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24 marzo, 2010

Endogamia de género

La perspectiva de género, vierte sobre la sociedad una mirada endogámica, interesada, parcial, sesgada, una mirada que no va más allá de los intereses a corto plazo de su propio sexo… La perspectiva de género no se propone ofrecer soluciones o alternativas a los problemas de la humanidad, vale decir, al conjunto de seres humanos, sino que, dando por hecho, y en esto no se equivocan, que ya otros garantizarán el andamiaje social y político, prefieren el cuidado de su propio nido, sus  cosas, el diseñar y llevar a la práctica acciones que garanticen al máximo sus aspiraciones de género. Y, quizá, la mayor paradoja estribe en que muchos hombres que de ningún modo aceptarían una visión de ese tipo por el lado masculino, no tienen el menor problema en aceptarla por venir formulada del lado de ellas.

Mientras, en los últimos siglos el hombre y el denostado sistema patriarcal han ido alumbrando la Ilustración y los Derechos humanos, el Liberalismo, el Socialismo, el Comunismo, el Anarquismo, el Sindicalismo y el Estado del bienestar, el feminismo ha permanecido fiel a sí mismo y ha alumbrado la primera, segunda y tercera olas feministas y los Derechos de la mujer… Y, en este tercera ola, la más radical sin duda, la que ha establecido que los hombres, reales y  concretos, tú y yo, no las estructuras sociales, somos responsables directos de la discriminación de la mujer. Ha llegado a la conclusión de que todo aquello que los hombres hacemos, incluida la ciencia y la técnica, lo hacemos para perpetuar esa dominación, y  que el hombre es un depredador que a lo largo de la historia ha vivido de la explotación y la discriminación de la mujer creando una sociedad patriarcal, androcéntrica y sexista que no renuncia a la violencia para mantener a las mujeres en el estado de discriminación y opresión  en el que viven.

De ese modo, este feminismo,  no sólo no ofrecerá su visión de qué hayamos de hacer con la globalización, o con el deterioro y pérdida de peso específico de la Unión europea, tampoco sobre las alternativas a la crisis, mucho menos con el conflicto de Oriente Medio, la crisis de la democracia representativa o la brecha abierta entre los partidos políticos y la ciudadanía. Lo que sí buscarán será que sus exigencias de género tengan plasmación en los diferentes programas gubernamentales, por ejemplo, ante la crisis formulando peticiones de mayores privilegios para la contratación femenina, o gobiernos paritarios sin importar cual sea el resultado de esas decisiones más allá de su directo interés. Ni que decir tiene que el fracaso  y abandono escolar masculino ni forma parte del ámbito de sus preocupaciones ni es reconocido como tal por este tipo de ideología.


Incluso más, pues en esta alocada carrera en defensa de lo propio sin importar ninguna otra cosa, ha conducido al feminismo hacia una espiral, en la que a medida que sus reivindicaciones se han ido materializando la culpabilización del hombre ha ido adquiriendo una mayor virulencia hasta llegar a considerarlo no sólo el principal responsable de sus males históricos, también  un discapacitado, portador de numerosas taras e insuficiencias que lo hacen incapaz para evolucionar; lo que conduce a la necesidad de “cambiar la masculinidad”. No dudando, como dice Elisabeth Badinter, en “luchar contra la dominación masculina como se combate el racismo y el fascismo”. Cómo, algunos de los más conspicuos defensores de este planteamiento puedan ser hombres, constituye para mí uno de esos interrogantes para los que no tengo respuesta.


La perspectiva de género reduce el feminismo a la búsqueda de una situación de privilegio para  las mujeres, -no digo que sea lo que todas las mujeres ambicionan sino lo que el género ambiciona para ellas-, sin importar ni a costa de qué, ni en qué posición quede el otro sexo, o mejor, planteando que lo que le ocurra al otro sexo no es de su incumbencia y en cualquier caso lo que pudiera sucederle se lo tiene bien merecido. Así actúa desde la sociedad civil pero también desde los organismos públicos financiados con el dinero de todos, el de ellas y por supuesto el de ellos, introduciendo en al acción estatal y de la Administración, un sesgo que hasta el presente se había negado a cualquier otro grupo o colectivo,  ya que, por definición, la Administración y los organismos estatales defendían el interés general. Pareciera como si la militancia feminista más acendrada fuera mérito principal para cualquier puesto público incluidas las altas instancias judiciales.


El feminismo de género practica una extraña ética consistente en considerar normal como práctica femenina lo que critica como patriarcal o inasumible cuando lo atribuye a los hombres. Así, al tiempo que ponen el grito en el cielo porque tal cofradía no admite costaleras, entienden como lógico y natural que las mujeres creen espacios que excluyen al hombre. Denunciarán un pretendido e inexistente pacto entre varones para excluir a las mujeres, mientras establecen entre ellas un pacto según el cual el feminismo es lo primero y sólo después las diferencias políticas, sociales, religiosas o de cualquier otra índole. Denunciarán una historia escrita por los hombres para a continuación pretender reescribir el pasado y el presente ignorando al hombre.

Denunciarán la ausencia de mujeres en tal o cual programa de televisión, pero ahora que la ley de Igualdad le ha puesto TVE en sus manos, no han dudado en convertirlo  en un espacio monopolizado y protagonizado por ellas. Denunciarán la igualdad formal que no garantiza la real, pero toda cuanta propuesta realizan va en la dirección de situar al varón en una posición subordinada. Denunciarán que el hombre las ha querido naturaleza, pero luego pretenderán que la maternidad las hace moralmente superiores…
El género para hacer todavía menos asumible su perspectiva, reduce las mujeres al modelo de madre de familia  con doble jornada laboral, al tiempo que ha decidido abolir no sólo las diferencias de clase, también las culturales o de procedencia geográfica  y así es perfectamente posible leer un artículo como el firmado por nuestra vicepresidenta el día de la mujer, en el que se mezcla la situación de la mujer española y la africana en un totum revolutum realmente inadmisible, por no citar a la jurista costarricense que considera que los más graves problemas de la mujer latinoamericana tienen que ver con la violencia sexual, “que van desde la violación hasta los piropos en la calle”.
Y hay todavía un aspecto menos aceptable del género ya que no contentas con haber declarado al hombre responsable de todos los males de hoy, ayer y mañana, sucede que en un  ejercicio de misandria difícilmente admisible no sólo han declarado al hombre responsable de todas las violencias sino que al tiempo pretenden que nunca es víctima, como cuando al hablar de víctimas civiles de un conflicto sólo se mencionan a las mujeres y los niños, o cuando deliberadamente se establecen distinciones inadmisibles entre los muertos, sean estas muertos los de las pateras o los de la guerra Civil y el franquismo.
En esta dirección encontrareis mucho de lo que os hablo. Me parece especialmente terrible el artículo en el que se habla de un único naufragio de patera, olvidando que se calculan en más de 15.000 los muertos, la práctica totalidad varones. También me lo parece esa doble falta de memoria que olvida que de nuevo la inmensa mayoría de los paseados y asesinados después de la guerra civil han sido varones. Pero para que se calibre como esta forma de pensar pretende imponerse, decir que ayer en el programa de Iñaki Gabilondo en CNN+ cuando éste le pidió a la portavoz del Consejo General del Poder Judicial que pusiera título a una foto de una familia que, ante el clima de violencia allí reinante, decide abandonar Ciudad Juárez, sin cortarse lo más mínimo y eso que en la foto estaban el padre, la madre, y los hijos: unos varones y otras mujeres, decidió que sería algo como esto: Mujeres en busca de la libertad. 

23 marzo, 2010

Debate educativo

Si algo he podido concluir del debate educativo a que hago referencia en mi anterior entrada es que tanto los que están participando en las discusiones sobre el Pacto educativo, como los partidarios del Manifiesto educativo, si bien no se atreven a negar que la escuela a quien le está fallando es a los varones, no son capaces de incorporar esa variable a su discurso educativo, tanto en lo que implica de nuevo diseño de los currículos como  de un mayor equilibrio de sexos entre el profesorado.

Pero también he podido constatar que si para los redactores del Manifiesto la etapa de primaria resulta crucial en su planteamiento, la nula participación en su gestación y debate de profesorado de esa etapa, constituido mayoritariamente por mujeres,  debiera ser interpretado como un signo preocupante. Resulta difícil imaginar la puesta en marcha de un proceso de reforma de algo tan delicado si quienes están llamados a ser los principales sujetos activos de la misma no se sienten protagonistas desde el primer momento.

Me sorprende también el escaso conocimiento de otros sistemas educativos, incluso del más sonado en los últimos tiempos: el finlandés, que reúne en grado sumo dos virtudes que debe procurar cualquier sistema educativo, conjugar el menor fracaso escolar con la mejor atención a los alumnos con mayores capacidades. A falta de todas esas cosas la intervención de Aloe, una madre que participó muy activamente en todo el proceso de debate, me parece que resume muy bien qué quiere decir eso de la escuela se adapta peor  a los varones.

Respondiendo a un comentario mío en el que justamente le recordaba qué nadie se estaba acordando de que la escuela a quien le está fallando es a los varones escribe:

De lo que dices del sesgo de género en la secundaria, yo sí le he dado muchas vueltas a ello (tengo varones, además): creo que no es una discriminación deliberada o algo así, sino otra cosa.
El sistema escolar premia la docilidad, el estarse quieto, el tener los cuadernos pulcros, el ser ordenado… esas cosas. Fomenta sobre todo un cierto tipo de saber académico centrado en lo verbal y en lo memorístico. Tolera peor que todo lo demás el comportamiento revoltoso o agresivo.
Y para lo bueno como para lo malo, eso se ajusta mucho peor a las virtudes y los defectos que tienen los chicos, más que las chicas. (Y no me meto en si son naturales o adquiridos socialmente, porque creo que hay de ambos).
También creo que hay algo de verdad en que los varones tienen más incentivos para dejar la escuela y no esforzarse en ella, puesto que a corto plazo tienen más y mejores posibilidades en el mercado laboral de poca cualificación. Claro que eso es una trampa a medio plazo, pero no lo ven así.
Pero dejando aparte esta última cuestión, ahi tienes (en mi opinión) por qué el sistema no se plantea seriamente lo que dices: porque representaría plantearse cambiar muchas cosas en ese sistema y cómo está enfocado, y todo lo comentado arriba de los curriculos grotescos, y de la orientación al academicismo más pasivo y memorístico.
Habría que proponerse dejar más desahogo a la actividad física, valorar el hacer cosas con las manos y la inteligencia espacial, tendrían que ser más conscientes de que la revolución hormonal no les permite controlarse siempre y de que estar quieto y callado no es el summun de la perfección.

En resumen, tendrían que pensar en que la adolescencia existe de verdad y no es igual en los dos sexos (ni en dos personas cualquiera). Cuando mucha gente sigue creyendo que eso es un invento moderno de pedagogos permisivos, y no existe de verdad (ya pueden los neurocientificos desgañitarse, que como eso no lo dieron en la facultad de matematicas o de filologia no se lo creen).
Y tendrían que pensar en que lo que se enseña y cómo se enseña tendría que estar orientado a lo que los alumnos pueden, lo que les interesa y lo que es importante, y permitirles una actitud mucho más activa.
En lugar de estar orientado a lo que es tradicional, lo que es cómodo para los profesores, lo que les gusta a ellos y lo que da dividendos (asignaturas) a todas las licenciaturas, por inútil que sea.
El único consuelo que tengo, como madre de varones, es que hay que aguantar el tirón como sea, y que en algún momento entre los 18 y los 20 la balanza se nivela, por lo que veo alrededor, y los chicos acaban alcanzando a las chicas… si no han tirado la toalla. Pena que haya que perder varios años por culpa del sistema imbécil, y sufrir tanto mientras

21 marzo, 2010

18 marzo, 2010

Acoso sexual en el trabajo

(El 5 de mayo de 2006 escribí cuatro entradas para tratar el, en aquel momento, candente tema de la encuesta que más abajo se cita. Particioné la entrada en cuatro porque me parecía que podía ser más manejable. Ahora quiero volver a colgarla como una única entrada porque me parece que se puede leer mejor y porque tengo la sensación de que conserva todo su interés.)  


En este análisis sobre la encuesta: El acoso sexual a las mujeres en el ámbito laboralhttp://www.fe.ccoo.es/mujer/21_res_res_aco_sex.pdf presentada recientemente por la secretaria de Políticas de Igualdad, Soledad Murillo, y cuyos resultados fueron recogidos ampliamente por todos los medios de comunicación, me gustaría antes de ninguna otra cosa abordar dos cuestiones previas.

Una: el motivo que explica la cascada de legislación “de género” que nos está brindando el Gobierno socialista y, dos: el significado preciso que cabe atribuir al concepto de género en la concepción dominante del feminismo actual, conocido también por algunas autoras como feminismo institucional por la proximidad que mantiene al poder, de quien recibe su financiación y apoyo. Otros autores identifican a este feminismo como fundamentalista o radical.

Buena parte de la legislación puesta en marcha por el Gobierno socialista desde su llegada al poder se debe al compromiso alcanzado por el PSOE, cuando estaba en la oposición, con determinadas asociaciones de mujeres y al apoyo que éstas prestaron al mismo en las pasadas elecciones. Pero en buena medida se debe también a la necesaria trasposición a la legislación nacional de directivas de la Unión europea. En ese sentido por ejemplo, Elisabeth Badinter en su libro Fausse Route nos recuerda que:

El 17 de abril de 2002, la señora Anna Diamantopoulou, comisaria encargada del empleo y de los asuntos sociales, anunciaba que el Parlamento Europeo acababa de adoptar una ley contra el acoso sexual definida así: “Un comportamiento no deseado, verbal, no verbal o físico, de índole sexual con el propósito o el efecto de atentar contra la dignidad de la persona y de crear un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo.” No solo el acosador puede ser un colega o subordinado, sino que los términos son tan imprecisos y tan subjetivos que todo y no importa que puede ser calificado de acoso. Esta definición incluso no menciona ya, como lo hace la ley francesa actual, la noción de “artimañas repetidas”. Es la puerta abierta al visual harassment (mirada muy insistente) y otras sandeces. ¿Dónde queda entonces la frontera entre lo objetivo y lo subjetivo, lo real y lo imaginario? Sin hablar de lo que separa la violencia y la intención sexual. A título indiscutible de violencia, la señora Diamantopoulou citaba la colocación de fotos pornográficas en una pared, anunciando de esta forma que ese será el próximo objetivo. Nadie duda que estamos asistiendo a una deriva a la americana. No está lejano el momento en que, como en Princeton, será considerado acoso sexual “toda atención sexual no deseada que engendre un sentimiento de malestar o cause problemas en el escuela, el trabajo o en las relaciones sociales”.

Legislación que está en la raíz de la Ley de Igualdad en trámite de aprobación en las Cortes Generales, y muy relacionada con la encuesta que finalmente quiero que constituya el objetivo principal de este análisis.

La otra cuestión que me interesa clarificar desde le primer momento es, la significación del concepto de género en todo este asunto. Para ello, echaré mano de nuevo de una cita de la autora más arriba citada y lo completaré con algunas consideraciones propias. Dice Elisabeth Badinter:

 “Desde hace treinta años, el feminismo radical americano ha tejido pacientemente la red de un continuo del crimen sexual que quiere demostrar el largo martirologio femenino. En el espacio de algunos años aparecieron tres libros salidos de esta corriente que impusieron el tema de la opresión sexual de las mujeres. El primero trataba de la violación, el segundo del acoso sexual y el tercero de la pornografía. Obteniendo sus autoras Susan Brownmiller, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin, una considerable celebridad. A continuación, Dworkin y MacKinnon trabajaron juntas, puesto que estaban de acuerdo sobre lo esencial: las mujeres son una clase oprimida, y la sexualidad es la raíz misma de esta opresión. La dominación masculina reposa en el poder de los hombres para tratar a las mujeres como objetos sexuales. Este poder que se hace remontar al origen de la especie habría sido inaugurado por la violación. Sobretodo, a sus ojos, la violación, el acoso sexual, la pornografía y las vías de hecho (golpes y heridas) forman un conjunto que revela la misma violencia contra las mujeres. Sin olvidar la prostitución, el strip-tease y todo lo que tiene relación de cerca o de lejos con la sexualidad. El veredicto es sin apelación: es necesario obligar a los hombres a cambiar su sexualidad. Y para conseguir esto: modificar las leyes y sentarlos en los tribunales.”

Ambas cuestiones nos dan la perspectiva para situar convenientemente dicha encuesta, su fundamentación ideológica y política y su finalidad, que no es otra que afianzar la perspectiva de género en todos los estudios relacionados con el binomio hombre-mujer, cuyo contenido podemos resumir diciendo que, la sociedad patriarcal se sostiene en base a la violencia que el hombre ejerce sobre la mujer para mantenerla como un ser dominado. La violencia está sexuada, la violencia es del hombre. En esta concepción del feminismo no puede haber más que una víctima y un verdugo, la mujer víctima el hombre verdugo. El hombre ejerce violencia con ánimo de dominación, la “agresividad” de la mujer no tiene más fin que el defenderse.

Supone además que la violencia es un continuo que va de la presión psicológica a la violencia física, y que no cabe hacer diferenciación entre ambas. Podemos preguntarnos, sin embargo qué sucede cuando en la realidad social las cosas suceden a la inversa, mujer-verdugo, hombre-víctima. La respuesta que nos ofrece este feminismo es siempre, la “agresividad” de la mujer es una violencia de resistencia, una contraviolencia frente a la violencia del hombre, constituye por tanto una forma de legítima defensa.

De ahí que no quepa computar como tal violencia, más que la que cumple la susodicha condición, el hombre el verdugo, la mujer la víctima. Esto es lo que sucede por ejemplo en nuestra Ley contra la violencia de género, de tal modo que todos podremos conocer la cifra de mujeres muertas a manos de sus parejas o ex -parejas, lo que es mucho más difícil será conocer el número varones muertos por la misma razón, ya que sencillamente es una estadística que no se ofrece o se camufla, porque no se trata de violencia de género. Esta violencia, la violencia del hombre sobre la mujer, se nos dice sería de una naturaleza distinta a las otras violencias en el seno de la familia, incluso distinta a la que se produce en las parejas homosexuales.

Toda la complejidad de las relaciones interpersonales en el ámbito de la pareja, quedan reducidas a una única variable, el deseo de dominio del hombre sobre la mujer. Se nos dice además que esta violencia nada tiene que ver con la producida en el seno de las parejas homosexuales, a pesar de la evidencia de que los celos, los roces diarios de la convivencia, etc. son los mismos en un caso que en el otro. Lo cierto es que jamás se nos aclara esta cuestión, más allá de las consideraciones de tipo ideológico del feminismo de género actual, que en este asunto bebe directamente del feminismo radical americano del que habla la cita de E. Badinter.

Sí conocemos sin embargo pronunciamientos, que cuestionan la validez de este postulado ideológico, alguno de ellos, lo encontramos por ejemplo en el volumen colectivo “El laberinto de la violencia” promovido por el Centro Reina Sofía y coordinado por José Sanmartín, creo que nada sospechoso de mantener una actitud poco comprensiva hacia la causa de las mujeres.
Así por ejemplo en el capítulo 2. Factores sociales, apartado 2.2. Sexo, a cargo de Richard J. Gelles y Mary M. Canavaugh, se dice:

“A excepción de los casos de agresión sexual, de violencia en el seno de la pareja, y de otras formas de violencia intrafamiliar, los varones tienen, por lo general, una mayor probabilidad que las mujeres de ser víctimas de crímenes violentos –61 de cada 1.000 hombres por 42’6 de cada 1.000 mujeres (National Research Council, 1993)-. Esta clara diferencia se tiende a atribuir a las hormonas o a la genética (por ejemplo, la hipótesis rechazada hoy en día, que hace referencia al cromosoma Y extra).”
“Aunque existan pruebas que dan cuenta de la relación entre el sexo y la violencia atendiendo a las diferencias hormonales y biológicas, también disponemos de pruebas convincentes que indican que la violencia es el resultado de determinados acontecimientos y estructuras del entorno. Uno de los argumentos de peso que apoyan esta plausible explicación es que, mientras los actos de violencia contra desconocidos o en lugares públicos son perpetrados por varones en la mayoría de los casos, en la violencia familiar no se da tal diferencia. De hecho, existen datos que indican que los varones y las mujeres podrían ejercer la violencia en el entorno íntimo en proporciones muy similares (Gelles y Strauss, 1988). Así, la diferencia sexual en la violencia es en parte situacional, y no se puede explicar únicamente atendiendo a cuestiones de naturaleza hormonal, instintiva o a cualquier otro tipo de razonamiento fundamentado en factores individuales.”

Y en el apartado 3.4 se dice a propósito de la teoría feminista:

“........Esta teoría emplea unas lentes de género a través de las cuales contempla a la mujer como el objeto de control y dominio por parte de un sistema social patriarcal y opresivo (Gelles, 1993). La fuerza del modelo feminista reside en su capacidad para estimular un movimiento de bases, dando lugar a grandes transformaciones sociales, legales y políticas. Las limitaciones surgieron, sin embargo, cuando se centraron en le patriarcado como única explicación del maltrato a la esposa. La violencia en las relaciones de pareja es un fenómeno complejo, con múltiples facetas, y no puede por tanto explicarse a través de una única variable. Los factores intrapersonales, interpersonales y sociales que conducen a la violencia necesitan de un enfoque que atiende a múltiples variables y que busque y encuentre soluciones a este complejo problema social. La teoría feminista no proporciona por sí sola la profundidad necesaria en el análisis del comportamiento violento y las consecuencias que de él se derivan. Sólo si se emplea un marco sociológica que incorpore los factores sociales y psicológicos se podrá obtener una comprensión más clara de la naturaleza de la violencia familiar en particular, y de la violencia en general.”

Pues bien esta dificultad teórica de sostener con argumentos sólidos el motivo de dominio como causa exclusiva de la violencia entre el hombre y la mujer en las relaciones de pareja, se soslaya con una gran facilidad en el terreno de la práctica gracias al monopolio que viene ejerciendo el feminismo institucional en relación con este tipo de estudios y gracias al importante apoyo y ayuda recibidos de los Gobiernos europeos a través de los Institutos de la mujer y organismos equivalentes, que no sólo manejan importantes recursos sino que mantienen una relación privilegiada con los medios de comunicación, quienes finalmente jugarán un papel decisivo en la difusión de estas encuestas y en la perspectiva de género.

Este mecanismo pasa por crear un determinado estado de opinión que sigue los siguientes pasos. En relación por ejemplo con la violencia en el ámbito de la familia, se realiza un estudio en el que se excluye al varón como posible sujeto pasivo de la misma y en base a una encuesta telefónica realizada sólo a mujeres, con un cuestionario en el que violencia física y presión psicológica van de la mano se confecciona un índice que se vende a la opinión pública bajo un titular que los medios de comunicación repetirán y aumentarán a su gusto, índice según el cual 1 de cada 4, 5, 10 mujeres sufre maltrato en el ámbito doméstico. Y poco importa que tal índice haya sido confeccionado en base a un cuestionario que aplicado al hombre hubiera dado unos resultados no muy diferentes, o que amalgame violencia física y presión sicológica, pues el objetivo no es tanto el conocimiento de una realidad sociológica como un titular de prensa impactante.

Que además el ciudadano medio entienda por maltrato, violencia física, y en el índice la componente de presión sicológica sea amplísimamente mayoritaria importa poco, ya que es justamente lo que se pretende, jugar con la imprecisión de los términos para agrandar el impacto de la noticia.

A propósito de la encuesta para medir este tipo de violencia en Francia en el año 2000 Marcela Iacub y Hervé le Bras nos ponen en antecedentes cuando dicen que:
La lectura atenta de la encuesta despeja sin embargo rápidamente las dudas. Como vamos a demostrar, obtiene los resultados por una definición preestablecida de aquello que se pretende medir, jugando con la imprecisión de las palabras para inflar los datos malos. Los efectos de sugestión de la respuesta por la pregunta plantean dos problemas: ¿Cómo un tal trabajo ha podido ser encargado por una institución del Estado? ¿Cómo comprender que haya sido recibida con tan poco nivel de crítica? La verdad estriba en que la encuesta no pretendía tanto descubrir como revelar y que, al mismo tiempo que venía a confirmar un sentimiento confuso, se inscribía en un discurso de legitimación de un proyecto político característico de una nueva tendencia del feminismo, que ha adquirido visibilidad en el momento de votar sobre la ley de la paridad: ante la persistencia de las desigualdades entre los hombres y las mujeres, la encuesta orienta hacia una respuesta sin ambigüedad: la inferioridad social de las mujeres está sostenida por una organización de la violencia, ejercida por los hombres bajo las formas más diversas, de la que el efecto único sino el objetivo es dominar al otro sexo; entonces no se remediará esta situación más que revelando la violencia, escondida por las víctimas y ahogada por los verdugos, y puniendo a los responsables.”


Esta estrategia inaugurada por el feminismo radical americano en los años 80, actualmente es seguida en todos los países de la vieja Europa, siguiendo un mismo patrón en contenido y metodología.

Una estrategia igual de manipuladora se sigue con las estadísticas sobre diferencias salariales. Recientemente, más exactamente, el día que el Consejo de Ministros iba a aprobar el anteproyecto de Ley de Igualdad, el diario El País publicaba en portada el siguiente titular, " Los hombres cobran de media un 40% más que las mujeres en España". En los medios se comunicación rápidamente se corrió a preguntar a empresarios y políticos qué podía justificar tamaña desigualdad, pero la respuesta era siempre la misma, yo pago lo mismo a mis trabajadores que a mis trabajadoras, en mi entorno eso no sucede, hasta el propio ministro Caldera tuvo que salir a la palestra pública para reconocer que por el mismo trabajo hombres y mujeres cobraban lo mismo.

Cualquiera puede buscar entre las algo más de 8.350.000 trabajadoras algo que justifique tamaño dislate que no lo encontrará, pero en el subconsciente colectivo está que, en nuestro país existe discriminación salarial hacia las mujeres, aún cuando no sepa explicar muy bien el origen de tal opinión, y, en su entorno, familiar y laboral eso no se produzca. Llama la atención además que ningún estadístico o político haya exigido rectificar una información de ese tipo, de tal modo que tratándose de una información que sólo induce confusión y desinformación nadie se ha sentido obligado a rectificar ni tampoco han sido relevantes las voces que han exigido ese mínimo derecho democrático, de tal forma que el poso equivocado que queda en la opinión pública será aprovechado para en sucesivas oleadas demoscópicas fundamentar cada vez de forma más surrealista la investigación sociológica. La conclusión del estudio del INE, que por cierto correspondía a trabajo publicado en 2004, era sin embargo bien diferente: El salario promedio anual femenino representa, el 71,1% del masculino, aunque esa diferencia debe matizarse en función de otras variables laborales como: tipo de contrato, de jornada, ocupación, antigüedad, etc. Variables que inciden de forma importante en el salario.

También en diciembre de 2005 se publicó en prácticamente todos los periódicos del país, una encuesta cuyo titular era en todos los casos “El 80% de las chicas cree que las quieren aunque las maltraten” pero si uno se adentraba en las conclusiones del estudio descubría que eso mismo era lo que le sucedía también al 75 % de los chicos. Por qué no aparecía nunca el dato referido a los chicos o por qué el titular había sido el que fue, y no el que podía haber sido, por ejemplo, “El 80 % de las chicas y el 75% de los chicos creen que los quieren aunque los maltraten” visto en la perspectiva que aquí estamos desarrollando no precisa a mi entender mayores comentarios.


Y ahora llegamos a la encuesta sobre el acoso que, a pesar de anunciarse como pionera, a mi entender repite, paso por paso, lo ya comentado anteriormente y ya en el segundo párrafo de su Introducción, se nos anuncia lo siguiene:

El acoso sexual puede ser sufrido tanto por hombres como por mujeres. Sin embargo la mujer se convierte en la principal víctima del mismo porque su situación en el mercado laboral es claramente inferior respecto a los hombres, por su inestabilidad en el empleo y su subordinación jerárquica profesional.”

Se nos anuncia como viene siendo la tónica de todos los estudios que de nuevo el hombre no va a ser objeto de estudio. Y esto en base a una argumentación bastante pobre que lo que destaca es que no se trata de la “víctima principal”. Es decir, que antes de realizado el estudio ya se nos avanza algo de cual será el resultado. Pero, aún en el supuesto de que así tuviera que ser no se entiende por qué ese argumento es motivo suficiente para excluirlo del estudio. Es como si para estudiar el fracaso escolar se excluyera a las chicas porque se sabe que no son las que más fracaso tienen. Quien entendería algo así. Si el estudio es para conocer la realidad del acoso sexual en el trabajo en nuestro país, necesariamente debe estudiar la incidencia en hombres y mujeres. No hacerlo así, está revelando un sesgo que no se corrige con el hecho de que el título del mismo hable exclusivamente de las mujeres.

El segundo aspecto del estudio a mi entender completamente criticable es su confección a partir de la amalgama de todas las modalidades de acoso: muy grave, grave y leve, con características y gravedad completamente diferentes y con pesos específicos totalmente distintos y donde el leve, es decir,

- Chistes de contenido sexual sobre la mujer
- Piropos / comentarios sexuales sobre las trabajadoras
- Pedir reiteradamente citas
- Acercamiento excesivo
- Hacer gestos y miradas insinuantes


representa la inmensísima mayoría. Es decir, que la mayoría de ese acoso estaría dentro de la categoría de leve, aún cuando en los medios de comunicación y en los debates que se suscitaron alrededor del tema, lo que realmente se resaltase sería el acoso grave o muy grave. Desde luego una tal composición del índice recuerda a aquel carnicero que pretendía colar como picadillo de mezcla uno con 20 partes de cerdo y 1 de ternera.

La tercera consideración tiene que ver con el propio cuestionario de la encuesta. Visto anteriormente lo que se considera acoso leve, la encuesta considera acoso grave

- Hacer preguntas sobre su vida sexual
- Hacer insinuaciones sexuales
- Pedir abiertamente relaciones sexuales sin presiones
- Presionar después de la ruptura sentimental con un compañero


Hay en esta relación, al menos uno de los ítems, que me choca. No entiendo por qué constituiría acoso grave pedir abiertamente relaciones sexuales sin presiones, al margen de que seguramente la imprecisión de los términos no sea más que una coartada para que cada uno interprete lo que en cada caso desee. Si en realidad se refiere a que entre dos compañeros de trabajo, el uno pueda pedir a la otra, o la otra al uno, relaciones sexuales, sin ningún tipo de presión, me parece como mínimo excesivo que esto pueda ser considerado coma una actitud grave de acoso sexual.

Pero si uno va a la realidad social descubre que, o bien la encuesta está fuera de la sociedad o la sociedad fuera de la encuesta. Recientemente en el programa de Channel nº 4 en uno de los debates de mujeres que se plantea semanalmente, 3 de las 4 mujeres allí presentes, defendían abiertamente que la mujer tenía todo el derecho del mundo a jugar con todas sus armas de seducción en el vida laboral, ya fuera para una entrevista de trabajo o en una reunión del Consejo de Administración. ¿Se debería entender a la luz de al encuesta que lo que allí se proponía era el acoso sexual generalizado?

Pero puestos en esta situación cabe preguntarse quién ha confeccionado el cuestionario, quién establece qué es o no es acoso sexual, en por ejemplo, el caso de los chistes verdes o los piropos. Por cierto que se debe entender por piropo ¿una grosería? ¿algo desagradable o quizá entra ahí también el decirle a una compañera, o a un compañero, qué guapo estás o que bien te sienta eso?. Quizá sobre todas estas cuestiones pueda haber más de una consideración perfectamente válida, pero eso queda ya para el ámbito privado, en el de la opinión pública lo que desde ya ha quedado establecido es que somos un país de acosadores en el que una de cada 10 trabajadoras sufre acoso sexual. De entre los trabajadores ninguno porque lo que no está en la encuesta no llega a los medios, y por lo tanto,  no existe.

Finalmente, y teniendo en cuenta que el estudio concluye que en prácticamente la mitad de los casos en los que la empresa conoce lo que ocurre, no hace nada, es posible que se abra un importante frente de conflictividad y confrontación con los empresarios, teniendo en cuenta la responsabilidad que la nueva Ley de Igualdad establece para los mismos y los poderes que la misma concede al Instituto de la Mujer.

Como conclusión más general de todo lo dicho destacar, cómo en todos los casos la representación mental de las situaciones de violencia conducen a establecer una única víctima la mujer y, en consecuencia, un único verdugo el hombre, y todo mediante el simple mecanismo de hacer desaparecer al hombre, sea del propio estudio, sea de la presentación a la opinión pública y, aunque para cada caso la argumentación que se ofrece es diferente, en ninguno tiene la suficiente entidad como para no considerar el sesgo de la encuesta y por tanto la manipulación estadística a la que una tal actitud conduce.

Si lo anterior es grave, no lo es menos que, justamente sea desde un instituto público desde el que se estén realizando estos estudios, y en todos los casos sea una ideología y un círculo reducido de personas quienes establezcan qué está bien y qué está mal, qué constituye acoso y qué constituye violencia, en muchos casos en una evidente exageración de ambos conceptos con el único fin de imponernos a todos una visión del mundo dividido en dos mitades: hombres y mujeres, en las que los primeros, como clase dominante que son y para mantener sus inmensos privilegios, no dudan en utilizar todo un arsenal de medios violentos contra la otra parte, la de las mujeres, caracterizada de este modo como una víctima permanente, siempre y en todos los casos.

Poco importa ya que, en un caso como el de la encuesta comentada, uno legítimamente pueda, a estas alturas, formular toda una serie de reparos pertinentes en relación con la exclusión del hombre como sujeto de análisis y los motivos aducidos para tal cosa, o demostrar de forma abrumadora que proceder de ese modo invalida las conclusiones de la encuesta. Una vez publicados los datos en todos los medios, y una vez que en televisión esa información se acompañó de escenas en las que alguien sin reparo y por debajo de la mesa, pretende colar su pie en medio de las piernas de su compañera, o quien insistentemente trata de retener cogida de la mano a una compañera que hace todo lo posible por zafarse. Combatir ese estado de opinión, que cuenta con el beneplácito oficial sin utilizar unos medios equivalentes, no puede estar más que condenado al fracaso, pues en la opinión pública está ya que 1 de cada 10 mujeres sufre acoso sexual en el trabajo.

Lo que me niego a analizar es la pretensión totalitaria de elevar este porcentaje al 15 % como hace el Instituto de la Mujer, en base a un pretendido acoso técnico, que no tiene en cuenta la opinión de las encuestadas. Es el problema que tienen estas cosas, se comienza excluyendo al hombre y se acaba considerando que lo correcto es corregir la propia opinión de las mujeres encuestadas. ¿A dónde habrá que llegar para que desde los poderes públicos se deje de apoyar tanta manipulación.?

12 marzo, 2010

Mujeres y hombres somos diferentes

A fuerza de nuestra debilidad y de la urgencia de dar unas mínimas respuestas a las propuestas del feminismo institucional, nos hemos olvidado de hablar de nuestro propio punto de vista. Y no estaría mal que comenzásemos a hacerlo si queremos alguna vez plantar cara a lo que viene sucediendo y ofrecer nuestra perspectiva de que entendemos por igualdad y no discriminación por razón de sexo.

En mi opinión los hombres y las mujeres somos diferentes y lo somos no sólo por razones culturales también biológicas y porque seguramente la naturaleza no se equivocó al diseñarnos con dos sexos y no sólo con uno. Es más, yo sostengo que es la idea que late en todas las políticas del feminismo dominante aún cuando en los papeles pretendan que nuestras diferencias son exclusivamente culturales. De no ser así la batalla que ahora mismo estaría dando este feminismo sería por el acercamiento entre los sexos y no por la primacía femenina y no me cabe duda que, al igual que yo, vosotros también interpretáis que lo que viene sucediendo tiene que ver con lo segundo -la primacía- y no lo primero -acercamiento de sexos-.

Como quiero invitaros a que hablemos de este asunto dejo aquí este pequeño apunte por si pudiera servir de acicate para vuestras propias reflexiones.

P.D. viñeta de Erlich

08 marzo, 2010

Día de la mujer

Parece que el tono de la denuncia por el día internacional de la mujer ha decaído bastante. Ahora, y ¡ojo! todos los periódicos publican lo mismo, ya no se habla de menor remuneración, ni de peores trabajos, ni de mayor tasa de paro… Ahora el tema parece estar en la tasa de actividad 66 % para los hombres por 53 % para las mujeres. Eso sí obviando un dato decisivo y es que las mujeres renuncian a emplearse en montón de sectores, aquellos más duros y penosos, razón que seguramente explique ese desfase más que cualquier otro motivo.

Tengo que aclarar también lo de la menor remuneración porque ayer la vicepresidenta primera del Gobierno escribió un artículo en El País con el título:  La tarea de nuestro tiempo, en que utiliza un verdadero hallazgo lingüístico para poder seguir hablando de discriminación salarial  a sabiendas de que tal cosa no existe, y la tal expresión es:  “Menos salario por un mismo trabajo…” con lo que efectivamente no habla de menos salario por igual trabajo, o por el mismo trabajo, sino por un mismo trabajo expresión lo suficientemente ambigua como para inducir a la confusión de sí realmente es por el mismo trabajo, o en realidad se trata de esa variable sin valor explicativo que equivaldría al salario medio o a un trabajo sin tener en cuenta ni las circunstancias de: categoría, duración, etc.

Por lo demás el artículo de Ángeles Caso, aún cuando en teoría parece dirigido contra los hombres, en realidad a quien desmiente es a todo el feminismo a lo largo de su historia que siempre afirmó que los hombres habían confinado a las mujeres a la casa y las tareas del hogar. Pero, en fin, tratar de seguir una línea de argumentación con las feministas es poco menos que imposible ya que lo que hoy es prueba de algo, mañana es posible que sea prueba de lo contrario. En lo único que parece haber unanimidad y unidad de criterio es en culpar a los hombres y la sociedad (a la que ellas consideran hija del hombre) de todos sus males.  

04 marzo, 2010

House

En la entrada Puntillismo hablaba de House y Cuddy como dos metáforas de algunos hombres y mujeres de nuestro tiempo. También en esa entrada mencioné el reparto de tareas en los ministerios de Economía y Defensa. Tratad de enlazar los dos mensajes, a ver qué os sale.  Para mí que la realidad imita a la ficción.

En televisión se está alcanzando la igualdad, por lo menos en lo que afecta a presentadoras y corresponsales.  Ya son mayoría aplastante las mujeres.

A la vista de los datos suministrados por el INE y recogidas en esta información en relación con la mortalidad de hombres y mujeres, ¿encontráis algún motivo, que justifique el  diferente trato dado a los cánceres que afectan a la mujer por comparación con los que afectan al hombre?

No sé si era lo que se pretendía por esas organizaciones que decidieron que la ayuda humanitaria en Haití se entregaba sólo a las mujeres, pero en una información del noticiario de la noche de Telecinco con el título: Los humanos y los cerdos se disputan los restos en los basureros; en las imágenes, a los únicos humanos que se veía eran todos varones.

 En este asunto yo entiendo que los hombres debiéramos plantear  el boicot a todas las ONGs  que excluyan a los varones y desde luego comenzar a denunciar las políticas de la ONU que se realicen con el mismo sesgo.


Resulta sorprendente que siga siendo noticia el mito de la discriminación salarial del colectivo femenino, pero nadie se haya parado a conjugar ese dato con el hecho de que el 90 % de las decisiones de consumo las toman las mujeres. En todo este asunto la información que nos llega es extremadamente selectiva. 

¿Ahora que se relaciona edad de jubilación y esperanza de vida, se tendrá en cuenta la enorme brecha que separa la de hombres y mujeres?

Desde alguna prensa  se viene dejando caer que el cambio de papeles: ella trabajando fuera y él en casa estaría muy bien.  Me supongo que les parecerá incluso mejor con la legislación existente, por ejemplo, en lo relativo a las separaciones,  pues como  ya ha sucedido en más de un caso, también en este supuesto la casa y la custodia se le da invariablemente a ella. Pero, a mayores, habría que preguntar qué tipo de persona es quien  entiende que lo que es malo para la mujer,  para el hombre deja de serlo… Estamos en las distinciones ontológicas entre los seres humanos de las que hablaba en su artículo Ruíz Zamora... ¡Porca miseria!

03 marzo, 2010

¿Feminismo inocente?

De un tiempo a esta parte, algunas mujeres y el feminismo en general acostumbrados a moverse por un mundo de unanimidades y el sí bwana de toda la clase política, reaccionan con gesto de no entender y actitud ofendida, al descubrir que hay personas que las responsabilizan de algunos de los efectos, unos directos y otros colaterales, de las políticas de género y las leyes llamadas de igualdad. Lo cierto es que hasta el presente el feminismo, que proclamó sus éxitos de los últimos años en las recientes Jornadas Feministas Estatales celebradas en Granada, ha conseguido en un juego de ahora visibilidad y un poco más tarde opacidad, pasar inadvertido para la crítica no así para el autoelogio cuando hacía falta. 

El feminismo no puede pretender dictar leyes y controlar los resortes del poder y, al mismo tiempo, hacer como  que no está a la hora de las responsabilidades. El feminismo no es inocente y debe asumirlo, no sólo en las celebraciones, también el resto del tiempo. No puede pretender haber negado el derecho a la custodia compartida y a continuación considerar que no tiene ninguna responsabilidad en los dramas familiares, y de todo tipo, derivados de esa decisión. No es de recibo pretender decidir cómo haya de ser la familia, la economía o cómo se ha de abordar la prostitución y luego ignorar que de esa toma de posición se derivan consecuencias.

El feminismo debe elegir entre mantenerse agazapado en un limbo donde todos los derechos le asisten, incluso gozar en exclusiva del privilegio de fijar lo que hayan de ser las políticas de igualdad y de género,  disponer de una parte de la Administración y los recursos públicos y luego pretender que, a la hora de rendir cuentas y las responsabilidades, no existe como sujeto político. O empujar para que quien dé la cara públicamente sea el señor Lorente, como si para las cosas menores mejor ellos. O cercenar desde el Congreso de los diputados el desarrollo de la investigación sobre el SAP,  en una evidente confusión, entre lo que deber ser territorio de la ciencia y lo que es territorio de  la política. Los antecedentes históricos a decisiones semejantes desde luego nos hablan de ideologías totalitarias, en las que única verdad admitida era la verdad oficial.    

El feminismo debería hacer el ejercicio de imaginar cuál podría ser el resultado político y electoral y el apoyo a sus posiciones si concurriese a unas elecciones con su programa de género. El feminismo debe elegir entre mantener a las mujeres en una minoría de edad mediante la sobreprotección y la ausencia de responsabilidad o bien decidirse a romper con la que ha sido su historia reciente y proclamar que lo que desea es su mayoría de edad, lo cual implica todos los derechos pero también todas las responsabilidades. La primera, que las políticas de igualdad no las puede decidir en exclusiva el lobby feminista. La segunda que  renuncia a jugar con ventaja y las cartas marcadas. La tercera que  renuncia a cualquier pretensión de la necesidad misándrica de   “cambiar al hombre”.      

El feminismo no puede pretender el fin de la crítica a las políticas de igualdad y las leyes de género. No puede establecer una ley del silencio donde sólo sean posibles las voces a favor, porque por muy justa que sea su causa, eso significaría volver a tiempos felizmente olvidados en los que quien manejaba el poder podía deshacerse de los discrepantes a su antojo. Es verdad que la sombra de su poder es muy alargada pero hasta el momento no lo suficiente para acallar a tantos miles de damnificados que un día sí y otro también son víctimas de sus políticas. El feminismo debe asumir que ese juego de ambivalencia e invisibilidad interesada, algún día habría de ser denunciado por lo que es, un juego espurio que no debe mantener por más tiempo. La igualdad deberá asentarse sobre la divisa de  juego limpio. 

01 marzo, 2010

¡Chapeau!

Si fuésemos un personaje de Peridis diría que nos asoma la coronilla, lo cual es casi un milagro teniendo en cuenta los vientos que corren. Sólo agredecerle a Manuel Ruíz Zamora, persona de quien antes no había oído hablar, la claridad con la que resume buena parte de esta bitácora. No es nada y al tiempo es mucho. Quienes están enfrente tienen muchísimo poder como se comprueba un día sí y otro también, pero hay diques que por fuertes que sean, terminan agrietando y eso me parece es lo que está empezando a pasar con el feminismo de género. !Qué lo disfrutéis¡
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Feminismos/elpepuopi/20100301elpepiopi_5/Tes