Twittear

31 julio, 2013

Las diferencias salariales como paradigma neofeminista

Las diferencias salariales constituyen un verdadero paradigma de la forma  de observar la realidad de los sexos y de proceder del neofeminismo. La injusticia contra la mujer no hay que demostrarla basta con presuponerla y para evidenciarla nada mejor que provocar una gran alarma social al poner al descubierto, al menos esa es la presunción,  una injusticia de una enorme magnitud, sabiendo que dadas las actuales condiciones del debate sobre la igualdad nadie osará sostener lo contrario. Y es por ello que aún cuando se podía haber comenzado estudiando esas diferencias en los convenios, comparando los sueldos de trabajadores y trabajadoras en situaciones similares, recurriendo a la inspección de trabajo, realizando estudios por sectores, estudiando con detalle lo que sucede en la propia Administración, es decir yendo del caso a la posible generalización del caso para concluir que las mujeres están o no lo están, y si lo están lo hacen en tal porcentaje, discriminadas en su sueldo por comparación con los hombres.

También podrían haber preguntado a las trabajadoras cual era su percepción. Algo extraño tendría que estar pasando para que la discriminación salarial fuese tan abultada y las mujeres no se quejasen en su empresa, en el sindicato, no hubiesen recurrido a la inspección de trabajo o a los mismos tribunales, teniendo en cuenta que todas deberían estarla sufriendo en alguna medida a tenor de lo elevado del porcentaje y de que éste lo es por término medio, es decir que si una no lo sufre otra debería añadirlo al suyo propio. Y sorprenden que quienes diagnostican esos elevadísimos porcentajes de discriminación salarial no se pregunten el porqué de la aparente naturalidad con la que los asumen las perjudicadas, incluso cómo es posible que una sociedad como la nuestra donde la lucha contra las desigualdades peca más por exceso que por defecto tolere que tal cosa suceda sin que el sistema la detecte. 

En su lugar han preferido un procedimiento muy poco riguroso pero mucho más espectacular en su presentación ante la opinión pública. Se divide la masa salarial de las mujeres entre el número de las que trabajan y otro tanto de lo mismo se realiza con las de los hombres, se compara y se concluye que existe discriminación salarial de género, generalmente en unos porcentajes desorbitados, en algún caso del 40%. Quien realiza el estudio presenta los datos de modo que induzcan a confusión y el público entienda que tal cosa significa que las mujeres cobran un 40 % menos por el mismo trabajo. Y poco importa que los empresarios nieguen que en su empresa las mujeres cobren menos o que el ministro del ramo haga otro tanto de lo mismo como en su momento sucedió con Jesús Caldera siendo ministro de Asuntos sociales, porque como el Guadiana la citada discriminación reaparecerá un poco más adelante.

Una vez establecido entre la opinión pública que las mujeres están discriminadas en su salario y, ¡hay que ver con qué facilidad son capaces  de conseguir siempre ese primer y fundamental objetivo! y a efectos de mantener ante la opinión pública la idea de la discriminación, y dado que un procedimiento tan basto que prescinde de categorías, antigüedad, jornada… no resiste ni el menor análisis, en una larga cadena de sucesivos y repetitivos informes en los que varía la metodología y los porcentajes bailan al son de cada autor o autora  lo que ha sucedido es que  se ha repetido  mil veces la idea de la discriminación y parece que lo que  procede es afinar un poco más hasta llegar a estudios mucho más matizados como éste: http://www.fedeablogs.net/economia/?p=20692.

En el que pecando todavía del más grave defecto, es decir, dejar en el aire la posibilidad de que, para aquellas diferencias que la autora del estudio no es capaz de encontrar una causa cierta, puedan deberse a discriminación aunque sin darla por supuesto, lo que resta por explicar no es ya ese 40% sino un 14%. Pero ¡ojo! de nuevo aquí nos encontramos con dos importantes salvedades: la primera y más importante que tal diferencia no queda demostrado que se deba a discriminación pero también que  los datos del estudio  no contemplan ni al sector público, ni a  los funcionarios, lo que de tenerse en cuenta sin duda modificaría su resultado y mucho me temo que en la dirección apuntada en esta información y  el correspondiente  estudio que hay detrás:  http://www.la-cause-des-hommes.com/spip.php?article357

Por supuesto, en ningún momento se han tenido en cuenta otras variables como el mayor o menor grado de dificultad de los empleos a tenor de lo penoso de su ejercicio, la dificultad para el desempeño, o los riesgos inherentes a la actividad, todas ellas variables en las que los puestos masculinos ganan por goleada a los femeninos, hasta el punto de que esté socialmente admitido que las mujeres rechacen todos aquellos puestos de trabajo que no satisfagan sus expectativas de esfuerzo físico, riesgo y garantía de derechos, siendo totalmente mayoritarias en todos los que reúnen las mejores condiciones para su desempeño: trabajo en la Administración y los servicios públicos, empleos en el sector servicios copando los puestos de  administrativas y dándose además la circunstancia de incorporarse más tarde al trabajo y jubilarse antes, ocupando la inmensa mayoría de los trabajos a tiempo parcial y los que mejor permiten  la conciliación de la vida laboral y familiar.

Pero es que cuando las condiciones se inviertan sucederá lo que ahora mismo sucede en la enseñanza o la sanidad, que la abrumadora presencia femenina no es signo de ninguna desigualdad sino más bien de que nos encontramos ante el mejor de los mundos posibles,  al menos eso es lo que dice el neofeminismo sin que tal cosa le resulte contradictoria con el resto de su mensaje. Mientras tanto habrá sucedido que en toda esa maraña de cosas a quien menos se habrá oído será a las mujeres de carne y hueso,  esas de las que se dice están siendo doblemente explotadas, porque el protagonismo habrá correspondido todo a quienes dicen representarlas desde el feminismo institucional.

Y llegados aquí  podríamos preguntarnos cómo es posible que desde los grupos más fuertemente ideologizados del neofeminismo esas ideas hayan pasado y encontrado respaldo y apoyo en las instituciones y la academia, o el porqué del silencio de tantos que debiendo atajar con su desmentido esta situación han permitido que tal cosa cuajase entre la opinión pública de forma mayoritaria, lo que ya nos remite al título de la entrada y al hecho de presentar este asunto como paradigmático de algo que viene sucediendo con el neofeminismo, feminismo de género o institucional como prefiera llamársele, en éste y otros temas, hasta el punto de que no rijan los criterios de honestidad intelectual y de verdad que sí han de hacerlo para todo lo demás. 

28 julio, 2013

Desde el lado masculino

Veámoslo desde el ángulo masculino. Los chicos fracasan en la escuela. A los chicos sus novias también les miran sus teléfonos y husmean en sus comunicaciones. Los chicos consumen importantes dosis de pornografía. Los chicos comienzan a trabajar más temprano y,  a veces, en trabajos muy duros como pasó en la construcción durante el boom. Los chicos fracasan en sus vidas. Se suicidan en un porcentaje muy elevado.  En caso de matrimonio y posterior separación corren elevado riesgo de quedarse en la calle y sin nada. A los chicos la publicidad no les dice: ¡Ánimo muchachos! Mucho menos: ¡porque vosotros lo valéis!
Los hombres se mueren antes y hay muchos que viven abandonados de todos.

Todo eso que está ahí y es fácil de comprobar, sin embargo no impide que se les siga presentado como privilegiados en una sociedad que se pretende hecha a su medida.

18 julio, 2013

El género y las diferencias salariales

En los temas puestos sobre la mesa por la doctrina de género nos hemos acostumbrado tanto a tragar, hemos desarrollado tanto nuestra credulidad, que ya no sabemos si el mundo de verdad es la casa, la ciudad y el centro de trabajo o estudio que pisamos y en el que vivimos, y la gente las personas de carne y hueso que nos rodean, o es ese otro que, también a través de los medios de comunicación, se nos va imponiendo y cuya mejor caracterización nos la da esa crónica de sucesos  en la que invariablemente el hombre aparece como agresor y la mujer como víctima.

Viene esto a cuento de la sempiterna cantinela de la discriminación salarial femenina, ahora parece que algo estabilizada en ese 20% que por término medio las mujeres cobrarían de menos en relación con sus colegas varones. En román paladino, aquí, a nuestro lado, nuestras hermanas, madres, tías, amigas, colegas, todas juntas y por separado, hasta representar varios millones de mujeres, estarían cobrando de media un quinto menos de salario que los hombres por discriminación de género, vendría esto produciéndose desde no se sabe muy bien cuando y, no solo parecería que las personas concretas pasan un poco del tema, sino que también al parecer tal cosa no estaría siendo fácil de demostrar a pesar de los múltiples y reiterados intentos del feminismo de cada momento.

Ni los sindicatos en los convenios colectivos, ni la inspección de trabajo en su labor rutinaria y de la otra, ni los empresarios sabiendo que existe una bolsa ingente de trabajadores, de mano de obra un 20% más barata, están siendo capaces de detectar tal cosa. Y piénsenlo bien, si esa diferencia de sueldo nuestra hermana no la sufriera, quiere decir que por algún lado debería haber otra mujer que la sufra por partida doble, y si ya fueran mi hermana y mi novia, estaríamos en que por algún lugar otra la estaría sufriendo por partida triple. Y no sigo porque barajaríamos opciones en las que las trabajadoras harían su trabajo por cantidades irrisorias.

Porque, digo yo, las mujeres concretas que sufrieran tamaña afrenta, protestarían en casa, en la empresa, ante el sindicato, mandando cartas al periódico denunciando a su empresa, demandarían ante los tribunales y, o yo efectivamente me he confundido de plano de la realidad, o eso no está sucediendo, y no sucede en mi entorno ni en el entorno de mi entorno, no, no está sucediendo. Y por eso pregunto, cómo es posible que algo que las personas concretas de nuestro entorno ni sufren, ni expresan, reciba sin embargo el reconocimiento de los gobiernos, los medios de comunicación y constituya materia sustantiva de quienes alimentan la igualdad de género recibiendo importantes fondos públicos para elaborar periódicamente un nuevo estudio que llega a la misma conclusión que el anterior.


En éste como en otros temas el lobby de género ha demostrado que sabe moverse con soltura y a la perfección, hasta el punto de anular los sentidos y la percepción concreta y directa de los ciudadanos, porque si efectivamente esa brecha salarial respondiese a discriminación por razón de sexo, teniendo en cuenta a los millones de personas a las que afecta, a lo voluminoso de su cuantía y la cantidad de años que venimos oyendo que eso está pasando, mi apuesta es que tal cosa se podría demostrar hasta notarialmente y que si no ha sido así  hasta el presente, lo que no procede es volver a repetir el mismo estudio el año que viene y seguir alimentando un tema que, a las y los únicos que interesa son a quienes se han empeñado en demostrar de todas las maneras posibles que el peor enemigo de la mujer es el hombre. 


14 julio, 2013

¿Por qué el feminismo ha renunciado a un partido propio?

Cada día resulta más llamativa la estrategia neofeminista que para una mejor circulación de sus mensajes, gusta de aparecer en  los momentos más críticos de la mano de varones, sea que hablemos del blog y el papel de Miguel Lorente, sea que lo hagamos de algunas de las entradas más significativas del blog Mujeres, sea en las propuestas políticas en las Cortes o en el silencio de sindicatos y agrupaciones profesionales que optan por callar sus desacuerdos con sus análisis y recomendaciones.

Claro está que también esa es su mejor estrategia de defensa y pervivencia, consiguiendo mantener  la ilusión de que el poder, todo el poder, siguen siendo masculino, y si acaso hubiera que dar cuenta de los resultados de tal o cual política serán ellos quienes deban hacerlo. Y así llevamos ciento cincuenta años sin que hayamos conseguido del feminismo ni una sola autocrítica, ni un solo balance, mucho menos la asunción de los resultados de sus políticas y, como si estuvieran vírgenes en este terreno cada nueva propuesta que realizan presentarla bajo la apariencia  de ser la primera.

Lo cierto es que mediante esta sutil estrategia han conseguido que sean las instituciones y los partidos políticos quienes hagan suyas sus políticas y quienes arrostren los costes y las responsabilidades de las mismas,  haciendo imposible el juego de poderes y contrapoderes que está en la base de la democracia y el progreso político y social. Las responsabilidades de ese modo nunca les alcanzarán porque, ¿quién ha dicho que el neofeminismo ocupe alguna instancia de poder más allá de algunas instituciones que de ningún modo son las centrales del sistema? La mujer sigue huérfana de poder y lo que ocurre en la sociedad si acaso no gusta es por supuesto responsabilidad de los hombres.

A veces, se presenta la dependencia de la mujer como consecuencia de la maternidad, como el factor explicativo de todas sus desventuras y la circunstancia que históricamente propiciaría que el varón se adueñase de todos los poderes, pero lo que ya no resulta tan fácil de asimilar es observar como esa misma estrategia de dependencia antes forzada por la maternidad resulta ahora voluntariamente elegida por el movimiento feminista, al haber renunciado a lo largo de todas las décadas de su existencia, no solo a la formación de partidos políticos propios, también e encarnar de forma visible sus políticas, y a ofrecer su programa y sus propuestas en la arena pública como correspondería en una democracia representativa.

En su lugar vemos que de lo que se trata es de convertirse en hegemónicas en las organizaciones políticas y sociales antes masculinas, y desde ahí hacer del Estado un espacio neofeminista que atienda con preferencia sus intereses y en el medio de acomodar la sociedad en su provecho. Y si seguimos la evolución y lo que ha sucedido en las últimas décadas la verdad no van tan desencaminadas. Paridad por ley para garantizar una representación igualitaria en partidos e instituciones; instituciones propias: Instituto de la mujer, consejerías, concejalías… sin correspondencia por el lado masculino; tendencia a una muy mayoritaria ocupación del empleo público: sanidad, educación, administración general… hasta el punto de que en los años 2008-09-10, en plena crisis, se crearon 220.000 contratos indefinidos nuevos en el conjunto de la Administración y que ese incremento neto fue todo para las mujeres permaneciendo estable el empleo masculino.