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18 mayo, 2018

Feminismo y ética


Lo de la ausencia de ética del feminismo señalado aquí apartado 3, Por qué es el paradigma de género el dominante en nuestra sociedad, no es una cuestión circunstancial de un momento o para un ángulo concreto de las relaciones hombre-mujer, sino que constituye una constante y una seña de identidad.

En la entrevista de Cathy Newman a J. Peterson no salía de mi asombro al escuchar la insistencia sobre lo divisivo (divisionista) de tener más seguidores masculinos que femeninos, o el reproche por hablar de las mujeres como colectivo porque suponía una generalización inadmisible, ya que cada mujer habría de ser considerada como un caso singular. Y más todavía lo poco que le importaba a la presentadora que él le recordase que si Youtube era predominantemente masculino, Tumblr era predominantemente femenino. Acusar a otros, desde el feminismo de género, de divisivos o de generalizar en exceso, solo se puede entender como hipocresía o porque se desconoce lo que mejor se practica.

Pero es que tampoco resulta una novedad absoluta ya que como recogía Alain Touraine en su libro: El mundo de las mujeres, las participantes no dudaban en reconocer que “… la seducción es buena cuando es un juego y yo llevo la iniciativa; es odiosa si es el hombre el que intenta seducirme”. (pág. 118) o que “Las mujeres son conscientes de que mantienen una relación privilegiada con los hijos, cuya existencia les confiere un poder al que renunciarían por nada del mundo, aunque los hombres compartieran las tareas de la casa con ellas, incluyendo el cuidado de los niños.” (pág. 139)

Incluso el sarcasmo que supone criticar por machista que hayan sido dos hombres quienes hayan presentado la última Gala de los Goya ocultando que previamente se había ofrecido a tres mujeres hacer la presentación y que estas habían rechazado. Pero, cuántas veces se ofrece un puesto a una mujer, por ejemplo, directora de un diario, ésta lo rechaza pero continúa la matraca del techo de cristal. Por cierto el techo de cristal como la paridad se refiere siempre a unas actividades concretas quedando otras completamente descartadas. Lo de la igualdad y la paridad no es para aplicar de forma universal sino allí donde el feminismo dice que ha de ser y no en ningún otro sitio.

No, la ausencia de ética no es un aspecto circunstancial. La ética de la equidad y la justicia nunca fue el fuerte del feminismo, y la ambivalencia, ampliamente admitida y practicada permite una cosa y su contraria sin contradicción. Ni la discriminación positiva resultó temporal como se decía en su momento, ni la intención era circunscribir la violencia de género a las relaciones de pareja. De la temporalidad de la discriminación positiva ya no se habla y el diferente trato jurídico, a hombres y mujeres se ha extendido a todas las edades y todos los ámbitos, con dos escalas diferentes para juzgar según el sexo. Y ahí está la petición al Consejo General del Poder Judicial la petición para su ampliación a todas las relaciones entre el hombre y la mujer.

En un asunto tan delicado como la violencia de género recuerdo una campaña del Ministerio de Igualdad con el lema “Entre un hombre y una mujer maltrato cero” se pretendió pasar por iguales estas dos afirmaciones:

Ella dice: “De todos los hombres que haya en mi vida, ninguno será más que yo”
El dice: “De todas las mujeres que haya en mi vida, ninguna será menos que yo”

Como fácilmente se puede observar ambas afirmaciones admiten que ella pueda llegar a ser más que él, no así que él sea más que ella porque incumpliría ambas. Pero lejos de corregir, cuando se preguntó por dicha asimetría, se negó que tal lectura fuera posible y que solo desde la mala fe y el machismo se podía tener duda al respecto de que ambas suponían lo mismo.

Como ahora cuando algunas escriben cosas como: Todos las personas somos feministas, pretendiendo que se está diciendo algo diferente a aquellas expresiones xenófobas en las que se reservaba el título de personas para los de la propia tribu, siendo los demás los bárbaros, los extranjeros. No digamos ya ese situarse al margen del sistema y actuar como si el movimiento feminista no tuviera 200 años de existencia y la realidad circundante algo tuviera que ver con ellas o que otros estuviesen obligados a ofrecerles un mundo en el que sus infinitas exigencias estuviesen garantizadas.

Es muy cómodo tener siempre a “otro” para echar las culpas de lo mal que funciona el mundo. Es propio del nacionalismo ventajista, pero también de un feminismo que se niega a asumir su mayoría de edad y dejar de pensar que el mundo comienza y termina en ellas y los demás están para satisfacer sus deseos.

O sea que no, la falta de ética no se limita a: amenazar y atacar personalmente a investigadores que han defendido paradigmas alternativos a los de género, ocultar la evidencia de que la violencia es simétrica y que las mujeres también son perpetradoras y los hombres víctimas u ofrecer en los medios de comunicación una visión sesgada dando publicidad a la violencia que encaja con el paradigma de género (la masculina) y ocultando la violencia ejercida por la mujer.

El género es un paradigma político y en él la regla más frecuentemente usada es el todo vale si es en su beneficio.


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