09 febrero, 2014

El centro y la periferia de los sexos (I)

Aunque he puesto ese título la entrada también podría llevar por título ¿Quién expulsa a quién? ¿Quién se apropia de determinados espacios haciéndolos suyos con exclusividad?

La historia de los sexos bien podría representarse geográficamente como un centro y una periferia. Un centro situado en la cueva y una periferia que abarcaba el amplio espacio donde se podía localizar la caza.  Un centro ocupado básicamente por mujeres y niños y una periferia reservada casi en exclusiva a los varones. Un centro al que los varones necesitaban regresar después de cada expedición.  También en nuestro mundo postmoderno y de género se puede hablar de un centro y una periferia. Un centro ocupado básicamente por mujeres y niños y una periferia ocupada básicamente por varones.

Recientemente el feminismo en su afán por encontrar discriminación en todo, formuló la queja de que las ciudades no estaban hechas para las mujeres, que el urbanismo pecaba del androcentrismo propio de la sociedad patriarcal en que según ellas vivimos. La queja no parece que haya calado profundamente pero ahí está como una de tantas  discriminaciones: discriminación salarial, techo de cristal… hacia la mujer que luego se muestran tan livianas que se acaban diluyendo en el olvido o se orillan hacia posiciones minoritarias y de poco peso.

Pero lo cierto es que quienes se mueven por el extrarradio son los varones, quienes desempeñan sus trabajos en los lugares más alejados del urbanismo son los hombres, quienes deben desplazarse al polígono industrial, los campos, el mar, o las actividades más alejadas del hogar son siempre los mismos y esos no son otros que los varones, mientras ellas pueden desarrollar su vida en ese centro en que las naves industriales, las actividades portuarias o las agrícolas, son sustituidas por calles asfaltadas, zonas de recreo y esparcimiento por el comercio y las actividades más urbanas.

En las ciudades de nuestro entorno,  el comercio, los servicios, las administraciones públicas se sitúan en el centro, como en el centro se sitúan los lugares de ocio y esparcimiento, los teatros y los locales de espectáculo y las zonas vip. Y aunque debido a las necesidades del urbanismo se hagan imprescindibles la creación de áreas de comercio y esparcimiento más alejadas del centro de las ciudades, en realidad de lo que hablamos es de nuevos círculos concéntricos con su propio centro y periferia y el mismo reparto de áreas para cada sexo.

Pero el centro no es solo un lugar geográfico, es un espacio vivencial, que alguien ocupa permanentemente y otro alguien tiene necesidad de volver a él. La familia,  la casa, el hogar, el barrio,  la iglesia, los espacios donde uno se educó y se formó. Y de nuevo hay quien periódicamente debió abandonarlos y ese alguien no era otro que  el varón. El trabajo, las guerras, las expediciones reclaman del varón el abandono de ese lugar conocido y familiar por la incertidumbre de lo que pueda haber allí a donde se dirige o a donde lo dirigen. A veces voluntariamente pero otras veces obligado por la ley o las circunstancias.



9 comentarios:

  1. Sobre el patriarcado, http://carmesi.wordpress.com/2014/01/29/maldito-patriarcado/
    Es un blog que sigo de un psiquiatra profesional que sabe de neurociencia y escribe sin importarle la corrección política

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  2. Gracias por el enlace Enric, he leído la entrada y tengo la impresión de que el blog promete. ¡Algunos fanáticos del género debieran leer estas cosas, aunque también es verdad que por el lado de los hombres parece mucho más difícil romper el círculo de lo políticamente correcto!

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  3. El blog Mujeres publica este vídeo
    http://blogs.elpais.com/mujeres/2014/02/el-caso-viral-del-hombre-oprimido-en-un-mundo-feminista/comments/
    Mucho más que el vídeo me han sorprendido los comentarios.

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    1. Anónimo3:04 p. m.

      No he visto el vídeo, pero leyendo los casi doscientos comentarios a favor y en contra, entre los que difícilmente se encuentra alguno que valga la pena, saco la conclusión de que no me pierdo nada.

      Lo que destaca en los comentarios es esa insistència en proclamar que el feminismo busca la igualdad. Tal vez sí, pero la mayoría de quienes se proclaman feministas parece que lo que buscan son privilegios para las mujeres. O sea, que del dicho al hecho...

      También me parece, si me he fijado bien, que le han cambiado el título al artículo, que el que hay ahora no es el original.

      Jeipi

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  4. Yo tuve la misma impresión Jeipi, como si todavía hubiese empecinados que no quisieran reconocer la buena nueva del feminismo como sinónimo de una igualdad que ningún hecho podría desmentir, pero también me llamó la atención el uso de la palabra empatía en el sentido unidireccional de identificarse con los sentimientos de las mujeres, como si una vez más hiciese falta recordar que el término tiene un sentido bidireccional, que los hombres también tenemos sentimientos, a veces, diferentes, y en algún caso contrapuestos a los de las mujeres. Yo debo tratar de entenderte pero tú no estás menos obligada a entenderme a mí, como si pensar que hay una única mirada válida: la femenina, no fuera más limitado que pensar que la única válida sería la masculina.

    Pero sobre todo me llamó la atención que de nuevo se vuelve a la carga con la pregunta de dónde están los hombres, evidentemente entendidos como seres obligados a dar protección a las mujeres. Se proclama igualdad y superación de estereotipos y roles, pero la reclamación del varón como sujeto protector no se detiene. No sé qué opinará de esto un personaje como Torreblanca y si quizá tendrá pensado exigir que no se siga echando sobre las espaldas de los hombres la obligación de asumir ese rol para así poder superar esa lacra de violentos y guerreros que nos atribuye. Pero tengo para mí que algo así no se le ocurrirá.

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    1. Anónimo10:05 a. m.

      como siempre, Emilio, expresas perfectamente lo que muchos otros pensamos o sentimos sin llegar a verbalizarlo tan claramente, tan "preclaramente".

      Arturo

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    2. Las mujeres postmodernas no tienen bastante con un hombre proveedor, necesitan que sea "emocionalmente maduro" (por eso se lamentan"¿donde están los hombres?" desde el neofeminismo pop).
      Esto quiere decri que él tiene que estar presente cuando ella quiere compartir sus sentimientos (o le da el "yuyu"), y él tiene que interpretar correctamente sus estados emocionales aunque ella sea ambigua o no los verbalice correctamente. Él tiene que responderle con amabilidad, empatía y compasión, reasegurándole su amor, sin ser condescenciente, sin intentar cambiarla o tratarla como una niña.
      Lo que ESTO NO QUIERE DECIR PARA ÉL és que pueda compartir sus sentimientos sobre su propia vulnerabilidad, sobre todo si son negativos. Si él siente celos, vergüenza, culpa o inseguridad puede despertar en ella una reacción terrible -la saca fuera de su zona de seeguridad- que la pone en contacto su propio miedo (al abandono -él ya no será un proveedor) e inseguridad (ya no será un protector).
      El hombre tiene que andar con mucho cuidado de expresar abiertamente sentimientos o pensamientos críticos como la frustración , desaprovación, soledad, ambivalencia, frialdad o distancia. Mostrar vulnerabilidad, para un hombre, es algo así como disminuir su masculinidad, y por tanto su atractivo ante las mujeres. Y "los buenos chicos" a ellas les gustan mucho como amigos, pero a la hora de la verdad no se comen muchos roscos.

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    3. Hay un chiste de una mujer que va a una tiradora de cartas y se queja "él nunca habla de sus sentimientos". La adivina le contesta "La semana que viene, a las 12 los hombres de este país empezarán a hablar de sus sentimientos. Y a las 12 05 las mujeres de todo el país lo estarán lamentado...."

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    4. Humberto11:00 a. m.

      El chiste, Enric, refleja un fenómeno que realmente no es nada gracioso. Cuando se le pregunta a las mujeres qué esperan de un hombre, en los primeros lugares está siempre la sinceridad, que suele ir seguida muy de cerca por la caballerosidad. Es una combinación diabólica. A efectos prácticos, esto se traduce en que debes decirle que a los 40 está más buena que a los 20, que cualquier cambio de peinado es a mejor, que te encanta que su madre pase tanto tiempo en vuestra casa, que sus amigas son todas, todas, muy simpáticas y guapas, pero ella más, que prefieres una película de Jennifer Aniston a un Madrid-Barça, que te interesan mucho los problemas de sus compañeras de trabajo con sus respectivas suegras o cuñadas, etc. ¡Y todo ello lo tienes que decir con sinceridad absoluta!
      Mientras, ella no tiene la obligación de ser sincera contigo, porque la cosa perdería gracia. Pero sí con sus amigas, a las que contará con todo lujo de detalles aspectos de vuestra relación y de sus sentimientos que tú deberías adivinar si la quisieras de verdad. Qué panorama.

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