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29 septiembre, 2012

¿Adónde vamos?


Lo que con más frecuencia experimentamos quienes estamos atentos a lo que sucede con la custodia compartida, la ley contra la violencia de género, o si debe haber más o menos rectoras en la universidad, pero los trabajadores de la construcción está bien que sean todos varones, o no se hable de brecha de género cuando se relata que  el balance de militares muertos en misiones internacionales para el período 1987-2008  ha sido de 163 varones por 2 mujeres (Wikipedia, citado en Igualdad racional),  es un cierto estado de impotencia.

Sentimos que se nos está traicionando ya que lo que por el lado de las declaraciones se nos vende como: igualdad, equidad, no discriminación, por el lado de los hechos en nada se parece a eso. Quienes claman por el derecho de autor en cada uno de sus pasos, quienes niegan con ferocidad inusitada la custodia compartida, quienes despotrican un día sí y otro también contra los hombres son, sin embargo, quienes no dudan en calificar de machista cualquier gesto, declaración o actitud, venga o no cuento su uso. Son además quienes proclaman su victimismo desde importantísimas instancias de un poder no compartido y del que gozan en exclusiva.

Luego de un tiempo uno acaba por darse cuenta de que las categorías mentales y conceptuales en que se ha estado moviendo son todas de la factura justamente de quienes obtienen provecho con ellas. Y no me refiero ya exclusivamente al género, o a lo que signifique machista, o qué demonios querrá decir igualdad en manos de quien la violenta todos los días, sino también a que la propia historia que nos cuentan guarda escaso parecido con los hechos que pretende relatar.  La idea de feminismo es una de ellas. En un tiempo de derribo de todos los  grandes relatos el único que ha sobrevivido es el relato feminista. Y quienes hoy pretenden apropiarse de la idea resulta que no solo han dado un gran portazo en las narices a todas las feministas históricas, también han traicionado gravemente su legado.

Es por eso hace falta hacer relectura de la historia de los últimos siglos por la igualdad,  de lo que ésta signifique y si puede ser calificada de tal una sociedad que niega la custodia compartida, interpreta que los trabajos manuales, los duros y los de riesgo corresponden al varón lo mismo que las tareas de defensa y protección, castiga de modo radicalmente diferente los comportamientos de hombre y mujer en las relaciones de pareja y para con los hijos, y consideraba que no era anticonstitucional una norma que obligaba al  servicio militar obligatorio solo a los varones, por citar solo algunos ejemplos, pero en otros momentos exige una intercambiabilidad absoluta de los sexos.

Tenemos que recuperar la historia de los dos últimos siglos para saber qué ha pasado a este respecto, como precisamos saber dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos, tenemos que decir además muy claramente que no se puede excluir al hombre como agente activo de todas estas tareas y utilizarlo exclusivamente como saco de boxeo contra el que golpear. No debe valer el anatema neofeminista que lo excluye  porque se trata  de la “clase dominante”, los “malos” o los “verdugos” en una actitud de  juez y parte que como siempre ha sucedido nunca fue garantía ni de justicia ni de equidad.

Hemos de saber con claridad qué está suponiendo para ambos sexos la legislación de género, tenemos que conocer por qué fracasan los alumnos varones o por qué es necesaria la paridad en la política o los consejos de administración de las empresas, pero no hay problema en que las alumnas en medicina o magisterio deban ser el 80 %. Debemos saber qué está pasando en los medios de comunicación y cómo es posible que el lobby neofeminista tenga  derecho de veto en la publicidad y la información. Deberíamos saber por qué la publicidad vejatoria con el varón no es calificada como sexista y si ha merecido la pena el viaje que nos retrotrae a la televisión de salsa rosa y fútbol de los viejos tiempos.

Debemos saber si es suficiente que las neofeministas declaren las ideas de: “… igualdad, justicia, derechos, libertad, autonomía, etc., son retratos más o menos sublimados de un modo de ser machista…” (Enciclopedia Oxford de filosofía, entrada: feminista, ética)  y si  una posición  así para lo que mejor esté sirviendo no será para declarar que, cualquier cosa que se haga o se diga dependerá del sexo, o la intención,  de su autor y no de su mayor o menor aproximación a algún tipo de verdad o ética compartidas.  Debemos aclarar si lo que en realidad se nos está diciendo es que el neofeminismo tiene barra libre porque la medida de la justicia de sus propuestas está en su demostrada capacidad  para imponerlas. 


26 septiembre, 2012

Privado-público vs. Centro-periferia


La división de roles que marcaba la sociedad tradicional: la familia y la casa -lo privado- mundo de ellas, y las tareas de proveedor y seguridad -lo público-  de ellos, correspondía a un orden de cosas gestado hace milenios que no vale para el mundo moderno en el que todas esas tareas se desenvuelven en un entorno sin parecido con una sociedad en la que, la casa era una cueva y el mundo exterior un lugar lleno de peligros.

Afortunadamente muchas cosas han cambiado en los últimos siglos  y tuvieron razón las y los primeros feministas María Wollstonecraft, Stuart Mill, y una larguísima lista en la que habría que incluir a  los movimientos sociales y políticos de izquierda, cuando plantearon que seguir manteniendo una división de ese tipo constituía una aberración histórica que habría que corregir para caminar en la dirección de una mayor permeabilidad de los mismos. Es el momento del feminismo como una conquista de civilización de la que resultaría una sociedad de iguales mejor para todos: para ellas y para ellos.

Con esa perspectiva trabajaron hombres y mujeres a lo largo de más de un siglo y medio, y grandes fueron las conquistas: igualdad jurídica, derechos políticos, derechos sobre la reproducción, control de la natalidad, divorcio, mayoría femenina en la universidad, incorporación al mercado de trabajo…

Pero justamente cuando todo parecía que el ideal estaba ahí, se produce  un giro de 180º, y, bajo la idea de que la igualdad es cosa de las mujeres,  el feminismo convertido en neofeminismo,  expulsa del mismo a los hombres con el pretexto de que, es a ellas en exclusiva, a quienes compete decir que hacer. Iniciándose de ese modo el increíble retroceso histórico de negar de forma beligerante y agresiva la custodia compartida o dar lugar a leyes como la de violencia de género hasta llegar a ese intento bárbaro de pretender quitar la patria potestad a todos los padres separados que  comentábamos  aquí.

Que el neofeminismo se niegue a hacer balance y explicar qué ha sucedido y está sucediendo con la igualdad y, sobre todo, qué  faltaría para alcanzarla, no puede implicar que ese trabajo quede sin hacer sino más bien una tarea que tenemos por delante. Pues lo que cada día vemos que sucede no lleva el sello de la igualdad, más bien parece guiado por una idea de supremacía  y voluntad de excluir a los hombres.

Que el neofeminismo pretenda que los grandes poderes los disfruta el varón por presidir los sindicatos o los consejos de las empresas, no debe hacernos olvidar que es un mundo de mujeres y un mundo cerrado: la familia, la educación de los niños en las primeras etapas: guardería, infantil, primaria…  o que el mundo de la sanidad es cada vez más suyo, lo mismo que el de la justicia o los medios de comunicación, que en la Administración, el comercio o los trabajos administrativos sucede otro tanto de lo mismo, y que las bibliotecas, las escuelas de idioma, los lugares de ocio y esparcimiento, y tantas otras espacios que podríamos seguir mencionando son femeninos y lo son cada día en mayor medida como cotos privados, olvidando así que hace bien poco una de sus acusaciones contra el patriarcado era la de actuar de ese modo para los varones.

Todo lo anterior junto a la exigencia de paridad en la política,  las empresas, las academias, las rectorías de la universidad y hasta los premios literarios y deportivos dan un panorama claramente descompensado. Al menos los escandinavos exigen paridad en las empresas y la política, pero no impiden la custodia compartida,  y el permiso de paternidad es equiparable al de maternidad y en la Administración se reserva el mismo número de empleos para hombres que para mujeres.

Lo que sucede aquí es que se exigen listas paritarias y en cremallera en la política, se pretende que los consejos de administración de las empresas sean paritarios, el empleo público tiene un sesgo femenino que al paso que vamos parece de no retorno, determinados empleos son de la exclusiva masculina, por cierto los de riesgo y esfuerzo, y al tiempo se impide la custodia compartida, se demoniza la figura masculina, se impide el contacto de los hijos con los padres y en esa escalada sin cesar se pretende  privar de patria potestad  a los hombres separados y hacerlo bajo la acusación de maltratadores de sus hijos.

Todo esto sucede delante de nuestros ojos, podemos disimular y hacer como que no lo vemos: actitud mayoritaria, o hacerle frente y exigir un cambio de rumbo, pero pretender que no es eso lo que sucede sino que caminamos hacia un paraíso de igualdad y respeto mutuo resulta demasiado grotesco como para poder ser creído. Lo que  ahora rige no es el binomio privado-público, pero sí algo que podíamos denominar centro-periferia y si el centro es de ellas a nosotros nos ha tocado la periferia.


25 septiembre, 2012

Igualdad racional


Me supongo que os habréis dado cuenta de que he añadido una bitácora nueva en mi lista de blogs: Igualdad racional. Todo lo que he leído en ella me ha gustado aunque particularmente dos de las entradas me parece que ponen sobre la mesa asuntos de muy gran alcance sobre los que merecería la pena profundizar y explorar en todas sus implicaciones.  Os recomiendo que os acerquéis a sus páginas que son muy interesantes.





23 septiembre, 2012

¿Más cerca o más lejos de la igualdad?


Hay en el neofeminismo un juego perverso consistente en  seguir hablando de igualdad y equidad, en seguir sosteniendo la perfecta intercambiabilidad de los sexos, aún cuando después de dos siglos nada sustantivo nos permita sostener algo así, y ni tan siquiera sepamos si nos encontramos –de hacer caso a lo que dicen-  más cerca o más lejos de aquella sociedad de iguales que constituía el ideal a perseguir. Bien es verdad que esta aproximación se deja en cada vez mayor medida a los grupos profeministas siendo mucho más escasas esas referencias desde el núcleo central del feminismo que, a estas alturas, parece no tener ningún interés en dar explicaciones concentrando sus esfuerzos en el ejercicio como lobby. 

Los niños y las niñas, los chicos y chicas, los hombres y mujeres tienen resultados escolares muy diferentes, estudian en una proporción muy dispar  carreras distintas en uno y otro caso, se emplean siguiendo pautas y perfiles con escaso parecido y, en relación con la familia, están situados en lugares más bien contrapuestos. Es más, incluso antes de haber nacido son deseados de modo completamente desigual. Y por lo que hace a la imagen que de hombres y mujeres, del  padre y la madre proyectan los medios  cualquier parecido  entre ambos resulta mera coincidencia.

Frente a esta realidad se sigue cultivando una especie de credo que  niega los sexos en determinadas ocasiones para en otros señalarlos como lugares donde la naturaleza humana se manifiesta de forma completamente opuesta, como los polos de lo bueno y lo malo. Así por ejemplo la legislación penal de género. Y todavía en otras ocasiones se revisten de pretensión científica estudios  en los que, después de ofrecer los porcentajes en que chicos y chicas estudian en la universidad y no dar significación alguna a la clara desventaja en términos absolutos de los varones o al 80% de mujeres en medicina,  se presenta como discriminatorio que una proporción del 70 % de varones lo haga en las ingenierías o arquitectura.

Es decir,  nos encontramos ante una ideología que ha abandonado cualquier pretensión de verdad, entidad que a su juicio no existe porque todo son constructos sociales, olvidando quizá que siendo coherente habría que considerar la suya otro tanto de lo mismo; que sin complejos ha asumido su sexismo de partida y que sin ambages se ha propuesto restaurar los roles de género estableciendo como de jurisdicción femenina  los hijos y la casa, los empleos a los que, como decía ese vídeo de la U.E., para promocionar las ciencia entre las chicas,  ahora retirado, se puede ir con tacones y los labios pintados, y donde el papel reservado a los varones apenas sufre variación en lo de proveedor y protector y la única novedad estriba en que si cabe lo haya de hacer más forzado y viendo su espacio de libertad ampliamente achicado. 


19 septiembre, 2012

Por qué necesitamos maestros


Con el ánimo de aportar algunos argumentos a un tema complejo en el que seguramente sea muy difícil deslindar tantas cosas como haría falta para una interpretación cabal del mismo, diría en relación con el título de la entrada, lo que sigue.

Luego de que en esta bitácora se haya suscitado el tema de la necesidad de incorporar a los hombres a las primeras etapas educativas,  el tema ha cobrado cierto interés. Desde el lado femenino se vienen apuntado, al menos en esta bitácora,  dos razones como causantes de la feminización: uno, la vinculación de la enseñanza con un cuidado maternal más, lo que iría en la dirección de una mayor idoneidad de las mujeres y el otro que el desprestigio de la profesión la haría no atractiva a los ojos de los varones que dirigirían sus pasos en otras direcciones.

Como estoy en desacuerdo con ese planteamiento y en relación con estas dos cuestiones ya he hablado en varias ocasiones en  la bitácora me gustaría ahora aportar algunos argumentos más a este debate no estrictamente relacionados con ellas.

La infantilización de la enseñanza que se señala como motivo de su feminización no sólo se produce en Primaria, sino en todos los niveles educativos incluida la Universidad. Tampoco es exclusiva de esa etapa educativa la pérdida de fronteras precisas de la profesión de enseñante y cada día que pasa los profesores, también los de secundaria, realizan tareas de cuidado y atención  a los alumnos impensables no hace mucho tiempo. El fenómeno no es de Madrid y Esperanza Aguirre sino de todo el sistema educativo.

No es un fenómeno exclusivo del ejercicio del magisterio. Parece que la insistencia del feminismo sobre este punto no se está siendo capaz de  evitar que las profesiones y oficios sean unisex (entiéndase como una gran preponderancia de alguno de los sexos, no como la total ausencia de uno de ellos). Claro que hasta donde yo sé si la profesión es de prestigio el argumento es que la feminización no es mala. 

La mayor presencia femenina no es exclusiva de la enseñanza, se produce en enfermería y ahora entre los médicos, pero también en lo relativo a las carreras relacionadas con el Derecho,  los trabajos administrativos, las carreras de letras y las profesiones a ellas ligadas: bibliotecas, escuelas de idiomas, etc. etc. Todos hemos entrado en una de esas grandes salas de, por ejemplo, el INSS y en el mar de mesas y ordenadores no encontrar más que rostros femeninos.

El feminismo y el neofeminismo jamás denunciaron esta deriva, más bien parecen situados a la cabeza de esta tendencia.  Tampoco entre el profesorado femenino parece que se aprecie una particular incomodidad con lo que está pasando.

Desde luego si los términos del fracaso escolar estuvieran invertidos en cuanto al sexo es seguro que el fracaso escolar masculino no sólo llevaría lustros detectado sino que se habrían  arbitrado medidas para su corrección, después de haber pasado por su denuncia como una discriminación intolerable.

El sistema escolar en todas sus etapas incluida la selectividad sobrevalora las habilidades relacionadas con el razonamiento verbal, y minusvalora las relacionadas con el razonamiento matemático y la habilidad espacial, lo cual favorece en términos generales a las chicas.

Los chicos son expulsados del sistema educativo no tanto por sus conocimientos cuanto por su actitud y en general obtienen mejores resultados en las pruebas externas que los que reciben directamente  de sus profesores. 

Partir con desventaja en los primeros años de la escuela como les sucede, por término medio, a los chicos como consecuencia de su más lento proceso de maduración intelectual y cognitivo, conduce en muchos casos a un retraso que jamás se superará y esto que debiera ser una de las primeras lecciones del Magisterio se interpreta con la misma naturalidad que se acepta que haga frío en invierno.

Aun cuando lo ideal sería el equilibrio de sexos entre el profesorado de esta etapa, es posible que, el sexo del profesor, no sea tan relevante, si la figura masculina no está ausente en la vida del niño y  si la enseñanza sigue protocolos muy claros de actuación -cosa que no es característica de nuestro sistema-. De ahí mi insistencia en la necesidad de incorporar al varón en esos momentos en los que tantas cosas se están formando en la personalidad de niños y niñas. 


11 septiembre, 2012

La crisis y el género


¿Creéis que debiera introducirse la variable género en los análisis, por ejemplo éste,  que desde hace un tiempo se suceden para explicar lo que ha pasado y sigue pasando en relación con la crisis en nuestro país y las posibilidades y opciones de salida de la misma?

Tomo dos párrafos, hay muchos más, que me parecen significativos:

“Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas.

Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.

P.S. El país de Europa con más ni-nis

07 septiembre, 2012

Al género solo le interesa la mitad de la humanidad


Al neofeminismo solo le interesa lo que atañe, interesa y beneficia a mujeres y niñas. Todo lo demás, es decir, hombres y niños caen fuera de su campo de interés. Las neofeministas son capaces de ver misoginia en casi cualquier autor a lo largo  de la historia, pero se muestran incapaces para percibir con qué fuerza se ha extendido la misandria, en buena medida propugnada por ellas mismas. Hasta el punto de que algunas autoras asocian el uso más extendido del hemisferio derecho con una conducta machista.


El tema, evidentemente, es muy amplio: infancia, educación, salud, mercado laboral etc.  pero de momento lo dejo aquí a la espera de conocer vuestras opiniones.  Lo que sí me gustaría añadir es que, si el peso de las “otras feministas” fuese mayor y la dictadura del género menos avasalladora, seguramente, estas cuestiones podrían ser abordadas de modo más amable pero, en cualquiera de los casos, habría que abordarlas porque ni un enfoque ni otro parece interesado en el fracaso escolar masculino, la dualidad de género del mercado de trabajo, o lo que atañe a la salud y el bienestar de los hombres, aún cuando su posiciones en cuestiones como la custodia compartida o la ley contra la violencia de género, nos aproximen mucho más a “las otras” que a “las unas”.