15 febrero, 2018

Censura y código penal


Que vivimos tiempos de oscurantismo y regresión moral debiera ser claro para todos: miles de firmas para retirar el cuadro de Balthus, Thérèse dreaming, del  Metropolitan Museum of Art de Nueva York, la retirada efectiva cuadro  Hilas y las ninfas, de J. W. Waterhouse, de  la Manchester Art Gallery, porque en opinión  de su directora esa pintura convierte a la mujer en objeto y puede inspirar sentimientos de acoso sexual. La puesta en cuestión de Egon Schiele por su forma de representar la sexualidad femenina y que sus cuadros fueran censurados  cien años después.

Y tantos otros episodios del mismo signo que se suceden a nuestro alrededor como algo inevitable y en silencio, porque como siempre ha sucedido ¡ay! de quien se atreva a poner en cuestión que ese debe ser el orden natural de las cosas. Ese silencio es más significativo en aquellos que, sin embargo, se han distinguido por el ruido que han montado cuando esa censura lo era sobre algún espectáculo que no pasaba de panfleto infumable, pero al parecer  más acorde con sus criterios estéticos y sus posicionamientos políticos. 

Algo más casero pero no menos significativo sería esa pretensión de algún medio de comunicación de convertir a Pablo Motos en la bestia negra del feminismo por atreverse a realizar preguntas a las invitadas de El Hormiguero, que según las dueñas de la moral le delatan como feroz machista. Llama la atención lo indefensa que está la sociedad frente a esta epidemia de censura y represión al parecer absolutamente justificada por el bien que se trata de proteger, argumento no menos obtuso que el dado en cualquier otro momento de la historia para justificar acciones de las que todos más tarde dicen sentir vergüenza.    

En relación con la actual discusión sobre la prisión permanente revisable quienes ahora se oponen son sin embargo quienes  azuzan al endurecimiento de penas para los delitos sexuales y de violencia de género y, lo cierto es, que  el sistema penal se viene endureciendo desde los inicios de la democracia con gobiernos de la derecha y de la izquierda, y si ahora lo hace con Rajoy antes lo hico con Zapatero, con el resultado de que tenemos el régimen penitenciario más duro de toda la U.E. con el agravante de que la presunción de inocencia para unas se ha convertido en presunción de veracidad y para los otros en presunción de culpabilidad.




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