Si
algunos y algunas se empeñen en obviar que la realidad de los hechos contradice
sistemáticamente la perspectiva de género según la cual hombres y mujeres
seríamos intercambiables (en lo que interesa), otras tantas veces habrá que
recordarles lo equivocado de su planteamiento. Pero también que pretender pasar
por igualdad lo que solo es deseo de un sector de la sociedad no deja de ser un
engaño del que habrán de dar cuenta quienes lo promueven.
Si
el primer feminismo fue de carácter liberal, fue al calor de los movimientos sociales
del siglo XIX y las formulaciones de Engels que adquirió unos rasgos y
personalidad que no lo abandonarán hasta el presente. Y así, si los proletarios
eran explotados por los patronos y esa explotación se terminaría cuando se
liquidasen las bases del poder de los mismos, en perfecta simetría se podría
hablar de una subordinación y explotación de la mujer por el hombre que también
se acabaría cuando se eliminasen los cimientos sobre los que se asienta su
poder. En ambos casos mecanismos de carácter social e institucional que
conferían una posición ventajosa de partida a patronos y varones.
Lo
singular del caso es que cuando las tesis marxistas de la sociedad están
claramente superadas no solo por acientíficas sino también porque las
experiencias del socialismo real así lo demostraron a lo largo del siglo XX y
lo que va del XXI, permanece sin embargo intacto el error de base sobre el que
dicha teoría de la dominación en lo referido a los sexos se asienta y, personas
que escapan como del fuego de cualquier veleidad marxista, no dudan en abrazar
la concepción feminista, hoy denominada perspectiva de género o teoría del
patriarcado, con enorme entusiasmo hasta el punto de convertirse en alguno de
sus más aguerridos defensores.
Pero
lo cierto es que hombres y mujeres, somos no solo seres sociales que
compartimos un mismo espacio vivencial, somos también seres con naturalezas
diferentes, y no únicamente en la capacidad para procrear, también en muchos otros aspectos de nuestra
biología, como las más variadas ciencias se encargan de recordarnos. A pesar de
ello sigue intacta para quien así piensa la ilusión de una humanidad de seres
perfectamente intercambiables con independencia de su sexo, y para quienes los
desmentidos de la realidad son solo pequeños obstáculos que fácilmente se
acabarán saltando, cuando no trampas de quienes desean que nada cambie. Un poco
al estilo de las sociedades del socialismo real en las que el ideal comunista
nunca se alcanzaba pero siempre estaba a la vuelta de la esquina, hasta que todo
acabó en colapso.
Y
así no solo se muestran insensibles a críticas tan serias como las del periodista y sociólogo noruego Harald Eia: aquí y aquí o manifestaciones tan elocuentes como las expresadas por hombres y
mujeres en la investigación llevada a cabo por Alain Touraine en: “El mundo de
las mujeres” del que extractaré tres citas:
La primera
y la segunda tienen que ver con un hombre atado a su rol
“El
hombre construye el sentido de su existencia, su razón de ser, a partir del
trabajo, de la guerra, de la responsabilidad. La mujer vive una relación más
profunda consigo misma….” (pag. 90)
y en la
página 108:
“El tema
que los hombres abordaron con mayor frecuencia al hablar de sí mismos es que
ellos no tenían elección sobre su forma de vida: estaban condenados a dar
prioridad al trabajo, a la carrera
profesional, a los ingresos. Sin duda les habría gustado llegar a tener una
vida más equilibrada, como la que disfrutan las mujeres, pero sabían
perfectamente que estaban lejos de conseguirlo: las obligaciones que asumían y
a las que dedicaban su energía eran muy pesadas, pero lo que estaba en juego
era su carrera y tolo lo que constituía el universo del trabajo.”
Y en esta tercera y aún cuando las
mujeres han roto el círculo de lo privado y se han incorporado
ampliamente a lo público, lo que piensan sobre el acercamiento
de los hijos a
los hombres, es esto:
“Las mujeres
son conscientes de que mantienen una relación privilegiada con los hijos, cuya
existencia les confiere un poder al que no renunciarían por nada del mundo,
aunque los hombres compartieran las tareas de la casa con ellas, incluyendo el
cuidado de los niños.” (pág. 139)
Pero es que nadie se pregunta ya, a cuento de qué el inmenso
rebumbio que el feminismo montó en torno al sexismo del lenguaje y la ingente
cantidad de recursos gastados desde las diferentes administraciones, apagado repentinamente cuando un grupo de
miembros de la RAE decidieron hacerle frente, ni para cuando algún balance de
los juegos y juguetes no sexistas, ni en qué quedará finalmente la falacia de
que hombres y mujeres cobran diferente por el mismo trabajo...
Y podríamos continuar por el lugar y la
calidad del empleo masculino y femenino, o los papeles reservados a hombres y
mujeres en la familia, sobre todo cuando ésta se rompe, y las aficiones y modos
de ocupar el tiempo libre, también en el terreno de la sexualidad y los cuidados
de la salud y el cuerpo y la percepción de la realidad que cada uno de los
sexos muestra, y por ello me gustaría que leyésemos con atención esta cita de Carmen Leal, catedrática de psiquiatría de la Universidad de Valencia, acerca de la
percepción de su bienestar, calidad de vida y estado de salud por parte de las mujeres y la distancia
existente entre lo objetivo y lo subjetivo que esta cita pone de manifiesto:
“Pese a que
las mujeres poseen una mayor esperanza de vida que los hombres, ponen en marcha
mayor número de conductas preventivas, padecen en menor medida enfermedades
relacionadas con el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias adictivas,
experimentan menor grado de accidentabilidad, la sensación subjetiva percibida por
parte de ellas sobre su bienestar, calidad de vida y estado de salud es
significativamente peor que la que manifiestan los hombres.”
Distancia que sin embargo no es óbice para que
buena parte de los estudios de género estén basados en encuestas que lo que
miden, y reinterpretan según una receta de su propia cocina, es la percepción subjetiva de la mujer sobre
diferentes realidades: violencia, acoso, maltrato… Y lo que no es menos grave, aducir como factores del malestar mental de las mujeres variables tan
cuestionadas y cuestionables como la peor calidad de su trabajo, como en estudios
de este tipo se hace:
“Las mujeres trabajadoras tienen menor sueldo
que los varones, trabajos inferiores, menores oportunidades para el avance
profesional y el sistema legal es lento en reajustar la discriminación laboral,
lo que aumenta la frustración, el enojo y la angustia en la mujer. Las ideas de
futuro se centran en la desesperanza de sus situaciones y contribuye a la
depresión.”
En fin, la perspectiva de género es un
constructo ideológico que busca el empoderamiento de las mujeres en base a un
canon femenino de uniformidad, por eso no solo habrá que denunciarlo por injusto también mostrar las
múltiples falacias sobre las que está construido. Y sirva para cerrar esta
entrada la siguiente
información en la que asociaciones de mujeres desvelan la verdadera
naturaleza de su concepción de la igualdad, negándose a la participación de los
hombres en el Consejo de igualdad.
Tal vez fuera mejor formular la parte final del título como "a la medida de sólo cierto tipo de mujeres". La mayoría de las mujeres, que tienen padres, hermanos, esposos e hijos varones (o, simplemente, buenos amigos varones), que no viven su vida como una guerra contra los varones, son conscientes de que las medidas para beneficiar "sólo a las mujeres" inevitablemente acaban perjudicando también a la mayoría de las mujeres.
ResponderEliminar(Athini Glaucopis)
La menor precisión del título queda aclarada cuando al final de la entrada y como recoge la noticia a la que hace referencia el título se trata de asociaciones de mujeres de San Sebastian.
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