentir, de
trabajar, de reaccionar, no son sólo el resultado de unos roles
tradicionalmente atribuidos a hombres y mujeres, o de unos condicionamientos
histórico-culturales, sino que, en gran medida, vienen dadas por la naturaleza”.
Siendo sin embargo que la escuela adopta como patrón de medida el modelo
femenino de desarrollo cognitivo, se olvida de que ambos sexos maduran a edades
cronológicas distintas y con aptitudes que no siempre son las mismas. Y en esta
dinámica los niños llevan todas las de perder, no sólo porque como la ciencia
ha demostrado su desarrollo cognitivo es más lento, también porque el área del
lenguaje está más desarrollada en el cerebro femenino lo que hace que las niñas
manejen en edades tempranas un vocabulario mucho mayor que el de los niños lo
que unido a su mayor capacidad en lectoescritura termina estableciendo una
brecha entre ambos sexos que para muchos varones será decisiva en su devenir
académico.
Como dice de nuevo María Calvo: “En
las escuelas, la precocidad femenina en lectura y escritura dota a las niñas de
una evidente ventaja desde el primer momento, generando cierto agravio
comparativo con los varones. Esta habilidad femenina, en infantil y primaria,
tiene una enorme trascendencia pues las asignaturas más importantes en estas
etapas escolares son precisamente las relacionadas con el uso del lenguaje.
Además esta facilidad en el aprendizaje femenino provoca una preferencia del
profesorado hacia las niñas que parecen más aplicadas e interesadas, cuando en
realidad están jugando con las ventajas biológicas de las que les dotan sus
cerebros femeninos.”
Hasta el punto de que por ignorar
esas diferencias entre los sexos: mayor lentitud en el desarrollo cognitivo de
los varones y mayor necesidad de desarrollo físico, muchos de ellos son tachados de vagos, lentos
o se les diagnostican problemas de aprendizaje en realidad inexistentes. "La
psicóloga Susan Pinker, llega a la conclusión de que lo más habitual en las
aulas mixtas es que las profesoras se vean abrumadas por el comportamiento y
forma de reaccionar de los varones, más revoltosos en general que las niñas, y
suelen reaccionar con frustración, regañando y castigando al subgrupo de
chicos. Si se favorece a alguien con atención positiva suele ser a las niñas,
cuya conducta resulta más controlada y manejable para el profesorado femenino."
De nuevo María Calvo dice: “Las profesoras
siguen pautas típicamente femeninas de actuación, prefieren la colaboración a
la competitividad; la tranquilidad a la tensión y confrontación en el aula; la
relación amistosa con los alumnos a la jerárquica; la quietud frente al
movimiento… Lo que sirve perfectamente para las niñas pero ocasiona graves
perjuicios a los muchachos que precisan de otro estilo de aprendizaje. Los
varones necesitan retos, tensión, confrontación, competición; factores que se
han extirpado en general del sistema escolar, donde los colegios se inclinan
por ser centros de socialización y de expresión. Se quiere implantar en las
escuelas el ideal femenino: niños sentados en filas ordenadas, escuchando las
lecciones en silencio y tomando pulcros apuntes."
El resultado todos lo conocemos y
los informes y evaluaciones de los sistemas educativos lo ponen de manifiesto, la
gran mayoría de los sistemas educativo del mundo occidental están en grave
crisis y en todos ellos el fracaso
escolar masculino es muy superior al femenino. La escuela se ha convertido,
para un cada vez más numeroso grupo de chicos, en un lugar extraño al que se
asiste forzado y con desgana hasta el punto de llegar a identificar lo que allí
se hace con cosa de chicas y establecerse una competición para ver quien se
aleja más del modelo que en ella se propone. Al no verse reconocidos, muchos
chicos terminan reaccionando con rechazo. “Como afirma Donna Laframboise, en
relación con las niñas todos estamos pendientes de los fallos del sistema
educativo, del acoso en las escuelas, de la faltas de estimulación de los padres,
de los roles y los estereotipos que la sociedad les impone. Pero en el caso de
los niños se les echa la culpa a ellos de su propio fracaso, no a las
circunstancias, al modelo educativo o a la sociedad. Esto es injusto y trae
nefastas consecuencias.”
Las citas están tomadas de la obra
de María Calvo: La masculinidad robada. Almuzara 2011
P.S. La
diferencia biológica de los sexos no solo es lo que la neurociencia constata
con los mecanismos propios de las disciplinas científicas más rigurosas y de la
contrastación empírica, es también coherente con lo que en todos los sistemas
educativos del mundo se viene observando
en relación con las diferentes aptitudes y actitudes de niños y niñas. Por
el contrario lo que nunca ha podido ser demostrado a pesar de amplia aceptación
social son los postulados culturalistas. Bien es verdad que hoy por hoy nadie
asume su defensa, al menos en los foros públicos, aunque efectivamente siguen
vigentes y con qué fuerza en nuestras leyes y prácticas educativas.
En
relación con que esas diferencias conduzcan necesariamente a la separación por
sexos en la enseñanza me parece más que discutible, pero en cualquier caso lo
que no tendría sentido sería esconderlas para que ésta siga siendo mixta. Para Stephane Clerget en esta
entrada sería preferible a la situación actual, en la que se condena sin
paliativos a los niños a aceptar un sistema que en buena medida los anula. En mi opinión, sin embargo, el sistema mixto podría perfectamente mantenerse
pero evidentemente realizando cambios imprescindibles en el modelo y
promoviendo la participación masculina en los primeros tramos de la enseñanza,
y desde luego con un cambio de actitud en relación con los contenidos y las
prácticas educativas que dejen sin efecto el rechazo de la masculinidad.
Me sorprende mucho que en relación con
promover la participación masculina en los primeros tramos educativos y, en
general, de los varones con sus hijos y los niños, se observe tanta prevención
por parte de quienes sin dudarlo apoyan todo tipo de cuotas, paridades y
promociones especiales para garantizar la presencia de las mujeres en
determinados ámbitos. Me sorprende tanto, como que quienes con más fuerza se
oponen a la custodia compartida sean las organizaciones feministas, que luego no
dudan en culpar al patriarcado de cargar sobre sus espaldas el peso de los
hijos y la casa. Francamente, se trata de una ambivalencia que me desconcierta
absolutamente por lo que tiene de contradictoria, pero también por lo que de
ausencia de reciprocidad con el varón representa.
Quizá
ratificar que aún cuando efectivamente la aptitud de los chicos hacia las
matemáticas es mejor que la de las chicas y que en éstas lo que es superior es
su aptitud para la lengua y la lectoescritura, sería un error pensar que
estamos hablando de cosas que más o menos se compensan, ya que como dije en uno de los comentarios: sin
matemáticas se puede y de hecho se hacen, y con buen currículo, montones de
carreras. Sin lengua o con un grado muy deficiente de ella no se acaba ni la
ESO que es lo que está sucediendo con montones de chicos. Se hace necesario enfatizar que esa ventaja de partida de las niñas por su más temprano desarrollo cognitivo y emocional va a condicionar de forma importante el futuro académico de ambos, más allá de que en alguna materia sea mejor una u otro.