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05 mayo, 2011

Iguales sí, idénticos no.

El País consciente de lo infrarrepresentados que están en la prensa los partidarios de la visión culturalista de los sexos aun teniendo en cuenta lo prolífico del blog Mujeres, publica hoy en su sección de opinión un artículo de Bonifacio de la Cuadra con el título: La igualdad de sexos, una meta aún lejana, en el que se dice lo siguiente:

“Contra esa actitud, creo que es bueno poner la mirada en una meta igualitaria lejana, un tanto utópica todavía. En el ámbito del deporte, por ejemplo, no nos debemos conformar con que ya haya mujeres en las secciones de deportes de los medios de comunicación. Planteo la utopía de una selección nacional de fútbol mixta, imposible para hoy día, dada la prohibición de la FIFA y la falta de preparación física femenina. Pero desde luego, me niego a admitir que las mujeres carecen de constitución física para ese deporte, porque esa historia ya nos la colocaron para impedirles el acceso a la milicia o a la Guardia Civil. Y aporto el dato de que en los colegios -en los mixtos, claro- ya aprecio que espontáneamente chicos y chicas juegan juntos al fútbol con total normalidad.”

Es decir, fía la igualdad a un imposible, si hemos de creer algo de lo que la ciencia dice al respecto de hombres y mujeres. Y, más allá de eso nos hace: no iguales, sino idénticos, intercambiables, al menos en su aspiración  de lo que lleguemos a ser algún día. Jamás había leído esta tesis formulada de manera que me causara tanto impacto. Se trata de una utopía, que creo honestamente que no se puede calificar más que de totalitaria y sin embargo está formulada y presentada casi como si de un juego de niños se tratase: borrar las diferencias entre los sexos para conseguir que  hasta para el  fútbol seamos completamente intercambiables.

Qué lectura hará este señor de las teorías de Steven Pinker y, tantos otros, si es que hace alguna. Cómo interpretará los avances de la neurociencia y el cada día mayor conocimiento del cromosoma Y, y los genomas masculino y femenino. A qué atribuirá el fracaso estrepitoso de la pretensión de hacer iguales a niños y niñas mediante educación y juegos a lo largo de la infancia. En qué lugar  habita quien se fija como meta igualitaria, como utopía social, un mundo donde hombres y mujeres jueguen igual al fútbol. A qué atribuirá los distintos comportamientos ante el mercado laboral y la huída de las mujeres de aquellos empleos que representan esfuerzo y ciertas habilidades físicas o riesgo para la vida. Qué consideración le merecerán las diferencias visibles y menos visibles de los sexos en la actualidad.

El cerebro de los humanos goza de una gran plasticidad y  la influencia del medio contribuye enormemente a hacernos como somos, pero de ahí a pensar que hombres y mujeres algún día seremos intercambiables hay una distancia que sólo millones de años de diferenciación sexual pueden explicar cabalmente. Atribuir las diferencias entre los sexos a un capricho de los hombres para así mantener mejor dominadas a las mujeres constituye una falacia en cualquiera de los planos que se la quiera considerar: histórico, de la biología, etcétera. Al tiempo que resultan peligrosas todas las derivadas que desde un planteamiento así se puedan hacer. Preguntaría quizá qué  tratamiento nos estará reservado a hombres y mujeres para alcanzar esa utopía y por qué sería necesario. En qué se diferenciaría eso de que para igualar a negros y blancos se pretendiese unificar el color de piel. La igualdad se hace paso a paso, pero conviene no equivocar ni la realidad de la que partimos, ni cual deba ser el objetivo.  



3 comentarios:

  1. Keyser Söze9:54 a. m.

    Leía ayer el artículo y la cabeza me basculaba. Por momentos me imaginaba dentro de una campana, dándome cabezazos y sumando el dolor de éstos al del sordo sonido del bronce percutido tan cerca de mis oídos.

    Siempre me ha sorprendido el candor con que los teorizantes de izquierdas elucubran acerca de la composición de los consejos de administración de las empresas. Dejando a un lado el grosero intervencionismo que traslucen, se obcecan en que la igualdad consiste en la paridad entre hombres y mujeres. Para mi la igualdad consiste en que los hijos de la chusma, con independencia de su sexo y en función únicamente de su capacidad, puedan llegar a los consejos de administración. Miren Uds. si las hermanas Koplowitz han necesitado de igualdades y de paridades para llegar a donde han llegado. Pero es que ellas no provienen del populacho.

    Otra cosa que me conmueve y me irrita a partes iguales es el empeño de hablar de los enormes logros de las mujeres entrando en los Ejércitos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y (aunque en este artículo no los nombra, lo haré yo) los bomberos. Sí: han conseguido el acceso, pero a costa de que les hagan unos baremos a medida, prêt a porter. Porque las pruebas físicas sólo para hombres eran demasiado duras para ellas. No eran demasiado duras para los hombres que no llegaban a los mínimos, pero sí para ellas. ¿Qué tienen ellas de diferente? Ellas tienen de diferente que, en opinión de estos próceres, son iguales a nosotros.

    Otra tontería que he tenido que aguantar es la de la prevalencia en los títulos nobiliarios. Pues, miren Uds.: en esto, algo así como en los consejos de administración. Lo que sobra, directamente, son los títulos nobiliarios. Y lo demás, pamemas.

    Lo mejor de todo es que estas lumbreras equiparan la igualdad a que los niños de la clase se equiparen al nivel intelectual del más tonto del pueblo. Mismamente la doctrina del lecho de Procusto o, como decía Machado, la pedagogía de Herodes. Eso sí: para ellos el Colegio Alemán u otro similar. Luego les sorprenderá que yo, que descreo diariamente y creo en la educación pública, mande a mi hija a un colegio concertado de monjas. ¿Qué esperan, que la convierta en víctima inocente de sus nefastos planes de educación?

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  2. El progresismo (eso es, el progreso hacia el totalitarismo) parte de una simpleza básica: cualquier diferencia es, por definición, injusta. Sin matices. Sin porqués. Ajenos a cualquier evidencia empírica. A partir de ahí se escriben delirantes artículos como el que comentas. Si al discurso se añaden unos toques de relativismo estructural, la empanada está lista para servir.

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  3. Observad una pequeña parte del contraste:
    http://www.terceracultura.net/tc/?p=3103

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