(Hoy me decido por recuperar una entrada de hace algo más de un año que, creo conserva todo el interés, y en la que seguramente seamos capaces de encontrar algún tema o temas que merezca la pena desarrollar.)
En esta entrada deseo hablar de feminismo, del feminismo en nuestro país, aquí y ahora. Creo que tiene su interés recapitular un poco y conocer de la mejor manera posible aquello que criticamos, al tiempo que se abre la posibilidad de discutir, entre los que participamos en esta bitácora, nuestros respectivos puntos de vista. Lo que sí no haré será ponerme excesivamente académico y llenar el escrito de citas y pies de página. Ni es lo mío en esta bitácora, ni creo que fuera lo más conveniente.
La intención pretende ser doble: conocer lo que nos preocupa, pero también preguntarme y preguntaros por las mejores estrategias para comenzar a dar respuesta a un estado de cosas cada día más lamentable en lo relativo a la relación entre los sexos y donde, sin ningún lugar a dudas, nos ha tocado jugar el peor papel, el de víctimas sin derecho a protesta, ya que tal cosa sólo puede reflejar, de hacer caso al feminismo y sus adláteres, neomachismo o cualquier otra cosa insultante.
Si algo caracteriza al feminismo es su opacidad, el moverse en una nebulosa de características difusas y límites poco precisos. Todo lo cual le va muy bien a quien ha preferido convertir el movimiento plural, abierto y democrático que en su día fue, en un lobby. Pero, ese mismo rasgo dificulta enormemente su crítica ya que, finalmente, conocemos lo que el feminismo piensa cuando ya se encuentra plasmado en leyes o a través de decisiones de los poderes del Estado, que se nos presentan como hechos consumados.
Todos sabemos que las grandes decisiones sobre las leyes de género han sido tomadas por este lobby, pero lo cierto es que a todos los efectos se nos muestran como decisiones autónomas de los poderes políticos. Podríamos decir que antes que por el ejército uniformado el feminismo ha preferido la estrategia de guerrillas y antes que la visibilidad la opción ha sido el mimetismo. No han conseguido nunca un partido feminista representativo pero han conseguido algo más importante: que la mayoría política haga suyos sus planteamientos. Que sea criticable el uso que se está haciendo de ese inmenso poder no debe hacernos olvidar que esa es la realidad de este momento. En este sentido sería interesante un estudio que pusiese de manifiesto el muy diferente “modus operandi” del feminismo en relación con cualquier otro movimiento social conocido.
(A lo que me quiero referir con eso del “modus operandi” es a que, si los movimientos sociales conocidos: se trate de partidos políticos, o de los sindicatos en el caso del movimiento obrero, se han caracterizado en la época moderna por una tríada constituida por una ideología, un líder y una organización cuanto más conocidos mejor, en el caso del feminismo nos encontramos con una ideología difusa, la ausencia de un liderazgo claro y asimismo la carencia de organización de referencia. Esas tres cosas han sido sustituidas en el feminismo por la penetración en otros movimientos sociales y sobre todo en los aparatos del Estado, con esa administración paralela de la que hablo más abajo, y por un ideario y una organización completamente fraccionadas y dispersas que hacen muy difícil por no decir imposible tanto la petición de responsabilidad como la crítica social. De hecho no se conoce ni un solo balance realizado por el feminismo desde su nacimiento, mucho menos cualquier autocrítica, y en cuanto a los renovados objetivos de cada momento los vamos conociendo a medida que se anuncian. En cualquier caso la impresión que produce es que para el feminismo siempre se está en el momento cero y siempre está todo por conseguir).
Y lo primero que me gustaría aclarar es, a qué feminismo me estoy refiriendo. Me refiero al feminismo dominante, al feminismo de las instituciones y el BOE, al feminismo consagrado en las leyes de género, al feminismo que heredero de las radicales americanas se hace denominar perspectiva de género, para quien la defensa de una pretendida igualdad no es más que un señuelo que lo que esconde es privilegio y desigualdad. Al feminismo que firmó un manifiesto contra la custodia compartida que todavía debe circular por Internet y que fue capaz de torcer en el último momento la voluntad de las Cámaras legislativas para que no se incorporase a la ley como había sido intención reiterada de todos. Y no lo elijo porque sea el que más simpatía me despierta, que no es el caso, sino porque es aquél que termina imponiendo su criterio.
Soy consciente de que existen otros feminismos, por ejemplo el de las autodenominadas “otras feministas”, como existen muchas otras mujeres que sin necesidad de adscripción mantienen posiciones que chocan con el feminismo dominante. Por citar algunas: Rosa Montero, Almudena Grandes o Maruja Torres. Pero lo cierto es que su posición, aunque muy válida, a la hora de la verdad, tiene poco peso en los círculos políticos y de decisión y quienes realmente llevan el gato al agua es el feminismo institucional.
Como veo que de continuar por este camino el escrito se va alargar mucho y se puede convertir en una entrada poco manejable, para abreviar me referiré a lo que considero sus “pecados capitales”, es decir sus aspectos más criticables y lo que, a mí entender, hace más difícil compartir el éxito arrollador de sus propuestas en el plano político y mediático, hasta el punto de ser desconocida la crítica en estos ámbitos. No así entre el ciudadano de a pie, para quien no sólo resulta difícil entender lo del diferente trato penal para hombres y mujeres, o la negativa a la custodia compartida, o como se está aplicando la legislación en las separaciones, pero lamentablemente sin mecanismos para hacer visible su malestar, mucho menos para condicionar de alguna manera lo que está pasando en este terreno. El alejamiento entre el ciudadano y la clase política se hace máximo en este terreno.
LOS PECADOS CAPITALES DEL FEMINISMO
1. Haber convertido lo que en algún momento se concibió como una conquista de civilización, la igualdad del hombre y la mujer, en un vulgar quítate tú para ponerme yo, y haber transformado lo que era un movimiento democrático y de masas que no rehuía el acuerdo con otras organizaciones, en un lobby de presión que esquiva el debate democrático y la discusión serena, y que frente a las políticas educativas y de convencimiento, ha optado claramente por la propaganda, la coerción y el Código Penal. Nuestro país se ha convertido de unos años a esta parte en el que tiene las cárceles más llenas de Europa y el Código Penal no deja de endurecerse cada día más.
2. Dividir a la humanidad en dos bloques irreconciliables: el hombre y la mujer; y actuar con el mismo espíritu sectario y vengativo de cualquier dualismo maniqueo de buenas y malos que sostenga la necesidad de la primacía de unos sobre los otros, en este caso, unas sobre los otros. Es lo que la sociedad americana denomina guerra de sexos y que en su formulación y expresión más brutal se resumió por el feminismo radical como “el hombre el enemigo a batir”. Una forma menos agresiva de presentarlo, pero no menos virulenta en su intención, es la pretensión formulada por este feminismo cuando habla de la “necesidad de cambiar al hombre”.
Lo cual por otro lado derriba la ficción sostenida durante tanto tiempo del género femenino como la expresión de la empatía y la comprensión. En este asunto el feminismo no juega con grandeza de miras, sino como un sindicato de intereses que sólo hubiera de estar atento a satisfacer las demandas de su clientela. Y así, la escuela irá bien si el éxito de las chicas es mayor que el de los chicos, la sanidad y salud pública si atiende con preferencia las demandas femeninas y un largo etcétera en que el único criterio de medición será el interés de género, del género femenino claro está.
3. Victimismo. Presentar la historia de los sexos, incluso la evolución de la especie como una historia de imposición masculina, donde a la mujer sólo le quedase el papel de víctima; no dudando para ello en una interpretación simplista e interesada de cuanto sucedió a lo largo de los siglos. De este modo el hombre habría decidido que la mujer permaneciese en la cueva, mientras él gozaba del inmenso privilegio de la caza del mamut. La historia de los sexos no estaría representada por los hombres y las mujeres de un lugar y una época, sino que por un lado tendríamos príncipes cargados de poder y, por el otro, esclavas cargadas de hijos y obligaciones. Ese mismo planteamiento se hace hoy día, a los hombres nos representa el señor Botín y algunos otros con un poder equivalente en la política o cualquier otro campo y a las mujeres esas madres trabajadoras con doble o triple jornada laboral. Ni el hombre trabajador y esclavizado existiría, ni la mujer rica y poderosa tendría cabida en este simplista e interesado esquema.
4. Sostener que vivimos en un tipo de sociedad -la patriarcal- en la que todos los poderes están concebidos para garantizar la supremacía de lo masculino y que en su funcionamiento y para mantener esa explotación y discriminación del género femenino no duda en ejercer todo tipo de violencias contra la mujer. Para sostener tal ficción es preciso ocultar o presentar como naturales todas las muertes o desgracias sufridas por los varones de las que el único responsable sería él y su mala cabeza. En este sentido sería interesante un trabajo sobre el seguimiento dado en los medios a las muertes de hombres y mujeres por violencia de pareja para comprobar hasta qué punto parecería que hablásemos de cosas sin nada en común. Pero sería interesante abrir el objetivo y analizar el tratamiento dado a las muertes por accidente laboral, el suicidio y en general a la vida de los hombres después de una separación cuando les toca vivir con un tercio de su sueldo.
5. Sostener que la violencia de pareja es unidireccional –de hombre a mujer- y sus dos corolarios: presunción de culpabilidad del varón y presunción de veracidad e inocencia de la mujer, de las que resultan una legislación en relación con la violencia de pareja y las separaciones matrimoniales completamente inasumibles desde el punto de vista masculino.
Ni que decir tiene que al hombre no le es reconocido ningún derecho en el terreno de la reproducción. Todos, y de manera absoluta, pertenecen a la mujer, lo que sin embargo no es óbice para que en relación con la ley del aborto en discusión en estos momentos en el Congreso, ya que no entre la opinión pública, se haya silenciado el documento levemente crítico de cristianos por el socialismo, pero Margarita Rivière haya podido publicar en El País un artículo titulado: Aborto y paternidad irresponsable. Ese es nuestro papel, nada debemos ni podemos decir en relación con el asunto, pero si hay que hablar de alguna irresponsabilidad entonces jugamos con todos los boletos.
6. Jugar permanentemente a la mentira y el engaño. Y así habríamos de creer que el diferente trato penal, la discriminación positiva, el control por parte del feminismo de las grandes cuestiones sociales y morales, y eslóganes como los de la actual campaña contra el maltrato, no deban ser considerados en sí mismo la manifestación más clara de la desigualdad y la discriminación del varón, sino el camino que prepara la igualdad. En este asunto, no estaríamos ante una ideología, la perspectiva de género, tan legítima como cualquier otra, pero no más, sino ante un credo de obligado cumplimiento para todos.
Como botón de muestra de la idea de igualdad que se maneja desde este feminismo y de la necesidad de mezclar todo con la violencia, sirva la actual campaña institucional, que con el lema “Entre un hombre y una mujer maltrato cero” pretende equitativas las dos expresiones siguientes:
Ella dice: “De todos los hombres que haya en mi vida, ninguno será más que yo”
El dice: “De todas las mujeres que haya en mi vida, ninguna será menos que yo”
Y si expresivo es el mensaje, no lo es menos el espeso silencio en torno a la misma por parte de todos, particularmente la clase política que aquí no aprecia ni asimetría ni desigualdad.
7. Convertir la estadística, la sociología y cuanta ciencia social haga falta, en meras armas de propaganda en las que no importa violentar cualquier criterio científico o de verdad. Así las estadísticas sobre violencia, acoso sexual y acoso laboral se confeccionan mediante un cuestionario que, si muestra ya un importante sesgo en sus contenidos, se pasa exclusivamente a mujeres, con el pretexto de que ellas son las que más los sufren. Es decir, la respuesta está en la premisa y no se trata de demostrar, sino de confirmar algo que ya estaba establecido así en la teoría. El trabajo prosigue con el tratamiento que los medios hacen de esa información y con la impagable labor desarrollada desde esa administración paralela que el feminismo ha ido adosando a la Administración general, constituida por el Ministerio de Igualdad, el Instituto de la mujer, las Consejerías de la CC.AA., las concejalías e incluso algunas ONG’s .
Curiosamente, la única referencia a la ciencia que se le conoce a este feminismo es cuando califican de pseudociencia al SAP (Síndrome de alienación parental), como si por negar el síndrome la manipulación de los hijos dejase de producirse y ser un fenómeno medible y observable. Tiene su aquél que quienes sostienen ideas tan peregrinas como que toda la violencia de pareja tiene una única causa: el deseo de dominio del varón, o que las diferencias entre el hombre y la mujer son todas culturales, ignorando olímpicamente toda la ciencia de los últimos decenios, se atrevan a hablar de pseudociencia en lo referente al SAP sencillamente porque la experiencia dice que de reconocerse las más perjudicadas serían las mujeres.
8. Jugar a la invisibilidad del dolor y el fracaso masculino, consista éste en la menor esperanza de vida, el mayor índice de suicidio o de muerte por accidente laboral, o de otro tipo, en el fracaso y abandono escolar, o cualquier otra circunstancia en la que el varón muestre una mayor vulnerabilidad o deba arrostrar las tareas sociales más penosas y de mayor riesgo. Aquí jugamos con una enorme desventaja. Mientras que las mujeres cuentan con multitud de organizaciones encargadas no sólo de dar asesoramiento y hacer seguimiento de multitud de cuestiones: económicas, jurídicas, etc. ampliadas con los múltiples organismos públicos que colaboran en esa tarea los hombres no contamos absolutamente con ninguna y así nadie sabrá porque se le ha rebajado la condena a la madre de Alba o porque el impacto de género medirá que la mujer no salga perjudicada, no así el hombre, o por qué el sexismo ha dejado de ser discriminación por razón de sexo.
9. Haber convertido la figura masculina en un padre ausente, mediocre amante y fuente de todo cuanto problema social y familiar existe.
10. Considerar que las normas están bien cuando favorecen o son fuente de privilegio para las mujeres. En todos los demás casos, hijas de una sociedad que discrimina y explota a la mujer. Es interesante destacar que generalmente las conquistas femeninas conllevan la alteración o el cambio de las normas que hasta ese momento regían. Normas que serán sustituidas por otras sin fecha de caducidad...
A pesar del lamento femenino en el sentido de que las desposeídas, las discriminadas y las explotadas son ellas, lo cierto es que el poder político y mediático en relación con las políticas de género está todo de su parte, y lo está, por partida doble, desde la sociedad civil donde las únicas autoorganizadas son ellas, pero también en las administraciones públicas: desde el Ministerio de igualdad a la última concejalía o ONG. En este contexto lo único que me resta por decir es que mientras no demos pasos en el sentido de autoorganizarnos, a sabiendas de que cualquier cosa que hagamos en esa dirección será tildada de forma insultante como el intento de recuperar privilegios, habrá poco que hacer.
Es verdad que lo que desde ésta y otras muchas bitácoras se viene haciendo o que la participación en los foros de Internet donde se debaten éstas cosas es muy importante pero si, finalmente, no somos capaces de unir mínimamente nuestros esfuerzos, difícilmente saldremos del agujero en el que nos han metido y en el que corremos el riesgo de quedar enterrados.
La intención pretende ser doble: conocer lo que nos preocupa, pero también preguntarme y preguntaros por las mejores estrategias para comenzar a dar respuesta a un estado de cosas cada día más lamentable en lo relativo a la relación entre los sexos y donde, sin ningún lugar a dudas, nos ha tocado jugar el peor papel, el de víctimas sin derecho a protesta, ya que tal cosa sólo puede reflejar, de hacer caso al feminismo y sus adláteres, neomachismo o cualquier otra cosa insultante.
Si algo caracteriza al feminismo es su opacidad, el moverse en una nebulosa de características difusas y límites poco precisos. Todo lo cual le va muy bien a quien ha preferido convertir el movimiento plural, abierto y democrático que en su día fue, en un lobby. Pero, ese mismo rasgo dificulta enormemente su crítica ya que, finalmente, conocemos lo que el feminismo piensa cuando ya se encuentra plasmado en leyes o a través de decisiones de los poderes del Estado, que se nos presentan como hechos consumados.
Todos sabemos que las grandes decisiones sobre las leyes de género han sido tomadas por este lobby, pero lo cierto es que a todos los efectos se nos muestran como decisiones autónomas de los poderes políticos. Podríamos decir que antes que por el ejército uniformado el feminismo ha preferido la estrategia de guerrillas y antes que la visibilidad la opción ha sido el mimetismo. No han conseguido nunca un partido feminista representativo pero han conseguido algo más importante: que la mayoría política haga suyos sus planteamientos. Que sea criticable el uso que se está haciendo de ese inmenso poder no debe hacernos olvidar que esa es la realidad de este momento. En este sentido sería interesante un estudio que pusiese de manifiesto el muy diferente “modus operandi” del feminismo en relación con cualquier otro movimiento social conocido.
(A lo que me quiero referir con eso del “modus operandi” es a que, si los movimientos sociales conocidos: se trate de partidos políticos, o de los sindicatos en el caso del movimiento obrero, se han caracterizado en la época moderna por una tríada constituida por una ideología, un líder y una organización cuanto más conocidos mejor, en el caso del feminismo nos encontramos con una ideología difusa, la ausencia de un liderazgo claro y asimismo la carencia de organización de referencia. Esas tres cosas han sido sustituidas en el feminismo por la penetración en otros movimientos sociales y sobre todo en los aparatos del Estado, con esa administración paralela de la que hablo más abajo, y por un ideario y una organización completamente fraccionadas y dispersas que hacen muy difícil por no decir imposible tanto la petición de responsabilidad como la crítica social. De hecho no se conoce ni un solo balance realizado por el feminismo desde su nacimiento, mucho menos cualquier autocrítica, y en cuanto a los renovados objetivos de cada momento los vamos conociendo a medida que se anuncian. En cualquier caso la impresión que produce es que para el feminismo siempre se está en el momento cero y siempre está todo por conseguir).
Y lo primero que me gustaría aclarar es, a qué feminismo me estoy refiriendo. Me refiero al feminismo dominante, al feminismo de las instituciones y el BOE, al feminismo consagrado en las leyes de género, al feminismo que heredero de las radicales americanas se hace denominar perspectiva de género, para quien la defensa de una pretendida igualdad no es más que un señuelo que lo que esconde es privilegio y desigualdad. Al feminismo que firmó un manifiesto contra la custodia compartida que todavía debe circular por Internet y que fue capaz de torcer en el último momento la voluntad de las Cámaras legislativas para que no se incorporase a la ley como había sido intención reiterada de todos. Y no lo elijo porque sea el que más simpatía me despierta, que no es el caso, sino porque es aquél que termina imponiendo su criterio.
Soy consciente de que existen otros feminismos, por ejemplo el de las autodenominadas “otras feministas”, como existen muchas otras mujeres que sin necesidad de adscripción mantienen posiciones que chocan con el feminismo dominante. Por citar algunas: Rosa Montero, Almudena Grandes o Maruja Torres. Pero lo cierto es que su posición, aunque muy válida, a la hora de la verdad, tiene poco peso en los círculos políticos y de decisión y quienes realmente llevan el gato al agua es el feminismo institucional.
Como veo que de continuar por este camino el escrito se va alargar mucho y se puede convertir en una entrada poco manejable, para abreviar me referiré a lo que considero sus “pecados capitales”, es decir sus aspectos más criticables y lo que, a mí entender, hace más difícil compartir el éxito arrollador de sus propuestas en el plano político y mediático, hasta el punto de ser desconocida la crítica en estos ámbitos. No así entre el ciudadano de a pie, para quien no sólo resulta difícil entender lo del diferente trato penal para hombres y mujeres, o la negativa a la custodia compartida, o como se está aplicando la legislación en las separaciones, pero lamentablemente sin mecanismos para hacer visible su malestar, mucho menos para condicionar de alguna manera lo que está pasando en este terreno. El alejamiento entre el ciudadano y la clase política se hace máximo en este terreno.
LOS PECADOS CAPITALES DEL FEMINISMO
1. Haber convertido lo que en algún momento se concibió como una conquista de civilización, la igualdad del hombre y la mujer, en un vulgar quítate tú para ponerme yo, y haber transformado lo que era un movimiento democrático y de masas que no rehuía el acuerdo con otras organizaciones, en un lobby de presión que esquiva el debate democrático y la discusión serena, y que frente a las políticas educativas y de convencimiento, ha optado claramente por la propaganda, la coerción y el Código Penal. Nuestro país se ha convertido de unos años a esta parte en el que tiene las cárceles más llenas de Europa y el Código Penal no deja de endurecerse cada día más.
2. Dividir a la humanidad en dos bloques irreconciliables: el hombre y la mujer; y actuar con el mismo espíritu sectario y vengativo de cualquier dualismo maniqueo de buenas y malos que sostenga la necesidad de la primacía de unos sobre los otros, en este caso, unas sobre los otros. Es lo que la sociedad americana denomina guerra de sexos y que en su formulación y expresión más brutal se resumió por el feminismo radical como “el hombre el enemigo a batir”. Una forma menos agresiva de presentarlo, pero no menos virulenta en su intención, es la pretensión formulada por este feminismo cuando habla de la “necesidad de cambiar al hombre”.
Lo cual por otro lado derriba la ficción sostenida durante tanto tiempo del género femenino como la expresión de la empatía y la comprensión. En este asunto el feminismo no juega con grandeza de miras, sino como un sindicato de intereses que sólo hubiera de estar atento a satisfacer las demandas de su clientela. Y así, la escuela irá bien si el éxito de las chicas es mayor que el de los chicos, la sanidad y salud pública si atiende con preferencia las demandas femeninas y un largo etcétera en que el único criterio de medición será el interés de género, del género femenino claro está.
3. Victimismo. Presentar la historia de los sexos, incluso la evolución de la especie como una historia de imposición masculina, donde a la mujer sólo le quedase el papel de víctima; no dudando para ello en una interpretación simplista e interesada de cuanto sucedió a lo largo de los siglos. De este modo el hombre habría decidido que la mujer permaneciese en la cueva, mientras él gozaba del inmenso privilegio de la caza del mamut. La historia de los sexos no estaría representada por los hombres y las mujeres de un lugar y una época, sino que por un lado tendríamos príncipes cargados de poder y, por el otro, esclavas cargadas de hijos y obligaciones. Ese mismo planteamiento se hace hoy día, a los hombres nos representa el señor Botín y algunos otros con un poder equivalente en la política o cualquier otro campo y a las mujeres esas madres trabajadoras con doble o triple jornada laboral. Ni el hombre trabajador y esclavizado existiría, ni la mujer rica y poderosa tendría cabida en este simplista e interesado esquema.
4. Sostener que vivimos en un tipo de sociedad -la patriarcal- en la que todos los poderes están concebidos para garantizar la supremacía de lo masculino y que en su funcionamiento y para mantener esa explotación y discriminación del género femenino no duda en ejercer todo tipo de violencias contra la mujer. Para sostener tal ficción es preciso ocultar o presentar como naturales todas las muertes o desgracias sufridas por los varones de las que el único responsable sería él y su mala cabeza. En este sentido sería interesante un trabajo sobre el seguimiento dado en los medios a las muertes de hombres y mujeres por violencia de pareja para comprobar hasta qué punto parecería que hablásemos de cosas sin nada en común. Pero sería interesante abrir el objetivo y analizar el tratamiento dado a las muertes por accidente laboral, el suicidio y en general a la vida de los hombres después de una separación cuando les toca vivir con un tercio de su sueldo.
5. Sostener que la violencia de pareja es unidireccional –de hombre a mujer- y sus dos corolarios: presunción de culpabilidad del varón y presunción de veracidad e inocencia de la mujer, de las que resultan una legislación en relación con la violencia de pareja y las separaciones matrimoniales completamente inasumibles desde el punto de vista masculino.
Ni que decir tiene que al hombre no le es reconocido ningún derecho en el terreno de la reproducción. Todos, y de manera absoluta, pertenecen a la mujer, lo que sin embargo no es óbice para que en relación con la ley del aborto en discusión en estos momentos en el Congreso, ya que no entre la opinión pública, se haya silenciado el documento levemente crítico de cristianos por el socialismo, pero Margarita Rivière haya podido publicar en El País un artículo titulado: Aborto y paternidad irresponsable. Ese es nuestro papel, nada debemos ni podemos decir en relación con el asunto, pero si hay que hablar de alguna irresponsabilidad entonces jugamos con todos los boletos.
6. Jugar permanentemente a la mentira y el engaño. Y así habríamos de creer que el diferente trato penal, la discriminación positiva, el control por parte del feminismo de las grandes cuestiones sociales y morales, y eslóganes como los de la actual campaña contra el maltrato, no deban ser considerados en sí mismo la manifestación más clara de la desigualdad y la discriminación del varón, sino el camino que prepara la igualdad. En este asunto, no estaríamos ante una ideología, la perspectiva de género, tan legítima como cualquier otra, pero no más, sino ante un credo de obligado cumplimiento para todos.
Como botón de muestra de la idea de igualdad que se maneja desde este feminismo y de la necesidad de mezclar todo con la violencia, sirva la actual campaña institucional, que con el lema “Entre un hombre y una mujer maltrato cero” pretende equitativas las dos expresiones siguientes:
Ella dice: “De todos los hombres que haya en mi vida, ninguno será más que yo”
El dice: “De todas las mujeres que haya en mi vida, ninguna será menos que yo”
Y si expresivo es el mensaje, no lo es menos el espeso silencio en torno a la misma por parte de todos, particularmente la clase política que aquí no aprecia ni asimetría ni desigualdad.
7. Convertir la estadística, la sociología y cuanta ciencia social haga falta, en meras armas de propaganda en las que no importa violentar cualquier criterio científico o de verdad. Así las estadísticas sobre violencia, acoso sexual y acoso laboral se confeccionan mediante un cuestionario que, si muestra ya un importante sesgo en sus contenidos, se pasa exclusivamente a mujeres, con el pretexto de que ellas son las que más los sufren. Es decir, la respuesta está en la premisa y no se trata de demostrar, sino de confirmar algo que ya estaba establecido así en la teoría. El trabajo prosigue con el tratamiento que los medios hacen de esa información y con la impagable labor desarrollada desde esa administración paralela que el feminismo ha ido adosando a la Administración general, constituida por el Ministerio de Igualdad, el Instituto de la mujer, las Consejerías de la CC.AA., las concejalías e incluso algunas ONG’s .
Curiosamente, la única referencia a la ciencia que se le conoce a este feminismo es cuando califican de pseudociencia al SAP (Síndrome de alienación parental), como si por negar el síndrome la manipulación de los hijos dejase de producirse y ser un fenómeno medible y observable. Tiene su aquél que quienes sostienen ideas tan peregrinas como que toda la violencia de pareja tiene una única causa: el deseo de dominio del varón, o que las diferencias entre el hombre y la mujer son todas culturales, ignorando olímpicamente toda la ciencia de los últimos decenios, se atrevan a hablar de pseudociencia en lo referente al SAP sencillamente porque la experiencia dice que de reconocerse las más perjudicadas serían las mujeres.
8. Jugar a la invisibilidad del dolor y el fracaso masculino, consista éste en la menor esperanza de vida, el mayor índice de suicidio o de muerte por accidente laboral, o de otro tipo, en el fracaso y abandono escolar, o cualquier otra circunstancia en la que el varón muestre una mayor vulnerabilidad o deba arrostrar las tareas sociales más penosas y de mayor riesgo. Aquí jugamos con una enorme desventaja. Mientras que las mujeres cuentan con multitud de organizaciones encargadas no sólo de dar asesoramiento y hacer seguimiento de multitud de cuestiones: económicas, jurídicas, etc. ampliadas con los múltiples organismos públicos que colaboran en esa tarea los hombres no contamos absolutamente con ninguna y así nadie sabrá porque se le ha rebajado la condena a la madre de Alba o porque el impacto de género medirá que la mujer no salga perjudicada, no así el hombre, o por qué el sexismo ha dejado de ser discriminación por razón de sexo.
9. Haber convertido la figura masculina en un padre ausente, mediocre amante y fuente de todo cuanto problema social y familiar existe.
10. Considerar que las normas están bien cuando favorecen o son fuente de privilegio para las mujeres. En todos los demás casos, hijas de una sociedad que discrimina y explota a la mujer. Es interesante destacar que generalmente las conquistas femeninas conllevan la alteración o el cambio de las normas que hasta ese momento regían. Normas que serán sustituidas por otras sin fecha de caducidad...
A pesar del lamento femenino en el sentido de que las desposeídas, las discriminadas y las explotadas son ellas, lo cierto es que el poder político y mediático en relación con las políticas de género está todo de su parte, y lo está, por partida doble, desde la sociedad civil donde las únicas autoorganizadas son ellas, pero también en las administraciones públicas: desde el Ministerio de igualdad a la última concejalía o ONG. En este contexto lo único que me resta por decir es que mientras no demos pasos en el sentido de autoorganizarnos, a sabiendas de que cualquier cosa que hagamos en esa dirección será tildada de forma insultante como el intento de recuperar privilegios, habrá poco que hacer.
Es verdad que lo que desde ésta y otras muchas bitácoras se viene haciendo o que la participación en los foros de Internet donde se debaten éstas cosas es muy importante pero si, finalmente, no somos capaces de unir mínimamente nuestros esfuerzos, difícilmente saldremos del agujero en el que nos han metido y en el que corremos el riesgo de quedar enterrados.
Esto es para no perdérselo:
ResponderEliminarhttp://www.diariodealcala.es/articulo/general/5979/ldquo-el-machismo-existe-en-occidente-pero-es-mas-lsquo-fashion-rdquo
De verdad que no sé qué párrafo es más andrógino y hembristalinista.
Dije andrógino, y obviamente quería decir andrófobo y misándrico.
ResponderEliminarMe da miedo releerlo hoy. Ayer me puso mal cuerpo. ¿Este artículo no sería susceptible de ser denunciado por odio de género? Igual que existe el delito de racismo.
Yo, para empezar, niego la existencia del jenaro. A una persona que me intenta convencer basándose en un concepto metafísico le presto la misma atención que a los vendedores de Jehovah que antes iban puerta por puerta con su machacón mensaje. Con alguien que en sus argumentaciones impone apriorismos religiosos no se puede razonar: lo mismo que con los tontos, que nos rebajan a su nivel y nos ganan por experiencia.
ResponderEliminarCreo que aquí hay uno de los principales caballos de batalla y objetivos del feminismo de la igualdad (el que une a hombres y mujeres): la negación de toda validez científica a un concepto que, ese sí, es puro constructo social y fruto de la calenturienta imaginación de unos desprestigiadísimos metafísicos. Con tales orígenes no me extraña que el feminismo de jenaro sea antes una religión que un movimiento socio-político.
Si se ha de hablar de machismos y de igualdad, ha de ser con datos. Pero no con datos como los de ciertas encuestas andrófobas que se dirigen sólo a mujeres y les hacen preguntas que hilan tan fino que es imposible dejar una sola sin contestar que sí; ni con los tramposos resultados de presuntos observatorios, cuyos estudios hacen de la petitio principii un arte.
Cada vez estoy más convencido de que el pecado del feminismo es básicamente uno: hacer creer a la sociedad que su objetivo es la igualdad, cuando su objetivo es, y siempre ha sido, defender los derechos de las mujeres.
ResponderEliminarPuede que al principio estos dos objetivos no fuesen tan contradictorios, pero hoy en día lo son.
Sólo a título de anécdota, os cuento que esta mañana picado un poco de curiosidad, me he puesto a leer Mujer hoy, un suplemento que como su nombre indica está dirigido a ellas, pero se nos entrega a todos los compradores del periódico, es decir lo pagamos entre todos. Al menos el Marca lo pagan sus lectores.
ResponderEliminarBien, como decía me puse a ojearlo ya que, recientemente, en la típica sala de espera de consulta de lo que sea, leí el consultorio sicológico que lleva por título: Tú preguntas. Se trataba de una señora que confesaba que maltrataba sicológicamente a su hija a quien no paraba de insultar y también a su actual compañero. La respuesta insistía en recordarle a la señora que investigara en su historia personal para descubrir el origen de esa anomalía.
No pude dejar de pensar que lo que aquella señora consultaba y la psicóloga respondía como un problema clínico, en el caso de un hombre hubiera significado la confesión de un delito castigado por el código penal como violencia de género.
Pues bien, el caso de hoy ya no es del mismo talante, en este caso quien consulta es un hombre con este texto: Llevo más de 20 años con mi mujer y tenemos dos hijos. Ella va de “amiga” con ellos, por lo cual la quieren mucho, pero la respetan poco, quedando para mí el papel de malo, de la persona que castiga. Además, ella lleva unos años visitando a psicólogos porque sufre agorafobia. Yo le comento que pruebe a relajarse masturbándose, ya que tiene la líbido por el suelo y ningún interés en mí. No sé qué hacer, pero no tener relaciones me está volviendo irritable.
El último párrafo de la contestación es del siguiente tenor:
En cuanto a la sexualidad, dices que vuestras relaciones son escasas y le propones que se masturbe; o sea, de nuevo le dices que se las arregle sola en vez de ayudarla. Si la sigues viendo atractiva, ¿por qué no le pides nada? Cuentas que desde hace tiempo ella acude a consulta por problemas de agorafobia. ¿Estás seguro de que no la responsabilizas de lo que pasa cuando dices que hable contigo?. Te preguntas qué hacer. Sería bueno que dejaras de ponerla a ella en el lugar de enferma y asumieras que algo te pasa, porque ni logras tener un encuentro erótico con ella, ni te sientes en buena relación con tus hijos.
Emilio, no tienes ni idea. Te aconsejo que leas un poco mas y con mejor criterio.
ResponderEliminarGracias anónimo o anónima, lo que seas. La cuestión es que no me das ninguna pista para salir de mi ignorancia y ya conoces aquello de: dime de qué presumes... En fin, que es un comentario del que no es posible sacar lección de provecho.
ResponderEliminarEmilio, yo también te animo a que sigas leyendo, y nos sigas exponiendo aquí los ejemplos de sexismo hembrista que encuentres en los medios. Así podremos ser conscientes del totalitarismo que se nos viene encima.
ResponderEliminarDespués de leer a esta señora psicóloga uno se da cuenta de que el varón es un ser que ni sufre ni padece y si su señora va al psicólogo desde hace años quien debe hacérselo mirar es él y si no tienen relaciones es porque no lo está sabiendo hacer y si sus hijos insultan a su madre es por su culpa. Para esta psicóloga no sólo la mujer es una menor de edad y por tanto sin responsabilidad sobre sus actos, además el varón es doblemente responsable por lo que le pasa pero también por lo que les pasa a los que viven a su alrededor. Y si me detengo en el detalle es porque estas ideas no corresponden a esta "profesional", sino que de algún modo forman parte del sustrato cultural en que nos movemos, sustrato que comparte las capas más populares y los más altos estratos de la sociedad.
ResponderEliminarAñado a lo anterior.
ResponderEliminarBien mirado los criterios que esta señora maneja se corresponden exactamente con la consideración de la mujer en el patriarcado. En esa familia hay un sólo responsable: el padre, todos los demás incluidos la madre son personas sin responsabilidad, en términos kantianos menores de edad.
Hay por este lado un importantísimo trabajo que hacer, pero veo a muy pocos hombres y mujeres en el empeño de clarificar las pequeñas y grandes cosas que se esconden en las relaciones familiares y sociales.
Aparte de las implicaciones sociales, el caso que cuentas de este consultorio me causa una gran inquietud personal. Si hay profesionales de la psicología capaces de dar respuestas tan terroríficas como ésta, tan faltas de empatía, de solidaridad con el paciente, con tan poca disposición a escuchar y proponer soluciones a una persona que sufre, pues apaga y vámonos. Para mayor agravante, es una respuesta publicada: se sentirá orgullosa de haber dado su merecido a un cerdo machista opresor; que sirva de escarmiento.
ResponderEliminarNo quiero ni pensar que algún día yo necesite el consejo o la ayuda de un psicólogo y caiga en manos de una de estas fanáticas revanchistas. Te puede hacer un daño tremendo, precisamente quien debería ayudarte en un momento difícil. Ojalá existiera alguna forma de saber de antemano si quien va a atenderte profesa la ideología de género, para salir pitando.
Lo malo es que suelen ser expertos de este tipo los que pretenden orientarnos para refundar la masculinidad.
Si todo esto es muy penoso en general, en nuestro país donde la deontología y, por qué no decirlo, la formación puede brillar por su ausencia, en algún caso puede adquirir tintes grotescos.
ResponderEliminarEl último un juicio por violación en el que el acusado salió absuelto pero, para el que el fiscal pedía diez años en base a un informe elaborado por dos especialistas que certificaban que el testimonio de la víctima resultaba creíble.
Del texto de la prensa destaco lo siguiente: "El fallo, empieza por reconocer que en los delitos sexuales es habitual que el testimonio de la persona resulte trascendental para determinar la veracidad de los hechos. Pero para que una condena se apoye exclusivamente en el testimonio de quien denuncia la agresión, sus declaraciones tienen que ser creíbles, verosímiles y continuadas en el tiempo sin ambigüedades ni contradicciones.
Y el tribunal entiende que en este caso no se da ninguna de estas condiciones.
La sentencia menciona, por ejemplo, que en la declaración que presta ante la Guardia Civil la mujer no menciona que el acusado hubiese esgrimido una navaja para amenazarla, un detalle que sí cuenta durante la instrucción judicial del caso. Los jueces también encuentran raro que la mujer pasase por el Ayuntamiento antes de ir al Cuartel y no mencionase nada de lo que había ocurrido a la asistente social, con la que tenía contacto porque desde ese servicio vigilaban que tomase una medicación que le había prescrito el médico.
De la misma forma, la sentencia estima "extrañamente comprensible" y "ajeno a la más mínima lógica" que la mujer admitiese que tras la violación el acusado se había quedado dormido y que, a pesar de eso, ella no intentase siquiera escapar de casa con su hija o al menos llamase por teléfono para pedir ayuda. Además no hay ninguna prueba médica que avale la existencia de una agresión sexual. (el relato continúa)
A pesar de este relato, los especialistas consideran que el testimonio de la víctima resulta creíble.