Recientemente publiqué en este mismo blog un apunte sobre educación en el que planteaba la paradoja de que al tiempo que lo que se oye por todos lados son elogios al sistema educativo finés, nuestros políticos y autoridades educativas caminan en sentido contrario al menos en lo que respecta al período de escolaridad y momento de inicio de la misma o a la consideración como ventaja de dejar 15 minutos tiempo después de cada sesión de 45 para que los escolares puedan correr y salir al exterior. Pero, es evidente que, en cuanto a las diferencias, la cosa no se queda ahí.
En esta segunda entrada quiero reseñar una contradicción todavía más grave si cabe, ya que como pone de manifiesto este interesante trabajo: “La hipótesis central, verificada, es que la «formación del profesorado de educación primaria y secundaria» (que incluye la selección previa a la universidad, la formación teórica universitaria y la formación en prácticas) es la variable crítica para explicar el excelente rendimiento de los alumnos finlandeses en competencia lectora.”
Lo que contrasta fuertemente con lo que aquí sucede en cuanto a enfoque y calidad de la formación del profesorado como se puede ver en esta entrada de unnombrealazar y corroboran tanto las pruebas realizadas a los aspirantes a una plaza de maestro en la comunidad de Madrid como, sobre todo, la exaltación del enfoque pedagogista de las Facultades de Formación del Profesarado como dejan traslucir estas declaraciones de Rosalía Aranda decana de la Facultad de la UAM: “Hay alumnos, aunque no se puede generalizar, que vienen sin conocimientos básicos que tendrían que haber adquirido en primaria y secundaria. Es un lastre que traen y que aquí no se trata, porque en una facultad en lo que hay que profundizar es en didáctica”. Todo ello recogido en esta información del diario El País
En fin, la educación en nuestro país lleva lustros ofreciendo unos resultados muy pobres, pero la fuerte ideologización de las posturas ante la misma está impidiendo que avancemos en la dirección correcta porque los intereses extra educativos se interponen siempre y lo hacen como si el mejor campo para dirimir las diferencias ideológicas fuese la escuela. En cualquier caso conviene saber que, a pesar de los reiterados elogios de casi todos a la educación finlandesa, la realidad de las decisiones y las prácticas educativas en nuestro país va en una dirección no solo distinta, sino completamente contrapuesta a las allí vigentes. Y desde luego que no es suficiente con hacer figurar en un texto constitucional el derecho a la educación si luego eso no se hace realidad en las aulas y los resultados educativos.
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