Las feministas de género dicen tener su razón de ser y su objetivo último en la conquista de la igualdad. Los hechos sin embargo no hacen más que desmentirlas. Quisiera desde este blog no solo denunciar la deriva neofeminista, también combatir la estigmatización de los hombres y reivindicar la dignidad de lo masculino.
31 diciembre, 2009
28 diciembre, 2009
¿Qué igualdad?
Pienso en la idea de igualdad que se nos está vendiendo y se me viene a la cabeza aquella campaña que decía: Te lo diré 1000 veces… ¡Somos iguales! Y me pregunto:
¿Por qué habría de ser necesario repetirlo mil veces? ¿Será que lo que se proclama con las palabras no se corresponde con los hechos y se trata más de vencer que de convencer?
¿Por qué esa necesidad del feminismo de género de esconderse detrás de una campaña publicitaria tras otra?
¿Por qué esa necesidad de esconderse siempre detrás de algo y no dar nunca la cara?
Cuando el feminismo dice IGUALDAD, ¿qué quiere decir?
¿Quiere decir, que la guerra es cosa de hombres y que por eso sólo a ellos compete?
¿Quiere decir, no a la custodia compartida?
¿Quiere decir, que la ley debe ser y aplicarse diferente según el sexo?
¿Quiere decir, que los recursos públicos deben aplicarse preferentemente a favor de las mujeres?
¿Quiere decir, que el feminismo institucional tiene derecho a una parte de la Administración en exclusiva porque ellas lo valen?
¿Quiere decir, que existe un género bueno y un género malo, un género víctima y un género verdugo?
Si realmente quiere decir todas esas cosas, ¿cómo es posible que sigan hablando de igualdad?
Eso no es igualdad. Esas son las derivaciones de una ideología para la cual hay un sexo con derechos y otro sin ellos; una ideología que practica un vulgar racismo de género; una ideología a la que sólo preocupa el poder y sus manifestaciones y que para alcanzar sus fines no duda en todo tipo de tretas y artimañas que eviten que alguna vez tenga que explicar, argumentar y rendir cuentas y hacerlo en primera persona y a la luz pública.
Una ideología que ha convertido su mensaje y sus prácticas en un Credo que, como toda verdad revelada, no puede ser discutido, sólo acatado, y en su expresión más genuina pretende que la situación de la mujer en el patriarcado es equiparable a la de los judíos bajo el nazismo y por tanto lícito que se aplique a quien discrepe los mismos criterios que si del Holocausto o el terrorismo se tratase. Un Credo en el que no puede faltar un pecado original, claro que, en este caso, referido exclusivamente al varón tocado de una mancha que exigiría “cambiar al hombre”, olvidando lo que ya hace tanto tiempo dijo Spinoza:
“Se imaginan, sin duda, que cumplen una misión divina y que alcanzan la máxima sabiduría haciendo múltiples elogios de una naturaleza humana inventada para acusar de este modo más despiadadamente la que existe de hecho. No conciben a los hombres tal cual son, sino como ellos quisiesen que fuesen. Con frecuencia, en lugar de una ética, escriben una sátira.” B. Spinoza, El filósofo y la política
Una ideología que practica el viejo principio del privilegiado de negar al otro lo que exige para sí. Las mujeres según esto tendrían derecho al trabajo –determinado tipo de trabajos, con 21 fórmulas especiales de contratación y derecho a la conciliación familiar-; a la participación en la política y en la economía con iguales oportunidades de acceso que los hombres –paridad-; y a todo tipo de discriminaciones positivas: en los medios de comunicación, en el acceso a todo tipo de puestos, en la producción cinematográfica… Los hombres jamás serían acreedores a ningún estímulo o ayuda, ni tan siquiera cuando la realidad muestra su inferioridad objetiva.
Los hijos, no cabe discusión, son suyos, lo mismo que el domicilio conyugal, y por supuesto todas la virtudes asociadas no sólo al hecho de parir también todas las relacionadas con el cuidado y la crianza. Virtudes que por supuesto no sólo corresponderían a aquellas mujeres que efectivamente son o han sido madres, sino a todas las mujeres y a las que de ningún modo son acreedores los hombres incluidos los que han sido padres y tal vez, grandes y buenos padres. Poco importa que la mujer madre y trabajadora sea sólo una parte del género femenino, o que el hombre con poder sea una minoría, lo real no puede desmentir a lo simbólico.
Para lograr ese ambicioso objetivo lo jurídico y lo político se han revelado las grandes armas de este feminismo. En lo jurídico blindando la situación de la mujer a lo largo de toda su vida, al tiempo que se castiga durísimamente al hombre, a quien no se le reconocen en ningún momento derechos en igualdad y ante quien quedan olvidadas todas las grandes conquistas de la modernidad y la democracia, particularmente la presunción de inocencia. En lo político el feminismo ha conseguido, sin ocupar los puestos más destacados, que tanto los sindicatos como los partidos políticos lleven a cabo sus políticas como si de una encomienda ineludible se tratase.
Una ideología que bajo el pretexto de que casi todo cuando han dicho y escrito los hombres es machista y misógino, pretenden un mundo plano, sin dimensiones, olvidando tanto el tiempo y con ello la historia -también la del pensamiento-, como el espacio de tal modo que nada importarían ni civilizaciones, ni culturas, ni matices, la cosa sería tan simple como que, aquí lo que hay son hombres y mujeres y lo que se debe hacer es lo que ellas digan, pues su condición de víctimas las hace acreedoras a todos los derechos como la condición de verdugo del hombre sólo le reportaría débitos. No tenemos nada que demostrar y porque nosotras lo valemos serían sus credenciales.
Una ideología que no se caracteriza ni por el cuidado de las formas, ni por su honestidad, ni por su altura. Una ideología a la que le cuesta el debate, la autocrítica, una ideología que no disimula su deseo de establecer el blindaje de sus verdades mediante la prohibición y la censura, una ideología que cada día niega con más fuerza e insistencia el derecho de expresión, que ha reducido la figura de los jueces en los asuntos de género a mera caricatura sólo capacitados para aplicar una norma definida hasta en sus más mínimos detalles de tal modo que sólo quepa la interpretación que el género desea y que ha establecido rigurosos protocolos sobre como han de contar estas noticias los medios de comunicación.
Una ideología que ha situado el debate en el nivel en el que se lo encontró Sócrates allá por el siglo V antes de Cristo cuando se hizo necesario diferenciar la razón de la mitología, pues está instalada en un lenguaje declarativo propio de la religión y del mito, como si no fuera necesario demostrar lo que se dice y bastase con un porque lo digo yo o porque yo lo valgo. Una ideología para la que la verdad es un término en desuso y su búsqueda una quimera imposible. Una ideología que se parapeta tras las víctimas de la violencia doméstica en un ejercicio de apropiación inadmisible y a las que sin ningún rubor usa como coartada para todos sus fines.
Una ideología que recurre demasiadas veces al anatema para rechazar cualquier crítica, no ya a sus planteamientos, sino también a la legislación de género aprobada bajo su inspiración como la Ley de divorcio: sea por su negativa de la custodia compartida, sea por el uso fraudulento que de la misma se está haciendo, sea porque las sentencias terminan concediendo la vivienda familiar y la custodia de los hijos a las madres, sea incluso por denunciar la manipulación de los hijos por parte de algún progenitor… La posición de este feminismo, equiparando la custodia compartida y el SAP al maltrato, revela mejor que ninguna otra cosa la perversión de una ideología que ha hecho de la amenaza y el anatema sus únicas formas de diálogo y respuesta.
17 diciembre, 2009
Feminismo y poder
El feminismo institucional es una fuerza aplastantemente mayoritaria en la vida política, social y cultural. Casa mal con esta constatación la permanente obsesión de sus defensoras por aparecer siempre como las víctimas. Y más allá de ese poder que ejerce de forma innegable, ha introducido en el ordenamiento jurídico y en muchas de las prácticas sociales, una serie de leyes y normas que tardarán mucho en ser modificadas y que hasta el presente no han sido más que fuentes de desigualdad.
En el video sobre hombres maltratados colgado en Buenamente su protagonista dice: que si en lugar de llamarse Paco se llamase Paca lo tendría todo, “no estaríamos aquí, tendría las criaturas, tendría el piso…” frase que sin duda repetirían la mayor parte de los padres separados ya que la justicia de una forma ciega y mecánica ha decidido en la aplastante mayoría de los casos conceder ambas cosas a la madre. No es poco, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad patriarcal en la que los poderes los tiene el hombre y los usa para mantener oprimidas a las mujeres.
Pasados ya muchos días del suceso de Tenerife en el que la vida de Diego, un hombre de 25 años, va a quedar tocada para siempre, nadie ha osado levantar la voz para pedir un cambio en el protocolo de actuación en los casos de violencia de género, a pesar de que hasta el momento ya son muchos los inocentes que han debido pagar por algo que no habían cometido. Y, ¡ojo! los que finalmente han conseguido liberarse de una acusación falsa, lo han sido porque ellos mismos han podido aportar pruebas que demostraban palmariamente la imposibilidad de haber sido quienes cometieran el delito.
¿Y si esto le hubiese sucedido a una mujer? ¿Estaría el poder político tan callado como si tal cosa no fuese con él? ¿Qué cosas no se estarían oyendo del poder judicial, de la clase médica y los cuerpos de seguridad del Estado? ¿Cómo habría reaccionado esa parte de la Administración en manos del feminismo institucional?
Lo que creo está en juego es si la sociedad que queremos puede ser construida a instancia de uno de los sexos condenando al otro al ostracismo. Lo relatado en este artículo debiera hacernos reflexionar sobre qué bases se pretende asentar la sociedad y el poder político y social. También recordarle a ese feminismo que si a fuerza de llenarse la boca en relación con la ética del cuidado, no habrán dado al traste la ética de la justicia. Todas las denuncias realizadas por el feminismo al poder de los hombres podrían volverse sin mucho esfuerzo contra sus prácticas y pretensiones actuales. En fin, el reverso de la ética de Kant: hazle al otro cuando puedas lo que antes denunciaste que te hacían a ti.
Si denunciaron que los derechos humanos eran en realidad derechos del hombre ahora podemos realizar un repaso sobre lo que sucede en la legislación y veremos que al lado de los genéricos lo que a mayores encontramos son derechos de la mujer; si pensamos en la denuncia de las mujeres contra las sociedades de hombres, ahora nos encontramos con que el feminismo sí puede mantener y cultivar un espacio propio, también en la Administración pública; si pensamos en su denuncia por la escasa escolarización de las niñas, ahora debemos entender el fracaso y abandono escolar como “daños colaterales” de la igualdad; si pensamos en el reparto del trabajo vemos que, sin ningún problema, al género masculino se le reservan los más duros y arriesgados como siempre ha sido; si pensamos en la familia y la reproducción todos los derechos son de las mujeres…
En nuestro país por lo demás todo esto se ha llevado más lejos que en ningún otro y sencillamente se ha borrado al hombre como sujeto de derechos en amplísimos capítulos de la vida pública y privada. Si en algún momento los países nórdicos parecían el ejemplo a seguir, a estas alturas todo lo allí conseguido parece poco y nuestro feminismo parece dispuesto a darle a todo el mundo una lección. Como si estuviéramos condenados a dar lecciones a los demás siempre. En otro momento, en una actitud más papista que el Papa, constituimos la reserva espiritual de Occidente y ahora parece que nos queramos convertir en la avanzadilla y reserva del fundamentalismo feminista del Planeta.
Podríamos preguntarnos si ese feminismo que reclama discriminación positiva para que la mujer pueda incorporarse a los puestos en que menor representación tenía en la sociedad tradicional, estaría dispuesto a considerar algo parecido, por ejemplo en relación con el hombre y los hijos y la necesidad de que la conciliación laboral y familiar lo tuviera en cuenta. La respuesta está bien clara, no sólo nada de custodia compartida, sino que los hijos, como en la sociedad tradicional, son de las madres y con nadie pueden estar mejor que con ellas. Los derechos del hombre son fácilmente anulables, no así las obligaciones que jamás prescriben. Obligaciones sí, derecho ninguno. En la actual legislación los hombres hemos pasado a ser “el otro progenitor”.
En el terreno de la reproducción asistida, la mujer vuelve a ser el centro de todas las atenciones y todos los derechos. Aquí al contrario de lo que sucede en las legislaciones nórdicas, el principal bien jurídico a defender no es la criatura que nacerá, sino de nuevo la mujer, en este caso la madre. Y por si a alguien se le olvidaba quién manda aquí y quién fija los límites, en nuestra legislación, están prohibidos los vientres de alquiler que sí recogen otras legislaciones. Obsérvese el círculo que se traza alrededor del hombre, donde en lo relativo a la reproducción nada puede ni nada decide.
Sería un primer círculo de exclusión que se completará más tarde con la ausencia de la figura del varón no sólo en muchos hogares, también en la escuela, de tal modo que algunas criaturas sólo se tropiezan con la figura masculina cuando ya van transcurridos varios años de su vida. Contrasta en ese sentido el interés que muestran las campañas en que se llama a compartir las tareas del hogar, porque el hombre cocine, limpie o planche, pero nada dicen del cuidado de los niños ni de la figura del padre. Consciente o inconscientemente el feminismo está consiguiendo aislar a los hijos de la figura masculina, hasta bien avanzado su desarrollo.
En la reproducción todos los derechos y de modo absoluto pertenecen a la mujer. El hombre no tiene ninguno y ha de estar a lo que decida su pareja, tenerlo o no tenerlo, incluso tenerlo contra su voluntad. “Tendré hijos si yo lo digo y cuando yo lo diga, han proclamado las feministas”. Contra lo que quizá no haya nada que objetar, en una decisión tan soberana, si luego no se implicase a los demás llegada la hora de las responsabilidades. Porque eso es finalmente lo que sucede. Se trata de algo parecido a esas empresas a las que gusta mucho privatizar las ganancias pero cuando las cosas se ponen mal lo que piden es la socialización de las pérdidas. Contrasta enormemente esta reserva absoluta de derechos, pero luego cuando se trata de asumir responsabilidades por el rumbo que está tomando el mundo de los hijos, entonces ésta quede dividida a partes iguales, incluso por ese uso interesado del lenguaje la responsabilidad se atribuya a los padres.
No tocaré de nuevo el tema de la prostitución dada la hipocresía mostrada hasta el momento por este feminismo para el que constituye una forma de esclavitud, pero luego se olvida y oculta, tanto la prostitución de lujo, como la masculina y pretenden que no existen. Tampoco mentaré los oídos sordos que prestan a esas mujeres famosas que alardean de sus experiencias con el sexo pagado. Por no mencionar a las mujeres pantera de las que habló en su momento Elvira Lindo o ese turismo sexual de mujeres europeas a ciertos países africanos.
En mis últimos post vengo insistiendo en el poder casi omnímodo del feminismo institucional, porque es tan profundo el lavado de cerebro que tenemos al respecto, que buena parte de la sociedad hace suyo el mito de la mujer como ese ser privado de lo más elemental y el hombre como el señor feudal que todo lo vigila y todo lo ordena. Nada más lejos de la realidad. De hacer caso del feminismo institucional y sus adláteres los hombres gozaríamos de todos los poderes: Zapatero en el Gobierno, dos hombres al frente de los principales sindicatos, Botín como el señor de la finanzas, la prensa dirigida por hombres…
Si vamos a la realidad de los hechos descubrimos que el Plan sobre economía sostenible a lo que hace referencia de forma singular es al empleo femenino, los sindicatos tienen a su cabeza a dos hombres, pero sus políticas redundan más a favor de la féminas que de los hombres, baste con citar en qué lugar de sus preocupaciones están los accidentes laborales, o que no se tomen la molestia de desmentir lo de la discriminación salarial, o que, en este contexto en que los grandes perdedores de la crisis son los varones no hayan realizado ninguna propuesta y continuemos con las 21 formas especiales de contratación femenina frente a ninguna masculina. En relación con Botín y la prensa más de lo mismo. La prensa escrita diaria efectivamente está dirigida por varones pero lo que en sus páginas defienden son las políticas de género, en cuanto a Botín, no sé si alguno de vosotros ha recibido los préstamos más baratos por ser hombre, en mi caso no.
Ya expliqué en otro post que el feminismo habría fracasado en la creación de un partido político propio pero han conseguido algo mucho más fuerte: que sus políticas se impongan en todo el espectro político. En lo ideológico no se quedan a la zaga, y bien se puede decir que los 200 años del mismo no han pasado en balde y a estas alturas es difícil encontrar algún asunto: sea de índole personal o política que no esté contaminado, y de qué forma, de la visión de género en unos términos en que los hombres y lo masculino aparecemos como el lado sombrío de la humanidad frente a la luz que reflejarían lo femenino y las mujeres.
Para ver hasta qué punto tenemos interiorizada la desigualdad se me ocurre pensar en que más de la mitad de las publicaciones de periodicidad no diaria estuvieran dedicadas en práctica exclusiva a los hombres. Tal cosa sucede, pero con las mujeres, sin que al parecer se den por aludidas ya que lo que siguen denunciando es la mayor presencia masculina en la prensa diaria. Cosa que como ya he dicho antes en ningún modo cabe entender como defensa del género masculino, más bien al contrario. No así la mayor presencia femenina en el quiosco donde parece claro que redunda en favor directo y exclusivo de las féminas en aspectos tan variados como la conciencia de género, la salud… El caso de Lidia Bosch puede resultar paradigmático.
En fin, que los varones debemos reflexionar seriamente sobre estos asuntos porque tengo la sensación de que nos toman el pelo después de habernos timado, y si no hacemos nada porque esto cambie ocurrirá indefinidamente.
P.D. Francisco Serrano en el diario El Mundo y aquí en vídeo
En el video sobre hombres maltratados colgado en Buenamente su protagonista dice: que si en lugar de llamarse Paco se llamase Paca lo tendría todo, “no estaríamos aquí, tendría las criaturas, tendría el piso…” frase que sin duda repetirían la mayor parte de los padres separados ya que la justicia de una forma ciega y mecánica ha decidido en la aplastante mayoría de los casos conceder ambas cosas a la madre. No es poco, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad patriarcal en la que los poderes los tiene el hombre y los usa para mantener oprimidas a las mujeres.
Pasados ya muchos días del suceso de Tenerife en el que la vida de Diego, un hombre de 25 años, va a quedar tocada para siempre, nadie ha osado levantar la voz para pedir un cambio en el protocolo de actuación en los casos de violencia de género, a pesar de que hasta el momento ya son muchos los inocentes que han debido pagar por algo que no habían cometido. Y, ¡ojo! los que finalmente han conseguido liberarse de una acusación falsa, lo han sido porque ellos mismos han podido aportar pruebas que demostraban palmariamente la imposibilidad de haber sido quienes cometieran el delito.
¿Y si esto le hubiese sucedido a una mujer? ¿Estaría el poder político tan callado como si tal cosa no fuese con él? ¿Qué cosas no se estarían oyendo del poder judicial, de la clase médica y los cuerpos de seguridad del Estado? ¿Cómo habría reaccionado esa parte de la Administración en manos del feminismo institucional?
Lo que creo está en juego es si la sociedad que queremos puede ser construida a instancia de uno de los sexos condenando al otro al ostracismo. Lo relatado en este artículo debiera hacernos reflexionar sobre qué bases se pretende asentar la sociedad y el poder político y social. También recordarle a ese feminismo que si a fuerza de llenarse la boca en relación con la ética del cuidado, no habrán dado al traste la ética de la justicia. Todas las denuncias realizadas por el feminismo al poder de los hombres podrían volverse sin mucho esfuerzo contra sus prácticas y pretensiones actuales. En fin, el reverso de la ética de Kant: hazle al otro cuando puedas lo que antes denunciaste que te hacían a ti.
Si denunciaron que los derechos humanos eran en realidad derechos del hombre ahora podemos realizar un repaso sobre lo que sucede en la legislación y veremos que al lado de los genéricos lo que a mayores encontramos son derechos de la mujer; si pensamos en la denuncia de las mujeres contra las sociedades de hombres, ahora nos encontramos con que el feminismo sí puede mantener y cultivar un espacio propio, también en la Administración pública; si pensamos en su denuncia por la escasa escolarización de las niñas, ahora debemos entender el fracaso y abandono escolar como “daños colaterales” de la igualdad; si pensamos en el reparto del trabajo vemos que, sin ningún problema, al género masculino se le reservan los más duros y arriesgados como siempre ha sido; si pensamos en la familia y la reproducción todos los derechos son de las mujeres…
En nuestro país por lo demás todo esto se ha llevado más lejos que en ningún otro y sencillamente se ha borrado al hombre como sujeto de derechos en amplísimos capítulos de la vida pública y privada. Si en algún momento los países nórdicos parecían el ejemplo a seguir, a estas alturas todo lo allí conseguido parece poco y nuestro feminismo parece dispuesto a darle a todo el mundo una lección. Como si estuviéramos condenados a dar lecciones a los demás siempre. En otro momento, en una actitud más papista que el Papa, constituimos la reserva espiritual de Occidente y ahora parece que nos queramos convertir en la avanzadilla y reserva del fundamentalismo feminista del Planeta.
Podríamos preguntarnos si ese feminismo que reclama discriminación positiva para que la mujer pueda incorporarse a los puestos en que menor representación tenía en la sociedad tradicional, estaría dispuesto a considerar algo parecido, por ejemplo en relación con el hombre y los hijos y la necesidad de que la conciliación laboral y familiar lo tuviera en cuenta. La respuesta está bien clara, no sólo nada de custodia compartida, sino que los hijos, como en la sociedad tradicional, son de las madres y con nadie pueden estar mejor que con ellas. Los derechos del hombre son fácilmente anulables, no así las obligaciones que jamás prescriben. Obligaciones sí, derecho ninguno. En la actual legislación los hombres hemos pasado a ser “el otro progenitor”.
En el terreno de la reproducción asistida, la mujer vuelve a ser el centro de todas las atenciones y todos los derechos. Aquí al contrario de lo que sucede en las legislaciones nórdicas, el principal bien jurídico a defender no es la criatura que nacerá, sino de nuevo la mujer, en este caso la madre. Y por si a alguien se le olvidaba quién manda aquí y quién fija los límites, en nuestra legislación, están prohibidos los vientres de alquiler que sí recogen otras legislaciones. Obsérvese el círculo que se traza alrededor del hombre, donde en lo relativo a la reproducción nada puede ni nada decide.
Sería un primer círculo de exclusión que se completará más tarde con la ausencia de la figura del varón no sólo en muchos hogares, también en la escuela, de tal modo que algunas criaturas sólo se tropiezan con la figura masculina cuando ya van transcurridos varios años de su vida. Contrasta en ese sentido el interés que muestran las campañas en que se llama a compartir las tareas del hogar, porque el hombre cocine, limpie o planche, pero nada dicen del cuidado de los niños ni de la figura del padre. Consciente o inconscientemente el feminismo está consiguiendo aislar a los hijos de la figura masculina, hasta bien avanzado su desarrollo.
En la reproducción todos los derechos y de modo absoluto pertenecen a la mujer. El hombre no tiene ninguno y ha de estar a lo que decida su pareja, tenerlo o no tenerlo, incluso tenerlo contra su voluntad. “Tendré hijos si yo lo digo y cuando yo lo diga, han proclamado las feministas”. Contra lo que quizá no haya nada que objetar, en una decisión tan soberana, si luego no se implicase a los demás llegada la hora de las responsabilidades. Porque eso es finalmente lo que sucede. Se trata de algo parecido a esas empresas a las que gusta mucho privatizar las ganancias pero cuando las cosas se ponen mal lo que piden es la socialización de las pérdidas. Contrasta enormemente esta reserva absoluta de derechos, pero luego cuando se trata de asumir responsabilidades por el rumbo que está tomando el mundo de los hijos, entonces ésta quede dividida a partes iguales, incluso por ese uso interesado del lenguaje la responsabilidad se atribuya a los padres.
No tocaré de nuevo el tema de la prostitución dada la hipocresía mostrada hasta el momento por este feminismo para el que constituye una forma de esclavitud, pero luego se olvida y oculta, tanto la prostitución de lujo, como la masculina y pretenden que no existen. Tampoco mentaré los oídos sordos que prestan a esas mujeres famosas que alardean de sus experiencias con el sexo pagado. Por no mencionar a las mujeres pantera de las que habló en su momento Elvira Lindo o ese turismo sexual de mujeres europeas a ciertos países africanos.
En mis últimos post vengo insistiendo en el poder casi omnímodo del feminismo institucional, porque es tan profundo el lavado de cerebro que tenemos al respecto, que buena parte de la sociedad hace suyo el mito de la mujer como ese ser privado de lo más elemental y el hombre como el señor feudal que todo lo vigila y todo lo ordena. Nada más lejos de la realidad. De hacer caso del feminismo institucional y sus adláteres los hombres gozaríamos de todos los poderes: Zapatero en el Gobierno, dos hombres al frente de los principales sindicatos, Botín como el señor de la finanzas, la prensa dirigida por hombres…
Si vamos a la realidad de los hechos descubrimos que el Plan sobre economía sostenible a lo que hace referencia de forma singular es al empleo femenino, los sindicatos tienen a su cabeza a dos hombres, pero sus políticas redundan más a favor de la féminas que de los hombres, baste con citar en qué lugar de sus preocupaciones están los accidentes laborales, o que no se tomen la molestia de desmentir lo de la discriminación salarial, o que, en este contexto en que los grandes perdedores de la crisis son los varones no hayan realizado ninguna propuesta y continuemos con las 21 formas especiales de contratación femenina frente a ninguna masculina. En relación con Botín y la prensa más de lo mismo. La prensa escrita diaria efectivamente está dirigida por varones pero lo que en sus páginas defienden son las políticas de género, en cuanto a Botín, no sé si alguno de vosotros ha recibido los préstamos más baratos por ser hombre, en mi caso no.
Ya expliqué en otro post que el feminismo habría fracasado en la creación de un partido político propio pero han conseguido algo mucho más fuerte: que sus políticas se impongan en todo el espectro político. En lo ideológico no se quedan a la zaga, y bien se puede decir que los 200 años del mismo no han pasado en balde y a estas alturas es difícil encontrar algún asunto: sea de índole personal o política que no esté contaminado, y de qué forma, de la visión de género en unos términos en que los hombres y lo masculino aparecemos como el lado sombrío de la humanidad frente a la luz que reflejarían lo femenino y las mujeres.
Para ver hasta qué punto tenemos interiorizada la desigualdad se me ocurre pensar en que más de la mitad de las publicaciones de periodicidad no diaria estuvieran dedicadas en práctica exclusiva a los hombres. Tal cosa sucede, pero con las mujeres, sin que al parecer se den por aludidas ya que lo que siguen denunciando es la mayor presencia masculina en la prensa diaria. Cosa que como ya he dicho antes en ningún modo cabe entender como defensa del género masculino, más bien al contrario. No así la mayor presencia femenina en el quiosco donde parece claro que redunda en favor directo y exclusivo de las féminas en aspectos tan variados como la conciencia de género, la salud… El caso de Lidia Bosch puede resultar paradigmático.
En fin, que los varones debemos reflexionar seriamente sobre estos asuntos porque tengo la sensación de que nos toman el pelo después de habernos timado, y si no hacemos nada porque esto cambie ocurrirá indefinidamente.
P.D. Francisco Serrano en el diario El Mundo y aquí en vídeo
15 diciembre, 2009
Una gota en el océano
Recientemente una de mis entradas llevaba el título de: Algo está cambiando. Parece que es así, al menos a nivel de la prensa. Primero El País y ahora El Mundo hacen amago de corregir un rumbo excesivamente profeminista que los estaba alejando no sólo de los hombres también de la realidad, y comienzan de modo diferente en cada uno de los casos a dar cabida a la crítica del fundamentalismo feminista.
De lo que ya no estoy seguro es que todo esto no responda más que a una circunstancia coyuntural que cesará cuando, como al parecer sucede en Público, alguien dé la orden de que se acabó la disidencia y establezca la necesidad de volver a los cauces establecidos evitando cualquier cuestionamiento o crítica del feminismo institucional.
Si pensamos que esta apertura a la crítica no existía hace muy poco tiempo, el hecho de que ahora suceda parece un paso adelante; pero cuando nos damos cuenta de la inmensidad de medios del feminismo institucional para contrarrestar todo esto, uno no puede evitar la sensación de que nada ha cambiado porque haría falta multiplicar muchas veces su tamaño para no dejar de ser una pequeña gota en el océano del pensamiento único feminista.
P.D. viñeta de Erlich
De lo que ya no estoy seguro es que todo esto no responda más que a una circunstancia coyuntural que cesará cuando, como al parecer sucede en Público, alguien dé la orden de que se acabó la disidencia y establezca la necesidad de volver a los cauces establecidos evitando cualquier cuestionamiento o crítica del feminismo institucional.
Si pensamos que esta apertura a la crítica no existía hace muy poco tiempo, el hecho de que ahora suceda parece un paso adelante; pero cuando nos damos cuenta de la inmensidad de medios del feminismo institucional para contrarrestar todo esto, uno no puede evitar la sensación de que nada ha cambiado porque haría falta multiplicar muchas veces su tamaño para no dejar de ser una pequeña gota en el océano del pensamiento único feminista.
P.D. viñeta de Erlich
10 diciembre, 2009
El poder absoluto corrompe absolutamente
El poder tiende a corromper y el poder absoluto tiende a corromper absolutamente. Quizá a muchos les resulte exagerado, pero esa es mi opinión sobre lo que está pasando con el feminismo institucional: que se trata de un poder que se está ejerciendo sin límites. Un poder que desconoce cualquier freno o cortapisa, un poder ajeno a cualquier reflexión autocrítica y que sin mucho disimulo pretende, y hasta el presente lo ha conseguido, cercenar cualquier atisbo de debate o de crítica. Un feminismo que por lo demás no se ha caracterizado por su honestidad intelectual y que ha elevado a categoría aquello de haz lo que yo digo y no lo que yo hago, no dudando en echar mano para sus fines de todo aquello que había criticado a los hombres y el patriarcado.
Que sea el Congreso quien dilucide un tema como el SAP, que tendría que haberse mantenido como un tema de discusión de profesionales y científicos; que la mayor parte de las Asambleas de las CC.AA. hayan entrado a prohibir la educación diferenciada antes de haberla explorado como instrumento pedagógico, identificándola interesadamente con la segregación por sexos; que un tema tan grave como el del fracaso escolar de los varones pueda haber sido silenciado o que algo tan delicado como el aborto se esté llevando a extremos que hagan difícil que personas que no tendrían dudas en decir sí a una ley al estilo europeo, las tengan con la que actualmente se discute, son algunas de las manifestaciones de una legislación de género que viene a sumarse a un compendio ya existente que amenaza con convertir a nuestro país en el reino del fundamentalismo feminista.
Quien pretende que la única violencia injustificable es la de género, olvidando todas las demás. Quien no duda en ocultar la violencia femenina para sostener su insostenible idea de un sexo verdugo y un sexo víctima. Quien pretende que su ideología cargada de intereses y resentimiento no es tal sino una verdad indiscutible. Quien más allá de una legislación cargada de sexismo y desigualdad, no ha cesado ni cesa de ejercer presión sobre todos: jueces, médicos, periodistas… sin que le importe mucho lo que pueda asfixiar: ecuanimidad, equidad, derecho de expresión… Quien así piensa y actúa ocupa puestos muy relevantes del poder político en nuestro país y parece estar dispuesta a llevar hasta sus últimas consecuencias una ideología que si en su mera formulación mete miedo, llevada a la política amenaza con estropear muchas grandes cosas. Por eso quizá para cerrar esta exposición lo mejor sea una cita de Elisabeth Badinter en su libro: Por mal camino, que nos sitúe correctamente ante aquello de lo que estamos hablando:
“Desde hace treinta años, el feminismo radical americano ha tejido pacientemente la red de un “continuum” del crimen sexual que quiere demostrar el largo martirologio femenino. En el espacio de algunos años aparecieron tres libros salidos de esta corriente que impusieron el tema de la opresión sexual de las mujeres. El primero trataba de la violación, el segundo del acoso sexual y el tercero de la pornografía. Sus autoras, Susan Brownmiller, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin obtuvieron una considerable celebridad. A continuación, Dworkin y MacKinnon trabajaron juntas puesto que, estaban de acuerdo sobre lo esencial: las mujeres son una clase oprimida, y la sexualidad es la raíz misma de esta opresión. La dominación masculina reposa en el poder de los hombres para tratar a las mujeres como objetos sexuales. Este poder, que se hace remontar al origen de la especie, habría sido inaugurado por la violación. Sobretodo, a sus ojos, la violación, el acoso sexual, la pornografía y el maltrato (golpes y heridas) forman un conjunto que revela la misma violencia contra las mujeres. Sin olvidar la prostitución, el strip-tease y todo lo que tiene relación de cerca o de lejos con la sexualidad. El veredicto es sin apelación: es necesario obligar a los hombres a cambiar su sexualidad. Y para conseguir esto: modificar las leyes y sentarlos ante los tribunales.”
Las feministas liberales protestaron con vehemencia contra este enfoque que apelaba a la censura, pisoteaba la libertad sexual y resonaba como una declaración de guerra dirigida al género masculino. Cuando redobló sus provocaciones, Andrea Dworkin fue abandonada a sus exageraciones y sirvió de punta de lanza a este nuevo feminismo. Su filosofía victimista, a pesar de todo, se fue abriendo camino. No dudó en comparar a las mujeres con los supervivientes de los campos de concentración y la palabra survivor fue usada después por otras autoras.”
Que sea el Congreso quien dilucide un tema como el SAP, que tendría que haberse mantenido como un tema de discusión de profesionales y científicos; que la mayor parte de las Asambleas de las CC.AA. hayan entrado a prohibir la educación diferenciada antes de haberla explorado como instrumento pedagógico, identificándola interesadamente con la segregación por sexos; que un tema tan grave como el del fracaso escolar de los varones pueda haber sido silenciado o que algo tan delicado como el aborto se esté llevando a extremos que hagan difícil que personas que no tendrían dudas en decir sí a una ley al estilo europeo, las tengan con la que actualmente se discute, son algunas de las manifestaciones de una legislación de género que viene a sumarse a un compendio ya existente que amenaza con convertir a nuestro país en el reino del fundamentalismo feminista.
Quien pretende que la única violencia injustificable es la de género, olvidando todas las demás. Quien no duda en ocultar la violencia femenina para sostener su insostenible idea de un sexo verdugo y un sexo víctima. Quien pretende que su ideología cargada de intereses y resentimiento no es tal sino una verdad indiscutible. Quien más allá de una legislación cargada de sexismo y desigualdad, no ha cesado ni cesa de ejercer presión sobre todos: jueces, médicos, periodistas… sin que le importe mucho lo que pueda asfixiar: ecuanimidad, equidad, derecho de expresión… Quien así piensa y actúa ocupa puestos muy relevantes del poder político en nuestro país y parece estar dispuesta a llevar hasta sus últimas consecuencias una ideología que si en su mera formulación mete miedo, llevada a la política amenaza con estropear muchas grandes cosas. Por eso quizá para cerrar esta exposición lo mejor sea una cita de Elisabeth Badinter en su libro: Por mal camino, que nos sitúe correctamente ante aquello de lo que estamos hablando:
“Desde hace treinta años, el feminismo radical americano ha tejido pacientemente la red de un “continuum” del crimen sexual que quiere demostrar el largo martirologio femenino. En el espacio de algunos años aparecieron tres libros salidos de esta corriente que impusieron el tema de la opresión sexual de las mujeres. El primero trataba de la violación, el segundo del acoso sexual y el tercero de la pornografía. Sus autoras, Susan Brownmiller, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin obtuvieron una considerable celebridad. A continuación, Dworkin y MacKinnon trabajaron juntas puesto que, estaban de acuerdo sobre lo esencial: las mujeres son una clase oprimida, y la sexualidad es la raíz misma de esta opresión. La dominación masculina reposa en el poder de los hombres para tratar a las mujeres como objetos sexuales. Este poder, que se hace remontar al origen de la especie, habría sido inaugurado por la violación. Sobretodo, a sus ojos, la violación, el acoso sexual, la pornografía y el maltrato (golpes y heridas) forman un conjunto que revela la misma violencia contra las mujeres. Sin olvidar la prostitución, el strip-tease y todo lo que tiene relación de cerca o de lejos con la sexualidad. El veredicto es sin apelación: es necesario obligar a los hombres a cambiar su sexualidad. Y para conseguir esto: modificar las leyes y sentarlos ante los tribunales.”
Las feministas liberales protestaron con vehemencia contra este enfoque que apelaba a la censura, pisoteaba la libertad sexual y resonaba como una declaración de guerra dirigida al género masculino. Cuando redobló sus provocaciones, Andrea Dworkin fue abandonada a sus exageraciones y sirvió de punta de lanza a este nuevo feminismo. Su filosofía victimista, a pesar de todo, se fue abriendo camino. No dudó en comparar a las mujeres con los supervivientes de los campos de concentración y la palabra survivor fue usada después por otras autoras.”
03 diciembre, 2009
Contrato a tiempo parcial
Lo que viene sucediendo con el contrato a tiempo parcial muestra muchas cosas, pero sobretodo, la frivolidad de una clase política y sindical que lo había relegado a un segundo o tercer plano porque el feminismo así lo había decidido al considerarlo como una de las fórmulas de la discriminación laboral de las mujeres. Por ese motivo, por ejemplo, en la Administración pública estaba prácticamente prohibido, a pesar de que, según muchos técnicos constituía la mejor fórmula para distintos puestos de lo público.
Ahora y como en Alemania se ha demostrado una forma eficaz para mantener el empleo se habla de él como si de una fórmula mágica se tratase y se quiere devolverle una dignidad que nunca debió haber perdido. Duele constatar cómo en lo político muchas cosas se deciden porque el lobby feminista las apoya o se dejan de considerar porque al lobby no le gustan, sin que haya detrás un trabajo de estudio y reflexión independiente. Observad por ejemplo que es ahora que tan cerca estamos de los cuatro millones de parados cuando menos referencias existen a su distribución por sexos.
Para que no todo sea de un color tan cenizo, ojead esta viñeta de Erlich
Ahora y como en Alemania se ha demostrado una forma eficaz para mantener el empleo se habla de él como si de una fórmula mágica se tratase y se quiere devolverle una dignidad que nunca debió haber perdido. Duele constatar cómo en lo político muchas cosas se deciden porque el lobby feminista las apoya o se dejan de considerar porque al lobby no le gustan, sin que haya detrás un trabajo de estudio y reflexión independiente. Observad por ejemplo que es ahora que tan cerca estamos de los cuatro millones de parados cuando menos referencias existen a su distribución por sexos.
Para que no todo sea de un color tan cenizo, ojead esta viñeta de Erlich