He de reconocer que parto de la idea quizá errónea de suponer que igualar a las personas significa compensarlas en lo que les falta, independientemente de su sexo, pero al parecer estoy equivocado ya que como me dicen que hay que entender esa compensación es si corresponde aplicarla a la mujer, no cuando corresponda al hombre.
De ese modo mi perplejidad no se detiene
cuando veo que un anuncio es sexista si quien pone la lavadora es ella,
pero no lo son esa ristra interminable de comparadores de seguros en los que: se patea, estrella contra la pared, se hace caer de un patín, incluso se le restriega la cara con el
paño del polvo y se lo pulveriza con un spray como si de un mueble se tratase,
porque en todos los casos se trata de un varón, y no solo no los retiran sino que ninguno de
esos organismos que tan atentos están a detectar el sexismo en la publicidad, y
con tanta celeridad proceden en otros casos, no parecen haber observado nada raro.
Se han puesto de moda los zapatos de
aguja imposible y las plataformas de veinte centímetros. No pasa nada. Cada uno y cada una es libre de vestir y calzar como
quiera. Uno creía que esa era la actitud correcta, pero resulta que no, que tal
cosa no es suficiente y algo debemos estar haciendo mal el género masculino
porque se nos sigue acusando de ser los responsables de que las mujeres se vistan de forma insana e
incómoda, eso sí incluso reconociendo que nosotros lo hacemos con mucha menos
libertad y de forma más limitada, y así nos podemos encontrar párrafos como el
que sigue:
“sigue habiendo mujeres que eligen vestir
con prendas incómodas y poco prácticas, especialmente para “salir”, incluso hay
lugares a los que no las dejan entrar si no cumplen determinados niveles de
incomodidad. Curiosamente el “examinador” suele ser un hombre perfectamente
cómodo en sus pantalones y zapatos bajos.” (Qué aprendemos hoy)
También creía que lo bonito era no
señalar diferencias genéricas entre los sexos, y decir por ejemplo que las
mujeres leen peor los mapas, pero también debo estar equivocado porque si se
trata de Ken Robinson que se presenta como un completo inútil frente al cerebro
multitarea de su esposa capaz al mismo tiempo de coger el teléfono, freír un
huevo, atender a los niños y varias cosas más entonces lo que toca son unas
risas, y aunque no resulte tan simpático has de acostumbrarte a encontrar
repetida por doquier la asociación de testosterona y guerra, o lo último que me ha pasado: el autor de un
blog que cuando le toca trabajar con gráficos de diferentes colores habla de
las limitaciones de su sexo para tal cosa. Claro que nada de lo anterior puede
competir con la presunción de distintos comportamientos por parte de mujeres y
hombres tanta veces establecida en las leyes de género.
Supongo que las clases de
Educación para la ciudadanía preparan a uno para superar esas limitaciones. También para entender citas como ésta: "When a woman reaches orgasm
with a man she is only collaborating with the patriarchal system, eroticizing
her own oppression". Sheila Jeffreys