El otro día llevado de la idea de no dejar sin contestar el artículo ¿A quién afecta el recorte del gasto?, no me paré en detalles que ahora me gustaría tratar, aunque sea mínimamente. El primero sería la lectura que del contrato a tiempo parcial -una figura que en toda Europa las mujeres, y los hombres- reclaman para mejor compatibilizar vida laboral y familiar, y que en la exposición aparece como negativa desde el punto de vista del impacto de género, pero también el tono general del artículo en el que, por ejemplo, la tributación conjunta en el IRPF es presentada como desgravación “a los maridos de amas de casa”, expresión que si a algo ofende es a la inteligencia.
El contrato a tiempo parcial no representa ninguna forma de contrato basura como se pretende hacernos creer, sino que responde a circunstancias objetivas del sistema económico pues, para cubrir determinados puestos no se precisa un contrato a tiempo completo, pero es que además, para muchas personas, constituye la fórmula ideal de incorporación al mercado laboral, al que de otro modo no podrían incorporarse, y, en última instancia, representa una fórmula a la que muchos aspirarían si tuviesen ocasión para ganando algo menos poder tener más tiempo libre. Por cierto una de las más de veinte formas subvencionadas de la contratación femenina, por ninguna del lado masculino.
Presentarlo como negativo desde el punto de vista de género es fruto de la soberbia de quien cree que lo lógico sería trabajar a tiempo parcial pero cobrar a tiempo completo, y de ahí la negativa del lobby feminista a permitir contratos a tiempo parcial en la Administración pública, y razón por la cual se ven en la obligación presentarlo como contrato basura, cuando no hay en él nada que pueda asimilarlo a tal cosa. Lo cierto es que, ahora mismo ya, el peso en el PIB de la remuneración de los asalariados públicos es del 12 % en España, mientras que en Alemania –país federal y descentralizado- es del 7’5%. Circunstancia que no estaría mal si no fuese porque lo pagamos todos y finalmente terminará produciendo una importante degradación de la función pública, si no la está empezando a producir ya.
Llamativo resulta también que, de las escasas partidas presupuestarias criticadas, la que más lo sea la de los 8.000 millones del plan de obras públicas puesto en marcha por Zapatero, y que la razón aducida sea porque el empleo creado fue sobre todo masculino -éste sí temporal y de baja calidad y a penas una mínima proporción del perdido por la crisis de la construcción- pero al tiempo olvidar que la práctica totalidad del empleo generado por las Administraciones públicas en los últimos años ha sido femenino, y ahora hablamos de contratación como funcionario o similar y por tanto no se trata de los contratos temporales y de baja calidad como los del plan eñe, sino más bien de lo contrario.
O que no hay acuerdo o plan realizado por la administración pública, que no contemple ventajas, cuando no exclusividad, para la contratación femenina, por ejemplo todo lo relacionado con la ayuda a la dependencia, o dónde uno menos se lo espera, ese escuálido programa de reforma de la educación, en el que la parte más sustanciosa la constituye el hecho de que el Estado al incorporar las enseñanzas de 0 a 3 años a la red pública, asume también el compromiso de contratación de quienes hasta ahora lo venían haciendo, mujeres en el casi 100% de los casos.
Como quizá merecería la pena valorar lo que va a suponer el que con la nueva ley del aborto sea la sanidad pública quién se haga cargo de los que se realicen en nuestro país –cerca de 100.000 al año- y se lleven a cabo en clínicas públicas o privadas. Como también tiene interés preguntar si en esos equipos que vigilarán el impacto de género de los Presupuestos participará alguien más que la Asamblea estatal de mujeres que Bibiana Aído había puesto en marcha mientras fue ministra.
En fin, lo más llamativo de todo este asunto es la sensación de seguridad por parte de las autoras de que tampoco hacía falta poner especial cuidado en lo que decían, aún cuando el artículo se publicará en el periódico de más tirada, pues lo que la historia hasta el presente dice es que este tipo de posiciones no acostumbran a ser contestadas por nadie.
En relación con el permiso por paternidad, en mi opinión, se suprime pura y simplemente porque es eso, de paternidad, y ya se sabe que si hay algo que pesa poco en la sociedad actual es la figura del padre, como también estaría de acuerdo y de hecho alguna vez así lo he expresado en esta bitácora en lo de no entender cómo, con una bolsa de fraude de 70.000 millones de euros, que por sí sola representa 5 veces o más lo que el Gobierno ha decidido recortar con todas las medidas anunciadas, no se haga nada al respecto, pero no se me escapa que esa decisión correspondió a un Gobierno paritario en el que la vicepresidencia primera y la segunda, quien a su vez era la ministra de economía, eran mujeres de las que nadie hasta el presente ha cuestionado su feminismo.
En fin, da no se qué, que alguien, capaz de ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio de la forma en que ocurre en este artículo, hable pensando que va a concitar el acuerdo general, a pesar de lo sesgado de su perspectiva de género y el punto de vista tan interesado desde el que se pronuncia. Si a eso es a lo que nos convoca este tipo de feminismo hemos de decir que lo sentimos, pero que también nos consideramos personas con necesidades y derechos y, que el patriarcado no puede dar para justificar tanto egoísmo, tanta parcialidad y tanta inequidad.