Cada
día resulta más llamativa la estrategia neofeminista que para una mejor
circulación de sus mensajes, gusta de aparecer en los momentos más críticos de la mano de
varones, sea que hablemos del blog y el papel de Miguel Lorente, sea que lo hagamos de
algunas de las entradas más significativas del blog Mujeres, sea en las
propuestas políticas en las Cortes o en el silencio de sindicatos y agrupaciones
profesionales que optan por callar sus desacuerdos con sus análisis y
recomendaciones.
Claro
está que también esa es su mejor estrategia de defensa y pervivencia, consiguiendo
mantener la ilusión de que el poder,
todo el poder, siguen siendo masculino, y si acaso hubiera que dar cuenta de
los resultados de tal o cual política serán ellos quienes deban hacerlo. Y así
llevamos ciento cincuenta años sin que hayamos conseguido del feminismo ni una
sola autocrítica, ni un solo balance, mucho menos la asunción de los resultados
de sus políticas y, como si estuvieran vírgenes en este terreno cada nueva
propuesta que realizan presentarla bajo la apariencia de ser la primera.
Lo
cierto es que mediante esta sutil estrategia han conseguido que sean las
instituciones y los partidos políticos quienes hagan suyas sus políticas y
quienes arrostren los costes y las responsabilidades de las mismas, haciendo imposible el juego de poderes y
contrapoderes que está en la base de la democracia y el progreso político y
social. Las responsabilidades de ese modo nunca les alcanzarán porque, ¿quién
ha dicho que el neofeminismo ocupe alguna instancia de poder más allá de
algunas instituciones que de ningún modo son las centrales del sistema? La
mujer sigue huérfana de poder y lo que ocurre en la sociedad si acaso no gusta
es por supuesto responsabilidad de los hombres.
A veces,
se presenta la dependencia de la mujer como consecuencia de la maternidad, como
el factor explicativo de todas sus desventuras y la circunstancia que
históricamente propiciaría que el varón se adueñase de todos los poderes, pero
lo que ya no resulta tan fácil de asimilar es observar como esa misma
estrategia de dependencia antes forzada por la maternidad resulta ahora voluntariamente elegida por el movimiento feminista, al haber renunciado a lo largo
de todas las décadas de su existencia, no solo a la formación de partidos
políticos propios, también e encarnar de forma visible sus políticas, y a
ofrecer su programa y sus propuestas en la arena pública como correspondería en
una democracia representativa.
En su
lugar vemos que de lo que se trata es de convertirse en hegemónicas en las
organizaciones políticas y sociales antes masculinas, y desde ahí hacer del
Estado un espacio neofeminista que atienda con preferencia sus intereses y en el
medio de acomodar la sociedad en su provecho. Y si seguimos la evolución y lo
que ha sucedido en las últimas décadas la verdad no van tan desencaminadas. Paridad
por ley para garantizar una representación igualitaria en partidos e
instituciones; instituciones propias: Instituto de la mujer, consejerías,
concejalías… sin correspondencia por el lado masculino; tendencia a una muy
mayoritaria ocupación del empleo público: sanidad, educación, administración
general… hasta el punto de que en los años 2008-09-10, en plena crisis, se crearon 220.000 contratos indefinidos nuevos en el conjunto de la Administración y que ese incremento neto fue todo para las mujeres permaneciendo estable el empleo masculino.
Es la forma de actuar de la mayoría de mujeres: aprovechar lo que el hombre ha creado con su iniciativa, en beneficio propio. Así con la ayuda de muchos hombres que han asimilado las falacias feministas, llegan cosas como "las listas cremallera", y poco importa que mayoritariamente los afiliados a partidos sean los hombres, para que una minoría -mujeres- se hagan con el poder, a base de manipulaciones y tergiversaciones de la realidad. Nada nuevo bajo el sol y equiparable a otros muchos contextos.
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