03 junio, 2013

El TS y la custodia compartida

Han tenido que pasar más de treinta años de democracia y ha tenido que ser desde el Tribunal Supremo que se nos recuerde que el régimen de custodia de los hijos que respeta el interés del menor es el de custodia compartida. Mientras tanto el feminismo, los partidos políticos y el establishment han conseguido imponernos a todos un sistema de custodia materna que quien se atreviera a discutirlo era colocado automáticamente en el otro lado de esa línea de lo políticamente correcto que lo convierte a uno en un don nadie.

Quizá habrá todavía quien lo justifique basándose en esos apriorismos del feminismo castizo que casi nunca están sujetos a debate y deliberación pública y que se imponen con la fuerza de lo políticamente correcto: desde la emoción y las vísceras, desde las comisiones de expertos y desde unas fuerzas políticas que en estos temas han perdido cualquier autonomía y capacidad para pensar por sí mismas. Pero lo cierto es que lo que ahora ha descubierto el Tribunal Supremo es lo que muchos sabíamos desde hace mucho tiempo y no porque fuéramos más listos, sino porque bastaba con mirar para quienes tienen en este terreno las políticas más avanzadas del mundo: los países escandinavos.

Hace mucho tiempo que en esos países se ha convenido consensuadamente y porque así lo demuestran los hechos que el menor donde mejor acomodo encuentra, donde mejor ve garantizado su bienestar material y afectivo, de no mediar otras circunstancias, es con dos padres, con un padre y una madre, y eso no solo para las políticas de custodia, también en las de reproducción asistida, adopciones, etc. Y han desarrollado políticas acordes con este principio y así los permisos paterno y materno se fueron acercando en duración lo mismo que las políticas de conciliación familiar y laboral, allí concebidas para ambos sexos. 

Mientras tanto aquí estamos con un permiso paterno de dos semanas, las políticas de conciliación se aplican solo si eres mujer y se ha desatado una carrera para favorecer a las familias monoparentales  que solo corregiremos cuando se destape la feroz censura existente para que no conozcamos sus verdaderos efectos en los menores. 


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