Algún día tenía que pasar. El feminismo que lleva tantos
años sorteando el debate ideológico con el pretexto de que eso era entrar en el
juego patriarcal de la racionalidad, los datos y los hechos, ha terminado
sucumbiendo a su propia lógica.
Convencidas de su superioridad moral, que las revestía de un
escudo contra todo se han lanzado en tromba a defender las manifestaciones del 8M en un momento en
el que ya la OMS había advertido seriamente del peligro de las concentraciones
humanas.
Y el resultado no ha podido ser ni más duro ni más doloroso.
Las concentraciones se convirtieron en una fuente de incontables contagios y
destacadas lideresas de ese movimiento en nuestro país terminaron infectadas.
Por supuesto la izquierda que en todo les sigue el juego se
apuntó a su defensa. Ahora lo estamos pagando todos. No, el feminismo no es un
escudo contra el virus, no es un escudo contra la racionalidad, los datos y los
hechos, el feminismo como cualquier otra ideología está sujeto al contraste de
la realidad.
Se habían saltado ese contraste tantas veces, en tantos
campos, habían logrado moralizar todo
tanto, habían conseguido tantos éxitos dividiendo a la sociedad en buenas y
malos, en víctimas y verdugos, se creían tan henchidas de verdad, de porque yo
lo valgo, que nada se les podría resistir, tampoco el virus.
Por supuesto el error fue mayúsculo. Porque yo lo valgo
puede servir para una campaña publicitaria, para llenar el ego de quienes lo
escuchan, pero no frente al virus, como tampoco debiera valer frente a los
hechos y la racionalidad. No hay nada de providencial en el feminismo aunque
tantas y tantos se empeñen en creerlo así.
O el feminismo está dispuesto a reconocer que su reino no es
de otro mundo, sino de este, como todo lo que conocemos, o está dispuesto a
rechazar el burdo adoctrinamiento al estilo Anna Pacheco en la TV, o seguramente se estrellará más veces contra
una realidad que no se atiene a superioridad moral ni porque yo lo valgo.
Confiemos que esta lección sirva para algo y por supuesto
tomen buena nota también todos aquellos que hasta el presente decían que si se
trataba de feminismo todo les debía estar permitido y cualquier restricción o
limitación sería contraproducente, también por supuesto el Gobierno.
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