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25 febrero, 2014

Los hombres y la conciencia de género

Llevo bastante tiempo con este blog dedicado casi enteramente a las cuestiones de “género” y si hay un tema que se me resiste es el por qué la completa ausencia de conciencia de género en los hombres, tanta, que muchos se molestan solo con el hecho de recordárselo.  Los alumnos chicos no hace más de 30 años eran más brillantes que las chicas, hoy eso ha dado completamente la vuelta, lo que nadie explica es por qué. Hace 30 años  había enfermeros, maestros, más profesores de secundaria, hoy no, pero tampoco nadie lo explica.

Al paso que vamos sucederá en la justicia y la medicina lo que ahora sucede en las guarderías o la escuela infantil y primaria, que la presencia masculina será puramente testimonial.  La sociedad igualitaria que íbamos a construir se perfila como una sociedad donde las profesiones y el espacio vital de las mujeres se dibuja tan separado del de los hombres como lo haya podido estar en otros momentos históricos del, según se decía, aborrecible patriarcado. Pero nadie quiere hablar de eso, lo políticamente correcto actúa de modo tan férreo que pareciera que sería imposible concebir el mundo de un modo diferente.

No solo en las profesiones también en las propuestas culturales y científicas la división de tareas por género cada día es más nítida.  El centro del que hablé en otro post y su estudio les correspondería  a ellas, la periferia a ellos.  Y así, por ejemplo, sucede que en las teorías sociales actuales de autoría masculina se elude por completo el hecho de que las sociedades están divididas en hombres y mujeres y recuperan, ahora dentro de lo políticamente correcto, la concepción de un ser humano asexuado  y por tanto único, mientras los estudios de género y los de factura femenina parecen inconcebibles sin esa división, lo que evidentemente acaba desembocando en especializaciones bien diferentes, incluso en lo que cada uno o una puedan resultar analfabetos, mujeres y hombres conocen y desconocen cosas pero con marca de género. 

P.S. La prensa por enésima vez publica un estudio de UGT, manipulador en relación con la brecha salarial femenina, que esta entrada de Malaprensa nos ayuda a situar en su lugar. Los economistas varones en lugar de exigir rigor en el manejo de las cifras, guardaran un escrupuloso silencio y el mundo seguirá creyendo a pies juntillas que las mujeres en nuestro país cobran menos por el mismo trabajo, o son las grandes olvidadas del mercado laboral... y nada más lejos de la realidad. 


22 febrero, 2014

Tú ocúpate del mundo que yo lo haré de mis cosas.

Personalmente pienso que tanto el libre albedrío como el determinismo, en las formulaciones al uso, son falsos y aunque sé que a algunos esto les irritará la solución seguramente está en algún punto intermedio mudable para cada persona.  Si acaso tuviese que hablar de algún determinismo sería el que tendría que ver con el hecho de que los hombres rehúyen el tema de género salvo cuando son víctimas del mismo, o se dedican a la política, en cuyo caso serán sus máximos abanderados según lo políticamente correcto.

Frecuento distintos blogs: de economía, de derecho, de educación… y observo una constante (no una constante física): los hombres hablan de cómo abordar los temas del paro, la banca, o de cómo se distribuye la renta, y las mujeres de cómo afectan esas cosas a las mujeres y qué hacer para que lo hagan en su interés, de la discriminación salarial femenina, el techo de cristal o de si las pensiones de viudedad son muy bajas.

En los educativos los hombres hablan de si Europa está viviendo una verdadera hecatombe educativa o de si los planes de estudio deben contener más matemáticas, las mujeres de cómo conseguir interesar a las féminas por la ciencias y las ingenierías, o  que la clave para el éxito educativo está en la obligatoriedad del tramo 0-3 años, y por supuesto unos y otras silencian que el actual modelo educativo, particularmente en sus etapas iniciales, está concebido según un rígido canon femenino y los resultados de los varones no hacen más que empeorar  de año en año.

Y otro tanto cabría decir de los de derecho, hasta el punto de que una juez, a raíz de una crítica de Almudena Grandes a la instructora del caso de los ERES en Andalucía, le reprochó no haber hecho gala de la solidaridad femenina, y, al menos expresamente, a nadie salvo a mí le pareció que eso en boca de ella ponía en tela de juicio su posible imparcialidad. Por supuesto la inmensa mayoría de ellos silencia la crítica a leyes como la de violencia de género, ya no digamos el más general del deterioro de la igualdad jurídica de hombres y mujeres.

Pero, es que,  en otro blog de derecho cuyo autor es varón, después de analizar el destrozo provocado en el derecho de familia en los últimos años, cuando como expresión de ese deterioro le tocó analizar la pensión compensatoria,  el ejemplo que se le ocurrió  fue el de un hombre que había dado el braguetazo y en consecuencia se hacía acreedor a una muy elevada a costa de las finanzas de la ex. Claro que un eurodiputado que también escribe en el mismo blog acabó culpando a algunos funcionarios, varones por más señas, del desastre que supuso la inversión en un estudio sobre la uniformización del tallaje de la ropa femenina.

En fin, me voy a uno con vocación de blog de divulgación científica  y me encuentro otro tanto de lo mismo, los varones (con algunas excepciones) rehúyen el tema de género, aunque para ello tengan que refugiarse en un nivel de abstracción tan alto que  las diferencias por sexo no sean perceptibles,  y eso los sitúe en una burbuja que los aleja  del mundo en el que habitan unas cuantas millas. Mientras tanto la historia se escribe día a día según un patrón que podía expresarse como: ellos se ocupan del mundo y ellas de sus cosas.


20 febrero, 2014

¿Quién es el sexista?

¿Cómo deberíamos interpretar la insistencia del PSOE en que el aborto es un tema de las mujeres? ¿Quizá como que los hombres no tenemos papel en la reproducción ni tan siquiera a la hora de definir los términos de una ley sobre esa materia? ¿A los hombres nos debería ser indiferente si tal ley contempla o no los supuestos de malformación? ¿Y el resto de implicaciones, incluidas las éticas?


Por extensión ¿eso no está significando que los hijos son cosa de las madres? ¿Si hombres y mujeres decidiéramos registrar nuestros cuerpos como nuestros, a dónde nos habría conducido eso?¿En el tema de los hijos a los hombres nos debería dar igual que nos considerasen floreros?¿Si ese tema es de las mujeres, cuál o cuáles son de los hombres? Sería interesante escuchar la respuesta a esta pregunta, aunque todos sepamos cual pueda ser.




19 febrero, 2014

Sobre naturaleza y cultura

Por mor de haber suscitado un debate sobre estas cuestiones en esta entrada del blog ¿Quién se beneficia de tu hombría? y para no abusar en exceso de la amabilidad de su autor con un tema que se desvía del contenido de su entrada, traigo aquí unos párrafos del prefacio de La Tabla Rasa de Steven Pinker.

Este libro habla de los tintes morales, emocionales y políticos que el concepto de la naturaleza humana entraña en la vida moderna. Voy a volver sobre los pasos de la historia que condujo a las personas a pensar que la idea de naturaleza humana es peligrosa, e intentaré desenmarañar cuantas confusiones morales y políticas han ido enredando tal idea. Ningún libro que hable de la naturaleza puede esperar salvarse de la polémica, pero no escribí éste para que fuera otro libro «explosivo» más, como se suele proclamar en las cubiertas. No rebato, como algunos suponen, una postura extrema en defensa de la «educación» con otra postura extrema en defensa de la «naturaleza», pues la verdad se encuentra en algún lugar intermedio. En algunos casos, es correcta una explicación ambiental extrema: un ejemplo evidente es la lengua que uno habla, y las diferencias entre las razas y los grupos étnicos en las puntuaciones de los test quizá constituyan otro. En otros casos, como en determinados trastornos neurológicos heredados, será correcta una explicación hereditaria extrema. En la mayoría de los casos, la explicación correcta estará en una interacción compleja entre la herencia y el medio: la cultura es esencial,  pero no podría existir sin unas facultades mentales que permiten que los seres humanos construyan y aprendan la cultura. Mi objetivo en este libro no es defender que los genes lo son todo y que la cultura no es nada -nadie cree tal cosa-, sino analizar por qué la postura extrema (la de que la cultura lo es todo) se entiende tan a menudo como moderada, y la postura moderada se ve como extrema.

………

Si el lector está convencido de que la explicación genética ha ganado y excluido a la ambiental, o viceversa, es que no hemos hecho lo que debíamos en la exposición de una u otra. Nos parece muy probable que tanto los genes como el medio tengan algo que ver en el asunto. ¿Cuál puede ser la combinación? En este sentido, somos completamente agnósticos; en lo que podemos determinar, las pruebas no justifican aún ningún juicio.
No, este libro no va a ser de los que cuentan que todo está en la genética. El medio es tan importante como los genes. Todo lo que los niños experimentan en su crecimiento tiene la misma importancia que aquello con que vienen al mundo.
Incluso cuando una conducta es hereditaria, el comportamiento de una persona sigue siendo producto del desarrollo y, por lo tanto, tiene un componente ambiental causal [...] La idea moderna de que los fenotipos se heredan a través de la duplicación de las condiciones tanto genéticas como ambientales indica que [...] las tradiciones culturales -las conductas que los hijos copian de sus padres- deben de ser fundamentales.

Si se piensa que se trata de equilibrios inocuos que demuestran que hemos dejado atrás el debate sobre la naturaleza y la educación, reflexionemos un poco más. De hecho, las citas anteriores proceden de tres de los libros más incendiarios de los últimos diez años. La primera es de The Bell Curve, de Richard Herrnstein y Charles Murray, quienes sostienen que las diferencias en las puntuaciones medias obtenidas en los test de coeficiente intelectual entre los estadounidenses negros y los blancos se deben a causas tanto genéticas como ambientales(1). La segunda es de El mito de la educación,de Judith Rich Harris, quien señala que la personalidad de los niños está configurada tanto por sus genes como por el medio, de manera que las semejanzas entre hijos y padres se pueden deber a los genes que comparten, y no sólo a los efectos de la influencia parental(2). La tercera es de A Natural History of Rape, de Randy Thornhill y Craig Palmer, quienes defienden que la violación no es simplemente un producto de la cultura, sino que hunde también sus raíces en la naturaleza de la sexualidad de los hombres(3). El hecho de haber invocado la educación y la naturaleza, y no únicamente la primera, ha supuesto que a estos autores se les haya vilipendiado, que se les haya hecho callar a gritos, que hayan sido objeto de duras críticas en la prensa, incluso que se les haya denunciado en el Congreso. A otros que han manifestado opiniones del mismo tipo se les ha censurado, agredido o amenazado con una querella criminal(4).

15 febrero, 2014

El centro y la periferia de los sexos (II)

Con todo esto decía el feminismo que quería acabar. Hombres y mujeres para ser iguales deberían transitar los mismos espacios, estar en los mismos lugares, vivir experiencias semejantes, romper el círculo de lo público y lo privado, de la casa y el exterior a la misma, homogeneizar las posibilidades de acceso a oficios y ocupaciones, a los espacios de trabajo y de recreo, al mundo de la familia y el mundo del trabajo. Y a esta idea de igualdad se apuntaron los partidos de izquierda, sobre todo a partir del fracaso de otros intentos de una igualdad colectivizada fallidos. Ahora lo hacen también los de la derecha porque el espacio político a ganar es el femenino, el masculino parece estár amortizado.

Pero, como la hidra de múltiples  cabezas, y con la misma capacidad que ella  las regenera, vemos la reproducción de ese centro y esa periferia con los mismos protagonistas ocupando los lugares correspondientes: ellas en el centro y ellos en la periferia. Bien es verdad que ahora esto sucede luego de que se hubiese presentado ese centro como el lugar donde se confinaba a las mujeres y se perpetraba la discriminación por sexo. Después de que la casa y los hijos  se presentasen como la carga con la que la naturaleza y los hombres habían castigado a las mujeres para evitar su progreso y su realización. Y una importante diferencia: aunque no faltan intentos  de culpar al varón de que las cosas sean así, de esta vuelta ese intento  resultará un poco más difícil.

En esta sociedad posmoderna el centro sigue siendo de las madres y las mujeres, al menos, con la misma fuerza que lo han sido siempre. Tanto que para multitud de niños la figura del padre, incluso del varón, es un personaje desconocido con el que solo se comienzan a tropezar de verdad cuando han concluido su infancia. Pero no solo eso, es que las ocupaciones de las mujeres buscan mantener en exclusiva ese vínculo con los hijos, con ese centro: guardería, jardín de infancia, escuela… y más allá: sanidad, derecho de familia, atención sanitaria y cuidados personales, todo lo relacionado con la comunicación, administraciones y sector servicios, dejando para el varón las ocupaciones con las máquinas y las cosas, con los espacios menos poblados por las personas, con los espacios más impersonales de las instituciones y siempre siendo el sacrificado en la relación con ese centro.

Tanto que su reflejo en las ocupaciones y profesiones es marcadamente marcado: maestra,  sanitaria, profesional del derecho de familia, psicóloga, periodista o comunicadora, dependienta, profesional de servicios de cuidado…  mientras por el otro lado nos encontramos al profesional de cualquier oficio: al albañil, el fontanero,  el marinero, al arquitecto, el ingeniero, el informático, el militar, el  bombero… y hasta tiene su reflejo en los campus universitarios: carreras de letras y de la salud para ellas, técnicas y de ciencias puras para ellas, físicos por un lado y psicólogas o maestras por otro. Y por supuesto, el enfoque de género reservado a ellas ya que en ellos ha de ser obligada una estricta neutralidad.  Y aquí hay que destacar la desaparición del imaginario colectivo de todos esos millones de trabajadores manuales, de los que si acaso oímos hablar es en relación con algún suceso desgraciado, pero nada sabemos sobre sus deseos o inquietudes.

Hasta tal punto que hay espacios como la escuela, la sanidad, la administración pública, los trabajos administrativos, los servicios de salud y cuidado, grandes franjas de los medios de comunicación,  en los que la presencia del varón se han convertido en verdaderamente residuales y en las que ya solo están representados en las cohortes de mayor edad  de tal modo que cuando se produzca el relevo por jubilación su presencia todavía menguará mucho más, sino desaparece. El proceso de feminización de la administración pública es tan acelerado que prácticamente todos los puestos de nueva creación están siendo ocupados por mujeres, sin que a nadie llame a escándalo y sin que la proclamada  paridad tan reclamada en tantas otras ocasiones aparezca ni mencionada.  En este terreno el modelo sueco por comparación con el nuestro sigue estando situado del lado del Paraíso.

Pero también, son ya demasiados los espacios en los que la presencia masculina esté concebida como la de una clase “operaria”. Llama la atención que incluso en los sectores más masculinizados, los trabajos de oficina y las portavocías las hayan de desempeñar las mujeres, y así, quien anuncia y comenta a los medios una gran redada  para desarticular ésta o aquella organización criminal  deba ser una mujer policía, o que determinados ámbitos de la comunicación los hayan de ocupar ellas con exclusividad y en exclusiva, por no mencionar todas esas profesiones y oficios que las mujeres han renunciado a ocupar sin el menor reproche social y en las que al parecer no se produce problema porque las ocupen en su práctica totalidad los varones.

Este sucinto recorrido por la realidad de los sexos no solo contradice ampliamente los objetivos de igualdad anunciados por el feminismo de ayer y de hoy, también que esta es la dinámica y la estrategia que el neofeminismo está imponiendo y  apelar en el presente al poder patriarcal para explicar que esto esté siendo así resulta grotesco. Se hace por tanto necesario revisar toda la mitología femenina de una pretendida igualdad tan proclamada en las palabras  como negada en los hechos y decir sin ambages que si el objetivo del feminismo era acabar con los roles y los estereotipos de “género” el fracaso no puede ser más rotundo y lo que de una forma más indubitable se nos ofrece es una reproducción de los mismos, en otra escala, con un centro y una periferia con distintos límites, pero la misma marca de género.  

Pueden contarnos y opinar lo que quieran pero la realidad de los hechos es que este es el camino que estamos transitando y en el que el dibujo de la exclusividad se hace cada día más fuerte. Ya pueden contarnos que la igualdad nos sigue aguardando a la vuelta de la esquina, que lo cierto es que la delimitación de territorios se hace cada vez más fuerte y la forma de ocupar los espacios desde el lado femenino parece cada vez menos reversible, valiéndose eso sí de cuantos recursos han puesto las sociedades a su servicio a través de las políticas de género y la conversión de la figura del varón en un personaje del que, como mínimo, conviene tomar precauciones. 

10 febrero, 2014

Si las mujeres gobernasen la economía...

Son demasiadas las ocasiones en que hemos oído eso de que si fuesen las mujeres quienes ocupasen determinados puestos el mundo no solo sería otro, sino mucho mejor. Pero lo que con más frecuencia se observa es que esa aseveración pierde toda su fuerza cuando de la constatación de los hechos se trata.

Esta entrada de  Nada es gratis, con un título tan sugerente como ¿Nos hubieran salvado las Lehman Sisters? a la que la propia autora responde: Desgraciadamente, no creo que las actuales Lehman Sisters nos hubieran ayudado a sortear la crisisvuelve a demostrarnos que los comportamientos de las mujeres son indistinguibles de los de los hombres en un tema de tanta trascendencia como la asunción de riesgos en el terreno económico y que pensar que esta crisis no se hubiera producido si las decisiones estuvieran en sus manos no es más que una mistificación de tantas a las que el feminismo de género nos tiene acostumbrados.  Pero como el peso de lo establecido sigue vivo me interesa analizar el siguiente párrafo:

"Cuanto mayores sean las barreras de género para acceder a ciertas carreras, mayor será la selección de rasgos más masculinos."

¿Si de una ocupación tradicionalmente masculina se trata podemos identificar como masculinos los rasgos que se le asocian? ¿No resulta esta una forma estereotipada de ver las cosas? ¿No debería decir determinados rasgos de un sector de la población teniendo en cuenta que puestos en situaciones similares los comportamientos tienden a igualarse? ¿O es que todos los hombres estamos dispuestos a asumir el mismo nivel de riesgo y no nos sucede lo que a las mujeres  que dependiendo de nuestra vocación y la posición que ocupemos estamos dispuestos a asumir uno u otro?

Por cierto, ¿podríamos hablar en consonancia con lo anterior de barreras de género para el acceso a cuidadores de guardería? ¿Existen barreras de género para el ejercicio de la paternidad? ¿Los derechos reproductivos está bien que correspondan a uno solo de los sexos? ¿No será que estamos juzgando a la población masculina con un estereotipo que de ningún modo aceptamos aplicar a la población femenina?

Resulta sorprendente que al analizar los roles masculino y femenino huimos de cualquier esencialismo cuando del referido a la mujer se trata, pero lo aceptamos sin dudar referido al hombre ¿No estaremos en un momento que esto necesita de una profunda revisión? ¿No será que un planteamiento así esconde una ventaja evidente  para uno de los sexos? ¿Será que ahora igual que antes lo que se pretende establecer es un sesgo cultural profemenino?



09 febrero, 2014

El centro y la periferia de los sexos (I)

Aunque he puesto ese título la entrada también podría llevar por título ¿Quién expulsa a quién? ¿Quién se apropia de determinados espacios haciéndolos suyos con exclusividad?

La historia de los sexos bien podría representarse geográficamente como un centro y una periferia. Un centro situado en la cueva y una periferia que abarcaba el amplio espacio donde se podía localizar la caza.  Un centro ocupado básicamente por mujeres y niños y una periferia reservada casi en exclusiva a los varones. Un centro al que los varones necesitaban regresar después de cada expedición.  También en nuestro mundo postmoderno y de género se puede hablar de un centro y una periferia. Un centro ocupado básicamente por mujeres y niños y una periferia ocupada básicamente por varones.

Recientemente el feminismo en su afán por encontrar discriminación en todo, formuló la queja de que las ciudades no estaban hechas para las mujeres, que el urbanismo pecaba del androcentrismo propio de la sociedad patriarcal en que según ellas vivimos. La queja no parece que haya calado profundamente pero ahí está como una de tantas  discriminaciones: discriminación salarial, techo de cristal… hacia la mujer que luego se muestran tan livianas que se acaban diluyendo en el olvido o se orillan hacia posiciones minoritarias y de poco peso.

Pero lo cierto es que quienes se mueven por el extrarradio son los varones, quienes desempeñan sus trabajos en los lugares más alejados del urbanismo son los hombres, quienes deben desplazarse al polígono industrial, los campos, el mar, o las actividades más alejadas del hogar son siempre los mismos y esos no son otros que los varones, mientras ellas pueden desarrollar su vida en ese centro en que las naves industriales, las actividades portuarias o las agrícolas, son sustituidas por calles asfaltadas, zonas de recreo y esparcimiento por el comercio y las actividades más urbanas.

En las ciudades de nuestro entorno,  el comercio, los servicios, las administraciones públicas se sitúan en el centro, como en el centro se sitúan los lugares de ocio y esparcimiento, los teatros y los locales de espectáculo y las zonas vip. Y aunque debido a las necesidades del urbanismo se hagan imprescindibles la creación de áreas de comercio y esparcimiento más alejadas del centro de las ciudades, en realidad de lo que hablamos es de nuevos círculos concéntricos con su propio centro y periferia y el mismo reparto de áreas para cada sexo.

Pero el centro no es solo un lugar geográfico, es un espacio vivencial, que alguien ocupa permanentemente y otro alguien tiene necesidad de volver a él. La familia,  la casa, el hogar, el barrio,  la iglesia, los espacios donde uno se educó y se formó. Y de nuevo hay quien periódicamente debió abandonarlos y ese alguien no era otro que  el varón. El trabajo, las guerras, las expediciones reclaman del varón el abandono de ese lugar conocido y familiar por la incertidumbre de lo que pueda haber allí a donde se dirige o a donde lo dirigen. A veces voluntariamente pero otras veces obligado por la ley o las circunstancias.



03 febrero, 2014

Pete Seeger: ¿Dónde están todas las flores?



Where have all the flowers gone, long time passing?
¿Dónde fueron todas las flores? Tanto tiempo ha pasado
Where have all the flowers gone, long time ago?
¿Dónde fueron todas las flores? Hace tanto ya...
Where have all the flowers gone? Young girls have picked them everyone.
¿Dónde fueron todas las flores? Las muchachitas las cortaron todas
Oh, when will they ever learn? Oh, when will they ever learn?
Oh, ¿Cuándo aprenderán? Oh, ¿Cuándo aprenderán?
Where have all the young girls gone, long time passing?
¿Dónde fueron todas las muchachas? Tanto tiempo ha pasado...
Where have all the young girls gone, long time ago?
¿Dónde fueron todas las muchachas? Hace tanto ya...
Where have all the young girls gone? Gone for husbands everyone.
¿Dónde fueron todas las muchachas? Se casaron todas ya.
Oh, when will they ever learn? Oh, when will they ever learn?
Oh, ¿Cuándo aprenderán? Oh, ¿Cuándo aprenderán?
Where have all the husbands gone, long time passing?
¿Dónde han ido los maridos? Tanto tiempo ha pasado...
Where have all the husbands gone, long time ago?
¿Dónde han ido los maridos? Hace tanto tiempo ya...
Where have all the husbands gone? Gone for soldiers everyone
¿Dónde han ido los maridos? Se han hecho todos soldados.
 Oh, ¿Cuándo aprenderán? Oh, ¿Cuándo aprenderán?
Where have all the soldiers gone, long time passing?
¿Dónde han ido todos los soldados? Tanto tiempo ha pasado...
Where have all the soldiers gone, long time ago?
¿Dónde han ido los soldados? Hace tanto tiempo ya...
Where have all the soldiers gone? Gone to graveyards, everyone.
¿Dónde han ido los soldados? A la tumba han ido todos.
Oh, when will they ever learn? Oh, when will they ever learn?
Oh, ¿Cuándo aprenderán? Oh, ¿Cuándo aprenderán?
Where have all the graveyards gone, long time passing?
¿Qué ha sido de los cementerios? Tanto tiempo ha pasado...
Where have all the graveyards gone, long time ago?
¿Qué ha sido de los cementerios? Hace tanto tiempo ya...
Where have all the graveyards gone? Covered in flowers, everyone.
¿Qué ha sido de los cementerios? Están todos cubiertos de flores.
When will WE ever learn? When will WE ever learn?
¿Cuándo APRENDEREMOS? ¿Cuándo APRENDEREMOS?

La traducción la he tomado de esta página:

http://finduriel.blogspot.com.es/2007/11/tolkien-la-muerte-y-las-flores.html


Donde encontrareis una hermosa interpretación de la misma en el Palau San Jordi en 1993.
Y aquí abajo otra siendo él más joven.




02 febrero, 2014

Un país enmudecido

Si fuese un corresponsal extranjero y tuviera que escribir una crónica sobre algo que me causase un impacto especial porque chocase profundamente con la imagen que de este país se tiene y se propaga, escribiría una a la que pondría por título: Un país enmudecido, porque en contraste con casi todo lo que ocurre en la política, la justicia, las cosas del corazón… observo zonas de un profundo silencio.

En contraste con ese país ruidoso y peleón de sus derechos, un país en el que nadie se libra de la crítica y la puesta en cuestión,  se me hace difícilmente comprensible que alguien escribiese, en uno de sus más importante periódicos: Reconozcámoslo: los varones son el mayor arma de destrucción masiva que ha visto la historia de la humanidad, y hay unos 3.500 millones de ellos por ahí sueltos. Sin que nadie, ni tan siquiera el mundo intelectual y  académico,  se haya atrevido a poner de relieve un hallazgo de esa magnitud, un hallazgo que ningún antropólogo antes había hecho jamás, sin que nadie hubiese mostrado el más leve matiz de discrepancia ante una descalificación tan global y sin paliativos de un colectivo humano.

Pero también que, en un asunto bien diferente, una persona acusada de un crimen y sobre la que pesan  importantes indicios de acusación vaya a sentarse no en el banquillo de los acusados, sino en la zona reservada a la parte togada, y desde la opinión pública y el inmenso número de tribunas que se alzan para comentar cada día la crónica negra y de género: televisión matutina y vespertina, programas de radio, periódicos y prensa rosa, ni uno solo se haya atrevido siquiera a insinuar lo poco estético que pueda resultar verla en el juicio alternar  la posición de acusada con la de letrada que interroga a los testigos, y por una vez todos los tertulianos y tertulianas al unísono hayan decidido guardar un respetuoso silencio ante una decisión de la justicia.

Así lo escribiría para mostrar que, a veces, las apariencias pueden ser muy engañosas.  Y por supuesto me mordería la lengua para no preguntarle al autor de la frase de los 3.500 millones qué tiene pensado él para evitar que tantos verdugos anden sueltos.