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28 marzo, 2020

Las manifestaciones del 8M


Algún día tenía que pasar. El feminismo que lleva tantos años sorteando el debate ideológico con el pretexto de que eso era entrar en el juego patriarcal de la racionalidad, los datos y los hechos, ha terminado sucumbiendo a su propia lógica.

Convencidas de su superioridad moral, que las revestía de un escudo contra todo se han lanzado en tromba a defender las manifestaciones del 8M en un momento en el que ya la OMS había advertido seriamente del peligro de las concentraciones humanas.

Y el resultado no ha podido ser ni más duro ni más doloroso. Las concentraciones se convirtieron en una fuente de incontables contagios y destacadas lideresas de ese movimiento en nuestro país terminaron infectadas.

Por supuesto la izquierda que en todo les sigue el juego se apuntó a su defensa. Ahora lo estamos pagando todos. No, el feminismo no es un escudo contra el virus, no es un escudo contra la racionalidad, los datos y los hechos, el feminismo como cualquier otra ideología está sujeto al contraste de la realidad.

Se habían saltado ese contraste tantas veces, en tantos campos, habían logrado moralizar  todo tanto, habían conseguido tantos éxitos dividiendo a la sociedad en buenas y malos, en víctimas y verdugos, se creían tan henchidas de verdad, de porque yo lo valgo, que nada se les podría resistir, tampoco el virus.

Por supuesto el error fue mayúsculo. Porque yo lo valgo puede servir para una campaña publicitaria, para llenar el ego de quienes lo escuchan, pero no frente al virus, como tampoco debiera valer frente a los hechos y la racionalidad. No hay nada de providencial en el feminismo aunque tantas y tantos se empeñen en creerlo así.

O el feminismo está dispuesto a reconocer que su reino no es de otro mundo, sino de este, como todo lo que conocemos, o está dispuesto a rechazar el burdo adoctrinamiento al estilo Anna Pacheco en la TV,  o seguramente se estrellará más veces contra una realidad que no se atiene a superioridad moral ni porque yo lo valgo.

Confiemos que esta lección sirva para algo y por supuesto tomen buena nota también todos aquellos que hasta el presente decían que si se trataba de feminismo todo les debía estar permitido y cualquier restricción o limitación sería contraproducente, también por supuesto el Gobierno.




09 marzo, 2020

Paremos la estulticia. Sí a la memoria


Otra vez se nos anuncia una ley de educación contra la memorística, ¡y van no sé cuántas! En esta sociedad y en este Estado se ha instalado la práctica de poner en marcha iniciativas sacadas del bolsillo pero que al parecer son buenas porque quien las propone se ha cargado a sí mismo de razones para considerarse pionero y avanzadilla de la sociedad, y apoyado de los suyos, aprueba y pone en marcha procesos y políticas de gasto que jamás serán evaluadas en su corrección o fracaso. Y así, llevamos no sé cuántas reformas educativas que nos anuncian que van a acabar con la memoria y cada una lo hace como si fuera la primera.
Si hubiéramos de juzgar por lo que ha venido sucediendo en nuestra escuela en los últimos 30 años nada tendríamos que celebrar, tampoco la pretensión de acabar con la memoria. Los medios materiales y humanos se han multiplicado varias veces pero los resultados educativos siguen colocándonos al lado de países que gastan muchísimo menos, y tan felices anuncian una nueva reforma educativa elaborada con criterios  posmodernos y se presentan ante la sociedad con cara de saberlo todo y anunciar la buena nueva.
La cuestión es que eso que se nos anuncia es una gran mentira. Los humanos sin memoria no somos nada y pretender que hay una forma de aprender prescindiendo  de la memoria solo revela que quien así se expresa no sabe de  qué está hablando. Y si no que hagan el esfuerzo de pensar en las sociedades de tradición oral o que se lo pregunten a Homero y los griegos clásicos capaces de poner en pie una de las sociedades más civilizadas de todos los tiempos y todo eso cuando el método de grabación y registro estaba constituido por las neuronas y la memoria de la gente.  Del mismo modo que las sociedades construyen sobre lo existente y no parten de cero en cada momento, los humanos construimos sobre lo que hemos memorizado e interiorizado y ese ejercicio no es inútil o absurdo sino la forma de irnos haciendo como personas.