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27 septiembre, 2009

¿Igualdad o realidad a medida de un patrón sesgado?

Sin considerarme un especialista en estos temas de la lengua lo que si tengo claro es que la actual confusión hombres –genérico humano- y, hombres –varones- actúa clarísimamente en nuestra contra. Sólo dos pequeños ejemplos, si la realidad nos dice que el contacto de los niños en las primeras etapas de la vida es mucho mayor con el lado femenino –madres, cuidadoras, maestras…- y eso mismo es aducido por las mujeres para reivindicar sus derechos en caso de separación, pero también como prueba de su entrega generosa “al otro”, resulta que cuando comienzan los problemas y resulta que los adolescentes dan muestras de falta de educación, respeto y norte en la vida es entonces cuando la responsabilidad es de: los padres, la escuela, los profesores… Incluso el machismo de las nuevas generaciones nada tendría que ver con quienes con más contacto tuvieron, sino con la abstracción patriarcado.

Otro ejemplo sería cuando se trata de hablar de un comportamiento antisocial. Para este caso citaré una situación real de hace muy pocas fechas cuando Julia Otero en su programa de radio entrevistaba a un especialista en violencia juvenil a propósito del crecimiento exponencial de las agresiones de hijos a padres. El citado especialista en todo momento utilizó el genérico: chicos, adolescentes, hijos, etc. para referirse a los agresores, sin que por supuesto a Julia se le ocurriese pedir que no se invisibilizase a las niñas, chicas, agresoras, etc. En ese contexto chicos, agresores, niños, etc. a la audiencia nos sonó en todo momento a varones.

La invisibilidad en muchos momentos es la mejor defensa y garantía y esa es un arma que a los varones nos está vedada. Cierto es que, según muchos estudios, las mujeres nos superan ampliamente en las habilidades de tipo verbal. Si hiciéramos un seguimiento del uso de las palabras: mujer y hombre, padre y madre, chico y chica, en los medios de comunicación social, veríamos con claridad meridiana que el uso de los masculinos aparecería siempre que se estuviese hablando de una problema pudiendo aparecer o no los femeninos correspondientes y también, que en el caso de estar hablando de una virtud o algo positivo el femenino estaría garantizado pudiendo o no aparecer también el masculino.

Y aún cuando a lo que Manu se refiere en su último comentario, es a la conciencia de género, que en el caso de las mujeres es algo que se ha ido forjando a lo largo de los dos últimos siglos, creo que lo anterior algo tiene que ver con ella. Entre los hombres esta conciencia de género no se ha desarrollado; de tal modo que en un mundo en el que la ideología de género ha conseguido partir en dos lo social: mujeres por un lado y hombres por otro, los varones siguen aceptando de grado o por fuerza el rol histórico: principales proveedores, labor de seguridad y protección, trabajos duros y pesados, guerra y en general situaciones conflictivas… al tiempo que justamente esas situaciones son las que permiten su caracterización como violentos, padres ausentes, discriminadores en lo salarial y desde luego explotadores y abusadores

Un trabajador de la construcción con trabajo a tiempo completo en las estadísticas aparecerá como formando parte del grupo dominante por: trabajo a tiempo completo y, quizá, por salario por encima de la titulación académica, también como padre y marido ausente por menor dedicación a los hijos y la casa; por el contrario, una empleada de oficina a tiempo parcial aparecerá en todas las estadísticas como discriminada, por contrato basura (esa es la consideración que les merece el contrato a tiempo parcial), por discriminación salarial: seguramente gane menos que él, y también por mayor dedicación al hogar y los hijos. La esperanza de vida de ambos es bien diferente, como también lo es la probabilidad de accidente laboral, como también que de haber sido pareja y producirse separación ella se quedase con los hijos y la casa y una pensión compensatoria, como también las posibilidades de ocio y cuidado personal… pero, ¡ojo! él forma parte de la parte dominante de la sociedad ella de la parte explotada y discriminada. En la sombra de los números de las estadísticas de género constituirían la más genuina representación del patriarcado.

Cuando el feminismo habla de los roles no lo hace para relevarnos del nuestro, no, no lo hace para pedir relevarnos en los trabajos de la construcción, en los de protección o seguridad, o para dejar que nosotros nos quedemos en puerto mientras ellas se enrolan en pesqueros de alta mar. No lo hace porque envidie unas manos llenas de callos y prefiera vernos con la manicura hecha y las uñas pintadas. Tampoco lo hacen para ofrecernos un papel más destacado en la casa y con los hijos, más bien al contrario llegada la ocasión se aferran a su papel de madres de una forma que a uno le hace pensar cómo habrá que interpretar la trayectoria ideológica del feminismo cuando atribuye al patriarcado la condena al papel de reproductoras y el hogar.

Por eso, me parece que lo relevante para los hombres sería efectivamente poner en cuestión nuestro rol tradicional, pero también claramente aquel al que el feminismo institucional nos quiere condenar y que básicamente se queda con lo peor de ambos, ya que del lado femenino parece que están dispuestas a cedernos la plancha, la cocina y la colada apartándonos de los hijos, y del nuestro no les importa dejarnos la seguridad y la guerra, los trabajos duros y pesados y en todos los casos las situaciones conflictivas. ¡Ojo! en su caso se reservarían la casa como hogar, los hijos y dentro del trabajo social los trabajos administrativos y los de dirección y control. Tampoco parece que les incomoden los que tienen que ver con la conformación de la conciencia social sea: como madres, cuidadoras, maestras, psicólogas o en la carrera judicial y el ámbito político. Desde luego el papel de dueñas de la moral sería incuestionable que les pertenecería.

En cuanto a las normas que regirían esta sociedad serían aquellas que mejor garantizasen el cumplimiento de los objetivos de la agenda de género incluyendo discriminación positiva, paridad, trato privilegiado en lo jurídico y lo penal, etc. Una situación plagada de derechos y de la que no se derivaría ninguna obligación. Una situación en la que jamás cabría considerar al varón como discriminado o en desigualdad de oportunidades ya que, en caso de producirse éstas, serían de su exclusiva responsabilidad, en contraste con la desigualdad femenina, siempre fruto de una sociedad patriarcal al servicio de los hombres. Se trataría en suma de presentar como igualdad lo que en última instancia sólo sería una realidad a la medida del patrón feminista. Donde la mujer no llegase por sus medios una medida discriminatoria vendría a remediar la situación, donde el hombre no llegase se hurgaría en la herida.

Cómo hayamos podido llegar tan lejos no es sencillo de comprender, en cualquier caso lo que a estas alturas parece innegable es que el feminismo se ha convertido en un sindicato de intereses dispuestos a arrancar de cualquier situación un privilegio, del que el último hasta el momento lo tenemos en las ayudas al cine realizado por mujeres. Medida que en los comentarios de la calle prácticamente nadie está dispuesto a apoyar, en particular las mujeres deseosas de que se las considere por lo que hacen y no por su sexo, pero de la que no me cabe la menor duda que se terminará imponiendo porque para estos casos el divorcio entre la gente y la clase política se agranda y porque aquello de que las medidas políticas, mejor que no aparezcan como imposición, en lo relativo a la agenda de género, hace mucho tiempo que ha pasado a la historia.

25 septiembre, 2009

Discrimina, ¿por qué no?

En la anterior entrada cuando decía que el feminismo institucional no podía entenderse como un problema ideológico, sino como algo que iba más allá y lo situaba en su naturaleza actual como una cuestión fundamentalmente política, lo hacía no sin cierto resquicio de duda porque me daba cuenta de que eso significaba cambiar de forma importante el enfoque en lo que a tratamiento del tema se refiere.

Con lo que no contaba es con que fuera la propia ministra de igualdad quien me ofreciera en bandeja un ejemplo palmario de lo anterior con sus declaraciones sobre la discriminación positiva al cine hecho por mujeres al compararlas con la ayudas al cine en catalán.

Es decir, se apoyan unas medidas discriminatorias al cine hecho por mujeres y no hace falta ni tan siquiera “justificar” por qué se hace, o qué tipo de desigualdad, si la hubiere, se trata de corregir, basta con decir que si otros “colectivos” reciben ayudas por qué no las mujeres.

Se ha pasado del porque... al por qué no como si tal cosa. Lo cierto es que a estas alturas nuestro ordenamiento jurídico está tan lleno de discriminación del varón que si una ley no la contempla, parece que estuviera justificado que el feminismo la considerase discriminación de género.

En cuanto a la reacción de la gente, si echamos una ojeada a los comentarios es fácil ver que en la inmensa mayoría de los casos, sea el comentario de una mujer o de un hombre es de claro rechazo a tal medida, rechazo mostrado quizá no con tanta contundencia pero si de forma mayoritaria en bastantes otras ocasiones. Lo lamentable de la situación es que se trata de una posición sin representación política.

P.D. Añado este enlace porque puede tener algún interés: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/discriminacion/positiva/bien/motivada/elpepusoc/20090926elpepisoc_1/Tes

22 septiembre, 2009

Más de lo mismo

Aunque todo lo que recoge esta noticia lo hemos abordado en esta bitácora en diferentes ocasiones no está de más volver a traerlo ya que por ningún lado se atisban medidas, por otro lado difíciles de concebir en las fuerzas políticas mayoritarias, que tengan por intención abordar el grave problema de la escuela en España, escuela que traiciona uno de los grandes objetivos de la misma desde la Ilustración: servir de ascensor social para los más desfavorecidos. Así lo confirma la constatación de que vale para quienes por familia y medio social se mueven en un medio con estudios, pues quien haya nacido en un medio social de menos nivel se ve condenado a permanecer en él de por vida.

! Ojo¡ a la componente de género de los resultados y a ese 86% de mayor abandono escolar en los hogares monoparentales.

Lo peor del feminismo no es tanto lo que defiende, aún cuando juega demasiadas veces con la trampa, como por lo que oculta, y este dato de las familias monoparentales debiera servir de toque de aviso de que desconocemos demasiadas cosas de lo que verdaderamente está pasando..

Esta otra
también constituye más de lo mismo

19 septiembre, 2009

Punto de encuentro

Ya sé que sonará muy vago pero a los hombres lo que nos falta es un punto de encuentro. Al menos es mi percepción, que tengo la impresión no se escapa mucho de lo que en verdad sucede. En esto hay que reconocerle al género que ha sabido hacerlo muy bien, por un lado, unir a las mujeres como una piña y, por otro, conseguir que los hombres, cuando no se miran con recelo entre sí, eludan considerar que existe un tema llamado hombres. Otras veces he tratado el tema de las diferencias abismales en cuanto a la conciencia de género de las mujeres y los hombres y no pretendo repetir lo ya dicho. De momento dejo esto aquí por si os sugiere alguna cosa o sencillamente pensáis que se trata de una idea que no puede conducir a ninguna parte.

En mi opinión el tema del género o del feminismo institucional como se prefiera llamarlo no es ya un problema ideológico, o sólo ideológico, o fundamentalmente ideológico, porque va mucho más allá y se trata de algo que está en las instituciones, en las leyes, en el campo social. Es un problema de poder político, también ideológico, pero fundamentalmente político. Al lobby feminista no sólo no le preocupa que se esté cuestionando su base ideológica, por otro lado lo suficientemente elástica como para defender la paridad de las listas electorales o de los consejos de administración de las empresas, para luego hacer trizas ese principio allí donde puede, léase por ejemplo: control de la programación de televisión, control de la publicidad, imposición de protocolos sobre cómo se debe informar en los temas relativos al género, consejo de mujeres para vigilar el impacto de géneros de los presupuestos generales del Estado, legislación sobre separaciones, primeras etapas de la educación, instituciones públicas exclusivas de la mujer: instituto de la mujer, consejerías de la mujer, etc.

En cualquier caso la actitud defensiva en la que nos movemos los hombres frente a las andanadas del feminismo lo que ponen de manifiesto es que ni tan siquiera estamos en los comienzos sino más atrás. Y en esta situación el gol del feminismo está en consagrar una nueva división social de género en la que los hombres seguiremos jugando el papel de protector y principal proveedor de la familia –es verdad que ahora desde una dimensión mucho más social-; en las ocupaciones de más esfuerzo y riesgo, con algún premio ocupando puestos de ejecutivos en la economía y la política, pero siempre y cuando todo ello haya recibido el visto bueno y la aprobación de dicho lobby, quienes en un discreto segundo plano y eludiendo las responsabilidades directas habrán señalado el rumbo a seguir. En algún momento yo también pensé que preocuparía a las ideólogas del género el día que las estadísticas de la destrucción de empleo no fueran mayoritariamente femeninas sino masculinas; hoy que sucede eso, y dichas ideólogas reaccionan como lo hacen, me doy cuenta lo equivocado que estaba.

03 septiembre, 2009

Fracaso escolar y género

He vuelto a colgar el video de Inger Enkvist ante el Parlamento catalán porque al volver sobre la entrada en que lo había recogido hace unos meses comprobé que el enlace había dejado de funcionar, y como me parece tan interesante lo que dice y la perspectiva desde la que enfoca el tema -ajena a la profunda ideologización del debate en nuestro país- he decidido que lo mejor es que permanezca en la bitácora por el mayor tiempo posible.

En esta ocasión me ha parecido muy significativo lo que dice acerca de la evolución del sistema educativo en su país en el que, partiendo de un escuela de alto nivel hace 35 años se ha centrado la atención en los temas de igualdad para desembocar en un sistema con un nivel más bajo y, donde quienes salen perdiendo fundamentalmente son los hijos de la clase trabajadora y los inmigrantes. Diría que en nuestro país esa evolución ha seguido una trayectoria parecida aunque los damnificados son muchos más y al lado de los hijos de las clases trabajadoras, habría que mentar muy específicamente a los varones (la brecha en nuestro país entre chicas y chicos es muy superior a la media europea y a la media de la OCDE) y señalar también que ese fracaso se reparte de manera muy desigual entre las diecisiete comunidades autónomas.

Pero me ha gustado también sus palabras en torno a la importancia de los profesores, y me ha parecido muy interesante la referencia a la necesidad de fomentar el interés por el conocimiento y el saber y no su mera instrumentalización, así como me resulta preocupante esa constatación que realiza sobre que en su país los varones identifican cada vez más algunas cosas como la lectura como femeninas. ¿Qué está pasando? Podemos seguir por estos derroteros y hablar del fracaso escolar como si de un daño colateral de no se sabe qué guerra como se hace en el artículo ya citado de María Pazos, o debemos preguntarnos qué hace el fracaso escolar situado al lado de la conducción temeraria y la violencia de género.

En fin, no soy muy optimista sobre lo que pueda pasar en este terreno, pero parece que a Zapatero alguien le debe haber dicho que los problemas de nuestro sistema educativo van mucho más allá de Educación para la ciudadanía y al menos parece que ya lo ha incluido en su agenda. Dudo que haya la voluntad política y la claridad de ideas necesarias para atajarlo como se merece pero el hecho de su mero reconocimiento constituye un primer paso imprescindible.

01 septiembre, 2009

A propósito de la última entrada de Buenamente.

Hace ya muchos años, a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, pareció haberse descubierto la clave que explicaba las diferencias entre los sexos. Se trataba de los juguetes y los juegos. Y durante décadas se impuso la dictadura de que los padres que querían la igualdad debían regalar a sus hijos e hijas los mismos juegos si de verdad se deseaba la igualdad de sexos. Finalmente todo aquel esfuerzo se demostró inútil y el feminismo, principal impulsor de tal idea, ante el evidente fracaso atribuyó el resultado a los estereotipos de género omnipresentes en la sociedad… y hasta hoy. Esa fue toda la autocrítica de que fue capaz. De tal modo que su discurso antes y después del fracaso sigue siendo el mismo pero sin que nadie haya parecido tomar nota de tal asunto.

Por eso aunque me parece muy interesante la última entrada de Buenamente en la que se pone en su lugar la argumentación de género en torno a las que Fernández de Quero denomina “mujeres patriarcales”, me gustaría decir que no tengo mucha confianza en que ese debate pueda surtir algún efecto ni en las posiciones de Fernández de Quero -desde Ahige en más de una ocasión se ha declarado su pensamiento como subsidiario y subordinado a lo que el feminismo establezca en cada momento-, ni en las de ese feminismo; pues si por algo se ha caracterizado su historia no es ni por su capacidad para el debate y la autocrítica ni por haber aceptado alguna objeción al propósito último de sus propuestas que no es otro que “cambiar al hombre” -para lo que se hace necesario que la mujer asuma los principales resortes de poder de la sociedad, sin que importe mucho ni las contradicción lógicas ni la ideológicas en que se pueda incurrir en la búsqueda de dicho objetivo.

No en vano a lo largo de sus casi dos siglos de existencia del feminismo han ido variando sus objetivos conforme consolidaban sus conquistas y de la igualdad jurídica de los comienzos se ha ido pasando a la igualdad “real” que si en un primer momento se situaba en el acceso en pie de igualdad a los terrenos laboral y educativo, más tarde supuso apuntarse a la discriminación positiva equiparando su situación social a la de negros y gitanos por citar sólo dos ejemplos; y ahora, que tanto en lo laboral como en lo educativo mantienen una posición de privilegio -no de otro modo se puede calificar el incorporarse o no al mercado laboral a voluntad, o el renunciar a los trabajos duros y pesados para ocuparse abrumadoramente en la administración y el sector servicios… En lo que se refiere a que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo espero que alguien alguna vez aporte alguna prueba de que tal cosa es así porque habrá demostrado que en dicho asunto es posible saltarse todos los mecanismos jurídicos, políticos y económicos sin que nadie sea capaz de poner remedio a tal anomalía- y ahora, que se ha establecido una democracia paritaria, nada de lo anterior es suficiente y se sigue promoviendo la asimetría y la ventaja en las leyes llámense éstas: de divorcio, de violencia de género, de igualdad o cualquiera otra, además de reservarse espacios de su exclusivo uso sea en la administración y lo público, sea cada vez en mayor medida en los ámbitos privados.

Del mismo modo, si en un primer momento las feministas no dudaron en trabajar codo con codo con aquellos hombres y organizaciones que apoyaban sus fines, sin que la barrera del sexo constituyera un obstáculo insalvable para la defensa de unas ideas, esa posición ha ido deslizándose paulatinamente hacia el rechazo a que el hombre pudiera formar parte de sus organizaciones primero, y a sostener ahora, que el hombre constituye el principal obstáculo al avance de sus políticas, de ahí la necesidad de “cambiarlo”; o que de una pretendida conquista de civilización válida para ambos hayamos pasado a la voluntad más o menos explícita de que el mundo sólo caminará correctamente cuando lo haga de la mano de las mujeres y lo más lejos posible de la de los hombres. Lo que no parece existir es voluntad ninguna de que el hombre deje de ejercer las tareas de siempre y que en muchos casos se utilizan para recordar su perfil “neanderthal”: trabajos duros y pesados, guerra, servicio militar allí donde continua siendo obligatorio, defensa y protección… sin que se aprecien pasos, más bien al contrario, en la dirección de procurar el contacto y la relación con los hijos sea en el ámbito familiar o en el escolar hasta el punto de que para muchos niños y niñas no se topan con la figura masculina hasta transcurridos algunos años de su vida.

Quizá un pequeño ejemplo de cómo entiende el feminismo la igualdad nos lo esté dando la programación y el reparto por sexos de las presentadoras de la televisión pública en donde, como si de un continuo se tratase, una mujer sucede a otra sin que al parecer eso represente contradicción ninguna con lo dicho y repetido machaconamente hasta ayer mismo en el sentido de que sin paridad ni había igualdad. ¡Ojo! todo esto sucede ante el silencio y la aparente aquiescencia de todos y todas. Otros ejemplos los tendríamos en los análisis y propuestas del Instituto de la mujer, o del propio Ministerio de igualdad, y en general de las organizaciones feministas, estén éstas constituidas al amparo de lo público o no. Desde luego ni con toda la fe del mundo es posible concebir que Bibiana Aído, Montserrat Comas o Miguel Lorente pretendan conducirnos hacia una sociedad de iguales.

Y para no caer en la trampa de una ideología que puede que sobre el papel hable de que todas las diferencias entre el hombre y la mujer sean culturales pero que en el terreno práctico se guarda bien de sacralizar tal cosa -no en vano la escuela actual privilegia las capacidades verbales frente a las espaciales o el razonamiento matemático, y la actitud frente a los conocimientos, lo que redunda en claro beneficio de las niñas y en perjuicio de los chicos- entiendo que el debate debe superar de una vez por todas el dilema de si hay o no diferencias biológicas entre los sexos.Quizá pueda discutirse hasta dónde llegan esas diferencias, pero seguir debatiendo su existencia me parece un absurdo que no puede conducir más que a una pérdida de tiempo. Tan absurdo como negar que una igualdad sin equidad pueda merecer tal nombre.

Como tampoco tiene sentido seguir admitiendo que un tal “patriarcado” es responsable de todo lo malo que ocurre en la sociedad, como si ésta no estuviera constituida por personas y colectivos con responsabilidades nítidas y precisas. Ni el patriarcado es responsable del fracaso escolar o la obesidad infantil, ni los hombres somos responsables del consumo de productos de belleza o tratamientos de cirugía estética por parte de las mujeres. Como tampoco será el patriarcado quien nos diga cómo salir de la crisis, o qué debemos hacer con la idea de Europa o con la articulación federal o no de nuestro Estado. Es hora ya de acabar con esa ficción que permite al feminismo y las mujeres presentarse siempre como víctimas al tiempo que sirve para ocultar una actitud absolutamente egoísta y como de secta que nunca pasa de la reivindicación de género dejando no se sabe para muy bien quien la respuesta a los grandes problemas sociales: crisis económica, fracaso escolar, articulación del Estado, Europa… Ni el feminismo ni las mujeres pueden seguir actuando como si lo suyo fuera la reclamación sindical dejando para otros lo que es de todos.

Por eso soy muy escéptico en torno a este asunto. También en este caso hombres y mujeres estamos utilizando lenguajes diferentes y los equívocos son continuos y permanentes. Las mujeres para el logro de sus objetivos ni precisaron partidos políticos propios, ni un ideario plenamente explicitado, ni de alguien que liderase su movimiento, ni que éste sea abierto y de masas. Las prácticas actuales en las que la actuación a través de otros y la organización en forma de lobby demuestran que se pueden obtener tan buenos o mejores resultados como por medio de procedimientos propios de otros movimientos sociales de factura masculina. Es más, esta forma de proceder les está permitiendo no sólo eludir cualquier tipo de responsabilidad o trasladarla a otros, sino realizar cualquier tipo de autocrítica o explicar el porqué de un criterio ahora y otro distinto un poco más tarde. Se trata de una forma de invisibilidad, evitando el primer plano en las situaciones comprometidas, que no reporta más que beneficios y ventajas.

De ese modo la responsabilidad sobre lo que pase será siempre de los demás. El objetivo del feminismo era de naturaleza claramente política y de poder, y éste en nuestro país lo tienen plenamente garantizado, sin que por lo demás sea fácil su crítica al tener que dirigirla hacia una especie de abstracción llamada feminismo de género que sin estar en un lugar preciso está un poco por todas partes y sin necesidad de darse por aludido puede realizar tranquilamente sus políticas y ensanchar constantemente su poder.