18 mayo, 2015

Feminismo, izquierda e igualdad

       España es un país infestado de desigualdades: las hay jurídicas, las hay económicas y las hay territoriales, unas son de clase y otras de género, y la izquierda ha convivido con ellas y las ha tolerado  –algunas llevan su cuño- durante décadas. Pero es ahora que la crisis las ha agravado y Piketty las ha puesto de moda, que parece haberlas descubierto, aunque olvidando su papel en la desigualdad jurídica con pretexto de la igualdad de género, y las territoriales en las que a lo que ha jugado es a taparlas. En cuanto a todas las demás su participación tampoco ha sido pequeña.

Algunos hablan de la dualidad de nuestro mercado laboral para distinguir la marcada diferencia existente entre quien tiene un contrato indefinido y quien lo tiene temporal. Esa disparidad sin embargo esconde otra no menos importante: la que distingue a los trabajadores del sector público de los del sector privado. Es así que en lugar de dos son tres las categorías que conforman nuestro mercado de trabajo, categorías que encierran derechos laborales y salariales completamente diferentes, y da lugar a uno de los mercados de empleo más injustos de Europa, que hace que en una crisis como la actual el ajuste en lugar de vía salarios sea por la vía de la pérdida de empleo y, de ese modo, hayamos llegado a sobrepasar de muy largo los  cinco millones de parados. 

Por abreviar tendríamos una aristocracia laboral constituida por los trabajadores públicos con sueldos una vez y media más altos que los privados, garantía casi total de estabilidad y derechos exclusivos; a continuación vendrían los trabajadores con contrato indefinido con garantía elevada de no perder el empleo y, finalmente, los trabajadores con contrato temporal y los parados para los que los derechos laborales y salariales constituirían una quimera y,  sobre quienes se ha descargado la casi totalidad del peso de la crisis. Este modelo ha estado vigente en España en las últimas décadas y ni la izquierda ni los sindicatos parecen haber hecho mucho por combatirlo, más bien al contrario, parece su modelo.

Pero es que, en sintonía con ese mercado laboral, el mundo de la educación participa igualmente de esa injusta división tripartita. Según datos de la OCDE, en una clasificación por nivel de estudios, los españoles de entre 25 y 34 años se repartirían según esta triple clasificación: un 39% estaría en posesión de título universitario, un 26% tendría  estudios secundarios y un  35% carecería de cualquier título (fracaso escolar). La desigualdad que representa tener estudios superiores frente a carecer de cualquier título, o estar empleado en el sector público frente a no tener empleo o tener un contrato temporal, nos colocan ante una de las sociedades más desiguales no solo de Europa sino de toda la OCDE y el mundo desarrollado. Desigualdad que no es de ayer, ni de anteayer, sino que ha sido gestada durante largas décadas.

Ante estas desigualdades la izquierda no puede pretender que nada tienen que ver con ella, salvo que olvide el tiempo que ha estado gobernando y en posiciones de mucho poder y, sobre todo, su incapacidad para detectarlas y atajarlas, circunstancia que aun hoy sigue siendo lo habitual como lo ha sido en todas las décadas que llevamos de democracia. Pero, ojo, y esto es tan importante como lo anterior, el panorama que la realidad laboral y educativa nos muestra pone muy en cuestión el victimismo feminista de la mujer como la eterna perdedora en esta sociedad patriarcal cuando se descubre, que tanto en uno como en otro terreno su posición es más bien privilegiada.

En efecto, de los tres sectores en que están divididos el mundo laboral y escolar español, la mujer tiene mayor participación en los más ventajosos: son mayoría en el empleo público y también son mayoría las que tienen título universitario y, sin embargo, es menor su participación en los más desventajosos y precarios: el fracaso escolar masculino es mayor que el femenino, pero también es mayor la presencia de los hombres en los empleos de mayor riesgo y esfuerzo, así como menor es su capital educativo para competir en un mercado tan exigente y eso, a pesar de lo mucho que una intensa propaganda en la que, feminismo e izquierda coinciden, pretenda que el privilegiado es el varón y la discriminada la mujer.


A la vista de todo lo cual se hace necesaria una profunda reflexión como sociedad para afrontar los graves destrozos que la desigualdad  -las desigualdades: sin olvidar ninguna- producen, y la necesidad de un nuevo paradigma mental e ideológico que, poniendo en entredicho todo lo que hasta el presente la izquierda y el feminismo nos venían contando, haga un real diagnóstico de la situación y diseñe los mejores instrumentos para dar cuenta de algo que va mucho más allá de una pretendida igualdad de género que, lo que en realidad esconde es todo un submundo de desigualdades en las que el varón se lleva la peor parte. 


12 comentarios:

  1. Anónimo8:16 p. m.

    Desde que era un chaval siempre tuve la impresión de que la insistencia en lo privilegiado que era por ser un hombre, en realidad solo era para tranquilizarnos, callarnos, pues por mal que lo llevaras...¡peor sería que fueras mujer!

    Arturo

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  2. https://youtu.be/2vcr7hAHU0s

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  3. Anónimo2:04 p. m.

    "Por abreviar tendríamos una aristocracia laboral constituida por los trabajadores públicos con sueldos una vez y media más altos que los privados, garantía casi total de estabilidad y derechos exclusivos."

    Hombre, parece usted un feminista que hablara de la diferencia de salarios entre hombres y mujeres a igual trabajo.
    No sé si sabe de la diferente cualificación profesional y académica entre trabajadores públicos y privados. Es más, si compara los directivos de lo público y lo privado, verá dónde quedan los sueldos de la aristocracia.
    Un saludo.

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    1. A esto http://economia.elpais.com/economia/2014/11/14/actualidad/1415966641_774761.html es a lo que se refiere dicho párrafo. Aunque aquí cuelgo la noticia los datos son del INE.

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  4. Anónimo5:35 p. m.

    Un articulo trufado de tópicos, y que no acabo de entender por más vueltas que le doy.

    http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/05/20/catalunya/1432146160_087958.html

    Va de misoginia y de candidatas a la alcaldía de Barcelona. No sé si se trata de poner la venda antes de la herida o es que ve conspiraciones machistas por todas partes.

    (La tercera candidata, esa que no llega a nombrar, es Carina Mejías, de Ciudadanos.)

    Jeipi

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  5. Anónimo3:53 p. m.

    Pues bien, Colau ya es prácticamente alcaldesa, también Mejías y Lecha han obtenido una concejalía cada una, lo mismo que otras señoras que no eran cabeza de lista pero ya tienen su puesto en el Ayuntamiento.

    Mientras tanto, la alcaldía de Madrid se debate entre Carmena y Aguirre. Sea por las cuotas o porque elles lo valen (según lo mal pensado que sea uno, aunque prefiero pensar en positivo), no les ha ido mal a las mujeres en estas eleccciones.

    Y sigo sin entender el artículo. No sé para que tienen que prepararse todas estas señoras munícipes, que no tengan que perpararse también los señores.

    Lo que tengo claro es que, por muchos puestos de responsabilidad que logren las mujeres, el discurso feminista no va a abandonar su adicción al victimismo. Es más fácil dejar el tabaco.

    Jeipi

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  6. Jeipi lo que cuentas forma parte del paisaje general. Es una estrategia que mientras rinda frutos se mantendrá. Y parece claro que los rinde. Tiene que ver con lo que quise simbolizar en la entrada: Aquiles jamás alcanzará a la tortuga.

    Antes había sucedido con los sucesivos techos de cristal: sirvieron para dar la matraca durante décadas para que un día se deje de hablar de ellos y sin solución de continuidad trasladar el mismo victimismo a otro ámbito y comenzar una nueva historia de discriminación femenina. Y así llevamos décadas y décadas.

    Lo que no se ve claro es el final de esta historia.

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  7. Quizá lo que esté pasando en la Federación de Tenis nos acerca a lo difícil que resulta mantener una opinión contraria al nombramiento para un cargo de una mujer, no por su condición sexual sino por su valía profesional, y quien no desea argumentos recurre a la acusación de machista para todo aquel que se oponga. A alguno de todos modos no se la cuelan y esto es lo que ha dicho Nadal:

    "Me parece una falta de respeto que nos quieran lanzar a los leones a los jugadores tildándonos de machistas. Es intolerable”.

    http://deportes.elpais.com/deportes/2015/05/26/actualidad/1432594782_528489.html

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  8. Anónimo12:33 a. m.

    Su marido encarcelado se pone en huelga de hambre como protesta y ella para apoyarlo se va a la pelu y es portada de todos los telediarios.

    http://www.elmundo.es/internacional/2015/05/26/5564831d22601d58128b458d.html

    Arturo

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    1. Anónimo10:30 p. m.

      Estoy de acuerdo en que resulta irónico el contraste, pero, para ser realmente justos, también creo que no deberíamos infravalorar el sacrificio que para ella (y seguramente también para él) supone la renuncia a la larga melena. En Europa, en los últimos decenios, y muy particularmente en España, la larga melena femenina había dejado de ser considerada un elemento esencial de la belleza femenina (y el feminismo, por cierto, ha tenido mucho que ver en eso), pero en la mayor parte de las culturas, antiguas y presentes, a la cabellera de la mujer se le sigue concediendo mucha importancia, y es algo que sólo se consigue tras varios años de cuidados. Con toda posibilidad, en Venezuela la mayor parte de la gente ve su gesto como una auténtica y dolorosa renuncia. Otra cuestión, claro, es que morirse de hambre sea peor, y que los medios decidan poner el foco en lo uno o en lo otro, pero el gesto de ella, en mi opinión, si lo vemos en su contexto no puede ser visto como una mera frivolidad.

      athini_glaucopis@hotmail.com

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  9. Hoy El País dedica un editorial al tema de la entrada que, aunque se menciona un ascensor social que hace mucho tiempo que no funciona, tiene su interés.

    http://elpais.com/elpais/2015/05/26/opinion/1432665261_148351.html

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  10. El reenvío de la juez canaria al Supremo del caso de López Aguilar ejemplifica, en justicia poética, buena parte de lo que la Ley contra la violencia de género supone y, deja en evidencia el concepto de igualdad que tanto el feminismo como la izquierda y muchos otros defienden. Para más inri a algunos esto les sirve para reafirmarse en lo tantas veces defendido. Parece que dijeran: si no podemos ser justos al menos vamos a aparentar coherencia.

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