La
ideología que aquí combatimos es justamente esa, la que convierte a la mujer en
una menor de edad víctima del vapuleo constante del patriarcado y por tanto no
responsable de sus actos, que sean del cariz que sean y se muevan en una
dirección o la contraria harán de ella, bien una heroína capaz de vencerlo,
bien una víctima de las circunstancias, en cualquier caso un ser que haga lo
que haga y esté en la posición que esté no podrá despertarnos más que
comprensión y admiración y por ello a la que no cabe dar más que nuestro apoyo.
La otra
cara de esa moneda la constituiría el hombre, el varón, el macho, ese ser que
haga lo que haga y esté donde esté, estará ejerciendo el “poder” y a quien por
tanto le serán exigibles responsabilidades no sólo por sus actos, sino también por los de los demás, por todos los actos. Un ser que
ya sea como cerdo capitalista o “padre padrone”, no puede suscitar más que
nuestro repudio y rechazo. Estas serían las dos categorías binarias en las que
el mundo estaría dividido según esta ideología y ante las cuales forzosamente
deberíamos elegir.
Bien es
cierto que una presentación tan brutal quedaría reservada a determinados textos
teóricos y en trabajos como los de Andrea Dworkin y algunas otras feministas
radicales, y mucho más difícilmente en el feminismo operante y de cada día,
pero a poco que escarbemos descubrimos es el estereotipo dominante para quienes así piensan y lo que está detrás de la legislación de género y el distinto trato
penal a hombres y mujeres, o las múltiples y nunca totalmente descubiertas
“opresiones” del varón sobre la mujer, sea mediante discriminación salarial y
techo de cristal, sea en la violencia doméstica, sea en el acoso moral y
sexual, sea en el bullying, la homofobia...
El
neofeminismo ha tomado la parte por el todo y ha construido un estereotipo de
buenas y malos, de víctimas y verdugos, que pretende que tomemos por espejo de
una realidad mucho más compleja y rica, donde esa visión en bloque de los sexos
choca con la realidad histórica y presente, y en la que un reduccionismo de ese
tenor no puede tener cabida. Esta es la ideología que hay que desenmascarar,
este es el esquema que hay que romper por falso y por injusto, pero también
porque terminará, si no lo está haciendo ya, dañando, y mucho, a todos:
hombres, mujeres y niños.
P.S. He
leído en otra bitácora una defensa sin ambages de la ambigüedad que, parecía
hacer referencia a algo que aquí se ha tocado muchas veces. Por eso me apetece
decir algo al respecto. Aclaro que me refiero a la ambigüedad llevada al plano
del pensamiento, al plano de las ideas.
La
ambigüedad en el plano intelectual, en el mejor de los casos es sinónimo de
confusión y falta de claridad, en el peor, particularmente si es calculada, es
otra forma de mentira. Y lamentablemente hay mucho de eso en el discurso
neofeminista en conceptos centrales como: machismo, patriarcado, incluso
custodia compartida, si para desvirtuar su reivindicación se habla de la “custodia
compartida impuesta”, a sabiendas de que la defensa de la misma nada tiene que ver
con esa expresión y sí con su consideración como opción preferente y el estudio
caso por caso. Curiosamente, quienes así
se expresan, olvidan que la única custodia
obligatoria y por imposición es la práctica habitual de concederla siempre a la
madre.
Y para
prueba de esa ambigüedad en los conceptos en la misma bitácora se achaca el
error en la decisión de otorgar la custodia a esa madre de Tenerife que acabó
matando a sus hijos, nada menos que al patriarcado ¡Ahí es nada! Los conceptos
se estiran y se acortan como si de chicle se tratase, hasta el punto de que
cuando en una legislación claramente de género como es la española en lo relativo a la
custodia, se produce un resultado tan lamentable e
inasumible como ese, algunos pretenden lavar su responsabilidad intelectual y
moral achacándolo al patriarcado. En otro momento y también en uno de esos
ejercicios de fraude intelectual y estiramiento de conceptos habían decidido
calificar de violencias machistas, el bullying o la homofobia.
En
relación con la paternidad, que también ha sido tratada en la misma bitácora,
lamentar que por prejuicios ideológicos haya padres que deleguen en las madres
los cuidados y el afecto que como tales les corresponde dar a sus hijos. Esta
posición no sólo vive anclada en una visión de los roles familiares anticuada y
antigua, también desconoce que la paternidad tiene contenidos específicos en
relación con los hijos y por tanto no es algo que se pueda delegar: o lo hace
el padre o sencillamente no se hace. Finalmente, decir que la ambigüedad, la
confusión en la expresión del
pensamiento, el uso de términos que significan una cosa o la contraria a gusto
de quien los crea y maneja, a quien ha mejor servido siempre ha sido al poder, y
en particular a ese poder que se propone el manejo de las conciencias.