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25 junio, 2009

Dualidad y maniqueísmo

En esto, como en muchas otras cosas, tengo que reconocer que soy un mero aficionado a quien le gustaría poseer unas dotes literarias de las que carece, a fin de explotar como se merece la cotidiana experiencia de la igualdad. Por ejemplo, serían buenas esas dotes para poner en relación y contrastar la inmensa distancia que separa los dos polos entre los que se mueve la imagen masculina: que si en el plano de la representación -y cuando interesa- aparece como un ser privilegiado desde el nacimiento, detentador de todos los poderes, en el plano de la realidad sucede que, por ejemplo, para comenzar a conocer la situación en este contexto de crisis económica de divorciados y separados (varones) sólo es posible hacerlo cuando la prensa, como ha hecho recientemente El País habla de esas dificultades pero referido a las segundas esposas. (Obsérvese que aquí el juego de la invisibilidad opera a la inversa de lo que lo hacía en la entrada anterior).

Y en ese juego en el que las imágenes públicas del varón van del ser detentador de todos los poderes -particularmente cuando esa imagen es vista como la de un ser opresor e injusto-, al responsable de todas las violencias, mientras se invisibiliza su esfuerzo y sufrimiento y se minimizan sus aportaciones al conjunto social, por contraposición la imagen de la mujer que gusta cultivar es la de ese ser entregado a los otros que si alguna vez no lo hace bien es por culpa de la sociedad machista y patriarcal en la que vivimos y, en cualquier caso, siempre alejada de la violencia: de la física y de la psicológica, de la pública y de la privada. Lo cierto es que estamos lejos de superar esa dualidad y ese maniqueísmo que tanto daño hace y hará al conjunto social. Y para quien crea que lo que únicamente está en juego es la llamada guerra de sexos, el poder de género, que también, tengo que decirle que, en mi opinión, es mucho más con no ser poco, que quién manda en casa o fuera de ella.

24 junio, 2009

!!¿Invisibilidad?¡¡

Quizá algún día estas cosas lleguen a ser explicadas, pero a día de hoy sólo hay lugar para la perplejidad y quizá la estupefacción.

En el recorrido por los periódicos digitales que realizo casi todos los días veo repetida la noticia de la desarticulación de un nuevo comando de ETA formado por tres personas: dos mujeres y un hombre, pero siempre, invariablemente, la imagen que acompaña la noticia es la de un varón con la capucha de la sudadera puesta y flanqueado por dos policías.

Si es cierto aquello de que una imagen vale más que mil palabras el mensaje transmitido tendría poco que ver con la realidad... pero esa parte casi prefiero dejarla para los semiólogos.