No es que tenga especial interés en meterme con el PSOE ya que en materia de género, y salvo honrosas excepciones, la política de unos y otros mantienen más parecidos que diferencias, pero no quisiera dejar de comentar la constante apelación de este partido y, por supuesto, de su recientemente elegido secretario general Pedro Sánchez, a la igualdad como su seña de identidad, porque hace falta retorcer demasiado el significado de esta palabra para pensar que cuando se refieren a ella, tanto él como sus compañeros, no lo están haciendo en esa neolengua del feminismo actual según la cual las palabras han perdido cualquier significación acorde con el diccionario.
Porque sea que nos refiramos al territorio, el género o la capacidad económica de los ciudadanos, el PSOE si por algo se ha venido caracterizando desde hace bastantes años es por promover lo contrario de la igualdad. Pedro Sánchez recientemente se ha manifestado a favor de un federalismo asimétrico: lo que en el plano territorial significa todo lo contrario de igualdad. En el terreno de género no solo se han manifestado y se manifiestan contrarios a la custodia compartida –aquí hay que puntualizar que no en todos los territorios del Estado, ya que sí se han manifestado a favor de las regulaciones autonómicas de Cataluña y Aragón, que si la contemplan- y por supuesto han apoyado todo tipo de discriminaciones positivas y una ley como la de violencia de género contrarias al principio de igualdad jurídica.
Pero es que en los mandatos de J.L. R. Zapatero y, a pesar de tratarse de uno de los momentos de mayor crecimiento económico y de la renta (insano, pero crecimiento con mucha creación de empleo), las desigualdades entre las personas no pararon de crecer y desde el propio Gobierno se hacía gala de que las ayudas se repartían por igual a pobres y a ricos, a quien lo necesitaba y quien podía pagárselo de su bolsillo. Era el momento de: “bajar impuestos es de izquierdas”. Por eso el título de la entrada. La política si de verdad quiere regenerarse debe comenzar respetando el valor de las palabras y las ideas, ya que si se parte de su desnaturalización y falsificación luego todas las trampas y engaños se hacen posibles.
En este artículo se habla de quienes habiendo sido víctimas han transformado ese sentimiento en superioridad moral y de ahí en incapacidad para ver lo que está sucediendo entre israelíes y palestinos con un mínimo de claridad.
ResponderEliminarhttp://elpais.com/elpais/2014/08/07/opinion/1407411494_788630.html
pues, básicamente, respondiendo a la pregunta de este tu último artículo, emilio: "Todo lo bueno que siempre han tenido los hombres pero sin sus correspondientes desventajas". Esa sería la respuesta a lo que significa igualdad para quienes defienden el feminismo de género.
ResponderEliminarArivalia
Hace un par de meses, en una conversación informal, una profesora universitaria de mediana edad me venía a decir exactamente eso mismo, y con toda la buena fe del mundo. La mujer consideraba evidente, por una parte, que no se podía limitar el acceso a la mujer a ninguno de los "privilegios" tradicionalmente masculinos, pero, al mismo tiempo, insistía en que lo que hacía la vida maravillosa eran esas "pequeñas diferencias" que había entre los sexos: que los hombres le cedieran el paso o el asiento, que ellos pagaran la cuenta del restaurante, que ellos fueran los que se mancharan las manos en caso de que el coche pinchara…
Eliminar(Athini Glaucopis)
Leí recientemente un artículo que recordaba que eran justamente los grupos políticos que menos dispuestos estaban a respetar los principios democráticos quienes con más asiduidad hacían aparecer la palabra democracia: bien fuera para criticar a otros, bien para vindicar lo suyo. En el tema de la igualdad sucede algo parecido. Es una palabra que constantemente es usada para promover medidas que la niegan en los hechos. Y no es sencillo este trabajo de desenmascaramiento.
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