Al
margen de las figuras y grandes obras que jalonan la historia de la filosofía, desde
la antigua Grecia hasta nuestros días, no hay algo así como una colección de
herramientas intelectuales que nos permitan abordar la enorme variedad de problemas y cuestiones que constituyen el legado filosófico. Tampoco es posible pretender que se pueda
trasplantar a la filosofía la metodología matemática, una ciencia
exacta y no empírica, ni tan siquiera la de la física, esta sí empírica, pero
de materia bien diferente a la de la filosofía que ha de entender de ética,
política, economía, lenguaje… y tantas otras cosas relacionadas con el ser
humano como individuo y como sociedad y pretende ser un pensamiento de “cierre” y una visión del mundo.
La filosofía
ha de relacionarse de tú a tú con la ciencia pero desde luego asumiendo y
tomando como punto de partida el conocimiento consolidado de ésta, lo que nunca
entenderé es una filosofía elaborada al margen de la ciencia o contra la
ciencia. Por eso mi posición es de fuerte rechazo a todas esas corrientes
posmodernas y relativistas que niegan la ciencia y su método. Que la filosofía puede relacionarse de igual
a igual con la ciencia lo dejó bien claro Karl Popper con su exigencia de
falsabilidad del conocimiento científico de tal modo que corrientes de
pensamiento tan importantes como el marxismo o el psicoanálisis, hasta ese
momento incuestionadas desde ese punto de vista, comenzaron a serlo y a día de
hoy casi nadie tiene duda de que en ese punto Popper tenía razón.
Como
también se le reconoce en su crítica a los postulados de la filosofía política
de Platón que no dudó en calificar de totalitarios. Pero por el mismo motivo la
filosofía y las corrientes de pensamiento deben aceptar la crítica cuando viene
desde la ciencia y los postulados científicos como cuando Alan Sokal dejó clara
la vacuidad de ciertas formas de pensamiento que para mayor impostura pretendían
pasar por científicas. Y quien dice
Sokal puede decir Muñoz Molina cuando crítica el tremendo mal de concepciones
pedagógicas y sociales basadas en el mito del buen salvaje de Rousseau o las de
un filósofo reconocido como Mario Bunge cuando pone en cuestión el
constructivismo pedagógico y social o el feminismo.
En la
filosofía no todo lo antiguo es viejo, ni lo contemporáneo nuevo. Véase sino la
opinión de tantos pensadores de renombre del momento actual sobre la figura de Aristóteles en lo referido
a su concepción ética y psicológica del ser humano. Como podríamos hablar de lo
viejas que resultan posiciones contemporáneas que pretenden pasar por nuevos, planteamientos y estilos que ya los sofistas manejaban con inmensa soltura y fueron
combatidos con intensidad por los tres grandes de la Grecia clásica: Sócrates,
Platón y Aristóteles. Necesitamos más que nunca del pensamiento filosófico para
salir del inmenso laberinto de problemas en que estamos metidos. Por eso se
hace necesario deslindar qué pueda resultar un buen apoyo y qué no.
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