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31 diciembre, 2013

La falacia del género

Si la dificultad está en los detalles, para el género las dificultades no existen. Asistimos estos días, a propósito de la ley del aborto que promueve Gallardón y el Partido popular, a un ejercicio al descubierto de cómo se entiende la sociedad y las personas desde las posturas de género. En multitud de tribunas, por hombres y mujeres, se viene desarrollando toda una línea argumental según la cual seríamos los hombres quienes con tal ley desearíamos limitar los derechos de las mujeres.

Poco importa que la inmensa mayoría de los hombres, y de las mujeres, no hayamos mudado de opinión y mantengamos, por tanto, la misma posición que manteníamos, poco importa que si a alguien cabe asignar responsabilidad es a los hombres y las mujeres que la promueven ya que, sin discusión, desde dichas posiciones se ha decidido hacer tabla rasa y presentarla como un conflicto entre hombres y mujeres, cuando de lo que se trata es de un conflicto ideológico y político en el que por ambos lados hay eso,  hombres y mujeres.

Y si sorprendente es ese llamamiento de Elena Valenciano a las mujeres del PP, más sorprendente es que entre quienes con más beligerancia mantienen ese argumento se encuentren muchos hombres,  casi me atrevería a decir que si no mayoría al menos tantos como mujeres. Y para que la sorpresa no acabe ahí conviene hacer notar cómo desde dichas tribunas no haya quien  se atreva a cuestionar tan falaz razonamiento o que los hombres del PSOE y de quienes encabezan la oposición a la misma se acepte que esa haya de ser la dialéctica con la que se dilucide esta cuestión.  


En la columna derecha de esta bitácora está escrito desde sus comienzos un pequeño texto sobre las personas que dice: “Nada más borreguil que el rebaño. El género nos pretende un rebaño de clones hechos a la medida de un estereotipo estúpido e indecente.” En una ocasión como ésta me parece más acertado que nunca, pero por lo mismo me duele, ya que muestra lo poco que avanzamos con el paso de los años y si acaso haya algo que constatar sean solo retrocesos.


21 diciembre, 2013

Si no puedo ser yo, que sea ese otro

El 15M supuso en su momento una llamada de atención al deterioro de la salud democrática en nuestro país y la constatación del profundo divorcio entre la ciudadanía y una clase política que, alejada del sentir y los problemas de la gente, actúa en función de sus propios y particulares intereses.

Y si en un primer momento pareció que algunas de sus reivindicaciones más sobresalientes: listas abiertas y reforma de la ley electoral, respeto a la división de poderes, supresión de las diputaciones, democratización de la vida interna de los partidos… iban a ser en alguna medida atendidas, ahora que parece anunciarse un nuevo tiempo, todo ha vuelto a su viejo cauce y a la reedición reforzada de la vieja política de turnos en la que los unos sustituyen a los otros más por hastío del electorado hacia quienes están que por el entusiasmo que despierten las políticas de quienes están llamados a sustituirles, más para evitar que salga quien no gusta que por lo que nos convenza el que votamos.   

Mientras se escenifican unas diferencias basadas en “convicciones” e “ideología” las prácticas desde el poder guardan unos parecidos que las hacen indistinguibles y, cuando los problemas e inquietudes de millones de ciudadanos son ignorados, pequeños grupos de poder se reparten prebendas y hacen y deshacen en un Estado en el que el peso del gasto público se aproxima a  la  mitad de la economía -en algunas comunidades lo supera ampliamente-, y donde el empleo en puestos de la administración regala cifras como las que Fernando Savater señala en este artículo y procedimientos como los apuntados por J.M. Laporta en este otro.  

"Si no puedo ser yo (PP), que sea ese otro (PSOE)" y viceversa, parecen decirse el PP y el PSOE en el momento actual y bien podría ser este el lema que resuma su entendimiento de estos días como estrategia conjunta para hacer frente a  la auténtica sangría de votos y expectativas de ambos en los últimos años y al consecuente cuestionamiento de la clase política que representan. Tal cosa sin embargo supone el restablecimiento de las condiciones de hacer política que han conducido a la actual desafección ciudadana hacia la misma, o dicho de otro modo,  su intención parece ser que salgamos de este período en el que había una mínima posibilidad de regeneración democrática, echando por tierra todas las iniciativas que han ido surgiendo para una mejora de nuestro sistema político.

Y eso es grave porque supone dar con la puerta en las narices a decenas de miles de ciudadanos que desde postulados pacíficos y constructivos han propuesto soluciones y alternativas al actual divorcio entre la ciudadanía y la política, entre el mundo real y el mundo de ficción interesada en que vive la clase política en nuestro país. Ese mundo que la entiende no como adecuación a lo que gente piensa y quiere, y el país necesita, sino como el ejercicio de una mayoría parlamentaria que da patente para hacer y deshacer al antojo del gobernante de turno y a actuar como verdaderos déspotas. En fin, todo indica que vamos camino de desperdiciar una nueva ocasión para evitar que una vez tras otra los políticos aparezcan a los ojos de los ciudadanos como un verdadero problema.

04 diciembre, 2013

PISA 2012

Estamos ante el enésimo informe internacional que deja en evidencia nuestro sistema educativo. Uno esperaría escuchar algo más que excusas pero eso es lo que se ha impuesto desde el primero del que  hemos tenido noticia y quienes son adictos a ellas las repiten en cada ocasión en que se hace necesario y lo hacen  porque se ven compelidos a dar algún tipo de explicación cuando la información está en la calle o por lo menos en los medios.

 Sigo sin embargo estupefacto ante un catedrático de didáctica cuyo comentario va en la línea de que PISA no lo mide todo. Parece como si existiesen en nuestro sistema educativo valores escondidos que ninguna evaluación educativa quisiese sacar a la luz y estuviésemos condenados a que solo saliesen aquellos que no nos son favorables. Porque más grave sería pensar que alguien desde ese puesto no considerase los conocimientos de matemáticas, ciencias y lengua con la suficiente entidad como para ser merecedores por ellos mismos de una evaluación de este estilo. Aunque bien es verdad que quienes así se pronuncian no explican de qué valores ocultos se trata y por tanto sigue de su lado la carga de la prueba.

Pero lo cierto es que PISA sigue poniendo de manifiesto que nuestro sistema educativo no va bien y evaluación tras evaluación los malos resultados se repiten, sin que al parecer a nadie quepa asumir la responsabilidad de por qué esto sucede así y tampoco se vea por parte de aquellos que  más responsabilidad tienen ofrecer alguna explicación razonada y convincente de qué se hará para que tal cosa mude.  Los partidos políticos implicados o bien callan o dejan que sean sus “expertos” quienes se pronuncien. Pensar  en un análisis más pormenorizado de los resultados sería ya para nota, pero tal cosa no está siendo posible en un debate que para nuestra desgracia está protagonizado básicamente  por repetidores.