El feminismo tan pronto nos quiere iguales como nos presenta irreconciliablemente diferentes.
El feminismo comenzó denunciando la desigualdad jurídica porque las leyes no reconocían los mismos derechos para mujeres que para hombres. Hoy defiende leyes que castigan de modo diferente los mismos hechos según que quien los protagonice sea hombre o mujer.
El feminismo está impidiendo cualquier decisión legal sobre la prostitución porque se encuentra completamente dividido entre quienes desean su legalización y quienes se oponen. Que suceda mientras tanto con las prostitutas no parece problema suyo.
El feminismo propone la paridad pero sólo para las profesiones de prestigio.
El feminismo propone la paridad donde está en minoría
El feminismo no quiere paridad en los trabajos duros y de riesgo
El feminismo no propone la paridad donde está en mayoría
El feminismo quiere paridad en las listas electorales, no a la hora de levantar un partido o mantenerlo cuando existen dificultades. Habría que preguntarse por qué hay tantas mujeres para la celebración pero ya no tantas en las dificultades y el fracaso
Las mujeres exigen que no existan cofradías masculinas, pero si Instituto de la Mujer, Consejería de la Mujer, Concejalía de la Mujer, etcétera. Por cierto hay cofradías exclusivamente femeninas.
Las mujeres buscan sentirse complacidas con el cuerpo pero resulta imposible conocer la frontera que el feminismo ha decidido establecer entre cuando un anuncio debe ser rechazado porque constituye tratarlas como objetos sexuales y tantas otras ocasiones en que ellas mismas promueven esa misma imagen con fines pecuniarios o no.
El feminismo habla de segregación si alguien se atreve a hablar de educación diferenciada, pero el criterio ya no es el mismo cuando son ellas las que establecen la separación y eso sucede en tantos casos que sería imposible enumerarlos todos. Justicia de género, igualdad de género, educación sexual, tratamiento cáncer… incluso hoteles y gimnasios solo para mujeres.
El feminismo pretende esclavista una situación en la que la vida del esclavo es mejor y más libre que la del supuesto amo.
Si los hombres tienen una esperanza de vida menor, el feminismo se queja de que hay más mujeres mayores solas.
El feminismo denuncia que los hombres conciertan voluntades para impedir a las mujeres hacer esto o aquello, pero ellas se han constituido en lobby, que funciona como un sindicato de intereses, y solo se ocupan de lo femenino.
Las mujeres se quejan del trato que les da la Iglesia pero constituyen su principal clientela.
Bautizos, entierros, primeras comuniones y bodas constituyen momentos importantísimos para el sostenimiento de la Iglesia y en estos momentos el criterio femenino es casi siempre determinante.
Los profeministas han decidido que se hace preciso buscar nuevos modelos de masculinidad pero dando la espalda a los grandes filósofos, literatos y artistas de todos los tiempos.
El feminismo da una imagen del hombre y lo masculino que oculta las grandes aportaciones que en el terreno de la ciencia, la técnica, el pensamiento, la sociedad, la política y la moral han realizado a lo largo de los siglos.
El feminismo presenta al hombre siempre como un ser privilegiado, ocultando por supuesto su esfuerzo y sus fracasos.
Las mujeres hablan de sociedad en lógica masculina para denunciar discriminaciones, pero pretenden que donde ellas son mayoritarias lo que reina no es la lógica femenina. Quizá habría que preguntárselo a los alumnos varones de primaria y secundaria.
El feminismo denuncia que la lógica femenina es la que debe prevalecer porque la masculina habría demostrado su carácter injusto.
¿Tendrá alguna significación que las mujeres sean mayoría en las guarderías y en la enseñanza primaria y secundaria, en la sanidad y en la justicia relacionada con la familia, también entre los psicólogos y los titulados en Derecho y por eso hayan decidido establecer un férreo control en el desarrollo de las relaciones entre padres (varones) e hijos o entre educadores y niños…?¿Cómo es posible que muchos niños y niñas no se tropiecen con la figura masculina porque en casa no está y en la escuela tampoco hasta una edad ya avanzada?
¿Alguien cree que las mujeres cambiarían su estatus y posición por la del varón y aceptarían la separación de los hijos y la dureza de tantas profesiones masculinas por tener la presidencia del Gobierno? Alguien cree que habrá alguna mujer que acepte trabajar 10 y 12 horas diarias mientras su marido se pasa los días en charlas con los amigos, visitas al gimnasio e irse de compras. Con los papeles cambiados sucede y mucho.
Parece difícil entender que las mujeres que se prestan a tantos spots publicitarios rechazados por el feminismo carezcan de cualquier tipo de responsabilidad.
En una ideología como la feminista la responsabilidad y la culpa siempre es del otro. En la prostitución de quien paga por los servicios, en la publicidad de la empresa anunciadora, en el caso de las mujeres que se quedan en casa de sus maridos, de las que no encuentran empleo acorde a su titulación de la sociedad que se permite dilapidar talento femenino…
Según ese reparto “equitativo” de cargas que realiza el feminismo los hombres seríamos responsables en lo personal de lo de cada uno y en lo social de los de todos. Para el caso de las mujeres tanto en el plano individual como en el social la responsabilidad sería de los otros.
El feminismo no entiende de complejos, desde una posición tan privilegiada como la que supone el blog Mujeres en un diario como El País las quejas por la escasa presencia femenina en los medios son continuas. Por supuesto se obviará que en TV1 tanto los magazines como los telediarios están presentados por mujeres, o que en el kiosco las revistas femeninas sean franca mayoría, o que los periódicos publiquen un suplemento para las mujeres, pero no uno para los hombres, en fin si desde el lado masculino se plantease algo parecido el chorreo no cesaría en décadas.
El feminismo no protestó cuando el Tribunal Constitucional dictaminó que no constituía discriminación que el servicio militar fuera obligatorio exclusivamente para los varones.
La historia del feminismo está llena de denuncias de la discriminación a que se veía sometida la mujer por verse confinada al hogar y al cuidado de los hijos, argumento que jamás se utilizó para reclamar el intercambio de roles cuando el marido trabajaba en la industria pesada o la construcción, sí, si acaso, se trataba de alguien con la vida más fácil. Incluso hay la curiosa teoría de que todo eso fue por imposición masculina, pero cuando llegó la hora de regular el divorcio sostuvo la necesidad de que la casa y la custodia de los hijos le perteneciesen en todos los casos.