La que se considera por muchos y
muchas como mayor transformación social
en muchísimo tiempo: la igualdad y no discriminación por razón de sexo,
hay quien pretende que se produzca sin
debate, sin discusión ni deliberación,
sin necesidad de libre asunción y acuerdo, desde el puro acatamiento y el
silencio.
Y para ello se han dotado de una
ideología, con la que pretenden que todos comulguemos, según la cual: el
hombre, el varón, debería permanecer callado por cuanto ya ha disfrutado de suficiente
poder en los últimos milenios y, porque cualquier intervención suya, dado su
irrefrenable deseo de poder, solo tendría por objeto la recuperación del estatus
perdido.
Estrategia que no se diferencia en nada
de tantas otras coartadas como a lo largo de la historia han
esgrimido todas y todos aquellos que
pretendiendo legitimar sus ambiciones de
poder necesitaban presentar al otro como
el indigno, como la negación de todo lo
bueno y la fuente de todo mal, como aquel a quien había que condenar al
ostracismo si se ansiaba que los males
de la sociedad tuviesen arreglo.
Y esto con los peores métodos. Ahí están
las feministas históricas caídas en desgracia, tratadas con el mismo rasero que
desde los regímenes comunistas se reservaba a los revisionistas y a los
disidentes. Ahí están Elisabeth Badinter y María Sanahuja consideradas vulgares
machistas. Ahí está Empar Moliner y tantos otros que de articulistas que
escribían con regularidad en sus periódicos o hablaban por la radio y la
televisión nada sabemos a no ser que no están en los medios que fueron durante
muchos años sus centros de trabajo. Y ahí está la labor callada y de censura que
se ejerce contra tantas personas, libros
y documentos.
Y sobre todo ahí está el silencio sobre
estas cuestiones solo roto por la opinión de los “expertos” que pontifican y
deciden todo lo que hay que hacer para la “defensa de los derechos de la mujer”
que son los términos en que han decidido que deben tratarse las cuestiones
relacionadas con la igualdad. Expertos
que jamás encuentran ninguna esfera de atención a los varones: sea que se hable
de educación, servicios sociales, enfermedad mental y suicidio, siniestralidad
laboral, derechos de los padres: custodia compartida, permiso paterno, etc.
Y ahí está el silencio político solo roto
para anunciar por parte del PSOE cosas como esa última de listas cerradas con
cremallera y obligatorias para todos o el Gobierno anunciando nuevos fondos
para las organizaciones feministas y las políticas de género, pero sin que
jamás sea necesario explicar el por qué de una cosa y la otra, ni se despierte
recelo más que en sectores minoritarios porque jamás se rindan cuentas de esas
políticas ni se explique la perentoriedad de las mismas y si los fondos han
servido para algo y utilizados convenientemente.
Y aquí estamos en pleno siglo XXI
reclamando el derecho al debate de ideas sin apriorismos ni anatemas, sin que
los argumentos puedan ser perseguidos, rechazados, ninguneados y siempre que se
puede censurados porque lo que propone es custodia compartida, o derogación de
la Ley contra la violencia de género, o cese de las políticas de discriminación
positiva no justificadas por ningún otro motivo que no sea la asunción de que
la mujer siempre está en desventaja en esta sociedad, pero sobre todo porque
con tal proceder lo que se procura y consigue es una profunda discriminación
hacia el varón heterosexual al que se ha convertido en chivo expiatorio de
todos los males sociales.
Normalizar el debate sobre la igualdad de
hombres y mujeres, aplicarle los mismos criterios que a cualquier otra cuestión
social y política debe ser exigencia de todo demócrata que se precie y de
cualquier persona consciente de que la deriva que el tratamiento de estos temas
y sus políticas ha tomado precisan de
una profunda corrección porque tanto la filosofía sobre la que se asienta, como
los procedimientos utilizados: ausencia de debate y crítica, imposición
unilateral y exclusión, no nos están conduciendo más que a la fractura social y
a generar más problemas de los que se dice resolver.
Y a esos efectos algo debiéramos aprender del boicoteo a la custodia compartida que
desde el primer momento de su tramitación el lobby feminista en las Cortes
consiguió con alevosía y nocturnidad enmendando el texto a última hora,
para a continuación impedir que grupos que como el PSOE reconocieron
un error en la votación que se subsanaría más adelante jamás volvieran a hablar
del tema o cómo fue posible que el Tribunal Constitucional tardase siete años en
declarar inconstitucional el inciso del artículo 92.8 del Código Civil que establecía como preceptivo
un informe “favorable” del Ministerio Fiscal para que el juez pudiera acordar
la guarda y custodia compartida de un menor. ¡¡¡Y todavía hay quien pretende que el poder es de los hombres!!!
Y haya tenido que ser el Tribunal Supremo quien en sentencia de este año
establezca,
que tras la sentencia del Tribunal Constitucional 185/2012, de 17 de octubre,
la adopción del régimen de guarda y custodia compartida ya no depende del
informe favorable del Fiscal sino, únicamente, de la valoración que merezca al
Juez la adecuación de dicha medida al interés del menor, que la guarda y custodia compartida no sea lo excepcional sino la regla general siempre que no resulte perjudicial para el menor, ya que "el mantenimiento de la potestad conjunta resulta sin duda la mejor
solución para el menor en cuanto le permite seguir relacionándose establemente
con ambos padres".
Para
vergüenza de los grupos políticos, alguno de los cuales todavía seguía
subvencionando conferencias con títulos tan escalofriantes como "Custodia
compartida: otra forma de violencia de género", grupos que por cierto gozan de subvenciones oficiales y una cercanía al poder de la que por supuesto están excluidos los padres y los
partidarios genuinos de la custodia compartida y que siguen haciendo todo lo
posible para torpedear la nueva regulación y que la ley que salga mantenga todo
lo que pueda del actual statu quo.
Y
mientras todo esto sucedía y sucede decenas de miles de padres y de hijos han sido condenados al dolor de la
separación, sin que los que se arrogan un día sí y otro también la empatía se les
moviese un músculo de la cara y, por supuesto, viendo como el feminismo y las fuerzas
políticas perdían cualquier tipo de credibilidad. No, las políticas de género
no son neutras e inocuas, sino que pueden provocar mucho dolor y mucho estrago como demuestra lo
acontecido en la última década en relación con la custodia de los hijos en nuestro
país. Y alguien debiera asumir la responsabilidad social y política de tal estrago.