Otra vez se nos anuncia una ley de educación contra la
memorística, ¡y van no sé cuántas! En esta sociedad y en este Estado se ha
instalado la práctica de poner en marcha iniciativas sacadas del bolsillo pero
que al parecer son buenas porque quien las propone se ha cargado a sí mismo de
razones para considerarse pionero y avanzadilla de la sociedad, y apoyado de
los suyos, aprueba y pone en marcha procesos y políticas de gasto que jamás
serán evaluadas en su corrección o fracaso. Y así, llevamos no sé cuántas
reformas educativas que nos anuncian que van a acabar con la memoria y cada una
lo hace como si fuera la primera.
Si hubiéramos de juzgar por lo que ha venido sucediendo en
nuestra escuela en los últimos 30 años nada tendríamos que celebrar, tampoco la
pretensión de acabar con la memoria. Los medios materiales y humanos se han
multiplicado varias veces pero los resultados educativos siguen colocándonos al
lado de países que gastan muchísimo menos, y tan felices anuncian una nueva
reforma educativa elaborada con criterios posmodernos y se presentan ante la sociedad
con cara de saberlo todo y anunciar la buena nueva.
La cuestión es que eso que se nos anuncia es una gran
mentira. Los humanos sin memoria no somos nada y pretender que hay una forma de
aprender prescindiendo de la memoria
solo revela que quien así se expresa no sabe de
qué está hablando. Y si no que hagan el esfuerzo de pensar en las
sociedades de tradición oral o que se lo pregunten a Homero y los griegos
clásicos capaces de poner en pie una de las sociedades más civilizadas de todos
los tiempos y todo eso cuando el método de grabación y registro estaba
constituido por las neuronas y la memoria de la gente. Del mismo modo que las sociedades construyen
sobre lo existente y no parten de cero en cada momento, los humanos construimos
sobre lo que hemos memorizado e interiorizado y ese ejercicio no es inútil o
absurdo sino la forma de irnos haciendo como personas.
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