Si la idea de ciudadanía va ligada a la proclamación de los derechos humanos y a la superación de los estamentos y los privilegios propios del Antiguo Régimen, si está asociada a la idea del individuo como centro del sistema social y político, si es consustancial con la idea de igualdad y universalidad de la norma; en nuestro país, y a pesar de lo ejemplar de nuestra transición política, parece que avancemos a pasos agigantados en la dirección contraria y, hayamos decidido anteponer el género y la pertenencia a tal o cual Comunidad a la idea de una ciudadanía común o una común humanidad de hombres y mujeres.
Y esto no tiene nada que ver con la necesidad de reconocimiento de los derechos de la mujer o con la necesidad de darle una articulación federal a la España de las autonomías. No pretendo poner en cuestión ninguna de las dos cosas, más bien al contrario mi intención sería poner de manifiesto que, como mejor se defienden ambas es garantizando la igualdad y el respeto, sin cortapisas ni interpretaciones torticeras, de los derechos humanos de todos y todas, de los del norte y de los del sur, de los del este y de los del oeste. La búsqueda del privilegio sea de género o de comunidad debiera quedar descartada desde el principio.
Y por eso no puedo dejar de constatar que a fuerza de no querer avanzar en esa dirección, nuestra vida política, pero no sólo la política, llevada de la lógica territorial y de género, debe realizar extraños ejercicios, como en la reciente crisis de Gobierno en la que es fácil apreciar que, en lugar de un ejercicio de autonomía por parte del presidente del Gobierno para la elección del Ejecutivo con la composición y el número de miembros que las circunstancias presentes exigirían, se ha compuesto un puzzle en el que no se acaba de realizar el ajuste necesario para no romper la estricta paridad de sexos, donde algunos nombramientos sólo son comprensibles desde la óptica de “seguir tirando” en un Estado de las autonomías cada día con menos articulación y, donde algunos ceses son de difícil explicación.
En mi opinión si acertada fue la transición política, desacertados están siendo las políticas de los últimos años, en las que más que ir cerrando y mejorando un sistema que precisa de estabilidad institucional parece cada día más abocado a abrir y establecer motivos de división y separación, por motivo de género o de territorio, que finalmente no terminarán redundando en beneficio de nadie sino en perjuicio de todos. Sería interesante que todos reflexionásemos sobre el cansancio y la desafección existente hacia la política en general o la clase de los políticos en particular, incluidas las de las autonomías: el caso catalán parece paradigmático, como ponen de manifiesto sus propias encuestas; y necesario sería que, fuera de prejuicios interesados, nos interrogásemos sobre la creciente necesidad de los ciudadanos de buscar respuesta a sus inquietudes lejos de las opciones políticas tradicionales.
Durante los últimos años hemos disfrutado de una ayuda de la Unión europea cifrada en 138.000 millones de euros (más de 20 billones de las antiguas pesetas) lo que unido a una especial coyuntura económica hizo pensar a muchos que el crecimiento indefinido era posible y que todas la peticiones podían ser atendidas. Ahora hemos chocado de bruces con una realidad que deja al descubierto que tales ideas eran sólo ilusiones, lo que ya no está tan claro es que todo el mundo haya aprendido la lección. A pesar de lo voluminoso de la ayuda no hemos sabido aprovechar ese ingente cantidad de recursos en aquello que finalmente hace mejores a las sociedades: la formación y educación de sus ciudadanos, y la construcción de un entramado institucional que garantice la igualdad y la libertad; por el contrario hemos vivido contagiados por la fiebre del oro y la búsqueda del privilegio y ahora nos encontramos con que necesitamos cambiar de modelo y no sabemos cómo hacerlo.
Quizá sea el momento de pensar que seguramente no somos tan especiales como creemos y lo que buscamos ya ha sido inventado y está ahí: articulación federal del Estado e igualdad sin privilegio de género, y desde luego consciencia de lo que lo más importante será siempre el factor humano, por lo que la educación y la formación debiera ser el objeto preferente de todas los políticas. Tampoco estaría mal ser conscientes de que nuestras energías son limitadas y pretender a estas alturas que somos capaces de acabar con todos los problemas del mundo mundial, a lo que nos pueda conducir sea a la desatención de nuestra propia casa, y esa experiencia histórica ya la hemos vivido. En fin, me doy cuenta de que lo que propongo es lo contrario de lo que se ha venido haciendo y seguramente se vaya a seguir ensayando, pero parafraseando el título de la bitácora de Manu: Es lo que pienso.
Y también lo pienso yo.
ResponderEliminarSin embargo, en un país que su misma Constitución define como un Estado social y democrático de Derecho, no tengo claro que el individuo pueda ser el centro del sistema social y político.
Cuando esa misma Constitución menciona la igualdad como uno de los valores superiores del ordenamiento jurídico. ¿De qué igualdad está hablando? ¿de la que dice que tratar igual a todas las personas es discriminar? ¿La que permite que la ley contra la violencia de género sea constitucional?
A lo que voy es que quizás no se trate un problema en las políticas de estos últimos años, sino de algo más enraizado. Puede que algo más profundo deba cambiar en la forma de pensar de la gente en general antes de que la forma de hacer política que describes pueda ser posible.
Empieza a haber una masa crítica de pensamiento alternativo, de reminiscencias liberales ilustradas, pero ¿cómo puede articularse en un sistema que descansa sobre la sumisión y la promoción de la ignorancia de los ciudadanos?. ¿En un sistema que subvenciona la igualdad, sin promoverla dónde hay que promoverla, en las conciencias de las personas a través de la Educación?. Por cierto, parece ser que la presidencia europea del actual gobierno español, cuando llegue en el 2010, descansará en la profundización de las políticas de igualdad basadas en la discriminación de género.
ResponderEliminarEl género no está en nuestra Constitución y es un invento de la legislatura pasada en las leyes de ese nombre. El género es segregación. El género sustituye para los hombres la presunción de inocencia por presunción de culpabilidad. El género impone para las mujeres la presunción de veracidad. El género pretende convertirse en el árbitro moral de la sociedad. El género pretende que existe una única moral, la suya. El género allí por donde va provoca jirones y descosidos en el ordenamiento jurídico y no sólo en el ordenamiento jurídico, también en toda la tradición de los usos y las prácticas que acompañan a toda política democrática.
ResponderEliminarHago míos los argumentos de alguien tan poco sospechoso de heterodoxia como Gregorio Peces Barba cuando dice:http://www.almendron.com/tribuna/15055/volver-a-la-ilustracion/
“La defensa del individuo y de su autonomía moral constituye un desiderátum de civilización que debe ser el objetivo de la pedagogía de la libertad en el ámbito educativo y también en el social y político.”... “Por eso la vuelta a la Ilustración es una exigencia moral para nuestro tiempo y especialmente para nuestro país. Es la forma de medir el progreso de la humanidad según se produzca el desarrollo de las condiciones morales y de la capacidad de autodeterminación, y es también el máximo deber de la ciudadanía ilustrada, de los profesores y de los políticos responsables.”
“La Ilustración supuso la conquista de la autonomía moral de las personas y la superación del paternalismo de la teología como gran controladora del pensamiento y de la acción humana. La persona supo caminar por sí misma y toda la cultura de las luces produjo un gigantesco esfuerzo para salir de la minoría de edad y para aprender y saber. Las grandes instituciones políticas y jurídicas del XIX y del XX son deudoras del XVIII. Incluso las corrientes intelectuales aparentemente enfrentadas con el racionalismo iluminista, como el romanticismo, generan líneas liberales y sociales en autores como Víctor Hugo o Lamartine, que contribuyen al fortalecimiento de las ideas heredadas del siglo anterior.”
Lo que creo que está por hacer es un gran debate sobre lo que representa la perspectiva y la agenda de género. En mí opinión aún cuando se presenta y ha conseguido convencer a muchos de que es la forma actual del feminismo se trata de algo bien diferente, algo que difícilmente disimula su naturaleza totalitaria y desde luego contrario a todo lo que tenga que ver con las luces de la Ilustración. En mi caso no tengo duda de que situaría a la ideología de género al lado de los enemigos de las luces que en el citado artículo enumera Gregorio Peces Barba.