Las feministas de género dicen tener su razón de ser y su objetivo último en la conquista de la igualdad. Los hechos sin embargo no hacen más que desmentirlas. Quisiera desde este blog no solo denunciar la deriva neofeminista, también combatir la estigmatización de los hombres y reivindicar la dignidad de lo masculino.
18 diciembre, 2006
Comentario a vuestros comentarios
En mi caso tampoco escribo sobre estos asuntos por verme personalmente concernido. Estoy felizmente casado y tengo un hijo. Los motivos que me llevan a posicionarme tienen que ver con esa dimensión del ser humano preocupado por los asuntos de la justicia y la igualdad, es un impulso que nace de un lugar muy próximo al que me llevó a posicionarme contra la guerra de Irak, o en otros momentos a la militancia política.
Creo que entre los que entendemos que en este asunto se está procediendo mal, yo diría muy mal, debemos hacer un esfuerzo para convertirlo en motivo de debate social, sacarlo de la reclusión en que hoy está encerrado, hacer que deje de ser un tema tabú para conseguir que se aborde como lo que es, un problema social y humano de enormes dimensiones que debe tratarse con las mejores armas de las que los humanos somos capaces: la inteligencia, el debate sereno, la predisposición al diálogo y el entendimiento, de forma abierta, y con el objetivo siempre de que, el resultado conduzca a la minimización del sufrimiento de todos: hombres y mujeres, perspectiva creo que muy abandonada últimamente.
Un saludo
Emilio
16 diciembre, 2006
Contra la violencia de género
Como sigo con muy poco tiempo, traigo al blog un nuevo artículo de Xosé Luis Barreiro Rivas publicado en
Contra la violencia de género
En esta ley, idolatrada por el pensamiento correcto, admirada por propios y extraños, y puesta de ejemplo por conferenciantes pagados que nadan a favor de la corriente, se dejan ver todos los vicios que van anexos a la diarrea legislativa que padecemos, cuyo verdadero objetivo consiste en dar la sensación de que hemos hecho los deberes y solucionado un problema, cuando lo único que hemos logrado es pasarnos las responsabilidades de unos a otros como pasan sus cartas los trileros: del ejecutivo a los jueces, de los jueces a la policía, de la policía a la sociedad y de la sociedad a los políticos.
El primer error de esta ley proviene de hacer un diagnóstico muy simple de un problema complejo, que impide analizar las causas y los ambientes en los que se genera y activa la violencia de género, para centrarse sólo en el momento final del proceso. El segundo error viene de asumir un análisis maniqueo de la pareja, que, si bien permite sacar rápidas consecuencias, puede desfigurar los hechos. El tercer error, muy grave y generalizado, consiste en haber maleado las técnicas procesales para llegar al problema por atajos varios, sin advertir que la propia ley iba a crear un amplio campo de injusticias, abusos y errores procesales. La quinta equivocación consiste en positivar situaciones negativas, como si el hecho de romper parejas y extender sospechas generalizadas sobre conductas masculinas fuese algo equivalente a la felicidad y el progreso. Y el sexto error, y por ahora último, consiste en fiar la corrección de las conductas criminales al agravamiento de las penas, sin darse cuenta de que el que ejerce la violencia de género ya da por descontado un castigo que entiende y acepta como un colofón de su crimen.
A favor de la ley se invoca su capacidad de concienciación y la extensión de la protección social y policial a las mujeres agredidas. Pero ésta es una línea judicial y policial insostenible e ineficaz. Y por eso sería bueno que empezásemos a reflexionar sobre si la felicidad está en los juzgados y al margen de los valores. Porque mucho me temo que estamos equivocados.
31 agosto, 2006
Sobre violencia y género
HACE un año no se hablaba de otra cosa: teníamos la mejor Ley Integral contra la Violencia de Género, las cosas iban a cambiar de raíz, y para todos era evidente que esta normativa, valiente y socialmente avanzada, envidia de Europa entera, no se hubiese hecho si el PP mantuviese el poder, y si el Gobierno paritario de Rodríguez Zapatero no la hubiese impulsado con tanta decisión y compromiso.
Contradecir aquel discurso era -y sigue siendo- imposible. Porque, al igual que en tantas otras cosas, se ha llegado a la conclusión de que discutir es justificar, que los argumentos contra determinado tipo de dogmas suponen un incentivo para el maltratador, y que, frente a un tema de tanta envergadura, quiebra cualquier debate sobre las garantías judiciales y sobre las causas que originan el catastrófico estado de cosas en el que nos encontramos. Lo único que se admite ahora es que la ley no es una panacea, y que a base de normas no se paran los asesinos. Pero no se reconoce que hace un año sí se vendió como un corte radical con una historia maldita, lo que viene a ser, en vulgar perífrasis, una panacea.
Las contundentes cifras de este año, que el crimen de Osuna acaba de poner de actualidad, vienen a decir que el camino emprendido no es el correcto. Pero todo el sistema mediático que protege el pensamiento único que rige en esta materia ya se ha puesto a funcionar para que nadie reconozca un error, para que todo el mundo pida paciencia, para que toda la culpa recaiga en la escasez de medios, y para que, no pudiendo medir el éxito en función de las muertes evitadas, se mida en relación a las denuncias presentadas, a los destierros decretados, a las pulseras implantadas y a las pernoctas en casas de acogida.
La idea que rige el modelo es que la inmensa mayoría de la gente -que somos muy buenos, lo hacemos todo bien, no tenemos fallos jurídicos y económicos estructurales, y entendemos de maravilla el hecho familiar- estamos entreverados por cuatro malvados que disfrutan matando y suicidándose, y que por eso hay que plantear la cosa como una caza -civilizada- de serpientes venenosas, a las que hay que ganarles la maniobra antes de que nos piquen.
Pero yo creo que no es así, y que, al margen del cupo de locos y asesinos que nos toca por millón de habitantes, tenemos fallos estructurales que devienen en esta ola de sangre que nos tiene estupefactos. Creo que la vigente ley, que no ha contribuido a erradicar ninguna de las causas del problema, está agravando ciertos desajustes. Lo que se tiene por correcto es decir que todo va de maravilla y por la ruta prevista. Pero, mientras lo hacemos todo tan bien, las mujeres siguen muriendo. Más que antes.
06 mayo, 2006
De la igualdad a la diferencia
“Ésa era, como digo, la herencia de la izquierda, que todavía encuentra algún eco prolongado en programas que a lo sumo sirven para entretener los cursos de formación de los militantes. Pero de un tiempo a esta parte, las cosas han cambiado. La izquierda ha pasado de la estrategia de la igualdad a la de la diferencia nacida en torno al llamado "debate multicultural". No se le quita el yunque al corredor, sino que se opta por crear un reglamento para corredores con yunque, una carrera aparte. En lugar de combatir las circunstancias que están en origen de los problemas (la desigualdad, una cultura discriminatoria en el caso de muchas "minorías"), se adoptan excepciones a los principios generales de justicia y se aboga por "derechos especiales". Una estrategia discutible que, por lo general, resulta de una debilidad intelectual anonadante. Las medidas excepcionales no pueden estar por encima del escrutinio democrático o de la aplicación de los principios compartidos de justicia. Si se aceptan, ha de ser como consecuencia de la aplicación de la justicia y la democracia. Y a sabiendas de su condición provisional. En ámbitos de representación política, algunas formas de discriminación positiva pueden estar circunstancialmente justificadas, pero sin olvidar que el objetivo es su desaparición por falta de razón de ser. Tomarse la igualdad y la justicia en serio supone ponerles fecha de caducidad. No sea que nos olvidemos de dónde están los problemas. Las medidas excepcionales no modifican las injusticias de origen; a lo sumo, su impacto. Vienen a ser como la aspirina, que no cura, pero alivia. Pero si uno se pasa la vida con aspirinas, no repara en la enfermedad, hasta que se muere.
La estrategia de la diferencia descuida las condiciones materiales. De hecho, sale muy barata. En cierto modo, parece recuperar la visión conservadora de que la igualdad sólo requiere el gasto de la tinta del BOE. Pero hay algo más: la estrategia del trato diferencial corre el riesgo de estigmatizar a quienes pretende ayudar, a que "la diferencia" se perciba como una suerte de incapacidad. Al final podría suceder que, en nombre de las diferencias, consagremos las desigualdades. Si se nos va la mano desandando historia, podemos acabar como en el Antiguo Régimen, cuando una complicada trama de relaciones jurídicas especiales hacía que cada cual se relacionara con el rey según su condición, según donde vivía y su clase social. Precisamente, aquella situación con la que acabaron las revoluciones democráticas en nombre de la igualdad, las que dieron origen a la izquierda.”
Félix Ovejero Lucas es profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona.
05 mayo, 2006
Encuesta sobre acoso IV
“El acoso sexual puede ser sufrido tanto por hombres como por mujeres. Sin embargo la mujer se convierte en la principal víctima del mismo porque su situación en el mercado laboral es claramente inferior respecto a los hombres, por su inestabilidad en el empleo y su subordinación jerárquica profesional.”
Se nos anuncia como viene siendo la tónica de todos los estudios que de nuevo el hombre no va a ser objeto de estudio. Y esto en base a una argumentación bastante pobre que lo que destaca es que no se trata de la “víctima principal”. Es decir, que antes de realizado el estudio ya se nos avanza algo de cual será el resultado. Pero, aún en el supuesto de que así tuviera que ser no se entiende por qué ese argumento es motivo suficiente para excluirlo del estudio. Es como si para estudiar el fracaso escolar se excluyera a las chicas porque se sabe que no son las que más fracaso tienen. Quien entendería algo así. Si el estudio es para conocer la realidad del acoso sexual en el trabajo en nuestro país, necesariamente debe estudiar la incidencia en hombres y mujeres. No hacerlo así, está revelando un sesgo que no se corrige con el hecho de que el título del mismo hable exclusivamente de las mujeres.
El segundo aspecto del estudio a mi entender completamente criticable es su confección a partir de la amalgama de todas las modalidades de acoso: muy grave, grave y leve, con características y gravedad completamente diferentes y con pesos específicos totalmente distintos y donde el leve, es decir,
- Chistes de contenido sexual sobre la mujer
- Piropos / comentarios sexuales sobre las trabajadoras
- Pedir reiteradamente citas
- Acercamiento excesivo
- Hacer gestos y miradas insinuantes
representa la inmensísima mayoría. Es decir, que la mayoría de ese acoso estaría dentro de la categoría de leve, aún cuando en los medios de comunicación y en los debates que se suscitaron alrededor del tema, lo que realmente se resaltase sería el acoso grave o muy grave. Desde luego una tal composición del índice recuerda a aquel carnicero que pretendía colar como picadillo de mezcla uno con 20 partes de cerdo y 1 de ternera.
- Hacer preguntas sobre su vida sexual
- Hacer insinuaciones sexuales
- Pedir abiertamente relaciones sexuales sin presiones
- Presionar después de la ruptura sentimental con un compañero
Hay en esta relación, al menos uno de los ítems, que me choca. No entiendo por qué constituiría acoso grave pedir abiertamente relaciones sexuales sin presiones, al margen de que seguramente la imprecisión de los términos no sea más que una coartada para que cada uno interprete lo que en cada caso desee. Si en realidad se refiere a que entre dos compañeros de trabajo, el uno pueda pedir a la otra, o la otra al uno, relaciones sexuales, sin ningún tipo de presión, me parece como mínimo excesivo que esto pueda ser considerado coma una actitud grave de acoso sexual.
Pero si uno va a la realidad social descubre que, o bien la encuesta está fuera de la sociedad o la sociedad fuera de la encuesta. Recientemente en el programa de Channel nº 4 en uno de los debates de mujeres que se plantea semanalmente, 3 de las 4 mujeres allí presentes, defendían abiertamente que la mujer tenía todo el derecho del mundo a jugar con todas sus armas de seducción en el vida laboral, ya fuera para una entrevista de trabajo o en una reunión del Consejo de Administración. ¿Se debería entender a la luz de al encuesta que lo que allí se proponía era el acoso sexual generalizado?
Pero puestos en esta situación cabe preguntarse quién ha confeccionado el cuestionario, quién establece qué es o no es acoso sexual, en por ejemplo, el caso de los chistes verdes o los piropos. Por cierto que se debe entender por piropo ¿una grosería? ¿algo desagradable o quizá entra ahí también el decirle a una compañera, o a un compañero, qué guapo estás o que bien te sienta eso?. Quizá sobre todas estas cuestiones pueda haber más de una consideración perfectamente válida, pero eso queda ya para el ámbito privado, en el de la opinión pública lo que desde ya ha quedado establecido es que somos un país de acosadores en el que una de cada 10 trabajadoras sufre acoso sexual. De entre los trabajadores ninguno porque lo que no está en los medios, sencillamente no existe.
Finalmente, y teniendo en cuenta que el estudio concluye que en prácticamente la mitad de los casos en los que la empresa conoce lo que ocurre, no hace nada, es posible que se abra un importante frente de conflictividad y confrontación con los empresarios, teniendo en cuenta la responsabilidad que la nueva Ley de Igualdad establece para los mismos y los poderes que la misma concede al Instituto de la Mujer.
Como conclusión más general de todo lo dicho destacar, cómo en todos los casos la representación mental de las situaciones de violencia conducen a establecer una única víctima la mujer y, en consecuencia, un único verdugo el hombre, y todo mediante el simple mecanismo de hacer desaparecer al hombre, sea del propio estudio, sea de la presentación a la opinión pública y, aunque para cada caso la argumentación que se ofrece es diferente, en ninguno tiene la suficiente entidad como para no considerar el sesgo de la encuesta y por tanto la manipulación estadística a la que una tal actitud conduce.
Si lo anterior es grave, no lo es menos que, justamente sea desde un instituto público desde el que se estén realizando estos estudios, y en todos los casos sea una ideología y un círculo reducido de personas quienes establezcan qué está bien y qué está mal, qué constituye acoso y qué constituye violencia, en muchos casos en una evidente exageración de ambos conceptos con el único fin de imponernos a todos una visión del mundo dividido en dos mitades: hombres y mujeres, en las que los primeros, como clase dominante que son y para mantener sus inmensos privilegios, no dudan en utilizar todo un arsenal de medios violentos contra la otra parte, la de las mujeres, caracterizada de este modo como una víctima permanente, siempre y en todos los casos.
Poco importa ya que, en un caso como el de la encuesta comentada, uno legítimamente pueda, a estas alturas, formular toda una serie de reparos pertinentes en relación con la exclusión del hombre como sujeto de análisis y los motivos aducidos para tal cosa, o demostrar de forma abrumadora que proceder de ese modo invalida las conclusiones de la encuesta. Una vez publicados los datos en todos los medios, y una vez que en televisión esa información se acompañó de escenas en las que alguien sin reparo y por debajo de la mesa, pretende colar su pie en medio de las piernas de su compañera, o quien insistentemente trata de retener cogida de la mano a una compañera que hace todo lo posible por zafarse. Combatir ese estado de opinión, que cuenta con el beneplácito oficial sin utilizar unos medios equivalentes, no puede estar más que condenado al fracaso, pues en la opinión pública está ya que 1 de cada 10 mujeres sufre acoso sexual en el trabajo.
Lo que me niego a analizar es la pretensión totalitaria de elevar este porcentaje al 15 % como hace el Instituto de la Mujer, en base a un pretendido acoso técnico, que no tiene en cuenta la opinión de las encuestadas. Es el problema que tienen estas cosas, se comienza excluyendo al hombre y se acaba considerando que lo correcto es corregir la propia opinión de las mujeres encuestadas. A dónde habrá que llegar para que desde los poderes públicos se deje de apoyar tanta manipulación.
Encuesta sobre acoso III
Este mecanismo pasa por crear un determinado estado de opinión que sigue los siguientes pasos. En relación por ejemplo con la violencia en el ámbito de la familia, se realiza un estudio en el que se excluye al varón como posible sujeto pasivo de la misma y en base a una encuesta telefónica realizada sólo a mujeres, con un cuestionario en el que violencia física y presión psicológica van de la mano se confecciona un índice que se vende a la opinión pública bajo un titular que los medios de comunicación repetirán y aumentarán a su gusto, índice según el cual 1 de cada 4, 5, 10 mujeres sufre maltrato en el ámbito doméstico. Y poco importa que tal índice haya sido confeccionado en base a un cuestionario que aplicado al hombre hubiera dado unos resultados no muy diferentes, o que amalgame violencia física y presión sicológica, pues el objetivo no es tanto el conocimiento de una realidad sociológica como un titular de prensa impactante.
Que además el ciudadano medio entienda por maltrato, violencia física, y en el índice la componente de presión sicológica sea amplísimamente mayoritaria importa poco, ya que es justamente lo que se pretende, jugar con la imprecisión de los términos para agrandar el impacto de la noticia.
A propósito de la encuesta para medir este tipo de violencia en Francia en el año 2000 Marcela Iacub y Hervé le Bras nos ponen en antecedentes cuando dicen que: “La lectura atenta de la encuesta despeja sin embargo rápidamente las dudas. Como vamos a demostrar, obtiene los resultados por una definición preestablecida de aquello que se pretende medir, jugando con la imprecisión de las palabras para engordar los malos. Los efectos de sugestión de la respuesta por la pregunta plantean dos problemas: ¿Cómo un tal trabajo ha podido ser encargado por una institución del Estado? ¿Cómo comprender que haya sido recibida con tan poco nivel de crítica? La verdad estriba en que la encuesta no pretendía tanto descubrir como revelar y que, al mismo tiempo que venía a confirmar un sentimiento confuso, se inscribía en un discurso de legitimación de un proyecto político característico de una nueva tendencia del feminismo, que ha adquirido visibilidad en el momento de votar sobre la ley de la paridad: ante la persistencia de las desigualdades entre los hombres y las mujeres, la encuesta orienta hacia una respuesta sin ambigüedad: la inferioridad social de las mujeres está sostenida por una organización de la violencia, ejercida por los hombres bajo las formas más diversas, de la que el efecto único sino el objetivo es dominar al otro sexo; entonces no se remediará esta situación más que revelando la violencia, escondida por las víctimas y ahogada por los verdugos, y puniendo a los responsables.”
Esta estrategia inaugurada por el feminismo radical americano en los años 80, actualmente es seguida en todos los países de la vieja Europa, siguiendo un mismo patrón en contenido y metodología.
Una estrategia igual de manipuladora se sigue con las estadísticas sobre diferencias salariales. Recientemente, más exactamente, el día que el Consejo de Ministros iba a aprobar el anteproyecto de Ley de Igualdad, el diario El País publicaba en portada el siguiente titular, " Los hombres cobran de media un 40% más que las mujeres en España". En los medios se comunicación rápidamente se corrió a preguntar a empresarios y políticos qué podía justificar tamaña desigualdad, pero la respuesta era siempre la misma, yo pago lo mismo a mis trabajadores que a mis trabajadoras, en mi entorno eso no sucede, hasta el propio ministro Caldera tuvo que salir a la palestra pública para reconocer que por el mismo trabajo hombres y mujeres cobraban lo mismo.
Cualquiera puede buscar entre las algo más de 8.350.000 trabajadoras algo que justifique tamaño dislate que no lo encontrará, pero en el subconsciente colectivo está que, en nuestro país existe discriminación salarial hacia las mujeres, aún cuando no sepa explicar muy bien el origen de tal opinión, y, en su entorno, familiar y laboral eso no se produzca. Llama la atención además que ningún estadístico o político haya exigido rectificar una información de ese tipo, de tal modo que tratándose de una información que sólo induce confusión y desinformación nadie se ha sentido obligado a rectificar ni tampoco han sido relevantes las voces que han exigido ese mínimo derecho democrático, de tal forma que el poso equivocado que queda en la opinión pública será aprovechado para en sucesivas oleadas demoscópicas fundamentar cada vez de forma más surrealista la investigación sociológica. La conclusión del estudio del INE, que por cierto correspondía a trabajo publicado en 2004, era sin embargo bien diferente: El salario promedio anual femenino representa, el 71,1% del masculino, aunque esa diferencia debe matizarse en función de otras variables laborales como: tipo de contrato, de jornada, ocupación, antigüedad, etc. Variables que inciden de forma importante en el salario.
También en diciembre de 2005 se publicó en prácticamente todos los periódicos del país, una encuesta cuyo titular era en todos los casos “El 80% de las chicas cree que las quieren aunque las maltraten” pero si uno se adentraba en las conclusiones del estudio descubría que eso mismo era lo que le sucedía también al 75 % de los chicos. Por qué no aparecía nunca el dato referido a los chicos o por qué el titular había sido el que fue, y no el que podía haber sido, por ejemplo, “El 80 % de las chicas y el 75% de los chicos creen que los quieren aunque los maltraten” visto en la perspectiva que aquí estamos desarrollando no precisa a mi entender mayores comentarios.
Encuesta sobre acoso II
Encuesta sobre acoso I
21 abril, 2006
¿Feminismo de izquierdas?
En escasos meses se ha tenido que dejar de distribuir el libro “Violencia: tolerancia cero”, una de cuyas autoras es la feminista Inés Alberdi, por la inexactitud de las estadísticas manejadas, estudio que muchos no dudaron en calificar de manipulador. Se han publicado también dos estudios estadísticos sobre las diferencias salariales por sexo, uno del INE realizado ya en el 2003 y que recogía una brecha salarial del 40 % entre hombres y mujeres y que fue presentado como si esa diferencia reflejase que por el mismo trabajo los hombres cobraban un 40 % más que las mujeres, cuando las conclusiones del estudio eran bien diferentes, y otro de la AEAT con los datos declarados en el I.R.P.F en el que se presentaba como discriminatoria una brecha salarial media entre hombres y mujeres del 30 %, no así, sin embargo, que esa brecha fuese del 70 % si lo que comparábamos eran las mismas magnitudes pero referidas a los extremeños por comparación con los madrileños.
También hacia finales de año apareció en la prensa con el siguiente titular “Un 80% de las chicas creen que las quieren aunque las maltraten”, un estudio realizado por una ONG feminista cuya conclusión sin embargo era, que “ Un 80% de las chicas y un 75% de los chicos creen que los quieren aunque los maltraten” y eso sin entrar en el análisis pormenorizado de lo que en el citado estudio se considera maltrato.
Pero, quizá lo más demoledor en este aspecto, sean las durísimas críticas realizadas por Elisabeth Badinter en su libro “fausse route” y por Marcela Iacub y Hervé le Bras en un artículo que con el título de Homo mulieri lupus? se publicó en el nº 623 de la revista Les Temps Modernes, denunciando justamente la deshonestidad intelectual de las autoras del estudio realizado en Francia en el año 2000, por el equivalente al Instituto de la mujer español, para medir la violencia contra las mujeres, estudio que, sin embargo, está sirviendo como modelo, en metodología de análisis, a los realizados en otros países europeos, entre ellos España.
31 marzo, 2006
La razón como esperanza
Después de una experiencia como la que relato más arriba, me he puesto a bucear en la red y he tenido la fortuna de encontrar un hermoso texto, un poco largo eso sí, que consiguió devolverme el humor y que como pequeña joya que es quisiera compartir. Es de Edisón Otero Bello y se titula LA RAZÓN COMO ESPERANZA y lo encontrareis en la siguiente dirección:
http://www.edisonotero.cl/docs/LA_RAZON_COMO_ESPERANZA.pdf
Que lo disfrutéis, al menos tanto, como lo he disfrutado yo.
Un saludo
25 marzo, 2006
Algunas reflexiones en torno a la educación
Primero, el mal comportamiento de niños y niñas, parece corregible en buena medida, de tal modo que fallan más los padres que los niños.
Segundo, parece establecido entre las madres que los niños son más difíciles de educar que las niñas, y por eso se les recrimina más, consiguiendo justamente lo contrario de lo deseado ya que de ese modo lo que se consigue es fijar la mala conducta del niño.
Asombra pensar el número de niños que se están educando sin la figura del padre en casa, ni la del varón en el colegio, porque cada vez es más frecuente que en esos dos ámbitos la única figura que conozcan sea la femenina.
Viendo el programa semana a semana, contemplando lo que los niños y niñas hacen en casa, uno entiende mucho mejor lo que sucede en colegios e institutos, y se explica, algo del por qué de la crisis de la educación que padecemos.
Lo que cabe preguntarse es, para cuándo un diagnóstico oficial que dé cuenta de esta situación y comience a arbitrar medidas para corregir los graves fallos de la educación en casa y en la escuela.
O también en este terreno, seguiremos la consigna de cierto feminismo y ciertos profeministas que por lo único que claman es por medidas de castigo, que penalicen las conductas de los alumnos varones díscolos, cuando ya el mal está hecho y tiene más difícil solución.
24 marzo, 2006
Sobre un artículo de Francisco J. Laporta
"La autonomía personal es para el liberal aquello que nos eleva a la categoría de seres morales, aquello que nos constituye como actores en el desarrollo de nuestras convicciones sobre lo que es bueno y lo que es malo. Ser actor de mi vida es lo que me transforma en persona en el sentido moral, lo que me confiere el mérito moral y me hace moralmente responsable. Si fuera un ser pasivo en el que se inducen automáticamente comportamientos y sensaciones, por exitosas o placenteras que fueran, no tendría el más mínimo papel en el universo moral, como no lo tiene la planta que produce flores, por bellas que éstas sean, o el sujeto que es llevado por una fuerza insuperable a realizar una acción buena. Lo que me instala en el universo de la ética es mi condición de ser humano autónomo. Esa convicción es el centro de gravedad de lo que significa ser liberal.
Como es fácil de imaginar, un punto de partida tan poderoso arrastra tras de sí muchas y muy importantes consecuencias. En primer lugar, y por lo que a la vida política se refiere, toda la actividad política y los proyectos de la sociedad se tornan en un gran proceso de deliberación entre personas libres y autónomas que intercambian sus ideas presididas por la virtud de la tolerancia y la guía de la racionalidad. No tienen sitio por ello aquí la descalificación y el improperio, la imposición o el trágala, o la manipulación de los datos y la excitación tramposa de resortes emocionales. Para ser liberales, los partidos y sus responsables han de comportarse en las instituciones como en foros para la discusión racional y la exposición articulada de preferencias e intereses. Deben esforzarse porque en ellas se presenten al ciudadano las razones de las decisiones que se adoptan y los fundamentos en que se basan las directrices políticas que se persiguen. Para ello deben hablar y razonar, nunca mentir, alegar pros y contras, nunca distorsionar, y tratar a los demás actores políticos y sociales con el respeto que deriva de su condición de partícipes de la peripecia política de la comunidad, nunca denigrarlos o insultarlos. El liberal no distorsiona ni compromete las instituciones de la democracia para obtener un rédito de partido, y menos aún se dedica a falsearlas para hacerlas actuar en su propio beneficio.
Por lo que respecta a la información pública en los medios de comunicación, el liberal es veraz, independiente, imparcial y limpio. Tiene vedado engañar presentando sólo una parte de los hechos, medias verdades o simples mentiras. No debe interponerse con la propia ideología entre los hechos y los oyentes o los lectores para contaminar el mensaje, ni hacer pasar por realidad lo que es deseo de partido, ni jugar sucio para satisfacer al patrón. Como portador de una convicción sobre la mayoría de edad, la racionalidad y la dignidad de sus interlocutores, el informador liberal jamás denigra a nadie, ni desliza sugerencias que puedan minar la dignidad de los demás. No juega con trampa para ensalzar a nadie o socavar su reputación. Presenta hechos y argumentos procurando siempre que el razonamiento, aunque sea adverso a alguien, no toque siquiera la piel de la persona. No imputa gratuitamente delitos ni vehicula insidias que puedan destruir la imagen de aquel de quien habla. Y, por supuesto, se esfuerza siempre en no pasar de contrabando sus opiniones haciéndolas parecer informaciones.No se es, por ello, liberal, cuando se piensa que es lícito mover a las personas mediante manipulación, catequesis, indoctrinación o lavados de cerebro."
21 marzo, 2006
Larga vida a las otras feministas
También Pilar Rahola ha escrito un artículo valiente “No en mi nombre” (El País de 18 de marzo de 2006) bastante en consonancia con este tipo de planteamientos en los que, se comienza a cuestionar algo de la marcha de las políticas de igualdad y, se señala que por parte del feminismo dominante se están cometiendo excesos, y hace falta un cambio de rumbo en algunas políticas y en las decisiones de los juzgados, donde el hombre aparece con un plus de culpabilidad, y la mujer con un plus de credibilidad, que nos aleja cada día más de la presunción de inocencia y el respeto a las garantías jurídicas de los ciudadanos.
Ojalá estos gestos representen un signo de que algo empieza a moverse en este terreno y todavía sea posible reorientar determinadas políticas.
Ahora ya sólo falta que el hombre tome conciencia de todas estas cosas y, deje de ser sujeto pasivo para convertirse en sujeto activo de la igualdad y la defensa de sus derechos y su dignidad.
20 febrero, 2006
Perspectiva de género
Y se preguntarán ustedes a cuenta de qué todo esto, pues nada menos que de la nueva campaña de Ahige anunciada en un editorial cuyo comienzo reza como sigue:
“ Si gran parte de los problemas de violencia y de convivencia que sufrimos tanto en la sociedad como, en concreto, en la escuela, proceden de los alumnos (varones), cualquier proyecto de coeducación o, simplemente, educación, ha de tener en cuenta esto.”
Señores, juzguen por si mismos........ Yo lo único que me pregunto es a dónde nos puede llevar, que no sea el pasado más remoto, una ideología que procede dividiendo a la sociedad en dos colectivos: buenas y malos, y a partir de ahí receta “soluciones”.
18 febrero, 2006
La voz del hombre debe ser escuchada
Nada de esto hubiera sido posible sin el concurso de muchos hombres y muchas instituciones dirigidas por hombres, y una mayoría favorable a esos cambios.
En nuestro país las mujeres no sólo gozan de los mismos derechos que los hombres, sino que, a través de los mecanismos de promoción especiales gozan, en las instituciones y las organizaciones progresistas, de una representación muy incrementada en relación con su militancia o activismo, político o sindical. Para completar este panorama, las reformas llevadas a cabo por este Gobierno: ley contra la violencia de género, discriminación positiva, paridad electoral que se contempla en la nueva ley de igualdad, unidas a otras medidas en múltiples niveles de la administración y en multitud de ámbitos, incluida, claro está, la medio administración paralela de la que gozan con financiación pública, convertirán si no lo han hecho ya la pretendida situación de inferioridad de la mujer en una situación que creo es difícil negar de prevalencia o privilegio.
Podría seguir describiendo el panorama social y político de la realidad de los sexos hoy, pero creo que con las pinceladas anteriores bastará para lo que diré a continuación.
Primero, que en un contexto como el anterior haya organizaciones que, un día sí y otro también, no paren de reclamar nuevas atenciones para las mujeres y de señalar circunstancias que nos presentarían la situación de la mujer como un ser profundamente discriminado y vejado, revela la insaciabilidad de ciertas organizaciones, situadas por lo demás en las más altas instancias del poder y que en muchos casos han hecho de esta reivindicación su medio de vida.
Segundo, que en un contexto como éste, en el que, por ejemplo, sobre la reproducción todos los derechos corresponden a la mujer; la paternidad como derecho, deja de serlo en cuanto el hombre se separa de su compañera; la discriminación en la ley y los juzgados hacia el hombre está a la orden del día, y donde la masculinidad se ha convertido en el primer objeto de mofa para los publicitarios y los guionistas de televisión, insistir en la sospecha de que el hombre que manifieste claramente su desacuerdo con todas estas cosas, no puede ser más que un pervertido o un machista, conviene ir dejándolo atrás, porque los motivos que tenemos para denunciar ciertos atropellos, estarían más que justificados, con muchas menos de las razones que, a diario, tenemos para reclamar nuestros derechos y nuestra dignidad.
Todo lo anterior para nada tiene que estar en contradicción con que seamos los primeros en condenar las actitudes violentas de los hombres o en considerar que nuestra lucha y la de las mujeres maltratadas están en la misma dirección, pues defender los derechos y la dignidad de los hombres, no sólo nos reclama esa actitud, nos la exige. Pero, también, con la misma fuerza decimos que seguiremos denunciando la manipulación, cuando no la ocultación, de la violencia ejercida contra los hombres, bajo el pretexto de que no se trata de violencia de género, como si, alguien a quien le han dado un sartenazo en la cabeza para despertarlo, lo sintiera menos por pertenecer a uno u otro sexo. Como seguiremos denunciando la clara discriminación en el terreno laboral, tanto por los sectores en los que trabaja, como por la duración de la jornada laboral, o la imposibilidad manifiesta de conciliar vida laboral y familiar y que ahora aparece ne un segundo plano en relación con la urgencia en atender la situación de las mujeres.
Finalmente decir, que estos objetivos legítimos e irrenunciables por parte de los hombres, están en perfecta consonancia con los objetivos históricos del feminismo y la lucha por la igualdad y la no discriminación por razón de sexo. Así lo vengo constatando desde hace mucho tiempo, y puedo decir con completa rotundidad no sólo que, asumo como propio el contenido de “Por mal camino” de Elisabeth Badinter, o la carta al director de El País de las 150 mujeres y organizaciones de mujeres que protestaban ante quienes pretenden presentarse como el único feminismo, o las posiciones de la señora Sanahuja, y tanta otra gente que día a día entiende que la deriva actual del feminismo no nos lleva por buen camino. Por eso pediría desde aquí, que se deje de cuestionar la legitimidad o el carácter progresista y democrático de quienes venimos luchando por la igualdad, no desde hace cuatro días, cuando descubrimos el giro fundamentalista y radical de cierto feminismo, sino desde mucho antes, cuando hubo que pelear por las conquistas más elementales como la plena igualdad de derechos, el divorcio o el aborto y tantas y tantas cosas de las que, en mi caso particular, me considero tan coautor como el primero o la primera.
09 febrero, 2006
Noticia de La Vanguardia.
La norma establece un agravamiento de la pena en el caso de que el agresor sea un hombre y la víctima una mujer
El TC ha admitido a trámite la cuestión de inconstitucionalidad planteada por una juez de Murcia contra el precepto de la ley integral de violencia de género que establece un agravamiento de la pena en el caso de que el agresor sea un hombre y la víctima una mujer. En la providencia dictada por la sección tercera del TC se admite a trámite la cuestión que planteó la juez María Poza, titular del juzgado de lo penal número 4 de Murcia, pese al criterio contrario de la Fiscalía, que solicitó la inadmisión al entender que el agravamiento de penas para los varones resultaba constitucional debido a la "posición desventajosa de las mujeres". El Constitucional, que acuerda "tener por formulada" esa posición contraria de la Fiscalía, ha dado un plazo de quince días al Gobierno, al Congreso, al Senado y al fiscal general del Estado para que puedan presentar alegaciones. La juez, que presentó hasta dos cuestiones de inconstitucionalidad contra la citada ley, cuestiona la constitucionalidad de que la norma introduzca en el artículo 153.1 del Código Penal un agravamiento del castigo por maltrato "cuando la ofendida sea o haya sido esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad aún sin convivencia...". La titular del juzgado murciano entiende que pueden quedar vulnerados los artículos 10, 14 y 24.2 de la Constitución Española, relativos a los derechos fundamentales, a la no discriminación por razón de sexo y al derecho a la Justicia. Esa "discriminación positiva", que supone que coacciones o lesiones leves sean delitos en vez de faltas cuando el autor es un hombre y la víctima una mujer, su pareja o ex pareja, ha sido desde el inicio de su tramitación el aspecto más polémico de esta ley y fue criticada por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que emitió un informe contrario al texto del anteproyecto, aunque por un solo voto de diferencia.No sólo la citada juez de Murcia ha recurrido al Constitucional en relación con este asunto, ya que fuentes jurídicas cifran en más de una veintena las cuestiones presentadas por los titulares de otros juzgados de toda España, tanto contra la redacción del artículo 153.1 del Código Penal, como con la del 174.1, que establece idéntico agravamiento para el caso de las amenazas.
¿Igualdad?
Que un dato tan tosco como ese, que no tiene en cuenta, ni categorías profesionales, ni antigüedad, ni duración de la jornada laboral, ni sectores productivos, etc. se presente como medida de la discriminación salarial de las mujeres, no puedo entenderlo más que como fruto de un alineamiento completamente acrítico con las tesis del feminismo de género dispuesto, una vez abandonada cualquier idea de igualdad, a sostener el privilegio a costa de lo que sea, la estadística, las garantías jurídicas, la desigualdad penal, etc. De hecho aún cuando la brecha salarial entre extremeños y madrileños es superior a la que separa a hombres y mujeres, sólo en este último caso se analiza como discriminatoria. El por qué se me escapa, en cualquier caso, supone una doble vara de medir que algo debe indicar.
Para los que dan como bueno un dato como ése les formularía dos preguntas, la primera y más evidente sería, si no urge más resolver la discriminación de los extremeños por ser mayor, pues en su caso la brecha es del 70 %, o bien, si lo justo no sería que cobrase lo mismo quien trabaja 6 horas que quien lo hace 8, incluso yendo más lejos preguntar por qué, cada uno de nosotros, no puede reclamar el sueldo de un director general de multinacional, en aras de la igualdad y no discriminación, pues para todos los casos, la falta de criterio sería la misma.
No es de recibo que en nombre de una pretendida igualdad de género, nos carguemos las garantías jurídicas para el varón, la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, se invierta la carga de la prueba, nos carguemos incluso, las reglas de la estadística y creo que algo más que de la estadística y encima se pretenda que los hombres nos estemos callados contemplando como se nos hace responsables de todo cuanto de malo sucede en esta sociedad. Haría falta estar muy ciego para no ver en todo ello un atropello. Lo que no descarto es que en nuestro país haya muchos ciegos.
08 febrero, 2006
Igualdad por Ley
“La llamada Ley de Garantía de la Igualdad entre Hombres y Mujeres, anunciada desde hace meses por el Gobierno, no es una ley de género, puesto que busca erradicar las situaciones de desigualdad en ambos sexos, pero obviamente afecta sobre todo a las mujeres por ser las que más discriminación padecen.”
“Las medidas que propone el borrador no parecen inviables, tanto en lo referente a la igualdad retributiva -la brecha salarial ronda ahora el 30%- como a la conciliación de la vida laboral y familiar -con plena corresponsabilidad entre hombres y mujeres- y la flexibilización de los horarios de trabajo.”
“Pero resulta chocante que en las denuncias de discriminación por razón de sexo la carga de la prueba corresponda a la parte denunciada, es decir a la empresa, y no al denunciante o trabajador. Ello puede deberse a la desigualdad entre las partes, que aconseja exigir a la que dispone de más información la explicación de los motivos de la medida supuestamente discriminatoria. Pero es una medida que puede dar lugar a abusos y que ejemplifica la necesidad de cautelas y de prudencia para evitar excesos que podrían ocasionar situaciones de indefensión.”
He entresacado del editorial de hoy de El País titulado Igualdad por Ley, estos tres párrafos, porque me parecen muy interesantes cada uno de ellos.
El primero porque viene muy a cuento de algo de lo que hablamos aquí, en relación con la perspectiva de género. Obsérvese el párrafo que dice que no se trata de una ley de género,...... Es decir, para la perspectiva de género sólo la mujer puede ser objeto de medidas correctoras de desigualdad.
El segundo no acabo de entenderlo en un periódico generalmente solvente como es El País. La brecha salarial es tan cierta como aquella que dice que un trabajador madrileño gana un 70 % más que un extremeño. Me gustaría saber por que no se plantea también su corrección por ley.
Finalmente el último párrafo deja al descubierto que algo que ya viene sucediendo en la relación hombre mujer, como es la inversión de la carga de la prueba se extiende también al ámbito de la empresa. Para mi una legislación de ese tipo ni es igualitaria ni tan siquiera merece el nombre de democrática, no sé que pensáis vosotros.
28 enero, 2006
Quo vadis?
Ni la invisibilidad, ni la violencia de género quedan patentes por ningún lado, pues sea cual sea el momento que se escoja para analizar, la situación de inferioridad es la de él. El día del encuentro amoroso porque si no es disculpable su imprudencia al no usar ningún sistema anticonceptivo, no lo es menos la de ella, para quien no puede quedar duda de que no sólo no hay preservativo, tampoco píldora; cuando decide tener el hijo, porque es una decisión que sólo ella toma y ni tan siquiera parece que lo haga después de haberlo discutido con él y, finalmente, cuando decide irse a casa de sus padres, con el hijo de ambos, y con la exigencia de boda, porque la situación no es fruto de la voluntad de él sino de la de ella. Solo considerándola a ella como menor de edad o como incapaz para el ejercicio de su responsabilidad es posible hablar de violencia de género en este caso. Que el caso le sirva además para proclamar que el 70% de los hombres ante situaciones semejantes cometen violencia de género, nos da idea del grado de confusión mental y de carencia del más elemental sentido de la justicia y la equidad de personajes de este tipo que, por lo demás, no dudan en cometer a cada paso los “pecados” que dicen combatir.
Así, habla de falta de empatía ante la situación de ella, pero él no sólo incurre en esa falta de empatía hacia Juan, que es quien pide consejo, sino que escribe, como más arriba dije, como un entomólogo que analiza el comportamiento de un bicho raro desde la distancia del laboratorio, no dudando en acusar de violencia de género, a una persona que vive con angustia la disyuntiva en la que su compañera lo coloca al forzarlo a elegir entre casarse, o renunciar a ella y a su hijo.
En cuanto a quienes no dudan en recurrir a eufemismos indecentes para disculpar la censura, las mentiras sin cuento y el ejercicio de la prepotencia sin límite, sólo decirles que la ceguera ideológica puede ser mucha, pero confundir al verdugo con la víctima, a quien censura con quien es censurado, o disculpar la mentira, no son mimbres con los que se pueda construir el cesto de una sociedad más justa, superadora de las insuficiencias en las que estamos, sino más bien obstáculos para que eso pueda ser posible.
¿En qué lugar expenden títulos que conducen a diagnósticos tan equivocados? ¿Estas son las gentes que quieren ser protagonistas de una sociedad sin discriminación? ¿Es este el sentido de la justicia y la equidad que se espera reine en los tiempos venideros?
26 enero, 2006
Santa Inquisicion
Parece, sin embargo, que aquel ambiente de represión e intolerancia, ahora quiere ser recuperado por ciertos profeministas que, incapaces de sostener a la luz del debate y la confrontación de ideas sus rancios e impresentables postulados, recurren a las más abjectas artimañas y los más inverosímiles pretextos para evitar un debate abierto y democrático sobre lo que haya de entenderse por igualdad de sexos, y toda la problemáticas con ella relacionada. De hecho leyendo a alguno de sus portavoces cualquiera creería por el tono y el contenido que, más se está refiriendo a una verdad revelada que, a una cuestión que no puede sustraerse a la opinión del común de los mortales. Igualmente sus malos modos, su arrogancia, su prepotencia, su capacidad para soltar los insultos más indecentes, parece más, fruto de alguien que se considera en posesión de una verdad absoluta y de carácter sagrado, que de una idea como todas las de este mundo, válida sólo mientras se demuestre mejor que las otras, pero con el carácter relativo y necesariamente temporal de todas las ideas, mucho más si están ligadas, como es el caso, a posiciones ideológicas y estas su vez a intereses, algunos más decentes que otros.
Lo que no sé si saben es que con esta actitud lo que hacen es evidenciar la bajeza de su métodos y la pobreza de sus argumentos, al tiempo que muestran que la distancia entre el mensaje que dicen defender (no a la violencia) no puede más que quedar en entredicho teniendo en cuenta las demasiadas ocasiones en que recurren a la violencia verbal y a unos métodos de censura que se argumente lo que se argumente fueron siempre fruto de los reaccionarios y los que defendían intereses espurios.
16 enero, 2006
Igualdad asimétrica
En su momento me llamó poderosísimamente la atención que la izquierda pasase por recoger en la Ley contra la violencia de género, el diferente trato a hombres y mujeres. Me parecía que estaba cruzando un Rubicón de difícil retorno. No acabé de entenderlo, me parecía no equivocarme en que una diferenciación de ese tipo necesariamente rompía el principio de igualdad, y un principio no menos importante, el de la universalidad de la norma. Y esos habían sido principios de la izquierda desde hacía mucho tiempo. A partir de ese momento no se podría decir alegremente que la ley no hace distingos y se aplica a todos por igual, porque en este caso quedan excluidas todas.
Pero parece que la izquierda últimamente ha cambiado mucho. De nuevo con ocasión del debate sobre el Estatut, Maragall nos recuerda que para él no tiene sentido hablar de igualdad, que la eliminaría de la trilogía Libertad, Igualdad y Fraternidad. Propugna también la asimetría y la diferencia de trato, en función de la “personalidad” de cada comunidad, (en román paladino, la fuerza política para arrancar más o menos en un proceso de negociación). Y lo que ya me cuesta mucho más entender, es qué hacen ahí los Verdes e Iniciativa per Catalunya, en qué quedó el viejo internacionalismo que ya no vale ni para aplicar entre comunidades de un mismo Estado, qué hace la izquierda de la mano de la derecha, reclamando un sistema de financiación claramente injusto y discriminatorio, un sistema que explícitamente recoge la reducción progresiva de la solidaridad. ¿Todo está tan desdibujado que da lo mismo Iniciativa per Catalunya y los Verdes que Convergencia i Unió? ¿en última instancia lo que cuenta es la “nación”?
¿Dónde queda el federalismo? ¿Dónde el multilateralismo? ¿Apoyará todo el arco parlamentario catalán, que Europa aplique con España, el mismo principio y que cada Estado se financie según sus posibilidades? ¿Aceptará una reducción progresiva de la solidaridad? ¿Aceptaremos que los alemanes y los otros nos exhiban el superávit de nuestra balanza fiscal con Europa? ¿Los principio son para aplicar a conveniencia?
Quizá la igualdad liberal, formal, de la que hablan algunos no colme todas las aspiraciones, pero lo que yo observo, es que cuando esa igualdad falta, lo que aparece es el más puro darwinismo, la ley del más fuerte, y lo mismo da que hablemos de debate territorial que de igualdad de sexos. Cuando ese principio falla, no avanzamos, retrocedemos. Con esa igualdad, sin embargo, fuimos capaces de, ampliándola, reconocer los derechos sociales, el estado del bienestar y en esta última etapa las leyes de igualdad, incluso aquellas que ponen en peligro su existencia.
12 enero, 2006
Sobre identidades II
Alguna otra certeza es que desde luego la afirmación del feminismo culpabilizando al hombre de los roles tradicionales, parece más un arma ideológica que algo que se esté en condiciones de demostrar y, de hecho, muchos de los pilares sobre los que sustenta su teorización resultan un completo invento, por ejemplo, considerar que la mujer en la Roma clásica tenía la consideración de un siervo. Esto por ejemplo está demostrado completamente como falso históricamente, hasta el punto de que algunas de las libertades de que gozaron las mujeres romanas no volvieron a ser conocidas por la humanidad hasta prácticamente nuestros días.
Del mismo modo me parece que hablar del privilegio de la condición masculina sólo se entiende si para cada período histórico nos refiriéramos a la clase dirigente, en la que tampoco faltaban las mujeres. De otro modo, alguien debe explicar el privilegio no ya del esclavo romano, sino del mismo legionario, pues la profesión suponía 25 años de servicio sin poder casarse y fuertes castigos incluida la muerte para los desertores, o en la edad media la condición de los siervos, en el siglo XIX el trabajo industrial (Marx lo relata muy bien), o la condición de hombre en los momentos de las guerras, etc. Desde luego me resulta difícil ver el privilegio de haber peleado en el sitio de Verdúm, en Vietnam o ahora mismo morir en Irak, o sencillamente haber disfrutado el privilegio de hacer el servicio militar.
En nuestro días tenemos mil datos que avalan que lo de los privilegios suena bastante a cuento, a no ser que nos olvidemos de los trabajos duros y arriesgados, de los sin techo o de los que intentan desesperadamente llegar en pateras a nuestras costas. Como es imposible hacer un repaso histórico he mencionado sólo algunos momentos de la condición masculina en los que hablar de privilegio suena a coña. Pero hay más, la mujer que propugna la igualdad no propone que los papeles de la mujer pasen a ser desempeñados por el hombre y viceversa, lo que propone si habemos de juzgar por los hechos es una gran libertad de elección de modo de vida que incluye una relación privilegiada con la familia y la casa y una gran libertad en el terreno de lo laboral, dejando la iniciativa al hombre para muchos momentos, generalmente no los más fáciles.
No es sólo una anécdota: cuando el señor Zapatero entendió que las cosas se ponían cuesta arriba, habló de crear un núcleo duro formado por 5 personas, 4 eran hombres y no he visto protestar a ninguna feminista, como ahora mismo que hay que resolver el tema autonómico, no os sorprende que en tiempos de paridad, haya tan pocas mujeres, ..... podría seguir.
Por ejemplo la mujer se enfrenta al mundo laboral con una mentalidad diferente a la del hombre, pues si para éste parece que tendría una carácter inexorable, incorporándose antes, trabajando en jornadas más amplias y prolongando la vida laboral hasta la jubilación, además de estar abierto a todo el espectro de puestos y ocupaciones, en el caso de la mujer, este carácter inexorable no se produce, habiendo muchas mujeres que por voluntad propia deciden no incorporarse al mercado laboral, otras que después de incorporadas se retiran mucho antes de la jubilación, el catálogo de puestos a los que se accede está mucho más limitado, excluyendo los de seguridad, fuerza física y sobre todo riesgo, y buscando siempre fórmulas por ejemplo de empleo a tiempo parcial, etc. En estas circunstancias que se siga manipulando el tema de las remuneraciones de unos y otros es un auténtico escándalo. Si cobrásemos igual se estaría cometiendo la mayor de las injusticias.
La mujer se enfrenta al momento de la relación con el hombre con una mentalidad diferente a la del hombre. Por mucho que se diga los papeles en absoluto resultan intercambiables y desde luego quien considere que en este plano los hombres llevamos ventaja debiera hacer el esfuerzo de explicárnoslo a todos.
Hay muchas otras cosas que también me llaman la atención. Safo fue una gran poetisa griega y no se sabe muy bien por que no hubo muchas otras Safos. Los Ilustrados franceses se reunían a petición de las damas en los salones de los palacios, estas mujeres poseían todas amplia cultura, pero ninguna de ellas parece que se decidiera a entrar en el mundo de los Ilustrados fuera de estas reuniones. Como todo el mundo sabe a Rosa Aguilar se le ha ofrecido la presidencia de Izquierda Unida y al parecer lo rechaza. Pero un hecho mucho más incontrovertible: habéis observado la escasa participación de las mujeres en los debates sobre la reforma educativa a pesar de que son mayoría en la profesión, o su mermada presencia en las direcciones de los centros de enseñanza. El porqué las mujeres actúan frente a algunas situaciones de la forma que lo hacen debiera ser obligación suya explicarlo, pero desde luego da mucho más rédito culpar a los hombres o a la sociedad machista.
08 enero, 2006
Sobre identidades I
Negros y blancos tenemos color de piel diferente y, que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido la idea de que para ser iguales en derechos debamos ser de un mismo color. Sin embargo, un buen número de feministas y profeministas parecen empeñadas y empeñados en proponer algo parecido a lo de un solo color, en este caso, un solo género, por cuanto al ser todas las diferencias entre ambos de tipo cultural la búsqueda de la perfecta intercambiabilidad entre ambos sería posible. Más grave me parece todavía quienes en base a no se sabe muy bien qué, han establecido que los hombres si queremos establecer nuestra humanidad lo que tenemos que hacer es tomar como patrón a la mujer, un ser mucho más desarrollado especialmente en el terreno emocional.
La naturaleza nos ha querido diferentes y lo somos en el plano anatómico, morfológico pero también en cuanto a configuración cerebral como ponen de manifiesto las técnicas más avanzadas de estudio en relación con el llamado nuevo mapa del cerebro. Estas diferencias entre los sexos no son sólo de naturaleza genética o biológica, sino que en la medida en que somos seres sociales y culturales, según las diferentes épocas históricas han cristalizado en patrones de conducta diferenciados.
A mi entender, por tanto, la discusión sobre si hombres y mujeres somos diferentes carece de sentido y, quizá, lo que merecería la pena sería establecer la discusión en como deslindar, aunque sólo fuese de forma aproximada, los aspectos de la conducta de hombres y mujeres modificables en un período histórico razonable y cuales responden a una suma de diferencias biológicas y patrones culturales que hunden sus raíces en el origen de la especie y que, por tanto, resulta ilusorio pensar que se van a eliminar en el plazo de una generación o de algunas generaciones.
De ese modo dejaríamos de lado prácticas dirigidas, en la intención, porque en el resultado son imposibles, a limitar o incluso borrar, las diferencias de estrategia que niños y niñas siguen en sus procesos de formación y juego desde el día de su nacimiento. Como la tozuda experiencia demuestra, una y otra vez, pretender que se consigue algo dando a niños y niñas los mismos juguetes, es una de los fracasos más evidentes de este tipo de enfoques. Las niñas terminan dándole mimos al camión y los niños terminan haciendo de la muñeca un soldado.
Otros experimentos, como el de obligar a los niños a hacer pis sentados, sencillamente, me parecen obscenos, y no tiene nombre que, la Consejera de educación de Andalucía pretenda que niños y niñas ocupen exactamente el mismo espacio en el patio del colegio. Aunque lamentablemente, me supongo por bastante tiempo veremos estas y otras cosas de parecido tenor, pues estas prácticas no están en decadencia sino que parecen florecer cada día con mayor variedad.
(De momento lo dejo aquí. Otro día procuraré completar el desarrollo de este tema.)