29 abril, 2015

Los hechos sociales y la percepción que se nos impone

Cita Mario Bunge en: A la caza de la realidad, el teorema de Thomas de la siguiente forma: no reaccionamos a los hechos sociales sino a la forma en que los percibimos. A lo que a mí me gustaría añadir dos cosas: que la disociación entre lo que pasa y lo que percibimos que pasa no parece la misma para los dos sexos y, que esa disociación entre lo que pasa y lo que los medios nos dicen que pasa tiene mucho que ver con los intereses de los sujetos políticos y culturales dominantes en cada momento histórico.

En relación con la primera traigo a colación esta cita de Carmen Leal catedrática de psiquiatría de la Universidad de Valencia acerca de la percepción de la salud, bienestar y calidad de vida por parte de las mujeres, por lo bien que resume lo que múltiples estudios han constatado. La cita es esta:

“Pese a que las mujeres poseen una mayor esperanza de vida que los hombres, ponen en marcha mayor número de conductas preventivas, padecen en menor medida enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias adictivas, experimentan menor grado de accidentabilidad, la sensación subjetiva percibida por parte de ellas sobre su bienestar, calidad de vida y estado de salud es significativamente peor que la que manifiestan los hombres.”

En relación con la segunda, que ese sujeto político hegemónico en el presente no es otro que el neofeminismo institucional y social que a lo largo de las últimas décadas ha conseguido imponer no solo su visión del mundo: perspectiva y agenda de género, machismo, patriarcado, etc. sino que ha mostrado una capacidad extraordinaria para hacerla prevalente en las instituciones de cada país (al menos en los más desarrollados), y en todo tipo de instituciones internacionales.

Todo ello en un contexto cultural y político de pensamiento líquido y en el que las ciencias sociales, destruida cualquier idea de verdad,  carece de criterios de verificación hasta el punto de que la percepción subjetiva de uno solo de los sexos expresada a través de una encuesta y  reinterpretada por los “expertos” y “expertas” del feminismo y la perspectiva de género se acaban convirtiendo en verdad sociológica, jurídica y política. Esa es la epistemología de los estudios de género, pero también la de múltiples estudios promovidos por las instancias públicas sobre las más diversas materias, que acabarán siendo la guía de la acción legislativa de los diferentes niveles de la Administración pública.


Y por si lo anterior no fuera motivo suficiente de asombro, más lo resulta todavía la actitud de la academia en la que básicamente encontramos las siguientes actitudes: la de quienes aprueban el citado “método” por coincidir con sus intereses personales y/o políticos; la de quienes discrepando han osado expresar una opinión contraria y por ello han sido condenados al ostracismo y la de otros muchos que sencillamente renuncian a expresar su opinión porque los temas de género tienen propietarias y solo con licencia se puede opinar sobre ellos. Con lo que finalmente la única ventana para expresar cualquier desacuerdo ha quedado limitada a la red. Este es a mí entender el poco halagüeño panorama de los debates sobre la igualdad y la sociedad que queremos y uno de los retos que primero convendría superar. 


15 abril, 2015

El método feminista

En este extraño mundo de las ciencias sociales donde una cosa y su contraria pueden tener lugar, porque se ha prescindido de cualquier criterio de verificación, solo es una paradoja más que la mayoría de científicos, juristas y políticos mantengan en el nivel del análisis la idea de la humanidad como una masa homogénea que prescinde del hecho de que hombres y mujeres somos diferentes, pero al tiempo admitan en las leyes y las normas sociales que esa realidad diferencial se exacerbe, en particular en las leyes de género, hasta dar la impresión de que más que de los sexos de una misma especie estuviéramos hablando de especies distintas. 

Porque somos diferentes en lo biológico y lo genético es por lo que necesitamos leyes de igualdad en lo jurídico y lo político. No para matar o eliminar nuestras diferencias naturales sino para evitar, si acaso,  sus efectos indeseables y lograr una sociedad más justa para todos. En lugar de lo anterior el feminismo de género proclama la igualdad en origen, la tabla rasa a la hora de nacer, pero luego promueve sin cesar esa diferencia en todos los ámbitos y en las leyes. Niega las diferencias naturales pero institucionaliza otras de su gusto y a su arbitrio en la política y la sociedad mediante la agenda y las leyes de género.

Se trata del mundo al revés, se niegan las diferencias biológicas y los estilos cognitivos allí donde deben reconocerse: la escuela y los juegos, por ejemplo, sosteniendo una insostenible tabla rasa, pero luego se dictan leyes de género en las que resulta difícil reconocer una común humanidad de hombres y mujeres. Se desprecia la neurociencia y tantas otros saberes, pero luego se siguen a pies juntillas lo que dicen algunas encuestas llenas de cocina y realizadas a uno de los sexos.

Y lo más sorprendente, se niegan esas diferencias donde deben reconocerse, pero a continuación y sin que se sepa por qué mecanismos ni en qué momento ha sucedido, se pasa un cuestionario a las chicas y otro diferente a los chicos en los que los papeles de cada uno en relación con la violencia no solo está establecido de antemano, sino que los hace radicalmente diferentes. No había ninguna diferencia en el nacimiento y ahora las hay todas.

Y de nuevo una excusa: esas diferencias son producto del  distinto proceso de socialización de hombres y mujeres, y una nueva pregunta: si ese proceso se ha llevado al lado mucho más de mujeres que de hombres: mamá, la cuidadora de casa o la guardería, y las maestras hasta por lo menos los 11 años, teniendo especial cuidado en combatir el “machismo” ¿por qué extraña rendija se ha colado ese mal que se supone tan vivo y virulento como siempre, incluso peor?

Es evidente que el “método” feminista hace aguas por todos lados y por eso es momento de recordarlo y recordárselo.



08 abril, 2015

Una doble vara de medir

Las reacciones de ataque a ese tuit de la Guardia Civil con el texto: “Tolerancia cero al maltrato en todas sus formas y variantes. DENUNCIA, no lleves la procesión por dentro” que tantas ampollas ha levantado en personas de sensibilidad feminista como Carmen Montón del PSOE para quien resulta intolerable  “equiparar los asesinatos cometidos por los hombres, con los que cometen las mujeres dentro de la pareja.” ponen de manifiesto una vez más la doble vara de medir reinante en nuestro país en relación con estas cuestiones.

No soy experto en semiótica pero me parece que carteles del tipo: Si la maltratas a ella, me maltratas a mí, o, Cuando maltratas a una mujer dejas de ser un hombre; impresos sobre rostros masculinos,  recogen todo un tratado de lo que el feminismo de género nos propone y que en todo se asemeja al estereotipo de caballero que tantas veces denostó pero que ahora nos sugiere de nuevo. En dichos carteles las notas que veo son:

Primera: los seres humanos se dividen en dos: hombres y mujeres. Pero ahí acaba cualquier relación de semejanza hasta el punto de que la única violencia que importa es la que él pueda ejercer sobre ella. El queda descartado como sujeto pasivo de maltrato. Lo que no se nombra no existe, según su propia concepción.

Segunda: esa violencia con quién lo va a enfrentar, no es con la justicia u otra  instancia mediadora por encima de los sexos, sino con sus propios congéneres, con otros como él -mejor si los admira-,  que serán a quienes corresponda afear y reprimir su conducta.

Es como cuando Lorente Acosta quita cualquier responsabilidad a la madre que dice a sus hijos: “verás cuando llegue tu padre” ya que no es que ella esté derivando responsabilidades sino que se trata del papel que el padre ha elegido. La violencia al campo masculino, la confrontación entre varones, que es donde corresponde. 

Tercera: si queréis gozar del favor femenino, si no queréis dejar de ser hombres, actuad como caballeros capaces de hacer frente a quien la mujer señale como su verdugo. El hombre lo es cuando sale en defensa de la mujer, cuando hace de su escudo. O dicho de otro modo cuando está dispuesto a poner la cara, pues como todo el mundo sabe la tenemos más dura y soportamos mejor los golpes.

Cuarta: repasando la historia y el presente encontraréis ese mensaje inscrito en la frente de tantos varones incapaces de denunciar  leyes como la de violencia de género o la ausencia de custodia compartida, y prestos a creerse todo tipo de falacias si llevan el sello del feminismo.

Blogs enteros dedicados a denunciar todo tipo de pretendidas discriminaciones hacia las mujeres, plumas prestas a denunciar la tiranía de las modas y las tallas, y a considerar que alguna responsabilidad tenemos los hombres en los fallos que la cirugía estética ha cometido con algunas actrices y otras famosas. De los fallos con actores ni mención ya que siguiendo el primer postulado ellos no existen como  víctimas.

Quinta: Pensad por un momento, que en alguno de esos carteles el rostro hubiera sido el de López Aguilar -ahora acusado de violencia de género, pero  en cuyo mandato se aprobó la Ley que ahora se le  aplica y quien en su día dijo que las denuncias falsas por maltrato suponían “un coste soportable” y que el hecho de su existencia: “no puede disuadir a los poderes públicos de seguir realizando su trabajo.” Y pensad en el tremendo fiasco que tal circunstancia hubiera supuesto y, a dónde pueden conducir enfoques tan torticeros y engañosos como los que ahora comentamos.