Observémoslo desde el lado de los hombres
y preguntémonos por qué la igualdad no se plantea en el derecho de familia, en
los permisos materno y paterno, en que la conciliación de vida laboral y familiar no
debe quedar limitada a las mujeres, en el reparto igualitario del patrimonio
familiar en caso de separación y sobre todo en la custodia compartida de los
hijos.
Sigamos en esa línea y preguntémonos por
qué no igualdad en las carreras de letras y por qué no igualdad en la atención
y cuidado de los niños sin que constituya un fortín femenino en el que los
hombres no tienen cabida, aunque se les
pueda reprochar constantemente su baja aplicación a las tareas domésticas o con
los hijos.
Eso sería lo que en buena lógica cabría
esperar de quien considera que hombres y mujeres somos perfectamente
intercambiables en la política o la economía. Quienes hablan de que las diferencias entre
hombres y mujeres son de raíz cultural, quienes dicen que nos hacemos hombres o
mujeres si acaso el color de nuestras primeras ropas es azul o rosa. Si
nuestros padres nos recuerdan que somos el niño o la niña de la casa.
Frente a la idea de la tabla rasa que
dice que las diferencias entre los seres humanos se producen en fase postnatal,
lo que la ciencia establece es que somos
una interacción de biología y cultura, biología que hace distintos a hombres y
mujeres desde antes del nacimiento, pero que se manifiesta en el comportamiento
desde los primeros momentos de la vida.
Al poco de nacer las niñas se fijan más
en los rostros y los niños más en los objetos. También se ha comprobado
repetidamente que los niños prefieren unos determinados juegos y juguetes, y
las niñas otros diferentes. Incluso que niños y niñas no aprenden de la misma
manera ni manifiestan igual interés por las mismas tareas, ni con la misma
actitud.
Las diferencias se seguirán observando a
lo largo del desarrollo de ambos sexos. Que esto sea así no debiera constituir
estigma para ninguno de los dos. La evolución lo ha querido así y seguro que hay
ventajas en ello.
Pero sea cual sea el enfoque, lo que no
es de recibo es sostener, a conveniencia, que ahora me interesa uno y un poco
después el otro. Justificar con uno las listas cremallera y con el otro el
diferente trato penal. Decir que el patriarcado es una construcción social fruto
del hombre para mantener dominadas a las mujeres, pero luego justificar que
estos deben desempeñar los trabajos de
la construcción porque son más fuertes o, más todavía, justificar que no hay
discriminación en la obligatoriedad del servicio militar solo para varones.
Imponer los mismos juguetes a niños y
niñas, también la misma forma de estar en la escuela, para a continuación calificarlos
a ellos de más revoltosos y suspenderlos más por sus actitudes que por sus
conocimientos. Y cuando son un poco más mayores pasarles un cuestionario en el
que ellos han de responder de la violencia perpetrada y ellas de la violencia
sufrida, en un estigma que no les abandonará el resto de la vida.
Considerar abusiva la presencia de
varones en determinados ámbitos o profesiones, pero tolerarla, incluso
alentarla, en aquellos otros de mayoría femenina. Protestar porque son más los ingenieros o los
informáticos, pero no porque sean más las sanitarias o las maestras, ya no
digamos cuidadoras de guardería o jardín de infancia. Y por supuesto callar que
ellos sean más en la construcción, las minas y en general los trabajos de mayor
riesgo y esfuerzo.
Protestar por si tuitean más o menos que los
varones pero callar que el quiosco tenga rostro femenino, o que en la
publicidad los papeles de mujeres y hombres se parezcan lo que una nuez a una
naranja, solo se puede calificar como ventajismo. También en la prensa
generalista la imagen de la mujer y el hombre claramente se asocian a papeles
bien diferentes y no en beneficio del
varón.
Bajo el pretexto de la igualdad, todas
las desigualdades tienen cabida. Bajo el pretexto del fin de los roles, se nos
dibujan unos nuevos de perfiles tan marcados como los conocidos hasta ahora.
Bajo el anuncio de la intención de acabar con los estereotipos, el masculino
cada día se parece más a un ser enfermo de egoísmo y ansia de dominio, sin que
se sepa cuál es su aporte positivo a la sociedad.
Pero vayamos más al detalle y observemos
el perfil que va marcando el empleo femenino: siempre a cobijo, siempre cerca
de las personas y de tal modo que le permita mantener su posición como centro
de la familia, y como, las ocupaciones de las féminas se extienden a lo largo de
una serie de sectores que no solo reúnen esos requisitos sino que comportan un
peso social y político de primera magnitud y lo hacen imponiendo en cada uno de
ellos su impronta.
El empleo femenino no solo comprende los
trabajos administrativos, en los servicios o la distribución comercial, sino
que impone su impronta y su número en ocupaciones como la sanitaria, la
educación, el derecho y todo lo
relacionado con la dependencia, amén de una fuerte preeminencia en otros
lugares destacados de la sociedad de tal modo que su conjunto le confiere un
poder político y una influencia sociales enorme.
¿A nadie sorprende el desplazamiento
progresivo y sin retorno de los varones de profesiones como la de enfermero o
maestro? ¿A nadie sorprende que uno pueda entrar en una sala de la seguridad
social donde hay decenas de personas detrás de un ordenador y ninguna sea
varón? ¿A nadie sorprende el monopolio femenino en todo lo relacionado con la dependencia?
No en vano las únicas protestas que
concluyeron exitosamente de los últimos años tienen que ver con esos sectores:
marea blanca, marea verde. No es por casualidad que algunos partidos quieren
llevar esos dos derechos a una Constitución reformada y eso por delante del derecho al alimento o la vivienda. Como no en vano en ambas se ha establecido una protección
jurídica reforzada de sus profesionales frente a posibles agresiones.
Y no en vano las reivindicaciones de
dichos sectores constituyen buena parte del programa político de algunos
partidos, hasta el punto de merecer más atención que los cinco millones de
parados y la enorme cantidad de personas que viven en el límite de la
subsistencia. Solo hay que oír la cantidad de veces que se repite la petición
de mayores inversiones en educación o sanidad.
Identificar el poder político con quien
lo ostenta sea este hombre o mujer solo puede inducir a engaño. ¿A alguien le
queda duda que Pedro Sánchez está más preocupado por los problemas de las
mujeres que por los de los hombres? ¿Le queda duda de a quien sirvió Zapatero? ¿A alguien le queda duda de que el PP ante el
temor a la pérdida de voto femenino se está volcando presupuestariamente con
ellas y ya se estén anunciando plazas por parte de todas las administraciones?
¿A alguien le queda alguna duda de que si
las respectivas secciones de la Mujer de UGT, CCOO o IU desea hacer un
pronunciamiento sobre el tema que sea: brecha salarial, custodia compartida o
cualquier otro nadie en el sindicato o la organización se opondrá? Recientemente así ha sucedido con uno de
brecha salarial por parte de UGT y otro para oponerse a la custodia compartida
por parte del área de mujer de IU
El contorno del empleo femenino tiene que
ver con lo más querido: los niños, la familia, la salud, la educación, la atención a los
discapacitados y la tercera edad, las relaciones con la administración y los
servicios, los cuidados de salud y belleza, todo lo relacionado con el vestido
y la moda y en su conjunto confiere una posición e influencia social y política
de primera magnitud más allá de las cuotas, las listas en cremallera o la
discriminación positiva.
Paradójicamente y después de tantas
vueltas como se le dio al asunto de los roles, la mujer sigue privilegiando su
papel como madre y como cuidadora, aunque la sociedad en que hoy vivimos no sea
la de cazadores-recolectores y por ello la división de funciones: él la caza y
la protección, y ella la casa y los hijos sea necesario verla en una dimensión
ampliada y donde el Estado juega un papel de primer orden. En el momento
presente parecen claros los lugares en que el hombre no tiene cabida.
Este análisis apunta al interés más propagandístico que real por lo cinco millones de parados, de una fuerza como Podemos, lo que en mi opinión se haría extensible a otras fuerzas como el PSOE. Se obvia la terrible división del mercado laboral entre quienes tienen empleo y quienes no lo tienen o lo tienen precario, entre ellos un 50% de los jóvenes, para ofrecerles una renta básica de imposible realización y con ello perpetuar una situación que con la crisis no hizo más que empeorar pero que hunde sus raíces mucho más atrás. En este punto la izquierda es la mejor valedora de quienes tienen frente a quienes no tienen.
ResponderEliminarUn artículo que cuestiona el fundamentalismo en la educación. Gracias a Athini por dármelo a conocer
ResponderEliminarhttp://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2015-03-11/la-empecinada-grieta-sexual-del-informe-pisa_725660/