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30 abril, 2007

Perplejidades

Últimamente me ha tocado ser testigo de ciertas perplejidades en relación con los temas “de género”. Por una lado el profundo desconcierto que han producido las declaraciones de José Sanmartín, director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, en el sentido de que España está a la cola de Europa en muerte de mujeres por violencia de género, siendo los países nórdicos allí donde más intensa es esta violencia. Yo no es que sea un especialista, pero el dato no me coge de sorpresa porque lo había leído más veces, incluso por comparación con otros países como EE.UU o Canadá donde también es más elevada que aquí.

Pero las perplejidades no vienen sólo por ahí. Incluso personas acostumbradas a trabajar con encuestas y números, se sorprenden al comprobar que estadísticas serias ponen en cuestión lo que creían verdades incontrovertibles como que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo, o que trabajan más horas que los hombres debido a la doble (a veces se habla incluso de triple) jornada laboral. Mi percepción es que en general el nivel de desconocimiento sobre estos temas está bastante generalizado, dado que la labor pedagógica ha sido sustituida por la propaganda machacona de determinados tópicos y prejuicios. Cabría ver en todo esto sin embargo, un aspecto positivo, si sirviese para despertar el interés y la curiosidad por profundizar en su conocimiento, única forma, por otra parte, de ponerles arreglo.

¿Adiós al monopolio de la verdad?

Desde hace bien poco tiempo y gracias a Athini y Wonka todo el mundo tiene la ocasión de comprobar que lo que el feminismo institucional pretendía establecer como verdad incontestable, en relación con la violencia doméstica, el acoso laboral o la famosa doble jornada de la mujeres, se están demostrando datos interesados obtenidos gracias al casi exclusivo monopolio que sobre ese tipo de encuestas y estadísticas mantiene. Otras autoras y autores ya habían puesto en cuestión la honestidad intelectual con que tales estadísticas se estaban confeccionando, y habían puesto seriamente en cuestión los datos conocidos, pero hacía falta esta confirmación para que quedase claro que la crítica no se hacía por hacer, o porque el neomachismo galopase de nuevo.

Nos hemos enterado de que los hombres también sufren violencia doméstica, (www.wonkapistas.blogspot.com entradas de 6 y 8 de febrero de 2007), que las estadísticas europeas sobre acoso en el trabajo desdicen las de nuestro Gobierno, (misma bitácora, entrada del 23 de febrero); o que, ahora se demuestra con estadísticas de 25 países que, a pesar de la pregonada doble jornada de las mujeres, los hombres trabajamos el mismo tiempo que ellas, con la diferencia de que nosotros trabajamos más fuera de casa y, a la inversa, ellas lo hacen más en el cuidado de la familia y el hogar (ídem, entrada del 18 de abril de 2007).

Claro que si me preguntáis que incidencia va a tener esto en el cuerpo social tengo para mí que nula. Primero porque difícilmente estos resultados llegarán a una parte significativa a la población, pero segundo porque para combatir el prejuicio alimentado por el feminismo institucional en relación con estos temas me parece que van a hacer falta muchas encuestas de ese tipo, dado el complejo entramado de intereses ideológicos y políticos que hay en relación con estos temas. De hecho los 200 años de experiencia feminista a nivel mundial no han pasado en balde.

En relación con la violencia doméstica ya diversos autores y autoras habían clamado al cielo por el cuestionario, la metodología utilizada y el hecho incalificable de no incluir al hombre como posible sujeto pasivo de la misma (Elisabeth Badinter en “Por mal camino” o Marcela Iacub y Hervé le Bras en un artículo publicado en Les Temps Modernes nº 623 de abril del 2003, con el título de Homo mulieri lupus? Para el caso francés realizado con el mismo patrón que el que luego aplicaría el Instituto de la mujer en nuestro país.)

Lo mismo se puede decir del hecho de excluir al hombre de las encuestas de acoso sexual en el trabajo como hace el estudio recientemente llevado a cabo por el Instituto de la Mujer, (http://webs.uvigo.es/pmayobre/textos/varios/1informe_acoso_sexual.pdf)

y realizar campañas financiadas con fondos públicos en las que a pesar de que las denuncias por este hecho, no alcanzan el 1%, las portavoces del Instituto de la mujer hablan de un 15 % de mujeres acosadas y lamentan que no haya más denuncias.

Y aquí es necesario un inciso. En estas encuestas, por ejemplo la de acoso sexual, que se confeccionan con las declaraciones de mujeres y que por tanto recogen una apreciación subjetiva, y donde el acoso se define de forma tan laxa que una mirada lo es, (en la entrada de 5/5/2006 analizo esta cuestión con más detalle) cómo calificar que se promueva la denuncia, efecto: ¿sugestión?, ¿llamada?. Por cierto no he oído ningún comentario por parte de las autoras del estudio español al estudio de la U.E. Fourth European Working Conditions Survey, dónde no sólo se rebaja la cifra de acoso laboral sino que además se señala que los hombres lo padecen tanto como las mujeres.

En fin en menos de 2 meses una serie de estudios dejan bien a las claras que lo que muchos y muchas veníamos denunciando desde hace años ahora se ve corroborado por la estadística, pero mucho me temo que, al igual que antes, esto pueda significar cualquier cambio de rumbo en la ideología de género, tampoco en la acción del Gobierno en relación con estos temas.

Que no pretendan convencernos de que por ahí debe ir la historia. Es demasiada la chapuza, es demasiado evidente la falta de equidad y justicia de muchas de las propuestas, demasiados los principios modificados para ser sustituidos por no se sabe muy bien qué, demasiado evidente la influencia del lobby feminista (leed la entrada de Joaquín Leguina, http://www.joaquinleguina.es/de-la-igualdad-y-sus-complicaciones y demasiada mezcla de intereses como para pensar en un proceso ejemplar, en un proceso que sentará precedentes para la legislación de otros países.

28 abril, 2007

Un año de la ley contra la violencia de género

Una serie de organismos, como el Instituto de la Mujer, el Observatorio para la violencia de género, o la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a las Mujeres, son los encargados de “entender” en el asunto de la violencia doméstica. Según su terminología, doméstica y de género, para diferenciar la ejercida por el hombre sobre la mujer de las otras, ya que al parecer aquélla es la única merecedora de un tratamiento diferenciado.

Todos están compuestos por mujeres de probada militancia feminista y, que se mueven en el denominado por Elisabeth Badinter feminismo institucional, con ideas muy precisas sobre esta violencia, y cuya ideología de forma abreviada podríamos resumir diciendo que en la sociedad patriarcal en que vivimos el hombre ejerce violencia contra la mujer para mantener su dominio, la mujer cuando la ejerce contra el hombre es en legítima defensa. Esta violencia, la del hombre sobre la mujer, es de una naturaleza distinta a cualquier otra como pueda ser: la ejercida de madres a hijos, o en las parejas homosexuales, de las mujeres hacia los progenitores o personas a su cuidado, etc.

Estas instituciones de hecho son las encargadas de definir esta violencia, medirla estadísticamente, proponer la legislación a aplicar, vigilar su cumplimiento, transmitir la información a los medios y la forma en que deben hacerla llegar a los ciudadanos, e incluso formar en estas materias a policías, jueces, fiscales y otro personal relacionado con la aplicación de la ley, en un círculo que se cierra sobre sí mismo.

Como fruto de su trabajo tenemos las encuestas de violencia doméstica -de las que el hombre ha sido excluido como sujeto pasivo de la misma-, que nos hablan de que en nuestro país existen 2.000.000 de maltratadores, también las propuestas sobre el contenido de la Ley contra la violencia de género (que en el momento de su discusión en las Cámaras levantó un gran número de pronunciamientos en contra; de la RAE por la denominación; del Consejo de Estado; de los penalistas y de buena parte de la carrera judicial y otras personas, pero eso no impidió su aprobación en los términos definidos por la ideología citada más arriba, es decir, con la denominación por ellas querida, con diferenciación del trato penal a hombres y mujeres, con la creación de tribunales especiales, y diferenciando la de género, en el sentido definido más arriba, del resto.

Si la Administración y la Justicia en un Estado de Derecho han de ser imparciales y se debe evitar cualquier tipo de contaminación con los asuntos tratados, qué es lo que hace que esta materia nada suceda de ese modo. Cómo es posible que un Estado democrático y de derecho haga suyos los planteamientos de un grupo ideológico, y traslade no sólo a la legislación sino a todas las fases de un asunto como este de la violencia doméstica sus postulados. En cualquier caso es lo que está sucediendo en nuestro país. En El País de 26.4.2007 se recogía el primer año de vigencia de esta Ley de la siguiente forma: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/minutos/detiene/hombre/violencia/genero/elpepusoc/20070426elpepisoc_2/Tes y quiero entresacar de todo ello los datos:

“Este año ha habido 21 muertas por violencia de género y 68 el año pasado. En España se detuvo en 2006 a 45.296 hombres por violencia de género. En el mismo año se celebraron 37.521 juicios que derivaron en 26.313 condenas. Del total de los procedimientos judiciales cerrados en 2006, el 43%, casi la mitad, fue archivado”

Y en esta relación falta el número de las denuncias que se elevó a 146.780

Sobre lo anterior la señora Sanahuja dice:

"Antes, a las mujeres que denunciaban malos tratos se las mandaba a casa sin muchos miramientos, ahora, por fortuna, ya no es así, pero detenemos en un porcentaje excesivo, la policía, los jueces y los fiscales estamos actuando con miedo. ¿Qué pasa si no detenemos y luego ocurre algo?, me dicen en las escuelas de policía que he visitado. Esto no puede ser", añade.

Pero Sanahuja insiste: "El miedo está llevando a un número excesivo de detenciones sin indagaciones previas mínimas. Y en los juzgados de guardia se ve de todo, desde personas con enfermedades mentales que denuncian a quienes les cuidan en momentos de crisis, hasta los tentados de utilizar esta vía penal para favorecer el proceso civil de un divorcio, por ejemplo".

Como colofón a todo lo anterior merece la pena destacar que los datos anteriores fueron presentados a la prensa por la presidenta del Observatorio para la violencia doméstica y de género, Montserrat Comas, de la siguiente forma: “ Siete de cada diez maltratadores han sido condenados”. Es decir, a lo señalado más arriba habría que añadir que aún cuando uno haya sido absuelto, sigue siendo tratado por esta señora como maltratador. Más escarnio imposible. Aunque también cabe recordar que con los datos en la mano la información se habría podido presentar como: 6 denuncias por cada condenado y preguntarse a continuación qué tipo de sociedad y justicia estamos creando que tan fácil resulta denunciar a alguien de un delito tan ignominioso.

No debemos olvidar por ejemplo el caso del padre de Alba, aquel hombre que cuando se encontraba en el calabozo como consecuencia de una denuncia falsa de su ex - mujer, se enteró de que su hija estaba al borde de la muerte por una paliza de la que resultaron acusados su madre y su compañero sentimental. Extremar la vigilancia para que las mujeres no sufran violencia no puede conducir a situaciones de ese tipo.

Para combatir los problemas sociales los atajos siempre terminan siendo más una trampa o un espejismo que una solución. Si a nadie se le ocurre poner la política antiterrorista en manos de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, o meter en la cárcel a todos los empresarios a los que les muere un trabajador en accidente laboral, no entiendo por que en los asuntos de violencia doméstica se actúa como se está actuando. La violencia doméstica es una lacra que entre todos tenemos que eliminar, pero desde luego no se gana en confianza en los procesos emprendidos cuando concurren todas las circunstancias señaladas más arriba.

26 abril, 2007

Feminismo gubernamental

¿Por qué todo lo relacionado con el feminismo gubernamental es tan chusco y extraño?

En uno de los últimos programas de entrevistas de Jesús Quintero, Carmen Calvo, la ministra de cultura, dijo que a ella, que era feminista, le gustaba que le dijesen piropos y le abriesen la puerta del coche, extendiéndose en que feminismo no es lo contrario de machismo....

Yo me pregunto, ¿cómo es posible que toda una ministra desconozca que su Gobierno ha pasado una encuesta en la que los piropos están considerados acoso sexual? ¿ Hasta ese punto llega el extraño proceder de su Instituto de la Mujer que no sólo no se digna explicar al común de los mortales quién y qué avala las preguntas de sus cuestionarios sobre esta y otras cuestiones sino que esas explicaciones no llegan ni al Consejo de Ministros?

¿Habrá que considerar a la señora ministra una de esas personas que sin sentirse acosadas hay que incluir en el llamado acoso técnico que propugna el citado Instituto? ¿Es tan grande el divorcio entre las propuestas de esa institución y la calle que pueden pasar estas cosas? Y si es tan grande ¿no deberían hacer algo?

21 abril, 2007

Volver a la Ilustración

Leo, de Gregorio Peces-Barba: Volver a la Ilustración (El País, 16 de abril de 2007) http://www.almendron.com/tribuna/?p=15055 , y compartiendo la mayor parte de las cosas que dice en él, como cuando afirma “La defensa del individuo y de su autonomía moral constituye un desiderátum de civilización que debe ser el objetivo de la pedagogía de la libertad en el ámbito educativo y también en el social y político.” O cuanto dice en relación con abandonar del debate político el odio y el desprecio del otro, las descalificaciones totales y sin remisión en: “.. la búsqueda de caminos alternativos marcados por la tolerancia, la amistad cívica y el juego limpio.” Así como “La Ilustración supuso la conquista de la autonomía moral de las personas y la superación del paternalismo de la teología como gran controladora del pensamiento y de la acción humana. La persona supo caminar por sí misma y toda la cultura de las luces produjo un gigantesco esfuerzo por salir de la minoría de edad y para aprender y saber.”

Y alabando su pertinencia para el análisis de la realidad política y de los partidos en nuestro país en el momento presente, entiendo que, con lógica parecida, todo lo contenido en él, conviene a una realidad quizá algo menos evidente, más desconocida en su significación profunda y del largo plazo, cual la que se refiere a todo lo que tiene que ver con las políticas de género, y una ideología como la que representa el feminismo institucional al que, según mi opinión, le son aplicables las grandes consideraciones contenidas en el artículo, en lo que representa de vuelta a la minoría de edad, negación del otro, leninismo, etc.

Esta es la ideología que subyace en leyes como la de igualdad o contra la violencia de género, donde el individuo, la persona humana, ha desaparecido, para quedar subsumida en una categoría, la de género que lo determina de forma absoluta. Es la división de los seres humanos en dos categorías, dos clases, que dependiendo de en cual de ellas se nos integre supondrá una diferente consideración jurídica, política, moral. Es una ideología en la que la idea de derecho a lo que más se asemeja es a la concepción leninista del mismo, no sólo porque se entienda como la principal arma de transformación social, también por el escaso respeto hacia las garantías jurídicas y la presunción de inocencia. Una ideología que no se caracteriza, por su amor y respeto a la verdad, y en la que pareciera que todo vale. La manipulación constante de las estadísticas de discriminación salarial, acoso laboral o violencia doméstica, es un hecho denunciado por otras feministas y estadísticos y profesionales de distintos campos relacionados con la materia.

Una ideología que no admite de buen grado la pluralidad de opiniones y que se ha autoerigido en la gestora de la moralidad pública: sus posiciones en relación con la prostitución, y en particular la negación del derecho de expresión a las mujeres que la desean ejercer libremente, deja bien a las claras que su falta de respeto por la autonomía de las personas, no se queda en el mero plano teórico; pero al tiempo muestra la hipocresía de su planteamiento como si su negativa a regularizar la prostitución redundase en cualquier otra cosa que no sea el perjuicio de quienes la ejercen, como si por el hecho de no reconocerla fuese a desaparecer.

Una ideología que admite de muy mal grado la discrepancia y la diversidad de opiniones. La persecución a que se ha sometido a la señora María Sanahuja, decana de los juzgados de Barcelona, y a cuantas desde otras visiones del feminismo han osado discrepar de sus planteamientos es una muestra de lo que digo. Una ideología en fin, que ha optado por manifestarse lo mínimo imprescindible, porque seguramente es consciente de que sus toscos postulados no resistirían la luz pública, y que en coherencia, dirige todos sus esfuerzos a mantener estas cuestiones en al ámbito de las creencias más que en el de las ideas.

Y, llegados a este punto, quisiera recoger aquí, la perplejidad ya expresada por Elisabeth Badinter e Ivon Dallaire, en el sentido de que siendo los hombres los más perjudicados por estas políticas, sean los que menos disconformidad expresan. No en vano quienes en mayor número y con más fuerza están poniendo en evidencia a este feminismo son otras mujeres, en su mayor parte con otra visión y práctica del feminismo. Quizá apuntar que para explicar este extraño comportamiento haya que pensar no sólo en el miedo a ser tachado de machista o retrogrado, también en la práctica seguida en partidos políticos y organizaciones sociales durante decenios, consistente en considerar que deberían ser las mujeres quienes se ocuparan de estos temas y, como no, en el buen cuidado que este feminismo puso y sigue poniendo en mantener este territorio como coto privado.

Una última cuestión, el señor Peces-Barba en su apoyo entusiasta a una asignatura como Educación para la Ciudadanía, ha llegado a desarrollar los contenidos de la misma, en línea con lo recogido en el artículo citado más arriba, planteamiento que a mí particularmente me gusta. Pues bien, debiera saber que, al menos en mi Comunidad, en lo que más se está insistiendo es en la atención preferente que esta asignatura debe dar al tema de la “igualdad”. Y mucho me temo que de lo que se esté hablando es de igualdad de género, con lo que finalmente podría resultar que cuando se apuntaba a una asignatura para la formación de ciudadanos del siglo XXI, pueda terminar convirtiéndose en una asignatura marcadamente ideológica cuyos contenidos fundamentales versen sobre la perspectiva y el enfoque de género; es decir, dándole la vuelta completamente al planteamiento del señor Peces-Barba, y al que correspondería a una materia que lleva por título: Educación para la ciudadanía.

16 abril, 2007

Fracaso educativo

En el último número de Magisnet.com dos artículos nos recuerdan: el primero, http://www.magisnet.com/articulos.asp?idarticulo=2509 el altísimo fracaso escolar en nuestro país, y un segundo, que estudia la década 1991-99 http://www.magisnet.com/articulos.asp?idarticulo=2524, rebate de forma contundente el último argumento esgrimido por las autoridades educativas para disfrazar, cuando no negar, la grave crisis de nuestro sistema educativo, cual es el determinismo de que la educación de nuestros alumnos hoy depende del nivel educativo de sus padres.

El artículo demuestra bien a las claras que ese determinismo desde luego no funcionó en la década estudiada por lo que, sería bueno que se comenzase a modificar la doctrina oficial en relación con este asunto y se empezara a asumir de verdad que un país como el nuestro no se puede permitir un sistema educativo con un nivel de fracaso escolar del 28´5 % (20’7 % en chicas y 35´9 en chicos), sin nivel de excelencia, lo que nos sitúa en posiciones próximas a países como Méjico o Turquía y a años luz de países como Finlandia, Japón o Corea.

Desde luego no se debe a la casualidad que la política en relación con el I+D+i no sea capaz de despegar, o que nuestro nivel de productividad sea de los más bajos de Europa, ni tampoco que el desequilibrio de nuestra balanza comercial sea cada vez mayor, porque todas esas cosas están relacionadas y los únicos que parecen no querer verlas sin anteojeras son nuestras autoridades educativas.

En relación con el diferencial entre chicos y chicas sería bueno que se dejara de explicar en base a ocurrencias y se comenzasen a arbitrar medidas efectivas, pues si como media para toda España el nivel de fracaso de los chicos es del 35´9, en varias comunidades está en el entorno del 50% y ese sólo dato debería ser suficiente para encender todas las alarmas. Que algo así pueda ser considerado o no diferencia de género lo dejo para las expertas en la materia, pues para mi sería suficiente que se tomase nota del dato y se abordase como es debido.

12 abril, 2007

Artículo de Gabriel Tortella

Athini, me ha recordado el artículo de Gabriel Tortella que con el título de La sinecura ha aparecido en El País de 11 de abril de 2007, del que extracto los dos últimos párrafos, aunque por supuesto recomiendo su lectura completa.

"En España hoy desde luego es práctica rara que a un alto funcionario de nombramiento político se le nombre por su competencia; más bien los criterios básicos son los compromisos y equilibrios políticos, y también las presiones y recomendaciones del candidato y sus amigos. La conveniencia de los gobernados, que depende en primer lugar de la idoneidad del nombrado, es la última de las consideraciones. La presente obsesión por la paridad sexual (o "de género", según la impropia moda anglosajona al uso) en los cargos políticos traiciona palmariamente la misma idea. El cargo es una sinecura que a quien conviene en primer lugar es a quien lo desempeña: por eso se ve como una injusticia que predomine en los cargos un sexo u otro. Pero ¿qué más le da al ciudadano el sexo de los altos cargos? Incluso si no le es totalmente indiferente, el sexo es mucho menos importante que la competencia y la honradez en el desempeño: en esto, por desgracia, se hace muy poco hincapié. Y, además, en nombre de esa pretendida igualdad, la libertad del elector se ve recortada. Si ya las listas cerradas y bloqueadas (que en 1977 se nos dijo que eran transitorias) son un atentado a la libertad de elegir, la cremallera electoral es un trágala más, tanto para las electoras como para los electores. Y una prueba más de que nuestros gobernantes consideran los cargos públicos como sinecuras, si no satrapías.

A algunos miembros de la élite en el poder podrá parecerles que estas disposiciones de la recién aprobada Ley de Igualdad son el camino hacia un sueño; para la sufrida mayoría, la dimensión política de esta Ley es otra vuelta de tuerca en la agobiante imposición de lo "políticamente correcto"; un paso más hacia la minoría de edad política del común de los ciudadanos, que quizá en más de una ocasión estarían dispuestos a pagar, como en la España de los Austrias, para que les libraran de algún político de cuota."

Gabriel Tortella es catedrático de Historia Económica de la Universidad de Alcalá. Su último libro es Los orígenes del siglo XXI.

03 abril, 2007

Ecuación de Género

Después de leer en http://unnombrealazar.blogspot.com/2007/03/las-mujeres-los-hombres-las-leyes.html tan interesante entrada se me ocurrió que quizá sería momento para una reflexión un poco amplia sobre el momento que nos ha tocado vivir en nuestro país.

La ecuación del feminismo de género es sencilla. Siendo como somos, mujeres y hombres, dos clases, dos géneros, la mitad del poder político y económico pertenece a las mujeres. Si históricamente no ha sido así eso fue debido a que el hombre lo impidió, pues no se debe olvidar que en esta “lucha de géneros” el hombre ejerce el papel de clase dominante y las mujeres el de clase oprimida y explotada. A partir de esa “perspectiva de género” las demás características de las personas: clase social, color de piel, etc. pasan a un muy segundo plano, cuando no desaparecen, situando en un primer y único plano la condición de hombre o mujer.

Así hay que interpretar la legislación de género en nuestro país, en la que el hecho fundamental y decisivo es la condición de hombre o mujer. Si eres hombre la ley penal será más rigurosa contigo, si eres mujer gozarás de un plus de presunción de veracidad, si eres hombre quedarás automáticamente excluido de cualquier acción positiva (así es como hay que llamar ahora a la discriminación positiva), si eres mujer en ti se concentrarán todas las posibles acciones positivas sea para acceder a puestos de responsabilidad, al poder político, al control de los medios de comunicación,..... La violencia de género es siempre violencia del hombre sobre la mujer y debe estar especialmente penada porque es el reflejo del deseo de dominio de ellos sobre ellas etc.

Por tanto, si uno quiere entender el mundo en el que vivimos debe tener presente lo anterior para no volverse mico cuando lee en la prensa o escucha alguna declaración de los lideres políticos en las que se habla de que las mujeres ganan tanto (20%, 30%,40%) menos que los hombres, pues aunque se juega con una ambigüedad calculada que induce al error, no es que se esté comparando un hombre y una mujer situados en el mismo puesto y con la misma jornada sino que, sencillamente se compara lo que gana un hombre y una mujer por término medio y eso al margen del puesto de trabajo, la antigüedad... incluso el numero de horas trabajadas por unos y otras. Es decir, sin tener en cuenta, por ejemplo, que el hombre trabaja fuera de casa por término medio 2 horas y pico más que la mujer.

No se está considerando al hombre y la mujer sino a los géneros. De hecho un hombre situado en la misma posición, es decir, cuando cobra menos que otro por los mismos motivos que la mujer, no sufriría discriminación, porque ésta sólo es posible entre los géneros. Tampoco sucedería eso cuando la diferencia salarial lo fuese por razón del territorio en que se habita. Así, por ejemplo, la Agencia Estatal Tributaria, en base a las declaraciones de la renta de 2005 concluyó que los hombres declaraban unos ingresos por trabajo superiores en un 30 % a los de las mujeres. Este dato se utilizó profusamente como indicador de la discriminación salarial femenina. La Agencia tributaria también había extraído el dato de que las rentas salariales de los madrileños eran un 70 % más altas que las de los extremeños, pero aquí nadie hizo la lectura, a pesar de ser la brecha dos veces y media más grande, de que se tratara de ninguna discriminación, mucho menos de que fuese discriminación a los extremeños por ser extremeños.


Para redondear el victimismo femenino, el hecho de trabajar menos fuera de casa no se presenta como ventaja, sino como discriminación salarial, al tiempo que se presenta como discriminación el trabajar más en el hogar. De hecho las cifras nos hablan de que por término medio los hombres trabajan 2 horas y pico más que las mujeres fuera de casa, y ellas aproximadamente ese tiempo a mayores en el hogar y el cuidado de los hijos. Este aparente empate se presenta a la opinión pública como una doble discriminación de la mujer y como un doble privilegio del hombre y como un escándalo público lo poco que los hombres van al mercado, hacen las camas o planchan, incluso cuando él es el único que trabaja fuera.

De ese modo la mujer siempre resulta discriminada, el hombre sin embargo nunca. Situaciones como la pérdida efectiva de la paternidad en caso de separación si no hay acuerdo pareciera como que no forman parte de este paisaje, como tampoco formaría parte del mismo la pérdida de la presunción de inocencia en casos de denuncia por maltrato. Los criterios de equidad y simetría han dejado de valer para juzgar a unas y otros, y sólo el género es una categoría válida. Claro está que justamente el género se caracteriza por eso, por su falta de simetría y equidad, y así por justicia de género debemos entender una justicia que diferencia el trato penal para hombres y mujeres, igualdad de género, la discriminación positiva y todas las leyes de apoyo a la mujer, perspectiva de género un enfoque de los sexos caracterizado por hacer de ellos la clase dominante y opresora, y de ellas la clase dominada y oprimida.

Y en esto no debemos llamarnos a engaño, este feminismo jamás habla de igualdad a secas, la igualdad siempre tiene apellidos, y lo que le preocupa es el llamado “empoderamiento” de la mujer, sin importar si excede o no del 50 %. De hecho se propugna la igualdad allí donde la mujer está subrepresentada pero no donde mantiene sobrerrepresentación. Hay que corregir el acceso a las carreras donde la mujer lo hace en menor proporción, pero no allí donde lo hace en mayor. El fracaso escolar masculino en la enseñanza primaria y secundaria, no se considera un problema al que prestar atención, pues aquí parecería que sencillamente los alumnos obtienen lo que se merecen. (Y los estudios demuestran que este fracaso no está tanto relacionado con los conocimientos como con la valoración de las actitudes). No deja de ser curioso que, toda desventaja femenina se entienda como discriminación, si es masculina, entonces ya no lo es. De hecho nadie habla del siglo XXI como el siglo de la igualdad sino como el siglo de las mujeres.

Y ahora nos tropezamos con el llamado techo de cristal. Que dice este feminismo sobre el mismo. Pues fundamentalmente constata su existencia. Las mujeres reducen su presencia a medida que se sube en la escala de promoción laboral. ¿A qué se deba? No son necesarios sesudos estudios, se debe a que, si por definición esta sociedad patriarcal discrimina a la mujer, si el hombre busca dominar a la mujer, el techo de cristal es fruto de la acción concertada de los hombres para impedir su ascenso laboral y social. Estamos ante otro caso de discriminación. Es el mismo argumento que para las diferencias salariales. Estas existen en las cifras abrumadoras que se dan más arriba, pero ni los juzgados ni la inspección de trabajo conocen casos concretos en una proporción que llegue al 1%. Otro tanto sucede con la promoción de la mujer en el campo de ciencia y otros.

Ni la ciencia ni ningún estudio riguroso avala estas tesis del feminismo. Más bien al contrario, pero eso no es óbice para que nuestra legislación de género se haga eco de todas ellas. Si lo que se analiza es la violencia de pareja, los estudios más serios dicen que no se puede reducir algo tan complejo a una única causa, sea ésta el deseo de dominación o cualquier otra, pero también que esa misma violencia existe cuando las parejas no son heterosexuales y no en proporción menor, o que también se produce con características similares de madres a hijos. En relación con los estudios elegidos por unos y otras, nada hay que impida a una mujer realizar estudios de ingeniería o de otras carreras técnicas, excepto sus propias decisiones, de la misma manera que los hombres no van a determinadas carreras o lo hacen en menor proporción que las mujeres porque les atraen menos. Es más, hay estudios muy serios en la línea de que el espacio escolar, al menos en las primeras etapas, se adapta mucho mejor a las niñas que a los niños.

En el trabajo no existe discriminación salarial de la mujer por ser mujer, ni existe ninguna acción concertada de los varones para cerrarles el paso llegado un determinado nivel. Quizá merezca traer a colocación el testimonio de Sari Baldauf, finlandesa de 49 años que recientemente y cuando ocupaba el segundo puesto en la multinacional de teléfonos móviles Nokia, escribió una carta al presidente de la compañía para comunicarle el abandono de su puesto para dedicarse a su vida. Y si importante es el gesto, las palabras no lo fueron menos y así en declaraciones a la prensa dijo:

"PARA UNA MUJER", "es más sencillo elegir si quiere trabajar o quedarse en casa. Los hombres son menos libres, sufren una presión social muy fuerte". Pero es la única diferencia de género que admite. "Cuando trabajas, eres tú mismo. No creo que exista un modelo femenino y otro masculino de ejercer el poder. Es un estereotipo, una opinión caduca, superada; yo nunca he sentido que tuviera que ser como un hombre, ni tampoco he percibido nunca que esto fuese lo que los demás esperaban de mí. Las diferencias son sólo culturales y personales. Quizá para las mujeres sea más fácil abrirse a las emociones, ser capaces de escuchar. Diferencias difuminadas, desde luego, en un país nórdico; en Finlandia, las mujeres tienen derecho al voto desde 1906. El presidente de la República es una mujer, al igual que la mitad de los ministros del Gobierno".

Otro caso de parecido tenor es de Brenda Barnes, presidenta de Pepsi Cola en Estados Unidos, quien renunció a su trabajo para dedicar más tiempo a su marido y a sus tres hijos, de diez, ocho y siete años “No me marcho porque mis hijos me necesiten sino porque yo necesito estar más tiempo con ellos”.


Pero de nada valen las evidencias cuando la ideología es tan fuerte como lo que estamos comentando. Cualquier explicación que no pase por la dominación del hombre y la discriminación de la mujer no son válidas, y en nuestro país, que es un país de fundamentalistas de uno y otro signo, parece que nos ha tocado la peor parte, y ahora nos encontramos con una legislación que no tiene parangón en el mundo, y de la que desconocemos sus resultados finales; aunque a un año de aplicación de la Ley contra la violencia de género, y a pocos meses de una ley de divorcio que prometía custodia compartida y acabó como acabó, estemos comenzando a ver algunos de sus estragos.

Obsérvese que en todo este tiempo de paridades y 50% no he mencionado el hecho de que el 98 % de los trabajadores de la construcción son hombres, o la práctica totalidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad, comenzando por los bomberos y terminando por la guardia civil, o los marineros de alta mar, o los camioneros, o tantas y tantas profesiones de los sectores primario, industrial y de construcción que se alejan de los estándares de comodidad y seguridad de los empleos del sector terciario donde se concentra la práctica totalidad de los empleos femeninos, y no he mencionado que la práctica totalidad de los accidentes de trabajo los sufren los hombres, más de 1.000 al año, ni tampoco he preguntado por qué se comienza a pensar la conciliación de vida laboral y familiar por el sector servicios, el empleo público y las mujeres, si donde la necesidad es mayor es en los empleos más arriba mencionados ocupados en la práctica totalidad por hombres, ni tampoco si la petición de igualar la jornada laboral dentro de casa se acompañará de la correspondiente a la de igualar también la del trabajo fuera, etc. Tampoco si no habrá que considerar una representación más equilibrada por sexos en todos los tramos educativos, incluidas las edades más tempranas, para que así no suceda que muchos niños y niñas no se tropiezan con la figura masculina, porque en su casa no está, y en la escuela tampoco, hasta edades muy avanzadas (1.400.000 niños viven en hogares monoparentales, en los que el cabeza de familia es una mujer en la casi totalidad de los casos). Como veis el tema es prácticamente interminable, y sería buena una reflexión colectiva, que no estuviese protagonizada exclusivamente por mujeres como parece ser su pretensión, y se abriese a todos y a todas porque estamos condenados a llegar a un acuerdo, pero entiendo que éste no puede venir vía imposición del lado de las mujeres, aún cuando como dije más arriba, se nos pretenda presentarlas a ellas como las víctimas del sistema, y a nosotros como los grandes beneficiarios.