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05 septiembre, 2015

Compartir las tareas del hogar, aumenta el riesgo de divorcio



Aparece en la prensa la referencia a un estudio noruego según el cual cuanto más ayuda el hombre en el hogar más aumenta el riesgo de divorcio, por ejemplo aquí.

Y aunque la conclusión es bien clara: compartir las tareas del hogar aumenta el riesgo de divorcio, a la hora de explicar la causa, rehuye la profunda: las mujeres entienden que ese mundo es suyo y no quieren compartirlo con sus maridos, para irse por las ramas y más que la causa de fondo explicar la mayor facilidad de las mujeres de hoy para romper el vínculo matrimonial por su mayor capacidad económica:

"En esas parejas modernas, las mujeres tienen a menudo un alto nivel de educación y un trabajo bien pagado, lo que las hace menos dependientes económicamente de sus maridos. Por lo tanto, pueden hacer frente con mayor facilidad en caso de divorcio".

Aunque de nuevo olvidando que aún cuando los hombres puede que sean expulsados del hogar, eso no los exime de su participación en los gastos de los hijos y la casa. Mucho más claro es ese otro estudio, señalado en la noticia, de la fundación Atyme, en este caso referido a los varones que se jubilan que de forma mucho más clara concluye:


"La intervención del hombre que se acaba de jubilar en las tareas de un hogar en el que siempre han estado las mujeres que no han trabajado fuera puede hacer que ellas tengan la sensación de que se les quita poder".


Poco a poco la teorías feminista sobre los hijos, la familia y el hogar como cárceles en las que el hombre había recluido a la mujer, se muestran verdaderas cortinas de humo para esconder el enorme poder que encierran y que la mujer no está dispuesta a compartir. Recuerdo de nuevo la cita del libro de Alain Touraine en: El mundo de las mujeres.


“Las mujeres son conscientes de que mantienen una relación privilegiada con los hijos, cuya existencia les confiere un poder al que no renunciarían por nada del mundo, aunque los hombres compartieran las tareas de la casa con ellas, incluyendo el cuidado de los niños.” (pág. 139)



02 septiembre, 2015

Notas a un artículo misándrico

Notas al artículo citado en el P.S. de la entrada anterior.

Aunque no se trata de mi literatura preferida, como da bastante vértigo saber que lo que expresa cuenta con el beneplácito de una ideología muy próxima el poder, me gustaría hacer algunos comentarios.

El primero sería para preguntarme cómo es posible que la sociedad permanezca muda ante escritos como éste. Cómo es posible que un escrito que habla de los hombres (sic), como totalidad, escrito en un tono tan misándrico no merezca mayor atención y crítica.

A continuación preguntar si no encuentra la autora, quien habla de las mujeres y los hombres en el tono que lo hace: ellas privadas de todo y ellos a quienes todo les sería regalado, sumamente contradictorio un artículo como el suyo y el silencio respetuoso con que es acogido, si la sociedad se aproximase, aunque solo fuese un poquito, a cómo ella la describe.

Lo que mejor prueba algo así, es la repetición de lo que sucede en otros tantos conflictos, en los que una de las partes ha conseguido hacer callar a la otra, y que se mantenga muda se diga lo que se diga sobre ella, pero también la constatación de que es pura invención la distribución de poderes entre los sexos que en su escrito relata.

Por lo demás, como mejor prueba de lo que dice, solo aporta una sucesión de imágenes  de hombres con pistolas en actitud fiera y violenta: desde Rambo, al Agente 007, pasando por algún fotograma de la película 300. Si así es cómo la autora ve a los hombres lo que mejor nos definiría sería la caricatura de algún personaje siniestro de cómic. (Hay que ver cuánta pasión volcada en crear un estereotipo masculino, en quien tanto dice renegar de los estereotipos)

A continuación las notas.

Los hombres matan a las mujeres en todo el mundo porque han sido educados, y están siendo educados, para que resuelvan sus conflictos mediante la violencia, por eso la mayoría de ellos la usan a lo largo de toda su vida para obtener lo que desean, o para arreglar sus problemas.

¿Y a quién se debe esa educación? Si no sabemos a quién atribuirla, imposible será corregirla. Por eso quiero resaltar el silencio cómplice del feminismo, tan activo en otras ocasiones, ante el hecho de que el servicio militar obligatorio lo sea solo para los varones.

Los hombres matan a las mujeres porque creen que son dueños de sus compañeras, sus hijas e hijos, su casa, su coche y su perro. Se sienten muy superiores a ellos, y como propietarios, hacen lo que les da la gana con ellos.

¿De verdad la autora cree que los hombres nos consideramos dueños de nuestras esposas e hijos, y hacemos con ellos lo que nos da la gana? Se ha parado a pensar un solo minuto en todos esos que justamente lo pierden todo: hijos, casa, coche y hasta perro en caso de separación. ¿quién se considera propietaria de los hijos? ... y de la casa, el coche y el perro.

Los hombres matan a las mujeres porque han sido educados desde niños para ser los reyes absolutos de la familia, y los dictadores en su hogar. Los niños aprenden que los hombres de verdad son siempre respetados, obedecidos y adorados, y que solo por ser varones gozan del amor incondicional y perpetuo de los suyos, especialmente si dependen de sus recursos económicos.

De nuevo la educación. ¿A quién atribuirla, qué papel juegan las madres, y las tutoras de la guardería, y las maestras, y las profesoras con quienes pasan la mayor parte del tiempo y de quienes reciben la primeras lecciones de la vida, esas que se consideran cimientos sobre los que desarrollarán su personalidad? ¿A quién atribuimos la educación en las familias monoparentales, o monomarentales como el feminismo prefiere denominarlas, ya que son madres en su inmensa mayoría, y a que no se haya observado ninguna mejora en los niños, más bien todo lo contrario?

Los hombres matan a las mujeres porque en la televisión aparecemos representadas como objetos de posesión que pueden ser comprados y vendidos, que pueden ser violados y abusados, que suelen sentir placer obedeciendo y sometiéndose, y que están ahí para satisfacer los deseos de cualquier varón que tenga algo de dinero. Y como cualquier objeto, si no servimos o no obedecemos, pueden destrozarnos con impunidad, porque la prensa lo llamará "crímen pasional" y explicara "sus motivos" (como si hubiese motivos para justificar el asesinato de una persona).

¿De verdad la televisión nos vende que podemos comprar, vender y violar a las mujeres?

Los hombres matan a las mujeres porque la gran mayoría no sabe gestionar sus emociones y viven presos de su sufrimiento, sus miedos, su dolor, sus traumas, sus inseguridades, sus malos recuerdos, sus carencias afectivas y sus problemas más íntimos. Cuanto más miedo y dolor acumulan, más dramáticos se ponen. Cuanto más inseguros se sienten, más violentos son.

¿...?

Los hombres matan a las mujeres porque son machistas: creen que en el mundo unas personas valen más que otras, y nada más nacer se les coloca en la cúspide de la jerarquía socioeconómica y se les regala una serie de privilegios: mejores salarios, los puestos políticos y empresariales más altos, la propiedad de todas las tierras del planeta son de ellos (más de un 80%). Ellos gobiernan en mayor medida que las mujeres, ellos son los dueños de los bancos, las empresas, y los medios de comunicación.... ellos tienen los bienes y los recursos, lo que les da poder sobre los demás, y especialmente, sobre las mujeres. Nosotras somos, para los machistas fundamentalistas, como los animales: un objeto que se vende, se compra, se alquila, se intercambia por ganado, se disfruta, se explota, se mutila y se maltrata.

Sin comentario. Si los hombres somos machistas porque Coral Herrera lo dice, poco me queda por añadir. En relación a otras cuestiones que menciona como la brecha salarial he escrito ampliamente en este y otros blogs y siempre para desmentir que se pueda equiparar brecha con discriminación. Por supuesto en esa retahíla de cosas que menciona hay siempre un flagrante olvido: más del 80% de las decisiones de consumo las tomas ellas.

Los hombres matan a las mujeres porque nuestra cultura amorosa es patriarcal y está basada en el egoísmo, en el sufrimiento, en la desigualdad, en las relaciones verticales, en las luchas de poder. El capitalismo romántico nos hace egoístas, el romanticismo patriarcal perpetúa los mitos románticos y ensalza el dolor como vía para alcanzar el amor. El romanticismo patriarcal está basado en la doble moral sexual, en el placer del sufrimiento, en la dependencia emocional femenina, en la violencia de género, en el odio como forma de relación, en el esquema de dominación y sumisión, o la estructura del amo y el esclavo. Los hombres se han creído que las mujeres somos buenas o malas, y siguen teniéndole miedo a nuestra libertad y autonomía, a nuestra sexualidad y erotismo, porque no saben cómo relacionarse con nosotras de tú a tú. Han sido educados para sentirse adorados, respetados y necesitados, no para construir relaciones igualitarias.

El mundo del corazón está prácticamente reservado a la mujer, a quien va dirigido y quien obtiene provecho de él. Las telenovelas y las novelas del género romántico tienen un público básicamente femenino. Y buena parte de sus creadoras son autoras y no autores. Por lo demás estudios muy rigurosos demuestran que la educación sentimental de las niñas corre casi por entero de la mano de la madre y el entorno femenino de las mujeres. Cuestión ante la cual se muestran bastante celosas de compartir con sus maridos o compañeros.

Los hombres matan a las mujeres porque no soportan las derrotas. No saben gestionar una ruptura sentimental porque no les han enseñado que la gente puede seguir su camino libremente, que nadie nos pertenece, que todos somos libres para unirnos y separarnos. Los niños que son educados patriarcalmente en la competición más despiadada no tienen herramientas para relacionarse en condiciones de igualdad, necesitan sentirse ganadores, y por eso una ruptura sentimental se vive como un fracaso. No tienen herramientas para superar el duelo, no pueden hablarlo con nadie para no sentirse débiles o perdedores, no tienen a quién acudir cuando se sienten desesperados porque les importa más dar una imagen de ser alguien fuerte y poderoso. No pueden desahogarse, no saben pedir ayuda, y en la tele no dejan de enviarles el mensaje de que el uso de la violencia es legítima y normal cuando uno tiene que defenderse o defender sus propiedades.

No está probado en los campos en qué es posible constatarlo y hacer la comparación, que  los hombres toleremos peor la derrota que las mujeres. En otros casos hablar de derrotas creo que es poco afortunado, salvo que evidentemente no se sea capaz de olvidar ni por un momento la guerra de sexos y todo haya de terminar con un perdedor y un ganador. 

Los hombres matan porque los héroes masculinos matan y están llenos de gloria. El dios de nuestra época es un dios guerrero, un macho mitificado por su fuerza y su violencia. En la publicidad, en los cómics, en las películas, en los videojuegos se rinde culto a todas horas a los guerreros asesinos, ya sean androides o caballeros medievales. Todos nuestros héroes consiguen sus objetivos a través de la violencia, por eso las películas se desarrollan entre balazos, bombazos, flechazos, navajazos, puñetazos, machetazos, y escenas de tortura y dolor. La mayor parte de las películas que emiten en cines y televisión tienen machos alfa, armas y sangre, gritos y violencia. En todos ellos el héroe exhibe su fuerza, su valentía, y su capacidad para aniquilar a quien se le ponga en el camino... los efectos especiales y la música de la ficción espectacular aumentan su poder de seducción sobre los espectadores y las espectadoras, que admiran la sensualidad de la violencia patriarcal y la poesía del sacrificio varonil.

Al margen de que desde hace ya mucho tiempo esos héroes se alternan y unas veces son masculinos y otras femeninos, de quien recibieron gloria fue de sus esposas e hijos al verlos volver triunfantes y una vez superado el peligro. Los hombres que históricamente se mostraron débiles ante la defensa de los suyos solo merecieron el calificativo de cobardes, y fueron condenados al abandono, por supuesto, también por las mujeres para quienes habían perdido justamente el atributo de hombres. Dolores Ibarruri y las mujeres falangistas alentaban a los hombres a pelear en tono tan vibrante como lo pudiera hacer cualquier General de los bandos en conflicto. Los carteles que el feminismo cuelga en los escaparates con rostro masculino de fondo y el texto: si la maltratas a ella, me maltratas a mí, ¿hacia dónde pretende reconducir esa violencia?


Los hombres matan a las mujeres porque sienten que se han sacrificado mucho para ser lo que son, y que eso les da poder sobre las vidas ajenas. A los niños les enseñamos que si quieren ser héroes y tener poder y fama, si quieren ser los número uno, si quieren ser los mejores en todo, tienen que sacrificarse para conseguirlo. El premio es muy seductor: si eres un macho patriarcal vencedor, tendrás la admiración y el respeto de los demás machos, y muchas mujeres suspirando por ti y por tu belleza, por tu valentía, por tu poder y tus recursos. El sacrificio, sin embargo, es tremendo: tendrán que mutilarse emocionalmente, aprender a no llorar en público, aprender a esconder su vulnerabilidad, a no expresar emociones y parecer fríos como un témpano de hielo. Podrán dar rienda suelta a su ira o a su frustración, pero no a emociones como la ternura, el cariño, la tristeza, el miedo, o el amor. Esas son cosas de mujeres, esas personas imperfectas, débiles y cobardes a las que nadie quiere parecerse.

Se trata de otro argumento apodíctico. En cualquier caso donde dice a los niños, debiera decir a los niños y las niñas salvo que excluya del argumento al equipo de natación sincronizada, Mireia Belmonte o tantas y tantas otras. Por otro lado el feminismo insiste constantemente en mujeres fuertes capaces de competir en todos los campos. NO SE PUEDE MIRAR SIEMPRE PARA OTRO LADO O CULPAR AL DE ENFRENTE.

Los hombres matan a las mujeres porque otros hombres matan mujeres también, y porque en la guerra de los sexos, ellas son las enemigas. El sacrificio patriarcal implica abandonar el mundo de las mujeres para poder llegar a ser un "hombre de verdad", dejar el nido materno y unirse solo a los iguales, es decir, a los varones que demuestren serlo. Para no descender en la jerarquía social, los hombres tienen que hacer muestra constante de su masculinidad, so pena de ser comparados con las mujeres, los niños o los homosexuales. Para no perder el honor ni ser objeto de burla en el entorno masculino, los hombres jóvenes tienen que demostrar permanentemente su virilidad: el objetivo es ser y parecer lo contrario de una mujer. Desde muy jóvenes, se les enseña a proteger su libertad, y a defenderse del enorme poder sexual de las mujeres. Los hombre machistas creen que al enamorarse pierden su poder, por eso necesitan sentir que controlan sus sentimientos, que no se dejarán manipular por el enemigo y que pueden acabar con él si no logran dominarlo. Si el enemigo no se somete, se le mata, como en todas las películas y en todos los cuentos patriarcales, como en todas las guerras entre pueblos.

La guerra de sexos es un invento femenino del que su artículo da buena cuenta.

Los hombres que matan a las mujeres primero se hacen terroristas: siembran el terror en la casa durante años, e instauran una especie de guerra en la que él es el único soldado que va armado. Ellos imponen las normas y las hacen respetar, exigen obediencia y sumisión, tomam decisiones e imponen castigos, exigen que una o varias mujeres satisfagan sus necesidades básicas (sexo, comida, higiene, cuidados y mimos, crianza de sus descendientes). Los hombres machistas quieren ser respetados, admirados y obedecidos, y necesitan saberse necesarios e imprescindibles, por eso exigen amor eterno e incondicional, por eso quieren ser los dueños absolutos, por eso creen siempre merecer el perdón cuando se portan mal.


Argumentario del feminismo de género que se aplica como una apisonadora pero que cuando se pretende un axioma la realidad desmiente. En infinidad de situaciones todos coinciden en que el crimen es inexplicable y nadie había observado violencia anterior.


Los hombres matan a las mujeres porque tienen impunidad, y porque a la opinión pública no le parece tan grave que un hombre asesine a "su" mujer, por eso lo ponen en la sección de "sucesos", aunque no sean acontecimientos extraordinarios porque mueren mujeres todas las semanas. Para perder esta impunidad, es necesario que los hombres condenen la violencia de género y que los gobiernos dejen de mirar a otro lado como si fuese un asunto menor.

Hablar de impunidad solo se puede explicar como ignorancia o mala fe, sin que sepa decir cuál de las dos me parece peor en quien tanto pontifica sobre un asunto que claramente la supera. Decir que se ponen en la páginas de sucesos los asesinatos de mujeres es haberse mantenido al margen de lo que se publica cada día en los medios, y solo puede obedecer a contumacia ideológica para la que la realidad es lo único que no cuenta..

Los hombres matan a las mujeres porque no piden ayuda ni se lo trabajan para dejar de ser violentos y dominadores. Tampoco los gobiernos parecen preocupados por la cantidad de adolescentes que dominan y maltratan a sus parejas, ni por los niños que son asesinados en cada feminicidio, ni por los niños que reproducen el comportamiento violento de sus padres con sus parejas cuando crecen. Ni las instituciones ni la sociedad apuestan por enseñar la cultura del buen trato y la igualdad a los varones, y los medios nos bombardean a diario con imágenes violentas. Sólo cuando los hombres hacen mucho daño y causan mucho dolor, se les proporciona terapia o cárcel, o las dos cosas.


Creo que en este asunto el feminismo y las feministas ni pueden, ni deben lavarse las manos si nos damos cuenta de que la red de apoyo creada y propiciada por ellas mismas va dirigida exclusivamente en su provecho y de ella han sido excluidos expresamente  los varones.