Quizá el mejor paradigma de lo que viene aconteciendo con el tratamiento de algunos temas por las Cortes de nuestro país nos lo dé el hecho de que los diputados hayan dedicado meses a debatir y finalmente aprobar la supresión de la expresión “corregir moderada y razonablemente” que aparecía en el Código Civil para señalar hasta dónde podían llegar los padres en la corrección de las conductas de sus hijos.
Parece que no se trata tanto de dar cumplimiento a una necesidad sentida por nuestros conciudadanos, como de dar satisfacción a una petición de la ONU, que al parecer consideraba que dicha expresión amparaba el maltrato físico. Durante un cierto tiempo en alguna prensa se ha pretendido convencernos de la estricta necesidad de la medida sin que al parecer tal pretensión haya levantado grandes pasiones y en cuanto el tema se abría de lo que se hablaba era de otra cosa. Como la expresión no contiene nada que parezca abusivo, se intentó concretar la cuestión en el “cachete”, aunque como esto parecía que seguía sin levantarlas, en las viñetas que iluminaban algunos de los textos partidarios de la supresión, el cachete aparecía bien como tortazo, bofetada, en algún caso parecía responder más a la expresión partir la cara que al cachete.
Con la medida aprobada he escuchado durante unos minutos un debate en la radio en relación con el tema. Ahora la cosa se presentaba como que los medios de comunicación quizá no habían sabido trasmitir el tema, pues la ciudadanía seguía completamente dividida y más bien parecía contraria a la modificación. Lo que en ningún momento se dijo es que si ese es uno de los cometidos de los medios de comunicación, mucho más lo debería ser de quienes aprobaron la medida. El caso es que una de las contertulias indignada entendía que de ninguna manera tal modificación debería significar que las madres no pudieran dar un azote a los niños, y como entre los contertulios pareciera que reinase más la confusión que otra cosa se consultó telefónicamente a una diputada que al tiempo es jurista para que aclarara si efectivamente la nueva redacción que al parecer es “respetarán la integridad física y psicológica del niño” amparaba una cuestión como el azote, sin que tampoco fuera capaz de precisarlo y reconociendo que por no haber sido madre es posible que supiera menos del tema que los propios contertulios. En este punto a uno de ellos se le apareció la luz cuando dijo que al final quien determinaría el alcance de la expresión sería el juez que tuviera que juzgar cada caso, para a continuación apuntarse todos al comentario de una noticia que aparecía en la prensa ese día en la que se recogía el caso de un madre que pedía ayuda a los servicios sociales de su Comunidad porque tenía dos hijos, un chico de 17 y una chica de 14, a los que no era capaz de levantar de la cama para enviarlos al colegio, alegando además que tenía miedo a ser agredida. En ese momento se dieron entrada a llamadas de oyentes y aunque había división de opiniones una señora dijo que ella aceptaba lo del cachete siempre y cuando no fuera en la cara (sic) pues había visto una vez como una madre de una bofetada le había partido el labio a una niña de 3 años. Luego no pude seguir escuchando. Hoy leo en la prensa lo siguiente:
“Un niño se suelta de la mano de su padre, cruza una calle porque al otro lado vio un columpio y recibe una colleja; ¿es delito? Otro crío se abalanza sobre un enchufe y antes de electrocutarse recibe un cachete en el culo; ¿también es delito? No, ni debe serlo jamás. Sin embargo, eliminar del Código Civil el artículo que amparaba el castigo físico «moderado» de los padres o de los tutores a los niños era una necesidad de los tiempos que no atenta contra la autoridad de los mayores, pero que tampoco va a modificar las pautas educativas de los españoles. La eliminación esta semana del citado artículo por el Congreso es un acto de buena fe. Introducir un nuevo artículo en el Código que convirtiese la colleja en delito sería un desvarío infantil.” (El autor es Lois Blanco en La Voz de Galicia)
En fin, doctores tiene la Iglesia.
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