La
cuestión del género es escurridiza y no se deja atrapar fácilmente. Y quizá ese
sea el rasgo que mejor caracterice en lo social la relación hombre-mujer, en el momento
presente. Planos que tan pronto se tocan como se ignoran. El neofeminismo se niega a cualquier debate
social de sus políticas lo que no es óbice, al menos en los últimos tiempos,
para que sus intereses y propuestas sean las que se acaben imponiendo.
La
actual crisis educativa exigiría que la variable género fuera imprescindible en
su análisis, no solo por el mayor fracaso escolar masculino, o porque el
profesorado en las primeras etapas educativas es muy mayoritariamente femenino,
también porque el desarrollo emocional y cognitivo es mucho más precoz en las
chicas que en los chicos lo que de hecho abre un importante gap en el
rendimiento escolar de ambos que terminará siendo clave en el fracaso escolar
masculino, también porque alguna
respuesta habría que dar al hecho de en un plazo de 25-30 años la evaluación del rendimiento
escolar de chicos y chicas se haya invertido completamente, o que caminemos
hacia una proporción de universitarios de dos a uno favorable a ellas.
Pero
no, frente al silencio femenino en general y de forma más visible frente al
espeso silencio del neofeminismo tan atento a otras desigualdades, los
analistas -mayoritariamente masculinos-
obvian esa dimensión y pretenden que sea posible un diagnóstico que ignore que la realidad escolar y educativa de
ese modo quedará amputada. Y así llevamos muchos años sin que hasta el presente
sea posible un diagnóstico compartido y en consecuencia se elaboren unas
propuestas que permitan superar el actual y lamentable estado en que nos
encontramos.
Primero
fueron las evaluciones PISA, después las PIRLS-TIMMS y por medio muchas otras
tanto nacionales como estatales. En el momento presente salen a luz pública las
enormes carencias de formación de las facultades de formación del profesorado y
la existencia, en palabras de Enrique Moradiellos de “…un
gremio profesional con aspiración al control unívoco de una materia definida
como “ciencia de la educación” o “que la formación universitaria recibida ha
descuidado gravemente los fundamentos disciplinares (el conocimiento derivado
del cultivo de las disciplinas científico-humanísticas: historia, matemáticas,
literatura, biología…) en beneficio del saber formal y procedimental de las
“ciencias de la educación” (teorías psicopedagógicas, doctrinas didácticas,
praxologías docentes…).
Urge romper ese hielo que hace que los varones guarden
silencio frente a la cuestiones de género como si se tratase de materia de
exclusiva femenina. Será la única manera de encontrar las respuestas que
necesitamos a temas como el de la educación y tantos otros.