Que hay malestar con el paradigma cultural dominante en las sociedades occidentales parece cada día más evidente y extendido. Desde trayectorias vitales diferentes y nacionalidades distintas, desde enfoques filosóficos y científicos coincidentes algunas veces y distantes otras, hace ya un tiempo se han levantado voces muy significativas en la cultura de nuestros países denunciando los catastróficos resultados del posmodernismo y el neomarxismo. Desde los trabajos pioneros de Alan Sokal y Jean Bricmon pasando por Mario Bunge, Steven Pinker, Jordan Peterson, Stephen R. C. Hicks y tantos y tantos otros hasta llegar a Antonio Escohotado o J.L. Pardo en nuestro país, la denuncia de lo que en él hay de posverdad, oscurantismo y concepción reaccionaria del mundo y la cultura, no ha cesado ni parece que vaya a hacerlo a tenor del ritmo con el que aparecen nuevas contribuciones a esta crítica.
Si la Ilustración y la modernidad supusieron la posibilidad de las primeras sociedades democráticas y los derechos de las personas, la afirmación de la razón y la ciencia frente a la superstición y el pensamiento mágico, el derecho a la educación como entrenamiento de las capacidades del individuo para una vida adulta autónoma, el derecho como superación del estado de “naturaleza” (y aquí me gustaría volver a recomendar por su actualidad este artículo de J.L. Pardo http://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/el-insensato-furor-del-resentimiento) y en general la configuración de una serie de espacios de neutralidad en los que discutir y dirimir las diferencias entre las personas y los grupos sociales, la tarea de demolición por parte del posmodernismo de todos estas conquistas, bajo apariencia de progresismo, no tiene intención de cesar. El principal objetivo del posmodernismo a estas alturas es claro, consiste en derribar y destruir lo mejor de la Modernidad.
Y de entre todos los aspectos negativos del posmodernismo: negación de la ciencia y la razón, de la objetividad y la verdad, concepción del derecho y la educación como instrumentos crudos de dominación, etc. quizá el más terrible a mi modo de ver es que al situar el sentimiento y la emoción por delante de la razón y la lógica ha convertido los problemas políticos y sociales en problemas morales, en los que la única opción posible es: o lo tomas o lo dejas. Y si lo dejas inmediatamente estás enfrente, eres el otro, eres el enemigo a batir. Y el otro no tiene un gramo de razón porque los sentimientos y las emociones no se gradúan, solo cabe tomarlas o rechazarlas en su plenitud. Lo que unido a la idea de que es el poder quien establece lo que es ciencia y verdad elimina de un plumazo todos los espacios de neutralidad: ciencia, razón, derecho… y anula la posibilidad y el valor del debate social porque lo único que importa es la consecución de poder y el empoderamiento.
Así ha sucedido en el debate educativo donde al considerarse la comprensividad como moralmente buena su rechazo solo podía provenir de un ignorante o un desaprensivo, por lo que todo intento de corrección de una dirección equivocada ha fracasado, pero así sucede también con el feminismo de género -que a estas alturas parece empeñado en convertir en dogma (¿de fe?) expresiones como: todas las personas somos feministas, o la pretendida discriminación laboral femenina- y otro tanto de lo mismo con el nacionalismo, porque en los tiempos que vivimos nadie desea perder la franquicia que supone que uno tiene derecho a lo que desee, particularmente si tiene poder suficiente para imponerlo a los demás. Para este caso no necesitamos esperar a conocer la falacia de sus argumentos, porque ya la hemos comprobado, ni a saber lo poco importa que así haya sido, porque lo que se construye con emociones difícilmente se combate con argumentos.
El posmodernismo ha convertido a nuestras sociedades en terreno abonado para la posverdad, los hechos alternativos y la ley del más fuerte. Sin valores universales, sin reglas que valgan para unos y otros, sin una común humanidad, el debate no puede tener lugar y se hace imposible, y en el postmodernismo ni hay verdad que alcanzar porque ninguna vale más que otra, ni valores universales, ni territorios neutros en la ciencia o el derecho, porque todo es fruto de una mera correlación de fuerzas en un momento dado, y ya solo cabe la lucha por empoderarse y establecer desde el poder lo que sea verdad, la ciencia que se haya de respetar, la educación que haya de regir y el derecho que hacer cumplir.
Es por ello que hoy se hace más necesario que nunca la reivindicación de una nueva Ilustración tal como nos propone Steven Pinker en su último libro: Enlightenment Now. The case for reason, science, humanism and progress, del que habrá versión en castellano en el verano, en el que recuperando el: Atrévete a pensar, de Kant propone una nueva Ilustración que tenga en cuenta las nuevas aportaciones a la cultura que aquella no había podido tener en cuenta y que cifra en tres: entropía (leyes de la termodinámica), evolución (las aportaciones de Darwin) e información (todo lo que gira en torno a Internet y los ordenadores), para combatir la progresofobia de quienes se dicen progresistas pero reniegan del progreso. Volviendo a situar en el lugar que corresponde la tríada: razón, ciencia y humanismo.
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