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12 enero, 2017

Por qué hiperpaternidad y no hipermaternidad



Me pregunto por qué hiperpaternidad y no hipermaternidad en esta sociedad de rechazo al genérico masculino y que no desea la invisibilización de la mujer, en este caso la madre. Quizá sería más apropiado si hemos de hacer caso a esa acusación tantas veces repetida del “padre ausente”.

http://elpais.com/elpais/2017/01/12/mamas_papas/1484215479_924583.html

¿Si de lo que se estuviese hablando no fuese de los miedos y los problemas de la adolescencia y la juventud se seguiría usando el genérico masculino?

¿Por qué tengo la impresión de que los padres aparecen cuando hay que hablar de los problemas, o las insuficiencias y errores de la educación y aparecen mucho menos cuando hay algo que celebrar?

Si los errores de la educación de otros momentos estaban relacionados con el autoritarismo y este correspondía por entero al padre, ahora que ese autoritarismo no se percibe, ¿las responsabilidades se diluyen en la sociedad y un genérico padres?

Cómo conciliar un titular como éste con esa orden de la Junta de Andalucía que establece como obligatorio que los profesores que de ella dependen ya no puedan decir en sus clases “los niños”, denominación que deben sustituir por “la niñez” o “la infancia”, y que nada de “los andaluces” ya que lo que se debe decir es “la población andaluza”. A quién beneficia esta anomía.



07 enero, 2017

Secuestro emocional de los temas de igualdad



El feminismo de género ha convertido la igualdad en una cuestión emocional, en un mundo de víctimas y victimarios, y ha cavado una trinchera muy clara y profunda: estando nosotras con las víctimas quien no esté de nuestro lado está con los victimarios. Es un planteamiento que sitúa el problema en la amígdala y prescinde de la corteza prefrontal, un planteamiento que rehúye el debate racional, rechazado porque en su “frialdad” indicaría incomprensión hacia el dolor de las víctimas. Y en este caso víctimas lo serían todas las mujeres.

Pero es un planteamiento que nos retrotrae a algún momento anterior a la modernidad en el que, so pretexto de algún daño colateral, se secuestra un tema que no puede dejar de pertenecer al conjunto de la opinión pública, para convertirlo en materia de expertos que hacen y deshacen, ordenan y mandan, legislan y juzgan, sin que nadie más pueda tan siquiera expresar su acuerdo o desacuerdo. Y todos sabemos que cuando un tema se sacraliza, quien acaba mandando es quien administra el sacramento. En este caso el feminismo de género.

Nada en este asunto es casual o neutro, tampoco la elección de las palabras. Aunque técnicamente brecha salarial no implique discriminación sino simplemente gap o diferencia salarial lo cierto es que la mayoría identifica brecha con un roto, una herida, algo que debe ser recosido o curado. No por casualidad la inmensa mayoría cree que las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo, aunque no conozcan ningún caso ni directamente ni en su entorno. Son las verdades “sentidas” de la posverdad, verdades que para serlo no precisan de la concordancia con los hechos.